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Sasuke card captor por shiki1221

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Cap 14: El secreto de las cartas

 

Sai se intentó levantar, pero su cuerpo no le respondía correctamente. Maldijo a Charasuke por haberse excedido con su fuerza. De no ser porque tenía un hechizo de protección en el libro estaría muerto. Ese ataque había sido realizado con toda la intención de acabar con su vida e incluso atenuándolo resultó de esa manera. Abrió su libro y comenzó a hojear rápidamente en busca de alguna solución. Su intención era invocar un escudo protector o alguna forma de transportar a Sasuke a un sitio diferente. Sus dedos temblaban y las letras las veía borrosas. Su garganta comenzó a cerrar y el aire a escasear, mientras más intentaba darse prisa, más lento se sentía. La carta espejo no estaba de ánimos para tener compasión o siquiera esperar por él y por nadie. O eso creyó…

―¡Quítate! ―ordenó la carta mirando hacia el frente en un tono bajo―. ¡¡Quítate!! ―gritó exasperado con la espada aun sobre su cabeza sin asestar el golpe final.

Sasuke e Itachi no daban crédito a lo que veían. Parecía como si algo impidiera a la carta matarlos. Y no eran los únicos sorprendidos. Los guardianes apenas conscientes y Sai veían desde donde podían lo que estaba sucediendo con los hermanos. No veían nada en ese lugar, ninguno de ellos estaba impidiendo sus ataques. ¿A quién estaba gritándole? La cara de Charasuke estaba compungida de enojo. Se le veía apretar los dientes y crujirlos con fuerza. Fuera lo que fuera aquello que le impedía matarlos había conseguido hacerlo temblar, pues la espada se sacudía de forma algo violenta entre sus manos. La bajó al igual que su cabeza evitando que sus ojos y expresión facial fueran notadas por los demás.

―¿Cómo puedes decir eso? ―preguntó Charasuke repentinamente alzando la cabeza con los ojos cristalinos como si fuera a romper en llanto―. ¡Esos dos son unos…! ―gritó siendo interrumpido por una especie de golpe.

No entendían bien qué estaba sucediendo, pero el azabache volteó la cabeza con violencia como si hubiera sido abofeteado. Incluso su piel blanca tenía marcados unos dedos. El color rojizo se extendió un poco mientras Charasuke volvía a girar la cabeza en dirección a ellos mirándolos con profundo odio. Luego lo vieron girar la cabeza con lentitud mostrándose sorprendido, pues sus ojos se abrieron al máximo antes de relajar un poco la expresión de su cara. Chasqueó la lengua y caminó nuevamente frente a ellos extendiendo la mano y una figura comenzó a hacer visibles frente a ellos. No obstante, los Uchiha no pudieron contener un grito al reconocer a aquella persona.

―¡¡Papá!! ¡Padre! ―gritaron Sasuke e Itachi respectivamente sin entender a qué se debía su presencia.

Y justo cuando creían que las sorpresas terminaban allí en la mano derecha de Charasuke, la cual había estado suspendida en el aire se dibujó otra figura. Una mano acariciaba con dulzura la mejilla herida de la carta. Y vieron claramente la silueta de una fémina darle un beso en la frente a la carta espejo. Una mujer de largos cabellos y sonrisa amable apareció frente a ellos en pocos segundos.

―Mamá… ―susurró Sasuke al verla mirándolos con aquella expresión maternal que recordaba de su niñez.

 

¿Qué está sucediendo? Tengo tantas preguntas y estoy tan confundido. Esta carta siempre fue parecida a mi madre, ella misma me lo dijo, pero… ¿A quién tengo delante? ¿A mi madre o a una simple carta? Esa figura y esa sonrisa son idénticas. Además de que nos han protegido de su propio representante. Se supone que Charasuke vela por los intereses de cada una de sus hermanas. ¿Por qué se expondrían a ser destruidas por nosotros? Hemos sido unos magos muy crueles con ellas. Creí que había aprendido mucho de mi entrenamiento con Minato-sensei, pero al parecer sólo fue algo superfluo. No fui capaz de notar la presencia de mis padres aquí y tampoco soy capaz de oír el corazón de Charasuke. ¿Por qué está tan enojado con nosotros? Si yo fuera un mejor mago sabría entender su manera de actuar.

