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Sasuke card captor por shiki1221

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Cap 7: El tutor de Sasuke

 

Negro. Eso era todo lo que podía observar frente a sus ojos y a su alrededor. Giró un poco la cabeza buscando algo para identificar en donde se encontraba. Y sólo pudo ver a aquel zorro negro que antes estaba al lado de Charasuke. Aquel animal estaba sentado delante suyo como si le vigilara. ¿Lo habría ayudado? Sus últimos recuerdos eran sobre unas sombras extrañas que intentaban engullirlo por completo. Se sentía adolorido, pero agradecido de estar vivo. Se sentó lentamente delante del zorro y esperó a que intentara hablarle o algo similar. Al menos si él estaba de parte de aquella carta, tenía un poco de esperanza en que lo ayudaría a él también. Después de todo seguía siendo la misma persona que conoció siglos atrás, ¿verdad? Aún era aquel hombre enamorado de Clown.

―No intentes buscar a Charasuke ―habló Menma en una tonalidad seria sin darle tiempo a replicar―. Él recibió un ataque directo e Itachi lo… ―confesó sin atreverse a completar la frase―. Como sea, no puedes contar con él. Te corresponde ser sellado por Itachi o Sasuke.

La carta burbujas lo miró largamente ofendido por sus palabras. No quería ir con alguno de los dos hermanos. Ninguno era digno de ser considerado un card captor. Aun no entendía qué había visto el gran mago Clown en su descendencia. Nadie llenaba los zapatos que él dejó atrás y la mayoría de las cartas compartían el descontento suyo. Podían estar separadas en dos mazos diferentes y otras dispersas por los confines del mundo, pero los sentimientos los unían. Todas ellas estaban a la espera de las órdenes del nuevo sucesor del mago Clown. El problema es que no se había decidido uno dejándoles a la deriva. Menma notó la herida en el brazo de la carta. Sabía que era a causa de lo sucedido en el templo Nakano, pero nada podía hacer una criatura indigna como él.

―Deberías volver con Sasuke, yo no puedo velar por ti ―explicó sentándose a mirarlo de frente al hablar―. Y no esperes por Charasuke, ustedes como cartas deben haber sentido lo que sucedido con él.

La carta burbujas asintió con pesar, sabiendo que había traicionado a su mago para poder ayudar a Charasuke. No se atrevió a atacarlo y dejó al mago completamente vulnerable al contraataque. Sin embargo, él sabía que tenía motivos. Frunció el ceño mientras seguía repitiéndose en su mente que la culpa no era suya, sino del mago. Cualquier hechicero sabe cómo tratar con sus criaturas. La insensibilidad de Sasuke sólo era prueba de lo inmaduro e inútil que era para el puesto que ambicionaba. El atisbo de duda o arrepentimiento que estaba intentando nacer en él se desvaneció al pensar en la forma despectiva con la cual los veía. No podía dejar de pensar que los Uchiha los trataban como meros instrumentos. Prefería vagar hasta decidirse a donde ir. La presencia de las sombras era una amenaza que prefería evitar. Encontraría una solución que no tuviera relación con magos petulantes.

Mientras la carta y el demonio conversaban, al templo de la familia Uchiha estaba llegando al fin el tutor de Sasuke. Caminaba confiado siendo seguido de cerca por un joven pelirrojo. Aquellos ojos azules vieron con melancolía el lugar. Tanto tiempo de no estar por allí había despertado cierta sensación de extrañeza al volver a formar parte de ese sitio. Dio un par de vueltas por el perímetro confirmando la efectividad de la barrera de protección alzada sobre toda la residencia. Una vez que se encontró satisfecho con lo visto fue hacia el interior para hablar con su discípulo. Se extrañó un poco cuando oyó los gritos provenientes de la cocina y se alistó para lo que sea, un posible ataque de Itachi, una carta rebelde, las sombras, lo que fuera. Estaba listo para todo, exceptuando que ese “lo que sea” fuera Naruto y Sasuke cocinando.

―¡Échale agua! ―gritaba el rubio señalando la sartén envuelta en llamas.

―No seas ridículo, Usuratonkachi ―regañó el azabache buscando algo con lo que apagar esas flamas―. Si arrojas agua sólo lo harás crecer más. Es mejor usar otra cosa.

