Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Girando en un espiral de problemas. por ASimpleWriter

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Asher se tropieza con una nueva esperanza que puede zanjar su problema; sin embargo, tal vez pronto cambie de parecer. Al mismo tiempo, ante él se presenta una oportunidad de oro que puede que cambie la vida de Colin para siempre.

Capítulo 2. 

Después de que Colin y Asher se encontraran en el momento y en el lugar menos indicado, y de intercambiar miradas de manera prolongada dejando paso a la imaginación, Colin se acercó hasta la mesa de Asher para pedirle, con un semblante amilanado, que lo acompañara hasta los lavabos; Asher accedió, interpretando que deseaba charlar con él en lo relativo a las circunstancias.

     Una vez en los sanitarios, Colin lo arrinconó aferrándose a los bordes de la puerta para que nadie pudiera entrar. El vaivén de su pecho era patente, y sus parpados se desplegaban incesantemente.

     Asher, anonadado, sólo se abstuvo de atenerse a lo que viniera.

     — ¿Qué haces aquí? ¿Me has seguido? ¿Viniste con alguien? —lo interrogó, atropellándose con las palabras.

     —Tranquilízate —Depositó su vaso con soda en el abrevadero y levantó las manos en un ademán pacífico. —. Mi tía trabaja aquí; me trajo porque quería mostrarme el lugar donde trabajaba.

     —Entonces... ¿No viniste para...? —dijo, temeroso de seguir con el resto de la pregunta.

     Asher no tardó en captar la implicación tácita.

     —No. Para nada, Colin. Tengo dieciséis años; no me habrían dejado entrar con mi edad —Calló bruscamente, al percatarse de ese factor. —. Espera, ¿no tenemos la misma edad?

     —Hace no mucho cumplí diecisiete; legalmente puedo trabajar de esto. —le espetó a la defensiva.

     —Okey, está bien. No planeaba reportarte a la policía.

     Por alguna razón, se sentía exhausto. Tomó el vaso de soda del abrevadero, y le dio un largo sorbo bajo el escrutinio incrédulo de Colin.

     Jamás hubiera podido imaginarse que algún día se encontraría en una situación semejante. Ni en sueños.

     Al situar el ahora vaso vacío, fue presa de una revelación de toda su totalidad.

     — ¿Nadie en la escuela sabe de esto, cierto? —Colin se sobresaltó. Abrió su boca, pero parecía incapaz de reproducir su voz. — ¿No es así? —le apremió.

     — ¿Me vas a chantajear? —le inquirió bruscamente.

     —Podemos hacer un trato: tu secreto estará a salvo conmigo, a cambio de que seas mi amigo.

     — ¿De que sea tu amigo? —repitió.

     Asher no tenía ninguna intención de propagar su secreto; incluso, si Colin decidía mostrarse reticente. Pero especulaba que si se hubiera ofrecido a mantener su secreto a cambio de nada, Colin le daría calabazas y no se acercaría a él por cuenta propia.  Tenía que darle una razón.

     —Claro —vociferó con buen talante—. Ya verás que a la larga mi amistad te puede reportar beneficios.

     — ¿Qué beneficios? —inquirió escéptico.

     —Bueno, podría defenderte de pelmazos como los de hoy...

     — ¡No! —negó alterado, sacándole un respingo a Asher. —. No puedes hacer eso. ¿Acaso no sabes quiénes son sus padres? Podrían destruirnos si les hacemos frente. Y, nosotros somos fenotipos en la preparatoria: el futuro de las becas dependen de nosotros. No podemos causar estragos.

     —Esa no es excusa para que abusen de ti —objetó Asher, conteniendo su indignación. —. Tienes que defenderte; no puedes dejar que te pisoteen.

     Colin le sostuvo la mirada, escrutando sus facciones.

     —No lo puedes entender: a ti nunca te han molestado.

     Y no carecía de veracidad: debido a las dimensiones geográficas donde había crecido Asher, él nunca sufrió de acoso. Cuando a alguien se le planteaba hacerlo, era rápidamente reprendido por los padres. Las ciudades grandes, en cambio, eran diferentes.

     Asher sabía que Colin llevaba razón, pero una parte de él se negaba a aceptar su funesta posición.

     —Bien, esa contingencia podría ser removida —cedió—. Tú escoges.