 

―Si de mí dependiera los habría matado a ambos, pero sus padres no están de acuerdo con eso ―explicó Charasuke mirándolos de forma despectiva a ambos hermanos.

―¿Cómo es posible? ―preguntó el mayor de los Uchiha sin dar crédito a ver a sus progenitores delante de ellos.

―No necesitan saberlo unos inútiles como ustedes ―respondió la carta recibiendo una mirada de molestia de las otras dos―. Es lo que pienso ―dijo caprichosamente volteando un poco la cabeza como un niño regañado.

Itachi y Sasuke estaban cada uno en su mundo intentando procesar lo que veían. Allí estaban las representaciones mágicas de sus padres. Aquellos a los que el mayor asesinó y el menor pretendía vengar. Los miraban como en aquellos días en los que eran una familia feliz. Cuando ninguno ambicionaba el poder o un mazo de cartas. No podían permitir que sus sentimientos los confundieran, no en esa situación. Bien podría ser una trampa creada por Charasuke, pero algo los inquietaba. Esa manera de comportarse como un simple niño ante otras cartas. Sasuke había oído de sus cartas que todas seguían y confiaban en Charasuke. Entonces, ¿por qué estas dos eran diferentes? Lograron pararlo cuando estaba tan lleno de ira y deseos de asesinarlos.

―¿Te hablaron? ―preguntó Itachi con una mirada perspicaz. A pesar de que no movieron los labios podía sentir un leve cambio en la magia.

―Eso es evidente, niño ―contestó la carta de mala manera mirándolo con desprecio―. Dicen que quieren ser sellados, pero uno irá contigo y otro con Sasuke ―explicó Charasuke.

Las cartas se mostraron felices de que su mensaje llegara a oídos de los otros dos. No había necesidad de pelear por quien sellaría la carta si había una para cada uno, sólo sería cuestión de compartir. En agradecimiento, la que se parecía a Fugaku despeinó cariñosamente el cabello de Charasuke, en cambio la otra le regaló un corto beso en su frente. La copia de Sasuke entrecerró un poco los ojos, sin rastro de enojo o sospecha, sólo… cansancio. Se veía como si de un niño pequeño se tratara. Una sensación de que quería cerrar los ojos y dormir en ese mismo lugar. Sólo se dio vuelta dándoles la espalda a los magos. Las otras dos cartas se acercaron a los magos a la espera de ser selladas.

―¿Qué cartas son? ―cuestionó el card captor, ya que pese a ser acordado los términos, sin los nombres serían imposibles.

―No merecen saber sus nombres ―gruñó Charasuke chasqueando los dedos para tener la ropa habitual.

―¡Charasuke! ―llamó la reencarnación de Clown viéndolo molesto―. Conoces las reglas ―remarcó entrecerrando los ojos.

―Según las reglas deben adivinar el nombre de la carta, vencerla o convencerla y finalmente sellarla ―recitó con voz neutra sin ningún ánimo de ayudarles a los magos―. ¿En dónde dice que yo debo decirles el nombre de sus presas? ―interrogó con una cínica sonrisa.

―¿No te preocupa que sean infectados por las sombras? ―interrogó Itachi manteniendo la calma mientras hablaba con la carta―. ¿Te sentiste bien siendo dominado por aquella magia demoniaca? No olvides que gracias a mi marca pudiste soportar ese gran daño ―le recordó duramente sin despegar sus ojos del otro.

―Te guste o no, son cartas y deben ser selladas ―agregó Sasuke mirándolo con desafío.