―¡El agua apaga el fuego así de simple! ―exclamó Uzumaki antes de lanzar un vaso de la misma a la sartén haciendo que las llamas crecieran incluso más que antes.

―¡Eres un idiota! ―insultó el joven de ojos oscuros―. Apenas salimos del hospital y ya quieres regresarnos ahí, tarado.

―¡No estaríamos en estos problemas si no hubieras insistido en cocinar tu estúpido desayuno especial!

―¡El problema no es mi cocina sino el cabeza hueca que vino a echar agua a una sartén! ―reclamó Naruto recordando el motivo por el que ahora lidiaban con un mini incendio.

 

Uzumaki había ido a visitar a Uchiha para ver cómo se encontraba de sus heridas. Recientemente le habían dado de alta gracias a la influencia de Sai, cosa de la cual se enteró por boca del mencionado. Por obviedad, el rubio se molestó mucho con aquella decisión. Entendía que su mejor amigo quisiera levantarse cuanto antes para poder entrenar, pero las enseñanzas de Minato no valían arriesgar su salud. O quizás era su rechazo hacia su padre el que lo impulsaba a retrasar la convivencia entre ellos. Estaba siendo infantil y lo sabía. Admitía para sí mismo carecer de la madurez como para perdonarle al mayor haberlos mandado a su madre y a él lejos de su vida, mientras se dedicaba por completo a Sasuke. Para empeorar su opinión del adulto al llegar luego de años se enteró que crio también a aquel pelirrojo de nombre Gaara. ¿Para cuántos niños se hizo tiempo? ¿Por qué para todos los que no fueran su propio hijo?

―¡¡Teme!! ―llamó colándose a la casa del otro. Siendo un ser mágico ya reconocido como “amigo” la barrera mágica no podía detenerlo―. Me dijo Sai que saliste antes del hospital, ¿no estarás haciendo tonterías o sí? ―cuestionó buscándolo.

―Ni que fuera tan Usuratonkachi como tú ―respondió ofendido el azabache desde la cocina―. Sólo estoy preparando un desayuno estilo occidental para cuando llegue Minato ―explicó mientras estaba frente a la estufa cocinando.

―Aun estás herido ttebayo ―resopló viendo como aun asomaban algunos vendajes a través de las hendiduras de la ropa de su mejor amigo.

―No es nada de lo que preocuparse, gracias a la magia me recupero a una velocidad mayor a la normal ―explicó con una sonrisa tranquila. Parte de su recuperación anormal se debía gracias a la magia que inundaba el interior de la barrera de su familia.

―Déjame ayudarte un poco ―sugirió sabiendo que no lo haría cambiar de opinión―. Cuando terminemos de hacer el desayuno esperarás a Minato sentado sin hacer locuras y yo me iré ―anunció acercándose al otro.

―¿Aun no lo perdonas por no haber seguido a tu madre hace años? ―preguntó Sasuke mirándolo de reojo. Él sabía bien de los sentimientos de Naruto al lidiar con lo relacionado a Minato.

―¿Cómo podría? ―cuestionó de manera retórica mientras su mirada se volvió más rencorosa―. Por culpa de él mi madre murió ―susurró entre dientes.

Uchiha por respeto guardó silencio y evitó seguir punzando en aquella herida. La decisión de Namikaze había sido motivo de quiebre en la relación padre e hijo que antes tuvo con Naruto. No le correspondía opinar acerca de cómo debía actuar su mejor amigo, pero siempre lo dejaba hablarle sobre lo que le apeteciera. Incluso cuando maldecía la existencia de Minato, poco y nada podía hacer. A lo máximo que llegaron fue a poner un límite implícito en el cual ni Naruto ni Sasuke se ponían en contra o a favor del adulto. Cada uno tenía una perspectiva conformada por sus años de ausencia o figura paterna con ellos. Así que casi nunca hablaban abiertamente al respecto. La estancia de Namikaze fuera del país había hecho más sencillo evitar el tema, pero poco faltaba para tener que afrontarlo estando de regreso.

 

En lo que ellos seguían discutiendo no notaron como los dos visitantes se acercaban cada vez más a su posición. Minato ante aquellos gritos se tranquilizó sabiendo que no se trataba de ningún ataque enemigo ni mucho menos. Sólo eran dos torpes intentando cocinar algo sin mucho éxito. Se enderezó correctamente y su mirada se posó en el menor de cabellos rojizos. Gaara había permanecido a espaldas del mayor espiando un poco el interior de la cocina. Negó con la cabeza por semejante desastre que estaban montando.

