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Sasuke card captor por shiki1221

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Cap 4: El demonio Kyubi

 

La noche en la ciudad era tan agitada como en el día. Diversión, fiestas y alcohol no eran difíciles de encontrar en cualquier lugar. Las bellas mujeres ofreciendo gustosas su compañía a cambio de una remuneración monetaria, tampoco se hacían esperar. Entre el vicio y los placeres mundanos se perdían aquellos pensamientos de responsabilidad y rectitud. ¿Quién los necesitaba cuando se podía tener toda la satisfacción deseada por un poco de dinero? Aquellos gustos perversos, disimuladamente bailaban entre lo legal y lo inmoral. Una línea divisoria confusa que invitaba a pecar. Y ni siquiera un ser hecho de magia pura estaba exento de caer en la tentación.

―Vamos, hermosa Koneko-chan ―pidió mostrando una rosa roja sacada de la nada.

―¿Cómo hiciste eso? ―preguntó la joven de cabellos dorados mirándolo asombrada―. Parece como magia ―agregó sujetando la rosa entre sus dos manos.

―Es que yo soy un gran mago ―dijo guiñándole un ojo con coquetería mientras le ofrecía su brazo.

―¿Tienes muchos trucos bajo la manga? ―cuestionó ella en un tono divertido mientras se sujetaba de él y comenzaban a caminar.

―Te sorprendería saber cuántos poseo ―respondió con una gran sonrisa mientras avanzaban juntos a un club nocturno.

El moreno le hacía plática a aquella chica sin ninguna dificultad. Ante aquellos ojos ignorantes, él era una persona agradable y muy simpática. A diferencia del moreno quien no estaba poniendo real interés en la conversación. Le pareció buena manera de matar el tiempo, pero no despertaba ningún sentimiento real en él. Todo era tan monótono y predecible. Vivir tanto tiempo se había vuelto un fastidio. Se aburría con facilidad y nada le causaba la emoción del descubrimiento o la curiosidad. Los Uchiha apenas si le picaban un poco a su interés, pero conociendo la historia de aquella familia podía apostar con confianza al final. Antes se intentó luchar contra el destino en innumerables ocasiones y los magos de esa familia no lograban nada no realizado antes.

―¡Oye! ―llamó aquella chica buscando la atención de aquellos ojos negros.

―Lo siento ―se disculpó fingiendo estar apenado por lo sucedido―. No pude evitar distraerme con tu cautivadora voz ―dijo en tono seductor.

―¿Seguro? ―preguntó sonrojada mientras inflaba las mejillas intentando parecer tierna.

―Sí, sí ―asintió Charasuke con una expresión de embelesamiento completamente falsa. No le gustaba como se veía “tierna”.

―¿No estarías mirando a otra chica? ―cuestionó insistente en el asunto anterior.

―Claro que no, sólo tengo ojos para ti ―afirmó de inmediato el azabache tomando una de sus manos para besarla.

―Te creeré ―aceptó ella sujetando su mano para guiarlo a un lugar más privado.

 

“¿Por qué a los humanos les interesa tanto ser inmortales? Es un auténtico fastidio vivir tanto. Puedo leer exactamente lo que van a decir o hacer”. Pensó estando sentado en la barra del club. Luego de desaparecerse de la vista de su acompañante. Siempre hacía eso por mera diversión. Iba de cama en cama, jugaba un poco con las mujeres y luego se iba sin decir nada. El camino para lograrlo debería ser su parte favorita. Lo más complicado y excitante. Sin embargo, era condenadamente sencillo. Para nada se asemejaban a un reto. Soltó un suspiro de fastidio al sentirse rodeado. Había algunos hombres echándole el ojo y no estaba de ánimos para deshacerse de ellos de manera cortés. Cuando se cansó del ambiente en aquella discoteca subió hasta el techo.

Las luces de la ciudad iluminaban todo de una manera interesante para sus ojos. Una luz falsa opacaba la verdadera. O al menos eso pensaba al ver, o mejor dicho, no poder ver las estrellas en el cielo. “No todo lo que brilla es oro. No toda luz es verdadera”. Reflexionó dándole la espalda a la ciudad. Oía tras suyo los vehículos ir y venir. Cantos alegres de borrachos que no sabían ni su propio nombre. Música movida que invitaba a bailar y hacerse de la compañía de otra persona. Cerró los ojos visualizando todo como debería ser. Un campo abierto con el pasto altísimo, unas estrellas resplandeciendo a todo fulgor y él a su lado hablándole al oído. Dos palabras que inundaban su corazón más que cualquier compañía en esos siglos “te amo”.