Según había entendido a lo largo de su cacería de cartas, ellas necesitaban de un mago. No iba a permitir que por una cuestión de orgullo o capricho Charasuke impidiera cumplir su deber como card captor. Si tan valiosas eran esas cartas a su lado, ¿cómo es que podía ponerlas en riesgo por un simple berrinche? La carta espejo había perdido por completo el norte a su parecer. Tanto tiempo al lado de un demonio nubló su buen juicio. Aunque también culpaba a Itachi, en su intento de ganarse su bendición lo acercó a ese zorro. Su magia obscura habría infectado a espejo como sucedió con las otras cartas que purificó. Aunque su problema actual era que su báculo mágico fue cortado a la mitad por Charasuke. Sería un problema hacerlo sin el mismo. Empero, no pudo seguir con sus cavilaciones debido a la interrupción de la carta.

―¿Somos cartas? ―preguntó la carta espejo con sus ojos enrojecidos. Por el efecto de la luz al reflejarse en los mismo parecían llamas crepitando―. Faltan pocas cartas para completar el mazo ¿y aún no han entendido nada? ―interrogó con un tono molesto conteniéndose de no gritar―. Les diré la verdad porque se ve que nunca la alcanzaran por su cuenta.

―¡Espera, Charasuke! ―pidió Sai intentando acercarse, pero cayendo al suelo a causa de las heridas.

―El mago Clown nos creó a imagen y semejanza de personas que conoció en vida ―explicó Charasuke sin importarle la súplica de la reencarnación del gran mago―. Todos nosotros llevamos un fragmento del alma de una persona. Por ejemplo, Uchiha Mikoto fue la mujer más amada por Clown, nunca amó a una mujer como a ella. Su alma reencarnó numerosas veces. En distintos países, diferentes épocas, con nombres diferentes, con y sin magia ―dijo volteando hacia la carta viéndola con pena―. En forma de carta un fragmento de su alma prevalece intacto. Durante siglos ha mantenido su forma y sus sentimientos congelados en el tiempo. Nadie puede tocarla, el tiempo, demonios, magos. ¡Ni Dios podría arrebatársela a Clown!

―¡Basta! ―exclamó Sai con molestia al ver lo suelta que estaba teniendo la lengua en un tema tan delicado.

Sasuke no conseguía procesar esa información, ya que si admitía que era real, eso significaba que estuvo obligando a personas a pelear. ¿Quiénes fueron aquellos escogidos por Clown? ¿Y por qué les hizo cosa semejante? No era nada halagador ser encerrado en unas cartas. Aunque le haya designado a su familia proteger el mazo mágico, no dejaban de ser prisioneros bien custodiados. Sus propios padres estaban maldecidos por el gran mago. No había otra forma de llamarle a ese acto de egoísmo puro. Aun si se trataba de un simple fragmento, él tenía claro que jamás haría cosa semejante. El menor de los Uchiha amó mucho a sus padres, pero usar magia para forzarlos a permanecer a su lado eternamente le parecía enfermizo.

―Fugaku representa a una persona que admiró y respetó ―continuo Charasuke sin prestar atención a lo que estaba provocando―. Imagina cuán grande fue la devoción de Clown por el matrimonio Uchiha si conservó mi alma.

―¿Qué quieres decir? ―interrogó Itachi negándose a permanecer por más tiempo con las dudas sobre los secretos de aquella carta.

―El gran mago me odió por enamorarme de Menma ―explicó con una media sonrisa―. Soy la representación de la persona que Clown murió maldiciendo.