―Este lugar sigue como siempre ―comentó el hombre mientras revisaba la casa de los Uchiha con la mirada.

―Siempre la mantiene limpia ―respondió Gaara llevando la maleta del recién llegado―. Es más responsable con esta casa que con su propia salud ―agregó mientras se dirigía rumbo a la habitación de huéspedes para dejar el equipaje.

―Sasuke-kun no ha cambiado nada entonces. Sigue siendo mi niño consentido ―comentó el mayor con una gran sonrisa viendo de reojo al pelirrojo irse y haciéndose notar en la cocina por los otros dos.

―¡Sensei! ―exclamó el azabache al darse cuenta de su presencia intentando arreglarse el cabello y la ropa. Pese a llevar puesto un delantal tenía varias manchas de harina y restos de masa―. No lo esperaba tan pronto.

―Hola, Sasuke-kun ―saludó con una amable sonrisa mientras veía de reojo a su hijo guardando distancia con ellos.

Naruto maldijo su suerte, pues de haber sabido que aquel hombre llegaría tan pronto se habría ido antes. Desde que los habían dado de alta pasaban la mayor parte del tiempo juntos. Las heridas de Naruto se habían recuperado con mayor rapidez que las de Sasuke. Debía agradecer a su suerte de no haber sufrido lesiones tan graves como las del otro. Sin embargo, su deseo de ayudarlo no se veía completamente opacado por el de evitar estar en la misma habitación que su padre. Ese día sabía bien que Minato llegaría a la casa, pero pensó en ayudar a Uchiha en lo que Gaara iba a alcanzarlo al aeropuerto y luego se escaparía con alguna excusa. Empero, como siempre su progenitor tenía que arruinarlo todo para él. El blondo mayor al sentir la mirada de su hijo se acercó a él.

―Qué grande estás, hijo ―dijo mientras colocaba su mano sobre la cabeza del mencionado―. Hace tanto que no te veo ―señaló mostrando una de aquellas sonrisas llenas de cariño paternal y amabilidad.

―No me toques con tanta confianza ―ordenó apartando su mano de un golpe usando la propia―. Han pasado años, AÑOS, desde la última vez que nos vimos cara a cara y eso fue sólo para decirme adiós ―reclamó con los dientes crujiendo con fuerza al hablar.

El adulto soltó un largo suspiro al ver esa reacción, la esperaba, pero eso no cambiaba que le afectaba en cierta medida. Su hijo tenía todo el derecho del mundo de odiarlo. Aun así, una egoísta parte de su ser deseaba que lo viera como antes. Recuperar a aquel niño de alegre sonrisa que gritaba “te amo, papá”. Tal vez era demasiado tarde para lamentarse de sus decisiones pasadas. Quería recuperar el afecto de su hijo, pero tenía en claro que había otras prioridades. Uchiha Itachi era todo en lo que podía pensar en esos momentos. Su vida estaba dedicada a detenerlo y ayudar a Sasuke a lograr sus metas. Esa era la única manera de traer paz y equilibrio a la magia Uchiha, no podía ver felicidad alguna en su futuro si no liberaba a esa familia de su maldición.

―No seas tan maleducado con tu padre, Dobe ―regañó Sasuke al ver la escena.

―No te metas en esto, Teme ―ordenó el rubio mirándolo con molestia―. Puede que él sea un tutor maravilloso para ti, pero para mí sólo es el hombre que me abandonó a mí y a mi madre ―expresó conteniendo su ira hacia el mayor.

El ambiente entre ellos se estaba tornando demasiado tenso para los presentes. Uchiha no era tonto y bien sabía que su protección y la de su familia era a causa de los esfuerzos sobrehumanos realizados por Minato para defenderlos y apoyarlos. Tal dedicación tuvo su precio. Como guardián su deber estaba con los magos y siendo así tener a su familia, simples humanos sin magia involucrados, sólo significaba una muerte segura. Era racional separarse de ellos por su propio bien, pero sin importar cuan lógica fuera la decisión del mayor, su hijo no podía evitar sentir una profunda soledad al recordar aquellos días perdidos. Años de no verlo lo afectaban aun. Quizás si se tratara sólo de sí mismo podría llegar a perdonarlo, pero el dolor y la tristeza que acarreaba la muerte de Kushina mantenía ese rencor vibrando en su pecho.