―Yo también te amo ―susurró dejándose caer de espaldas.

Algunas personas se percataron de su salto, pues distinguió algunos gritos horrorizados. No necesitaba verlos para saber que todas las miradas estaban sobre él en ese momento. Sintió el vacío tras de sí, por su mente pasearon los recuerdos de días que jamás volverían. Sus ojos se abrieron unos momentos observando una sombra del pasado. Lo vio tan claramente frente de sí. La misma mano extendida hacia él traicionándolo, un leve movimiento de labios articulando palabras que no alcanzó a oír y una expresión olvidada. ¿Se mostró siquiera un poco culpable al empujarlo? ¿Se alegró de deshacerse de él? ¿Algún día recordaría su rostro de ese día?

—Menma —susurró tras parpadear un segundo.

Repentinamente sintió un agarre firme. Unos brazos lo rodearon desde atrás y comenzaron a elevarlo nuevamente al techo. Mantuvo los ojos cerrados con fuerza. Era él. No quería verlo en esos instantes. Ese no era un buen momento para volver a verse y menos tras saltar hacia el vacío. El mago no dijo nada y se limitó a subirlo a la parte segura. Lo bajó con cuidado y se apartó lentamente. Todo había sucedido tan deprisa que las personas al pie del edificio creyeron haberse confundido. Les pareció ilógico e imposible que una persona que saltara desde esa altura no tuviera su cuerpo destrozado contra el pavimento. Rápidamente comenzaron a dispersarse y a justificarlo con algunas teorías sobre haber visto simplemente una sombra, otros más fantasiosos decían que era un muñeco inflable llevado por el viento. Así se fueron sumando explicaciones y al mismo tiempo se redujo la atención hacia donde estaba la carta y el mago.

—¿A qué vienes, Itachi? —preguntó Charasuke mirándolo de mala manera.

—Estaba por la ciudad y me pareció buena idea —respondió calmadamente—. Y creo que en buen momento ―agregó mostrando su ceño fruncido.

—No te des tanta importancia —ordenó el menor cruzándose de brazos—. Yo no moriré por saltar desde esta altura ―le recordó con burla. Siendo una carta, ese tipo de heridas físicas para él no significaban mucho realmente.

—Esperabas ser rescatado ―declaró Itachi sin dudas en su voz. Lo miró fijamente sabiendo las intenciones con las cuales dio ese salto.

—¡Eso no es cierto! ―gritó Charasuke enojado mientras lo señalaba con su dedo índice.

—Dijiste su nombre, quieres verlo ¿cierto? ―cuestionó con una sonrisa oculta tras su ropa―. Esperabas que fuera él quien te salvara ―aseguró haciendo que los nervios de la carta se pusieran en punta.

El menor frunció el ceño visiblemente alterado por las palabras del mago. La traición de la persona que más quiso, le había dolido tanto que creyó jamás poder recuperarse, hasta la aparición él. Cuando creyó definitivo su destino como un solitario, Menma le mostró lo que era amar. Un día que sólo él recordaba, apareció el hombre que amó con todo su corazón. Su salvador cuando la soledad gobernaba su corazón. Fue por su causa que su alma no se pudrió y fue con su muerte con la cual perdió el sendero de lo correcto y lo inmoral. ¿Cuántas veces no deseó ir a su lado sin importar el medio? Sin embargo, siempre algo o alguien intervenían en su deseo.

—¡No juegues conmigo! ―ordenó sujetándolo de la ropa antes de sacudirlo con fuerza―. No viniste hasta aquí a ver cómo me encuentro precisamente ―acusó con los ojos resplandeciendo en carmesí por su ira.

—¿No crees que me preocupe por ti? ―cuestionó Itachi acercando su mano a la cabeza de Charasuke para acariciarla con suavidad.

—¡Hubiera sido muy útil esa preocupación hace años! ―reclamó sin apartar su mano de su cabello por el momento.

—¿Aún no me perdonas? ―inquirió el mayor mirándolo con frialdad.

—¿Esperas que te perdone? ¿Luego de lo que me hiciste? ―preguntó de regreso mostrándose cada vez más alterado.