Los ojos de Charasuke destellaron brevemente antes de que un círculo de fuego negro rodeara a los magos y a las cartas, incluyéndolo. Su sonrisa se engrandeció al recordar el día de su propia creación. El nació del odio, de las múltiples maldiciones que profirió el mago en su contra por su debilidad. Todo porque su corazón clamaba por Menma a pesar de saber que se había convertido en un demonio. Mas, sus sentimientos por Mikoto lo obligaron a mantenerlo también. Para procurar su felicidad a toda costa. Su existencia se basaba en proteger a las personas más amadas de Clown. Ese era su castigo por haber sido la causa de la muerte de todos ellos. Era su responsabilidad. Lo sabía. Estaba más que claro que dedicaría todo el tiempo de su existencia en velar por las demás cartas, pero Menma. Saberlo tan cerca lo tentaba a abandonar su deber una vez más. Sacudió su cabeza y retomó su papel como carta del juicio final.

―La primer carta cuyo nombre descifren podrán sellarla ―explicó Charasuke sin mirarlos―. Les daré una probada de lo que significa mi juicio ―advirtió guardando sus manos dentro de sus bolsillos―. Tengan en cuenta de que esto es diez veces más atenuado de lo que será la prueba final

―¿Cómo adivinaremos? ―interrogó el mayor de los Uchiha sujetando las cartas en su bolsillo.

―Les mostraré el origen de estas cartas y de ustedes dependerá el resto. tómenlo como una prueba ―avisó antes de chasquear los dedos y ser envueltos por un resplandor enceguecedor.

 

Hace muchos siglos nació un niño de cabellos oscuros y mirada tan profunda como el mismísimo abismo. Nadie se percató del destino que las estrellas tenían preparado para él, pues su familia era común y corriente. No tenía nada de especial una aldeana dedicada a sus labores como esposa y madre, un campesino cuya fuente de trabajo eran sus cosechas y un varón muy listo para su edad. Era una familia cálida y humilde. Ellos recibieron gratamente la llegada de un segundo hijo varón. Sano y amado como lo fue Itachi. A ese niño lo nombraron Sasuke, un nombre que encontraron digno para su pequeño.

―Sasuke ―llamó su hermano mayor Itachi―. Yo soy Itachi, tu hermano mayor ―se presentó el joven de siete años abrazando al bebé.

―Aún es muy pequeño para entenderte ―comentó su madre con una sonrisa divertida sentada en la cama.

―Ten cuidado de no moverte mucho, Mikoto ―advirtió Fugaku preocupado por ella―. Has dado a luz hace apenas unas horas. El doctor dijo que necesitas descanso y cuidar de no esforzarte demasiado.

―Descuida, querido ―respondió ella con una dulce sonrisa―. Estoy lo suficientemente bien para moverme ―dijo más animada viendo a su hijo mayor tocándole las mejillas al recién nacido.

―Es muy suavecito ―exclamó Itachi viendo a su hermanito comenzar a llorar―. ¡¿Lo lastimé?! ―preguntó alarmado.

―No, no lo hiciste ―tranquilizó su madre mientras mecía con cuidado al bebé―. Sólo está cansado.

―Escúchame bien, Itachi ―habló su padre con un tono serio mientras su mano descansaba sobre el hombro de su hijo mayor―. Como hermano mayor es tu deber cuidar de Sasuke, ¿entiendes?

―Sí ―asintió seguro de sus palabras―, yo lo cuidaré muy bien.

Fugaku sonrió orgulloso de su hijo mayor, contaba con él para cuidar a su esposa e hijo menor si algo llegaba a sucederle. Él haría todo lo que estuviera en su poder para darles un buena vida y educarlos para ser bueno hombres al crecer. Había viajado de Japón hacia el continente europeo en busca de una mejor calidad de vida para ellos. Se tenía confianza en saber guiarlos a ser hombres rectos y decentes, pero a su vez no deseaba la llegada de dicho día, puesto que adoraba a sus niños. Tener a su pequeña familia reunida compartiendo la dicha del nuevo integrante lo llenaba de júbilo y temía perder ese tiempo valioso al lado de ellos cuando tuvieran que dejar el nido y formar sus propias familias. Empero, apartó aquellos pensamientos y siguió sonriendo al ver a Itachi intentando cargar por primera vez a su hermanito menor.