―¿Te irás entonces? ―cuestionó el rubio mayor mirando a su hijo con tranquilidad―. ¿No querías volverte más fuerte? Gaara-kun me contó en el camino sobre lo sucedido; lo de la carta burbujas, Kyubi, Charasuke…

―Seré más fuerte, pero a mi manera ―exclamó con molestia mirándolo con fiereza.

―No eres muy hábil en el área teórica y eso es fundamental en el uso de la magia ―explicó manteniendo sus brazos cruzados. Movió su cabeza al notar las intenciones de su hijo de darle un puñetazo en el rostro.

―¿Qué sabes sobre mí? ―preguntó casi entre gruñidos―. No tienes idea de lo que sufrió mi madre por tu culpa. Lo herida que estuvo durante años por causa tuya.

―¿Vas a dejar que nuestros problemas personales pongan en peligro a tus amigos? ―cuestionó con seriedad sujetando el puño de su hijo entre su mano. Comenzó a apretarlo cada vez con mayor fuerza causando dolor al menor―. Una carta te dio una paliza ¿y tú qué hiciste?

―Cállate ―ordenó Naruto intentando que lo soltara sin éxito alguno.

―¿No era tu deber proteger a Sasuke-kun? ¿Cómo terminó en el hospital estando a tu cuidado? ―interrogó con una expresión llena de decepción y frialdad. Sumamente atípica en el mayor.

―¡¡Cállate!! ―gritó agachando la cabeza completamente avergonzado.

Uzumaki deseó con todas sus fuerzas tener el poder para proteger a Sasuke, pero no sabía cómo. Entrenaba, se esforzaba, intentó hacer magia por su cuenta pese a saber que sólo los magos sabían hacerla. Odiaba verse sobrepasado por esa “copia” llamada Menma y haber visto a Charasuke hacer libremente su voluntad sin él poder detenerlo. Deseaba con todas sus fuerzas volverse poderoso. Poder repeler a cuanto enemigo intentara meterse con sus amigos, pero desde que se volvió guardián todo lo que había hecho era ser apenas un sabueso de cartas. Al igual que Gaara, él sentía la presencia de las cartas y su localización exacta, pero nada más. Cuando se trataba de luchar o siquiera detenerlas, sólo Sasuke era capaz de hacerlo.

―Si tú quieres volverte más fuerte deberás dejar tu orgullo de lado y escucharme ―dijo mientras dirigía su mirada a Uchiha―. Lo mismo va para ti. Si ustedes quieren volverse poderosos yo puedo enseñarles, pero deberán confiar en mí y mis métodos ―explicó Minato guardando silencio a la espera de la respuesta.

―Eso es lo que quiero, Minato-san ―declaró el azabache mirándolo fijamente―. Cuanto antes podamos empezar a mejorar mis habilidades será mejor.

―Muy bien ―asintió el adulto antes de mirar a su hijo―. ¿Y tú? ―cuestionó topándose con aquellos rencorosos ojos azules idénticos a los suyos.

―Yo también quiero volverme fuerte cuanto antes ttebayo ―dijo cuando finalmente fue soltada su mano. Se la sobó con la contraria y evitó mirarlo directamente.

―Si están tan decididos, empaquen sus cosas ―ordenó dándoles la espalda―. Nos iremos a acampar, prepárense. Yo iré a avisarle a Gaara que me devuelva el mío ―avisó mientras iba en busca del menor.

Minato había pedido a Sasuke y Naruto que prepararan equipaje con ropa y algunos instrumentos básicos para acampar. Si deseaban mejorar sus habilidades mágicas, primero deberían mejorar en un aspecto en el cual eran muy perezosos. Mas, los menores no entendieron muy bien el motivo de ir a acampar. Esa actividad estaba muy lejos de aumentar sus poderes mágicos. ¿Hacer fogatas y pescar los harían mejores? Sólo por la confianza depositada en Namikaze omitieron aquellas opiniones. Uchiha especialmente tuvo ganas de decirle que no tenía tiempo que perder en juegos para niños pequeños. Sólo por el respeto y agradecimiento a su persona por tantos años cuidando de él, guardó silencio y acató sus indicaciones sin objeciones. El rubio estaba tan desesperado por mejorar que estaba dispuesto a darle una oportunidad a los métodos de su padre.