—Tú sabes bien lo que siento al respecto. Para mí también es doloroso recordar cuando...

—¡Me forzaste a hacerlo, maldito! ―reclamó con la voz quebrada al borde del llanto―. Te pedí que te detuvieras y me ignoraste. Hiciste oídos sordos de mis súplicas ―dijo modulando su voz para no dejarse ganar por los hipidos.

—No me dejaste opción. Si hubieras cooperado voluntariamente todo habría sido más sencillo ―justificó Itachi mientras sujetaba las manos del más bajo y las alejaba de su ropa.

—Sencillo fue para ti largarte dejándonos a nosotros atrás ―dijo soltándose por completo del agarre del otro mientras marcaba distancia entre ellos.

—No fue sencillo ―confesó Uchiha mirándolo con cansancio.

Permanecieron unos momentos más en completo silencio. No sabían que más decirse si lo más complicado ya lo habían dicho. No había manera de borrar lo hecho y las heridas se negaban a cerrar. Las pesadillas, el dolor, la sangre las tenían presentes. Ambos compartían esa culpa y no podrían expiarse hasta el día de sus muertes. Ese día se veía especialmente lejano para la carta al ser prácticamente inmortal. Repentinamente, una bolita negra salió de entre la ropa de Itachi y corrió acercándose a él. La mirada de la carta estaba en el suelo mientras se abrazaba a sí mismo, por ello notó la pequeña sombra. Trepó hasta ubicarse en el hombro del más bajo causándole gran impresión. Era un pequeño zorro de color negro. Tras olfatear un poco al joven de ojos negros, comenzó a lamer su mejilla mientras movía su cola.

—¿Esto es...? ―preguntó Charasuke abriendo sus ojos con sorpresa mientras cambiaban de rojo a negro.

—Visité a la vidente del templo Nakano ―comentó Itachi acercándose un poco viendo al zorrito ser tan amistoso.

—No es posible que rompieras el sello ―dijo la carta sin poder creer lo que estaba viendo.

―Lo hice por ti ―confesó el mago de manera natural, como si aquello fuera algo sin importancia.

―¡Perdiste la razón! ―regañó Charasuke sin poder creer semejante locura. Aquel sello no debía ni podía ser roto.

—No lo rompí, sólo lo fracturé y de ahí traje tu regalo ―explicó de manera escueta sin dar detalles al respecto.

—Aun así no olvidaré lo que hiciste ―aclaró mientras acariciaba la cabecita del zorro―. Aún persiste el recuerdo a cada momento ―confesó con la mirada agacha, lleno de amargura.

—¿Y por eso te refugias en alcohol y sexo? ―cuestionó en tono de regañó como si le estuviera hablando a un niño.

—No es tu asunto ―respondió de manera rebelde mientras le miraba con la frente en alto nuevamente.

—A tu edad deberías entender mejor que nadie lo inútil de tu búsqueda de consuelo entre humanos ―explicó antes de picar su frente con su dedo índice y corazón.

―Tú hablando acerca de la edad ―afirmó con burla acompañada de una sonrisa condescendiente―. Para mí eres un niño ―declaró, pues era la verdad. Siendo una carta con siglos de antigüedad un veinteañero, no era más que un mocoso a su lado.

―Un niño que te sometió hace años ―dijo con una sonrisa divertida antes de darle la espalda y desaparecer de allí.

―Bastardo ―susurró enojado.

Mas su enojo no duró mucho tiempo al sentir la lengua áspera del zorrito paseando por su mejilla. Aquella sensación era bastante agradable, le traía dulces y preciados recuerdos. Era difícil negarse a la paz que inundaba su pecho al tenerlo a su lado. No podía olvidar que no se podía permitir bajar la guardia, pero lo anhelaba tanto. Siglos de espera. Décadas dormido en el mazo del mago Clown hasta que fue llamado por la magia Uchiha. Dormir le permitía soñar, pero a la vez caer en sus recuerdos más amargos y su propia mente se volvía su enemigo. Se torturaba por la culpa. E Itachi conocía una de las múltiples razones por las que se odiaba a sí mismo. Le dio demasiada información y quizás le estaba jugando en contra.

―¿Qué dices? ¿Vamos al templo Nakano? ―preguntó al zorrito con una sonrisa tranquila.