Desde ese día, Sasuke fue creciendo felizmente en el seno de su amada familia. Apenas tuvo edad para hablar y caminar por su cuenta, comenzó a ayudar a su madre en las tareas del hogar. Al no ser capaz de usar herramientas filosas o cargar cosas pesadas, brindaba ayuda limpiando o lavando las ropas junto a su madre. Casi siempre ella se encargaba sola de todo mientras Fugaku trabajaba en el campo e Itachi lo ayudaba con las cosechas. El mayor ya tenía suficiente edad para aprender las cosas básicas sobre plantar semillas. El patriarca Uchiha, tenía la esperanza de algún día heredara sus prósperas tierras a sus hijos. Por ello se esforzaba en hacerlas mejores cada día.

—¿Así, padre? —preguntó Itachi con dudas a su progenitor mientras araba la tierra.

—No, Itachi. Lo estás haciendo mal —señaló el adulto en medio del área en la que plantarían las semillas—. Debes hacerlo más profundo, de lo contrario si algún animal caminara por aquí las semillas serían removidas con facilidad —corrigió mientras le mostraba la forma adecuada de hacerlo.

—Oh ya veo —asintió el menor prestando toda su atención a la forma de hacerlo bien.

—Tampoco debes hacerlo demasiado profundo o no crecerán como corresponde —aconsejó mientras desenterraba una semilla—. Esta,  por ejemplo, quedó más abajo que las otras y no consiguió brotar —explicó mostrándole una semilla intacta prácticamente.

—El almuerzo está listo —anunció Mikoto a la distancia acompañada de Sasuke—. Querido, Itachi se va a enfriar si no se dan prisa —avisó logrando apartar a ambos de su labor.

—Yo ayudé a mamá a cargar las compras —comentó orgulloso el pequeño Sasuke de cinco años de edad.

—¿En serio? —preguntó Itachi cargando a su hermano en brazos―. Seguramente mamá te cargó a ti junto a las compras —molestó Itachi picando la frente de su hermanito.

—¡No es cierto! —negó molesto el menor mientras se cruzaba de brazos—. Yo sí ayudé, tonto.

—Ya, ya, niños —quiso calmar Mikoto mientras alentaba a volver empujando levemente a Itachi por los hombros—. Es hora del almuerzo. No pierdan el tiempo discutiendo.

—Su madre tiene razón —secundó Fugaku caminando delante de ellos—. Luego de comer hay que seguir trabajando —dijo con una expresión seria en el rostro antes de sonreír levemente mientras acariciaba el cabello de su hijo menor.

—Sí, papá —asistieron ambos niños antes de ir dentro de la casa.

Sin embargo, la abundancia propedéutica de dicho terreno atrajo ojos envidiosos. La iglesia y la realeza de aquel poblado siempre buscaban apropiarse de todo lo que significara riquezas. Fugaku era un campesino sin ninguna educación más que la inculcada por su padre. Sabía cosechar y labrar la tierra, podía criar animales de granja. Conocía algunas viejas mañas para vender de forma que le quedarán más ganancias de las previstas. No obstante, era ingenuo en cuanto a leyes, tratados y burocracia, dada la exclusividad de dichos conocimientos reservados sólo a los nobles o miembros de la realeza. Por ello, cuando se le dio una oferta por su terreno desconoció muchas de las cláusulas del mismo y de las trampas de dicho acuerdo que firmó sin ser realmente consciente del peso de las consecuencias.

―No entiendo ―exclamó Fugaku con rabia cuando los hombres del noble con el cual había negociado entraron a su hogar sin permiso―. ¡¿Qué está sucediendo?!