     Ambos se mantuvieron en silencio, mientras Colin cavilaba la decisión más convencional por tomar. Al cabo de unos segundos, suspiró y asintió con la cabeza.

     — ¡Gracias, amigo! —Asher tomó su mano para zarandearlo con júbilo. —. No te arrepentirás.

     Al día siguiente, Asher acudió al instituto con una renovada energía. La amistad con Colin le había retribuido fuerzas.

     En la entrada, los dos chocaron miradas; Colin iba por delante de él. Pero apartó su vista bruscamente para apretar el paso.

     — ¡Colin! —lo llamó. En lo que se detuvo, Asher se acercó hasta él. —. ¿Intentabas escapar de mí? —Por respuesta, recibió una expresión pesarosa. —. Supongo que tendré que acostumbrarme a tu comportamiento huidizo.

     —No tendrías que hacerlo si revocaras el trato.

     Asher negó con la cabeza, provocando que los hombros de Colin decayeran.  Ambos se encaminaron hasta los casilleros. El casillero de Asher quedaba cerca del de Colin, precisamente, a su izquierda.

     —Por cierto —emprendió Asher—, ahora que lo recuerdo: Chris mencionó que le sorprendía ver que te aceptaron aquí también. ¿Ya se conocían de antes?

     —Fuimos a la misma secundaria —respondió, ladeando la puerta de su casillero para verlo a la cara. —. Un día, al despertarme —Asher tuvo el incómodo presentimiento de que algo malo se avecinaba. Ojalá no hubiera sugerido el asunto. —, me prepuse dejar que me maltrataran. Chris solía pedirme las tareas cuando no las hacía, pero hasta ese entonces era amable conmigo. Ese día me lo pidió y yo le dije que no... Mi cabeza terminó en el excusado.

     Eso corroboraba que Colin sí lo había intentado.

     La información proporcionada reforzó el odio incipiente de Asher hacia Chris.

     —Qué idiota. —soltó con tono amargo al cabo.

     Ambos se volvieron a imbuir en sus casilleros para acomodar sus bártulos, cuando Colin se irguió repentinamente, y volvió su vista a un lado del casillero de Asher. Éste, advirtiendo su reacción, miró hacia el mismo punto que su nuevo amigo.

     A su lado, se encontraba un chico de una altura proporcional a la de Colin. Llevaba su cabello rubio hasta sus hombros. Tenía unas frondosas cejas castañas y gruesas, y unos grandes ojos celestes. Sus labios eran pequeños pero carnosos, bajo una nariz con una punta algo prominente que no le quedaba mal.

     —Es un Omega. —murmuró para sí mismo Colin.

     «Debe ser nuevo», dedujo Asher al reparar que llevaba el mismo traje de gala que él.

     De súbito, el chico volvió su rostro al percibir sus miradas.

     — ¿Tengo algo en la cara? —les espetó, con un peculiar acento inglés.

      Colin se encubrió detrás de Asher, haciendo uso de los beneficios que había catalogado como innecesarios.

     —No, lo siento —se disculpó Asher, interesado en él. —. Mi nombre es Asher Avery, y —Se volvió hacia atrás para apuntar a Colin. — el bulto que se oculta entre mis pliegues es Colin.

     —Curioso nombre para una entrepierna —bromeó irónico con una sonrisa. —. No te ofendas si te digo que aún no he nombrado al mío —Cerró su casillero de un golpe. —. Resuelvan sus asuntos homosexuales. Nos vemos.

     Asher y Colin quedaron catatónicos en tanto el nuevo chico se alejaba. Se miraron confundidos el uno al otro, inquiriéndose implícitamente qué acababan de ver.

     —Es agradable. —concluyó Asher.

     Neal y él se vieron en la entrada de clases, pero apenas pudieron intercambiar palabra cuando los abordó el profesor Hamilton, de Literatura. Asher se sintió extrañamente desconcertado por el efímero encuentro. Pero de algún modo, Neal, durante clases, siempre hallaba un pretexto para voltearse y dirigirle una mirada.

     ¿Estaba siendo solamente amigable? Asher no podía concebir una respuesta certera en lo relativo.

     Cuando el receso se abordó, Colin y él se encauzaron hasta el claustro.

     — ¿Sabías que juego tenis? —le preguntó desinteresadamente.