―Claro, necesitas ver algo ―respondió el animalito erizando su pelaje con molestia―. Ese sitio…

―Lo imagino ―interrumpió sabiendo a lo que se refería―. Partamos de inmediato ―dijo mientras desaparecía de aquel sitio junto con el zorrito.

Lejos de allí, Sai se encontraba usando el tablero de la familia Uchiha para averiguar su suerte. Había sentido algo extraño. Como si de una presencia maligna se tratara. Si su teoría era acertada, eso significaba que alguien había liberado al demonio que fue sellado siglos atrás en el templo de la prodigiosa Miko. Aquella suprema sacerdotisa capaz de leer el pasado y el futuro de las personas a voluntad. Estaría en peligro si ella sola debía hacerle frente a la criatura y más si él se involucraba. No estaba seguro de cuál sería el siguiente movimiento de Charasuke, de Itachi o de él. Aunque el último mencionado seguramente estaba muy ocupado en el extranjero. E Itachi estuvo oculto mucho tiempo en las sombras esperando el momento de actuar. No saldría a menos de que algo muy importante estuviese sucediendo. Tendría que confirmar su teoría con ayuda de Sasuke.

La reencarnación del mago Clown estuvo gran parte de la noche despierto. Revisó libros y anotó diversos hechizos de emergencia. Tendría que armarse correctamente para cualquier eventualidad. Sin embargo, su más grande problema era no ser un Uchiha. No nació con el poder legado por medio de la sangre. Al llegar la mañana y con nulos resultados mágicos al intentar leer la suerte, contactó con los guardianes y el mago. Los llamó a su mansión haciendo énfasis en el carácter urgente de su situación. Los demás no dudaron en acudir a primera hora a su residencia. No era usual oír a Sai tan alterado, así que debió suceder algo realmente increíble como para ponerlo de esa manera. Una vez reunidos en la sala de estar los cuatro se sentaron alrededor de la mesa esperando a que la reencarnación de Clown hablara. Él estaba inquieto, incluso temblaba levemente en su sitio, pero finalmente se tranquilizó lo suficiente para hablar.

―Al parecer han liberado al demonio ―dijo Sai corto y sin ningún rodeo. Su expresión fácil no tenía siquiera su típica sonrisa falsa.

―¿Liberado al demonio? ¿Quién? ¿Cuál? ―preguntó atropelladamente Naruto siendo quien más demostraba su ansiedad.

—Temo que haya sido al Kyubi —suspiró Sai mientras agachaba la mirada apoyando su frente en sus manos, unidas como si rezara.

—¿Kyubi? —preguntó Uchiha algo confundido. El nombre le sonaba de algo, pero no podía precisar de dónde.

—Es el legendario zorro demonio que selló la sacerdotisa Shion hace siglos —aclaró el otro azabache alzando la cabeza para abrir el libro que tenía en la mesa, mostrándole una antigua página—. Aquí está el relato sobre aquella bestia —señaló en la imagen donde estaba ilustrado el demonio junto a su historia.

 

La deidad corrompida por la oscuridad se tornó en contra de las personas que juró proteger. El mago Clown no tuvo corazón como para exterminar a su querido guardián. Pese al pecado cometido en su contra, la desobediencia y la corrupción de la magia. Se le tenía demasiado afecto como para destruirlo sin ningún remordimiento. Y eso evitó que fuera enviado a la nada. Cuando la luna se tiño de rojo vino, nueve colas se agitaron rompiendo la calma de la noche y el gruñido de la bestia se extendió a todo el poblado. Fue entonces cuando valientemente se alzó una sumo sacerdotisa de nombre Shion. Ella con sus dones para ver el pasado y el futuro no tuvo dificultad alguna. Sabía sus orígenes y había previsto su caída junto con la causa de la misma. Tenía todo preparado para esa catástrofe, cuya resolución vio en sueños. Desde aquel fatídico día, se alzó un templo en honor a ella por su hazaña y bajo el mismo, yacía el sello que contenía al demonio.

 

—Vaya —murmuró Sasuke con sorpresa al leerlo—. Un poderoso demonio así debe ser difícil de sellar —comentó impresionado por las habilidades de la Miko.

—Y difícil de liberar —acotó Gaara meditando serio lo leído—. Si una sacerdotisa consiguió lo que el mago Clown no pudo, debió ser de temer ―reflexionó revisando él mismo las demás páginas del libro.