Fue una noche tranquila como cualquier otra cuando todo sucedió. La familia Uchiha se preparaba para cenar. Fugaku mantenía vivo el fuego de la chimenea agregando leña cuando sucedió la irrupción, Mikoto terminaba de cocinar el estofado e Itachi ponía la mesa junto a su hermano menor. Sin embargo, unos gritos captaron la atención de la familia. Pronto se habían visto invadidos por personas que no conocían.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó Mikoto asomándose a ver.

—Toma a los niños y escóndanse —ordenó su esposo.

Él se quedó allí impidiéndoles seguir a su mujer y sus pequeños. Supuso que la casa estaría rodeada o similares, así que optó por usar un pequeño sitio secreto en cual su familia estaría a salvo. Con la diferencia de números en su contra, aceptó a la muerte. Hubiera deseado ser más fuerte, ofrecer mayor resistencia para evitar el avance de aquellos intrusos. Mas, sólo era un hombre, un simple campesino al que asesinaron sin esfuerzo. Hubo un fuerte amor hacia aquellos que contaban con él. No obstante, su muerte no fue épica ni heroica. Fue rápida y humillante. Llena de amargura por no saber qué les deparaba a los demás. Por mucho que deseara darles seguridad a los demás miembros de su familia, fracasó. Tras terminar con él avanzaron con rapidez para ir tras la mujer y los menores.

Mikoto acató con prisas la orden de su marido y sin pararse a meditar otra opción, llevó a los niños a su habitación. Sus rápidos reflejos le dieron tiempo para sacar un poco de ventaja de aquellos hombres. Había alzado a su pequeño Sasuke entre brazos para no demorar, mientras con una mano sujetaba la de Itachi. Cerró la puerta y movió un mueble para bloquearla. Se acercó a la alfombra y la movió revelando una madera algo floja. Mucho tiempo se había quejado de ese enorme hueco provocado por la humedad al pudrir la madera, pero agradeció no haberlo arreglado. Metió a sus hijos con cuidado y regalándoles una corta sonrisa les hizo señas con su dedo de guardar silencio. Cubrió nuevamente el hueco con la alfombra y corrió hacia la ventana mientras se oían los golpes en la puerta intentando abrirla.

―¡Corran, rápido! ―gritó Mikoto hacia afuera de la ventana―. ¡No se detengan!

―¡Atrápenla! ―ordenó uno de los hombres sujetándola del brazo―. ¡Y busquen a esos niños rápido! ―haciendo que algunos hombres fueran hacia la ventana y otros salieran por la puerta para buscarlos.

Itachi temblaba aterrado mientras sujetaba a su pequeño hermano y le cubría la boca para que no gritara. Su madre estaba soltando alaridos de dolor y temían averiguar qué estaba sucediendo. Sasuke cerró los ojos mientras lloraba en los brazos de su hermano. Pasaron probablemente horas desde que todo había quedado en completo silencio. Por temor a que fuera una trampa ambos niños permanecieron escondidos mucho más tiempo. Con cautela Itachi salió despacio cuando lo creyó conveniente. Al no ver a nadie cerca le dijo al menor que podía salir del escondite. Recorrieron la casa topándose con el cadáver de su padre en la entrada, pero ni rastro de su madre. Se colocaron unas capuchas, destinadas para los días de lluvia, cubriendo sus rostros y salieron a buscar a su mamá. Caminaron por horas tomados de la mano hasta que oyeron a las personas del pueblo gritando eufóricos. Curiosos de lo que estuviera sucediendo se acercaron.

 

No debieron hacerlo…

 

―¡Mamá! ―exclamó Sasuke primero como un susurro, pero pronto estuvo a punto de gritar.

―No grites ―murmuró Itachi tapándole la boca mientras lo abrazaba.