Acordaron reunirse nuevamente en un par de horas. Eso le daría tiempo a Naruto para ir a su casa y buscar las cosas que necesitaría para ese viaje. Ni siquiera estaba seguro de si tenía instrumentos para ese tipo de excursiones. Sólo esperaba no tener que comprar una carpa, bolsa de dormir y demás o su pobre monedero en forma de rana terminaría pagando las consecuencias. No es que quisiera ser tacaño, pero él tenía sus ahorros para casos de emergencias. Y terminárselos en cosas al azar que, dicho sea de paso, no sabía si volvería a usar, era al menos algo para pensárselo. Cuando llegó a su casa comenzó a buscar entre las cosas guardadas en cajas creando un desastre en el suelo. Vio todo con una mirada analítica. No sabía qué servía ni que no. En ese momento se arrepintió de no haber cuestionado un poco más sobre lo necesario.

Sasuke no estaba muy diferente a su mejor amigo. Él también se encerró en su habitación buscando todo lo que tuviera alguna utilidad. Mas, a diferencia del guardián, el azabache se enfocó en aquello que tuviera alguna utilidad mágica. Sus cartas sin dudas, el báculo que cargaba colgando en su cuello y luego quedó algo perdido. ¿Qué otra cosa utilizaría para aprender magia? Él siempre se había valido únicamente de la combinación de aquellas dos herramientas. La magia estaba en él. Por muy cursi que aquello sonara, su sangre le dio aquella herencia fantástica. No necesitaba de nada más para hacer hechizos. Llegó a cuestionarse si parte de su entrenamiento no sería crear cosas de la nada. Se visualizó a sí mismo aprendiendo a aparecer objetos a voluntad. Pronunciar un hechizo que hiciera aparecer una carpa, fuego, luz. Sonrió enormemente al comenzar a hipotetizar sobre aprender la utilización de la legendaria magia de las palabras.

Ajeno a las preparaciones de los mencionados, Minato tenía algunas cosas que resolver. Se sentía intranquilo tras su viaje. No tenía ninguna pista o dato de relevancia para hacerle frente a Itachi, pero al menos por el momento tendría que dedicarse a los menores. Namikaze llegó a la habitación que le correspondería ocupar, sorprendiéndose al toparse con Gaara sentado en la cama. Se le veía con la cabeza agachada mirando hacia el suelo. Su rostro estaba bastante pálido y respiraba un poco agitado. De inmediato, el adulto se acercó a él para revisar cómo se encontraba. Colocó su mano en la frente del pelirrojo buscando señales de fiebre. Los ojos aguamarina con dificultad captaron la presencia del adulto allí. Se esforzó por sentarse correctamente y verlo de frente.

―¿Se le ofrece algo, Minato-san? ―preguntó fingiendo sonreír despreocupadamente―. Estaba a punto de volver con ustedes.

―Estás muy pálido y algo frío ―comentó tocando las blancas mejillas carentes del tenue calor que deberían poseer―. ¿Te sientes mal?

―No es nada ―negó mientras se levantaba de la cama y tomaba cierta distancia del mayor.

―Les dije a los chicos que se prepararan para ir a acampar ―anunció Minato mirándolo con clara preocupación.

―Oh yo también iré ―contestó el pelirrojo antes de cerrar los ojos con fuerza debido a un leve mareo que lo afectó.

―No ―negó Namikaze sujetándolo de los hombros―. Tú quédate y descansa ―sugirió firmemente al notar su estado, pero no perdía aquel toque de amabilidad y preocupación―. El entrenamiento no será nada sencillo y tú no estás al máximo de tus capacidades.

―Pero yo… ―intentó negar aquella petición. Más o menos se daba a la idea de que ese campamento sería relacionado al aumento de sus habilidades mágicas―. ¡No puedo quedarme aquí sin hacer nada! ―exclamó sintiéndose frustrado de ser dejado atrás.

―No me contradigas ―ordenó con firmeza. No iba a dejar que se hiciera daño en un entrenamiento que podía esperar―. Puedes entrenar tu mente en lo que te recuperas.