—Es por eso que deben ir a visitarla —dijo Sai mirando a sus amigos, específicamente a Uzumaki y al card captor.

—¿Nosotros? —preguntó Uchiha junto a Naruto al ver al azabache señalarlos con sus dedos.

—¿Por qué nosotros ttebayo? —preguntó el rubio sorprendido por aquella propuesta.

—A ustedes no les gusta leer. ¿Acaso quieren quedarse aquí a leer libros viejos en vez de ir a la acción? —cuestionó con seriedad—. Si el sello fue roto, sólo se me ocurre un mago con el poder para hacerlo.

—Itachi —dijo Sasuke entre dientes. Entendió de inmediato las intenciones de su amigo. Le estaba dando la oportunidad de cobrar su venganza.

La última vez que lo había visto sucedió años atrás cuando sus padres fueron asesinados. Tras eso, no volvieron a cruzarse sus caminos. Sólo oía rumores acerca de sus “logros”. Su tutor había confirmado que Itachi estuvo viajando por el mundo en busca de las cartas Clown. O al menos eso creían de momento. La posibilidad de que estuviera buscando cómo aumentar su poder había cobrado cierta fuerza. Empero, Charasuke le había contado la cantidad de cartas en mano de su hermano mayor. Mientras él se limitaba a cazarlas en Konoha por no abandonar el “nido” se perdía las mejores cartas. Sin embargo, sus habilidades había sido pulidas y preparadas por años en espera de una confrontación.

—Exacto —concordó Sai mientras asentía con la cabeza—. Es posible que encuentres alguna pista o seas capaz de ver alguna conexión entre el demonio y tu familia —explicó sin sonreír. Se mostraba extrañamente serio y ansioso.

—Sai tiene razón —apoyó el pelirrojo cruzado de brazos—. Si ese demonio fue el guardián del mago Clown puede que Itachi lo quiera para él ―explicó abriendo el libro en una página especifica―. En todo lo que llevamos investigado Sai y yo, sólo hemos oído sobre un demonio zorro y le pertenecía a Clown.

—¡No permitiré semejante cosa! —gritó Uchiha golpeando la mesa con la palma de sus manos.

—Entonces, ¿qué estamos esperando, Teme? —preguntó Uzumaki golpeando su propia mano con su puño—. Si Itachi liberó a ese demonio le patearemos el trasero ttebayo ―aseguró con una mirada determinada. Listo para pelear.

El mago Uchiha asintió con una media sonrisa. Al fin podrían tener una pista concreta de lo que pretendía Itachi. Aun hoy, seguía sin entender la razón de asesinar a sus padres. Su tutor le dijo que probablemente estaba en busca de las cartas Clown y sus padres le negaron el mazo. Además si el báculo mágico no era liberado las cartas permanecerían dormidas y el mismo sólo obedeció a su mandato. Eso las hizo más difícil de localizar, dándole la ventaja a ambos de tener tiempo suficiente para entrenar sus poderes. El adulto tuvo razón, pues los primeros "ataques" de las cartas se dieron cuando consiguió convertirse en un card captor. ¿Qué pretendía Itachi liberando a un demonio tan peligroso? No le conocía un guardián a su hermano mayor, quizás sólo estaba buscando uno y por eso fue tras el zorro. Fuera cual fuera el caso debían evitar que llevara a cabo sus objetivos.

Naruto y Sasuke no perdieron el tiempo. Tras hablar un poco más sobre los datos a tener en cuenta sobre aquel templo, ambos se fueron rápidamente a sus casas. Buscaron sus valijas y empacaron unas mudas de ropa para pasar el fin de semana en aquella locación. No estaban seguros cuanto tiempo les tomaría conseguir algo de relevancia. Empero, aquel viaje no sería en vano. Iban a conseguir algún beneficio a como diera lugar. Y entre sus opciones no se descartaba una predicción de la sacerdotisa a cargo. El templo Nakano era famoso por sus lecturas acertadas acerca del futuro. El único impedimento era conseguir que la Miko los juzgará dignos de sus palabras sobre el futuro. Con ello en mente ambos se reunieron en la estación del tren siendo despedidos por sus amigos Gaara y Sai.

―Tengan cuidado y no hagan nada imprudente ―pidió el pelirrojo palmeando la espalda del blondo.