El mayor de los azabaches intentó contener al más pequeño en su pecho para apartarlo de aquella imagen. En medio de aquella plaza estaba su madre ardiendo entre las llamas. Se le gritaba bruja y hechicera. Insultos sobre haber mantenido actos carnales con el demonio no faltaron. Una y otra vez resonaron las risas de los presentes. Sasuke siendo algo rebelde, se removió y con uno de sus ojos vio el rostro desfigurado de su madre. Las ampollas formadas a causa del dolor, mientras la piel iba abriéndose dejando expuesta su carne. El aroma repugnante inundando sus fosas nasales sólo completo el cuadro que representaría sus pesadillas futuras. Quería detenerlos. Gritar y llorar a sus anchas, pero no era posible. Debían ser fuertes o podrían correr esa misma suerte.

―Esto es a causa tuya ―murmuró Itachi confundiendo a Sasuke―. Nuestros padres han muerto por ti.

―Suficiente ―ordenó Charasuke sacándolos de aquel recuerdo―. Han visto suficiente, así que dense prisa o no les permitiré sellar a ninguno.

Los hermanos estaban demasiado aturdidos como para responder a la advertencia. Sasuke cayó de rodillas con lágrimas en los ojos. Su madre había muerto dos veces de manera espantosa. Al menos dos que él conociera, pues espejo había mencionado que su alma reencarnó innumerables veces. Su odio hacia Itachi creció nuevamente. ¿Cómo pudo ser tan mal hijo de asesinar a una mujer que desde siempre había velado por su familia? Por su parte Itachi estaba sujetándose las rodillas en un intento por no caer al suelo como su hermano. Esa escena fue tan nítida. Los aromas, el dolor, el miedo, todo era tan realista que sintió deseos de vomitar. Estaba agitado intentando mantener su compostura. Retomó un poco la cordura y meditó sobre las cartas. Había una bastante obvia. Era mejor sellarla antes de desfallecer. Se enderezó y recitó el hechizo antes de pronunciar el nombre de la carta.

―¡Escudo! ―gritó Itachi sacando a su hermano menor de sus pensamientos.

El menor de los hermanos volteó sorprendido al oír el nombre de la carta. Ni siquiera sabía a cuál correspondía la de su padre y ya se encontraba sellada. Debía darse prisa y sellar la suya o Itachi intentaría robársela también. Pese a las condiciones puestas por Charasuke dudaba que fueran acatadas al pie de la letra. Si había alguna forma de tomar ventaja lo haría y no lo culpaba, pues él haría lo mismo de tener la oportunidad. Tomó aire buscando canalizar la poca magia que le quedaba en uno de los pedazos de su báculo. No necesitaba pensar mucho. Sintió con claridad los sentimientos de su madre al intentar defenderlos de los hombres malvados.

―Carta que fuiste creada por Clown regresa a la forma humilde que mereces ¡Laberinto! ―exclamó Sasuke convirtiéndola en carta.

Laberinto en su forma de carta voló directamente hacia la palma del menor de los Uchiha. Éste se quedó mirándole largamente sintiendo una gran nostalgia. Su mente evocaba los sentimientos que siempre tenía al rememorar a su progenitora. Un nudo se formó en su garganta y tuvo que agachar la mirada para no permitir que las lágrimas volvieran a salir de sus ojos. No debía llorar, no era momento para eso y tampoco tenía tiempo. Los guardianes y su amigo Sai estaban heridos. Para empeorarlo todo, Itachi estaba allí y ellos no tenían manera de defenderse. Volteó rápido buscando localizar a su hermano mayor encontrándose con la nada. No había rastro de él ni de Charasuke. Habían desaparecido mientras él se quedaba perdido admirando la nueva carta que selló.

―Maldición ―murmuró con molestia para sí mismo antes de guardar la carta y caminar hacia los demás―. ¿Qué tan mal están? ―cuestionó viendo a sus amigos antes de ayudarlos a movilizarse hacia el hospital.