―Probablemente sea sólo un pequeño resfriado ―meditó el pelirrojo buscando convencerlo de darle permiso de unírseles―. No puedo quedarme atrás ―susurró frustrado al saber que sus poderes no estaban sirviendo de nada. La mayor parte del tiempo leía libros junto a Sai.

―No lo harás ―dictaminó Minato sonriendo mientras le despeinaba el cabello―. Yo personalmente te entrenaré cuando regrese de ayudarlos a ellos. A diferencia de mi hijo, tú tienes mucho talento para la magia ―halagó mientras seguía manteniéndose firme en dejarlo descansar un poco más.

―Agradezco sus palabras, Minato-san ―dijo sonrojado levemente por recibir tal halago del mayor.

―Sólo no se lo digas a mi hijo ―pidió poniendo su dedo índice en sus propios labios pidiendo que guardara silencio al respecto―. Él es muy temperamental y haría alguna tontería de enterarse.

―Contrario a lo que Naruto dice, usted sí que lo conoce muy bien ―afirmó sonriendo―. Buena suerte en el viaje. Iré a despedirme de ellos, si no invento alguna buena excusa se preocuparán por mi resfrío.

―Bien, tú ve con ellos en lo que yo reviso mi equipaje para acampar ―despidió viendo al menor salir de su habitación.

 

Ya ha comenzado y al parecer Sai no les ha explicado nada al respecto de los guardianes. ¿Quién será ese mocoso? Según dijo es amigo de Sasuke y el mago de Naruto. ¿Cuándo? ¿Cuándo te hiciste de un lugar tan privilegiado en sus vidas? La reencarnación del mago Clown. ¡Ja! No me hagas reír, niño. Tú estás muy lejos de siquiera parecerte a él. Así que, ¿quién eres y qué buscas estando tan metido en el conflicto de los Uchiha? Debo estarme alerta. Ese niñato sabe acerca de mí, pero yo no tenía idea de que ha forjado lazos con estos niños. Si sus poderes mágicos fueran corrompidos por una entidad desconocida sería un desastre. Suficiente tengo con lidiar con el descarriado de Itachi como para perder al segundo mago Uchiha. Nuestra última esperanza de destruir el ciclo de odio ligado a la sangre maldita de este clan. Probablemente el único que tenga respuestas al respecto es…

 

―Minato-san ya estamos listos ―anunció Sasuke acercándose repentinamente a él.

Estaba tan metido en sus pensamientos que no notó la presencia del menor ingresando a su habitación. Namikaze tuvo un leve sobresalto de la sorpresa antes de tomar aire y poner una cara de tranquilidad. Con su mejor sonrisa se giró.

―¿Y Gaara? ―preguntó el rubio tanteando terreno―. Dijo que iba a ir contigo al salir de aquí. ¿Has hablado con él? ―cuestionó con calma.

―Venía a avisarle sobre el entrenamiento ―comentó Sasuke avanzando un poco más dentro de la habitación husmeando qué llevaría Minato.

―Espera, Sasuke-kun ―pidió el rubio sujetando su brazo―. Yo le he invitado, pero no podrá venir va a estar estudiando la parte teórica de la magia ―explicó el mayor guiándolo sutilmente lejos de su equipaje.

―¿Usted le asignó eso? ―interrogó confundido por aquella diferencia entre ellos.

―No puedo enseñarles a los tres al mismo tiempo, me desconcentraría y no podría supervisarlos correctamente ―explicó con una amable sonrisa.

―Minato-san tiene razón ―afirmó Gaara apareciendo en el pasillo frente a la puerta de la habitación―. Yo prefiero quedarme a vigilar la casa y buscar pistas sobre el paradero de Itachi. Tú entrena y vuélvete más fuerte ―aconsejó apoyando su mano en el hombro del azabache.

―Eso haré ―prometió devolviéndole la sonrisa a su guardián―. Cuando vuelva seré tan poderoso que no conseguirás reconocerme ―afirmó con gran confianza en sí mismo.

―No lo dudo ―secundó el joven de ojos claros.