―Descuida, yo protegeré bien a Sasuke-Teme ―prometió Uzumaki mientras sonreía con extrema confianza.

―Más te vale, estás cuidando a mi mago ―le recordó el de ojos verdes con cierto tono de amenaza implícito en sus palabras.

―Yo también te estoy dejando a mi mago ―refutó el joven de ojos azules haciéndole un puchero.

―Ambos sabemos que Sai se cuida solo ―dijo con un tono indiferente captando la atención de Uchiha.

―¿Qué quieres decir con eso, mapache? ―cuestionó Sasuke mostrándose ofendido―. Sigue con tus bromas y te reemplazaré con el Dobe ―amenazó en broma.

―Yo no soy una mascota intercambiable, bastardo ―reclamó Uzumaki frunciendo el ceño―. Si quieres mascotas para coleccionar o cambiar a voluntad cómprate unos tamagochis ttebayo.

―Ustedes son algo parecido ―afirmó el card captor encogiéndose de hombros.

―Tráeme bonitos regalos, Uchiha ―pidió Sai cuando dieron el llamado para los pasajeros a través del alta voz―. Ahora vayan o perderán el viaje ―dijo empujándolos dentro.

Abordaron el tren a tropezones por culpa de esos dos. Ya les reclamarían cuando volvieran. El viaje no era demasiado largo, pero doce horas era bastante tiempo. En medio día no sabían con qué panorama se encontrarían. Si el demonio había sido liberado, como teorizó Sai, estarían en serios problemas. La reencarnación del mago Clown aseguró que el demonio podría haber sido liberado y por lo mismo, estaría muy lejos del templo Nakano. Por las dudas, estaba llevando su báculo y las cartas que poseía. Necesitaría de todas por más inútiles que resultaran algunas. También tenía en mente la posibilidad de ver nuevamente a Itachi disfrutando de una matanza. Si se hizo con el poder del demonio… De sólo pensarlo sus manos temblaban, pese a tener las cartas Clown en sus manos. Las creaciones más poderosas del legendario mago.

―Tranquilo, Teme ―dijo Naruto sujetando sus manos―. No vamos a dejarnos vencer por tu hermano ―prometió con aquella sonrisa optimista de siempre.

―No dudo de eso ―respondió el azabache un poco más calmado―. ¿Y tú, gatito asustadizo? ―preguntó con burla.

―Yo seré el guardián más poderoso de todos los tiempos ttebayo ―aseguró señalándose a sí mismo con el dedo pulgar―. No le temo a un zorro pulgoso.

―Aun así estarás por debajo de mí, yo seré el sucesor de Clown ―afirmó prepotente.

―Creído ―protestó el rubio con un puchero.

“Gracias, Dobe”. Pensó el moreno mientras cerraba los ojos para dormir un poco en su asiento. Uzumaki lo imitó permaneciendo en su asiento al frente de Sasuke. Necesitaban todas sus fuerzas para llegar al templo Nakano. Tenía un mal presentimiento, pero estaba decidido a proteger a Sasuke. Su mejor amigo no sería dañado por ningún demonio o mago corrupto. Era su deber no sólo por la promesa a Gaara, sino también por él mismo. Todo ese tiempo lo había dejado a su suerte, era hora de combatir a su lado. Las siguientes doce horas durmieron pacíficamente hasta que se les avisó que llegaron a su destino.

Descendieron con calma y sin esperar a nada fueron rumbo al templo. Según los habitantes de los alrededores, ―los pocos que quedaban―, las sacerdotisas no estaban recibiendo visitas de ningún viajero. Además, nadie quería acercarse al templo. Cada noche se oían gritos y lamentos provenientes de ese sitio. Algunos valientes o estúpidos, como merecían ser llamados, se retaban a entrar y tocar la estatua del zorro. Quienes lo hicieron fueron asesinados al instante por una entidad maligna. Oír eso, sólo confirmó que el demonio había sido liberado, pero ¿y las sacerdotisas? ¿Acaso no estaban haciendo nada mientras la gente de su pueblo moría? Cierto, los aldeanos eran estúpidos por acercarse a un sitio claramente peligroso, pero su deber como mikos era sellar la maldad. Pronto llegaron a la entrada siendo recibidos por caras conocidas.

―¿Sakura? ¿Ino? ―preguntaron Naruto y Sasuke sorprendidos de verlas allí vestidas con kimonos tradicionales de sacerdotisas, pero su atención fue directo a sus brazos y rostros llenos de vendajes.