 

Charasuke vagaba por las calles caminando con las manos en los bolsillos. Ocultaba su presencia entre la multitud de personas transitando por ese sitio. Sin embargo, aunque tenía a mucha gente a su lado se sentía completamente solo. Estaba desorientado. Su mente era un caos completamente y no había con quien conversar. Tanto que callar, tantos secretos confiados a él dolían. Había un cúmulo en su pecho y se lo atribuyó a un “corazón” que se suponía no poseía. Voces comenzaron a sonar en su cabeza acusándolo de todos aquellos pecados que cometió impunemente. No merecía ser bien tratado por Laberinto y Escudo. Debieron regañarlo, castigarlo o exigir su vida como retribución. Era lo justo para ellos luego de semejante traición que cometió contra ellos.

Cerró los ojos un momento visualizando en su mente los rostros del matrimonio Uchiha sorprendiéndose del odio reflejado en sus expresiones. Lo odiaban. Debía aceptar eso, pero le dolía. ¿Por qué no podía hacer nada bien? Todo lo que tocaba acababa rompiéndose hasta los lazos de amor y amistad. Nada sobrevivía en sus manos. Se llevó las manos a la cabeza alterado por la aterradora visión que había aparecido. Llevó sus manos frente a sus rostro y las vio manchadas de sangre. Comenzó a temblar y sudar frío al parpadear y no ver la sangre desaparecer. Su comportamiento sumamente extraño captó la atención de los transeúntes. Muchos pasaban de largo al notarlo “raro”. Temiendo que se tratara de una persona con desequilibrios mentales apartaron la mirada y fingieron ignorancia.

―¿Te encuentras bien? ―preguntó una amable joven preocupada por las reacciones del pobre chico.

Charasuke negó con la cabeza e ignoró las palabras de consuelo e intento de tranquilidad. La buena samaritana sólo quería asistirlo y acercarlo al hospital más cercano. Dado que el pobre chico se veía pálido y tenía algunos rastros de sangre provenientes de su boca. Quizás estuvo involucrado en alguna pelea callejera o fue víctima de un asalto violento. Al ver su reacción negativa a ser tocado, temió que el ataque hubiera sido algo peor. No quería ni siquiera mencionarlo, pero supuso que si estaba deduciendo correctamente el pobre chico no querría hablar por vergüenza y miedo. Mas, Charasuke se apartó de ella y corrió metiéndose dentro de un callejón oscuro. No quería que nadie se le acercara en esos momentos, pero tampoco deseaba estar solo. Eran tan contradictorios sus pensamientos.

 

¿Por qué mago Clown? ¿Por qué a mí? Estoy enloqueciendo me siento tan mal y miserable en estos momentos. No sólo juego con la vida de Sasuke sino que también intenté terminar con la suya y la de su hermano. Esto va contra las reglas, pero lo sentía. Mi corazón clamaba por venganza, saciarse de sangre derramada en el nombre de la venganza. ¿Yo qué soy exactamente? Poseo los recuerdos de todo lo sucedido. Sasuke no recuerda nada y Sai sólo fragmentos. ¿Por qué? Desearía no saber tanto así no tendría que sufrir por todo aquello que va a suceder. No puedo evitarlo. No debo intervenir. ¿Qué debería hacer? Sólo soy una carta con un pesado destino a cuestas. Odio esto. Sentirme inútil para proteger aquello que me importa y al mismo tiempo ser un monstruo que causa infelicidad a otros quitándoles lo que aman.

Las sombras que se han liberado están afectando a todas las cartas que se topan. Quiero ayudarles y protegerles, pero no puedo. Todo lo que intento falla estúpidamente. Y odio admitirlo, pero yo mismo he sido marcado con algo similar. Estoy tan perdido. Necesito un guía, alguien que me salve. Un mago, un guardián, quien sea sólo quiero tener a alguien a mi lado en esta terrible travesía.

 

―Menma ―murmuró el azabache mirando hacia el cielo―. Te necesito conmigo. Quiero irme contigo ―suspiró con la voz quebrada.

 

CONTINUARÁ……….

 


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