Tras aquella breve excusa y en parte mentira del guardián de cabellos rojizos, se despidió de su amigo y de Minato. Le desagradaba mentirle, pero era necesario. Sasuke necesitaba de aquel entrenamiento y no alcanzaría a explotar por completo su potencial si estaba cuidando de su salud. Ya luego lo compensaría de alguna forma. Con ese pensamiento vio partir a Minato y Uchiha junto a Naruto cuando éste se les unió. Él regresó casi de inmediato al interior de la casa, pues su cabeza estaba doliéndole mucho, al punto de sentir la vista borrosa por momentos. Llamaría a Sai por teléfono para pedirle cubrirlo cuando los otros regresaban. Le terminaría debiendo otro favor por su ayuda mintiendo por él, pero valía la pena.

―¿Mapache? ―preguntó justamente la persona en la cual estaba pensando.

―¿Cómo entraste? ―respondió Gaara viendo al azabache en el pasillo de la casa.

―Yo siempre vengo con mis visitas imprevistas ―respondió con sencillez. Sin embargo, su cara se tornó preocupada al ver la mueca de dolor en el rostro del otro―. ¿Qué te sucede? ¿Te encuentras enfermo? ―interrogó usando su cuerpo para darle apoyo al otro.

―No es nada grave ―contestó el pelirrojo manteniendo una expresión forzada.

―Eres un mentiroso ―regañó guiándolo hacia a la habitación para dejarlo descansar.

 

“¿Qué debería hacer en esta situación?”

 

Mientras, sin ser conscientes de nada de eso, los otros iban rumbo al bosque en el auto de Namikaze. El viaje recorriendo la carretera fue sumamente tranquilo. Incluso Naruto aprovechó para dormir en el trayecto. La excusa perfecta para evitar tener que entablar alguna conversación con su progenitor. Estaba seguro que el otro intentaría acercársele como ya había sucedido anteriormente. Para Sasuke eso no era ningún problema o disgusto. Disfrutaba de conversar con el mayor. Estando tanto tiempo separados había mucho que contar. Así que viendo a su amigo dormir, decidió mejor conversar con el adulto. Minato le comentó acerca de la llamada de Sai y dejó rienda suelta a que el joven mago le contara todo acerca de su relación con aquel chico. La conversación estuvo principalmente centrada en la reencarnación del mago Clown hasta llegar a su destino. Cuando salieron de la ciudad y llegaron a una zona completamente boscosa, el adulto estacionó el auto.

―Muy bien ya llegamos ―anunció Minato tras mover suavemente a su hijo para despertarlo―. Levántate, hijo. Tu amigo ya salió del auto y temo que vaya a explorar solo ―comentó mirando de reojo por sobre el hombro donde estaba el mago.

―Si tanto te preocupa Sasuke ve a buscarlo ttebayo ―dijo enojado el menor mientras apartaba su mano y bajaba del auto.

 Minato suspiró al ver ese ataque de celos de parte de su hijo. Negó suavemente con la cabeza sabiendo que había cosas que jamás cambiarían. Se apartó para dejarlo salir y una vez con ambos menores fuera del auto procedió a hablar. Tendría que poner mucho de su tiempo en perfeccionar las habilidades de ambos lo antes posible.

―El entrenamiento será dividido en dos partes ―anunció en voz alta haciendo regresar a Sasuke hasta ellos para oír mejor.

―¿Cómo? ―preguntó Naruto mirándolo desconcertado.

―Lo básico de la magia es el dominio de las proporciones en las cuales se usa. Para que Sasuke-kun pueda canalizar y rendir mejor como mago su entrenamiento consistirá en hacerse uno con la naturaleza ―explicó mientras señalaba un enorme lago―. Usando sólo tu magia deberás alcanzar el equilibrio perfecto sobre el agua. Si caes, has fallado. En cambio, si consigues un manejo fino y controlado serás capaz de caminar sobre ella sin hacer uso de una carta.

―¿Eso? ―preguntó el azabache enojado mientras se cruzaba de brazos―. Lo que yo necesito es aprender hechizos directamente ―protestó cruzándose de brazos―. Además, ¿cómo voy a hacer eso del equilibrio?

―Sasuke-kun manejar el flujo de la magia es sumamente importante ―dijo con seriedad mientras lo miraba sin apartar la vista en ningún momento―. Según me contaron Burbujas huyó de ti, ¿cierto?

―¿Tienes algún hechizo para encadenar a una carta? ―interrogó con una actitud rebelde y demandante.