―Los estábamos esperando ―respondieron serias mientras les daban la espalda y comenzaban a caminar dentro del templo.

―Esperen ―pidió el rubio corriendo tras ellas al igual que el mago―. ¿Quién les hizo esto? ―preguntó Uzumaki siendo el más demostrativo de su preocupación.

―El responsable fue quien rompió el sello del Kyubi ―respondió Sakura mirando fijamente a Sasuke―. Y ese fue Uchiha Itachi ―completó dejándolo sin palabras.

―Nuestra vidente ha predicho su llegada aquí, por eso nos mandó a esperarlos ―explicó Ino abriendo las puertas con su brazo sano, dado que el otro lo tenía enyesado.

El templo era un lugar que podía deducirse fue hermoso. En esos momentos estaban algo quemado en algunas zonas y en otras tenía las paredes quebradas. El resto permanecía aparentemente perfecto. Los grandes ventanales poseían figuras pintadas hermosamente. Si se les acercaban aun podían reflejarse de lo limpios que estaban. Y no era lo único. Las estatuas en honor a las mikos anteriores y la del propio zorro demonio brillaban ante el más mínimo rayo de luz. Sus superficies pulidas eran casi tan reflectantes como un espejo. Los ojos de ambos recién llegados se maravillaron por la elegancia y pulcritud de un lugar que esperaron hallar en la miseria y la destrucción.

Sakura e Ino al entrar fueron a unos almohadones en la parte lateral de una larga alfombra roja. La cual conducía a un altar con la figura de una hermosa mujer de cabellos largos. Ellas permanecieron sentadas a ambos lados de Hyuga. Los visitantes reconocieron a su compañera de clases Hinata, sin entender qué estaba haciendo en ese lugar. Esta última llevaba una venda en los ojos cubriendo las cuencas vacías. Se les notaba teñidas de sangre haciendo a Uchiha maldecir el acto tan repudiable de su hermano mayor. Itachi durante su ataque se aseguró de robarle sus precisados ojos de color perla a la pobre sacerdotisa. De milagro, casualidad o pereza, no asesino a las demás. Ahora más que nunca el card captor necesitaba respuestas. A paso firme, Sasuke se acercó junto a Naruto hasta estar frente a ella.

—Tomen asiento por favor —pidió Hinata amablemente con un ademán de manos.

—Gracias —dijeron acomodándose sobre aquellos colchones dispuestos para los invitamos.

—¿A qué han venido desde tan lejos? ―cuestionó ella con la voz calmada, siendo demasiado extraño para ellos no oírla tartamudeando como de costumbre.

—Es evidente a lo que venimos ―respondió Uzumaki con obviedad.

—Usuratonkachi —regañó Uchiha golpeando su costilla con su codo.

—Lo siento, yo no quise... ―se disculpó el guardián al darse cuenta de la pésima elección de palabras que hizo.

—Descuida, no has dicho eso con mala intención ―tranquilizó Hyuga con una sonrisa antes de mostrarse seria nuevamente―. Ya les han dicho sobre el incidente, ¿verdad? ―cuestionó ella.

—Lamentamos haber venido en mal momento ―se disculpó Sasuke viendo el mal estado del lugar. Sea lo que fuera lo que sucedió allí dejó gran parte del templo destruido por el exterior. Aunque por dentro parecía que se esforzaron en arreglarlo.

—Descuida, Uchiha Sasuke el hijo de la gran miko siempre será bien recibido ―dijo Yamanaka emocionada mientras lo miraba con sus ojos azules llenos de admiración.

—¿Gran miko? ―preguntó el de cabellos oscuros sin entender a qué se referían con eso.

—¿No lo sabías? ―preguntó Haruno sorprendida por ese cuestionamiento―. Aquí ella es venerada como una leyenda ―aseguró mientras señalaba una estatua de Mikoto que se encontraba parcialmente quemada.

—Nunca me contaron nada de eso ―exclamó sorprendido viendo la imagen de su madre colocada junto a la de la sumo sacerdotisa que veneraban.

—Los antiguos cuentan que un demonio secuestró a su hijo recién nacido y ella sola se encargó de derrotarlo. A pesar de ser el momento de mayor debilidad para las sacerdotisas, su magia fue más poderosa que la de muchas ―explicó Hyuga mientras tanteaba con sus manos el suelo buscando la mano de alguna de sus amigas.

—¿Mi madre hizo eso? ―interrogó con una mirada de sorpresa mientras Naruto observaba fijamente la imagen. Él la recordaba vagamente, pero no tenía idea de todo eso.

—Eso y más. Al igual que la gran miko, tiene una gran cantidad de hazañas y leyendas. Es una persona increíble ―aseguró la rubia mientras soltaba un suspiro de anhelo en lo que sujetaba la mano de Hyuga.

―Todas sueñan con ser como ella ―agregó Sakura mientras se levantaba de su lugar e iba hacia una pared. Dio tres golpes y regresó a su sitio a sentarse.

Sasuke abrió los ojos ligeramente al oír las hazañas de su madre. Su maestro solía evitar tocar el tema, pero le había dejado saber a cuenta gotas lo habilidosa que había sido y lo mucho que se deseó verla convertida en la sucesora del mago Clown. No obstante, sólo conocía su poder como Uchiha, jamás pensó que había sido sacerdotisa o algo similar. Conocer un poco más acerca de las hazañas de su madre como guardiana del mazo mágico le hizo sonreír con orgullo. Su madre siempre fue una persona que recordaba maravillado y estando en ese templo se dio cuenta que no era el único en pensar de esa misma manera.

―Creo que es momento de que yo hablé contigo, Uchiha Sasuke ―dijo una chica rubia apareciendo, a través de una puerta secreta, en la sala desde la pared que golpeó previamente la joven de cabellos rosas.

―¿Quién eres tú? ―interrogó Naruto poniéndose alerta. No había sentido su presencia y eso lo ponía nervioso. Sólo alguien con gran poder podía ocultar tan bien su existencia.

―Soy la vidente, Shion ―respondió la joven rubia caminando hasta sentarse al lado de Hinata.

―¿Shion? ―inquirió Uchiha pues sabía que aquella sacerdotisa estaba muerta desde hacía mucho―. Es imposible.

―Me pusieron ese nombre en su honor ―aclaró rápidamente―. Tengo algo importante que decirte, es acerca de tu futuro ―soltó sin rodeos―. Pon atención, tengo poco tiempo antes de que suceda la tragedia.

―¿De qué se trata? ―preguntó el blondo manteniendo al azabache a una distancia prudente de ella.

―Tuve una visión en la cual tú logras vengarte de tu hermano Itachi. Te vi convertido en el mago Clown, pero…

Repentinamente el cuello de Shion comenzó a sangrar antes de que lograra terminar su frase. Una línea rojiza se dibujó en su piel hasta volverse una catarata carmesí. Era como si su cuello hubiera sido cortado por un bisturí. Intentó gritar, pero tardó menos de un minuto en desplomarse frente a ellos dejando un gran charco de sangre delante de todos. Las chicas no pudieron contener sus gritos de horror al ver lo que acababa de suceder justo frente a sus narices. Mientras Naruto y Sasuke se ponían de pie para buscar al responsable con la mirada y buscaron en esa sala al asesino. Ese lugar era cerrado. Nadie podía entrar sin atravesar aquella enorme puerta y menos sin dejar sentir su presencia. Observaron el lugar a consciencia hasta toparse con una figura conocida en la puerta de aquel salón.

―Eso estuvo cerca ―dijo el invitado y presunto asesino―. Estabas a punto de decir algo muy peligroso para nosotros ―comentó con una sonrisa mientras caminaba hacia ellos con las manos en los bolsillos.

―¡¿Charasuke?! ―gritó Uchiha sin poder creer que esa carta hubiera asesinado a una sacerdotisa a sangre fría.

―El mismo ―respondió cínicamente.

Sus labios se curvaron en una sonrisa cruel y sus ojos viajaron unos momentos al cuerpo inerte de la sacerdotisa. Observó su reflejo en el charco de sangre en el suelo antes de posar sus ojos negros en las demás mikos. Era como si estuviera seleccionando a la siguiente víctima. Uchiha y el guardián aun no conseguían salir del shock. Jamás habían oído de que las cartas Clown fueran capaces de arrebatarle la vida a alguien. La capacidad la poseían, pero hasta donde tenían entendido, sólo cuando un mago les diera la orden podrían hacerlo.

 

CONTINUARÁ…..


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