Los pensamientos del mago se estaban tornando demasiado turbios para gusto de Minato. Encadenar a una carta y obligarla a cumplir la voluntad del mago era posible ciertamente. El problema era que dicho acto era una crueldad que pocos realizarían. Las cartas sentían y se comunicaban, una vez que eran oídas, pensar en controlarlas por medio de la fuerza mágica, era similar a la esclavitud de una persona. Hacer uso de tal nivel de manipulación era digno sólo de personas de mentalidad retorcida como Itachi. Él también inició con cartas y posteriormente pasó a manipular y forzar personas a su voluntad sin importarles sus sentimientos. Quería prever eso en Sasuke. Si deseaba la ayuda de otros que la consiguiera a base de una conciliación mutua, no por aprovecharse de su posición como mago.

―Existen hechizos para lograr eso ―asintió Minato, sabiendo del uso que le daba Itachi a dicho hechizo―. Sin embargo, si aprendes a manejar por completo tu propio poder conseguirás oír a tus cartas.

―¿Oírlas? ―repitió en modo de pregunta.

―Sí consigues completar exitosamente este ejercicio, verás los resultados por ti mismo ―explicó el adulto ladeando un poco la cabeza examinando a su discípulo―. ¿Trajiste tus cartas?

―Sí, pero creo que no servirán de nada por ahora ―susurró mientras las sacaba de su bolsillo y las veía atentamente.

―No, no ―negó el rubio mayor acercándose a Sasuke―. Es bueno que las trajeras y consérvalas a tu lado mientras prácticas.

Naruto había permanecido atento oyendo cada una de sus palabras. Se preguntaba por el motivo para invitarlo a él, sino compartiría el mismo entrenamiento del azabache. Por un momento a su mente llegó el pensamiento de que sólo estaba mintiéndole para intentar acercarse a él. Algo como ponerse ambos a supervisar las prácticas y avances de Uchiha sentados hablando para no morir de aburrimiento. “Sí como no”. Pensó con fastidio Naruto.

―¿Y yo qué haré? ―cuestionó Naruto mirando inquisitivamente a su padre―. Yo no soy mago, no puedo realizar eso, ¿o sí? ―preguntó buscando provocarlo.

―Este entrenamiento requiere de la concentración absoluta de Sasuke-kun no hay manera de guiarlo o vigilarlo, así que mientras él busca la manera de concentrarse y alcanzar el equilibrio, yo me haré a cargo de enseñarte técnicas como guardián ―explicó el mayor sin inmutarse por el tono de voz de su hijo.

―¡Eso deseaba ttebayo! ―gritó mientras sujetaba la muñeca de su padre y lo jalaba queriendo iniciar cuanto antes.

―Cuando estés listo podrás empezar, yo estaré cerca aconsejando a mi hijo ―anunció Minato dejando al moreno frente al lago mientras sentía a su hijo jalándole la muñeca con insistencia.

Cuando Sasuke se encontró solo, buscó un bote atado en la orilla y se subió al mismo. Comenzó a remar hasta llegar al centro del lago y una vez allí comenzó a concentrar su magia a su alrededor. Nada más salir del bote se hundió en el agua. Tosió un poco de la sorpresa y volvió a intentarlo obteniendo el mismo resultado que antes. El mismo proceso fue ejecutado una y otra vez. En cada ocasión iba durando un poco más. Tras muchas caídas consiguió hacerse de unos minutos en el aire antes de caer al agua. Tosió varias veces por el chapuzón, pero tercamente se negaba a rendirse hasta no completar esa tarea. A simple vista parecía fácil, pero al encontrar alguna pequeña distracción caía casi al instante. Y mientras más se concentraba más fácilmente captaba sonidos, aromas y demás cosas a su alrededor.

―Parece que esto será difícil ―susurró Sasuke nadando en el agua―. Esto se veía mucho más sencillo cuando me lo explicó ―se quejó.

Aun así, Uchiha era un mago decidido. Un par de caídas no iban a detenerlo y mucho menos cuando a la distancia podía distinguir las siluetas de los rubios. Aunque se habían distanciado de él para no molestarlo. Notó los ruidos y gritos de Naruto. No sabía si estaba intentando golpear a Minato o si estaba practicando combate. Fuera lo que fuera si el otro estaba esforzándose en avanzar, él no podía ser menos.

 

CONTINUARÁ…

 


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