     —Ayer portabas tu raqueta en clases.

     —Sí... ¿Y sabes que competiré en Tenis Doble, siendo que únicamente juego Individual?

     —No deberías hacerlo si no firmaras la cláusula que lo estipula.

     —Exactamente —Le apuntó con el índice. Por el rabillo del ojo, atisbó la secretaría donde se congregaba un par de personas por la ventanilla. —. Ayer me dijeron, en cierto modo, que no tenía solución. ¿No crees que debería volver a intentarlo?

     —No se pierde nada.

     Siguiendo su consejo, Asher se acercó hasta la ventanilla. Lo atendió la misma secretaria que lo había desplazado con indiferencia el día anterior. No le llevó mucho tiempo asumir el motivo de su comparecencia.

     —Los papeles ya están firmados, sellados, y subidos al sistema. —coreó.

     A Asher se le contrajo el rostro. Sin embargo, decidió intentar esbozar la mejor de sus sonrisas.

     —Lo sé. No obstante, ¿no admiten ciertas excepciones?

     — ¡¿Qué?! —gritó en alto alguien, perturbándolo. Viró su vista a su lado para discernir al chico al que atendían en la ventanilla colindante: rezumaba perplejidad en sus ojos y su rostro estaba teñido de un rojo intenso. —. Es inaudito. Los firmé por error...

     De manera repentina, su curiosidad se avivó. Dictaminó permanecer en la ventanilla para escuchar el resto del reclamo, cuando distinguió que sobre el alféizar se encontraban unos papales, probablemente las cláusulas.

     Con ortodoxia, deslizó sus pupilas por los rabillos para leer el encabezado. Pero el chico, sin esperárselo, propinó su fuerte puño sobre las hojas.

     —No pueden obligarme a competir en Dobles; puedo proceder a demandarlos.

     Asher se creyó en la idílica situación de una serendipia. De un hallazgo valioso. Lo arrebató una eudemonía absoluta mientras escuchaba de soslayo cómo la secretaria contigua le espetaba la misma fórmula que a él; salvo por una nueva modificación:

     —Si considera necesario demandarnos, está en su derecho. Pero la preparatoria contamos con el apoyo de un bufete de abogados, así que mientras se elabora el proceso judicial del caso, usted tendrá que ser derivado a otro instituto, o, si decide esperar, se perderá de la temporada competitiva.

     Y sin más añadiduras, lo despidió para atender al próximo en la fila.

     Asher no podía dejar pasar esa oportunidad. Con toda seguridad, no volvería a encontrar a alguien como pareja, y aquel chico había caído súbitamente del cielo para él; debía darse prisa.

     Le escrutó por un momento: era alto; calibraba que debía medir un metro ochenta.  Su cabello rebelde, pero con un corte moderno y algunos bucles en la parte delantera, era de color dorado. Sus cejas pobladas se encontraban acentuadas en un ceño, en lo que miraba con mal talante con sus ojos azules las cláusulas, emanando odio a través de ellas. Transmitía un aire de altanería.

     No le daba buena espina.

     —Discúlpame... —lo abordó, atrayendo su atención.

     Se desconcertó al ver que su rostro, por algún insondable motivo, se trocó en una expresión de repentino pánico. Abrió sus ojos desmesuradamente, como si no pudiera creer lo que estaba viendo.

     Pero en ese momento, un chico se situó en la parte central del claustro con un megáfono en mano. Lo levantó y, con su voz modificada por el efecto del artefacto, profirió:

     — ¡Nuestro equipo de básquet jugará contra la preparatoria Maryland! ¡Las clases se han suspendido para poder presenciar el encuentro, en el estadio nordeste!

     En un segundo todo el mundo rompió en un revuelo ansioso, encaminándose precipitadamente en varias direcciones. Asher avistó que a lontananza Colin se hallaba con el chico que los había vapuleado a primera hora. Tenía una sonrisa pícara en su rostro, en tanto Colin tragaba con dificultad.

     «Algo le está haciendo», barruntó.

     Pero luego recordó que se había vuelto en el objeto obstaculizador de alguien.

     Desvió la vista para volver a afrontar al chico. Ya no estaba.

     Cundió el pánico: había perdido su oportunidad. No se veía por ninguna parte.

     Colin lo abordó con cariz cohibido y una leve capa de sudor en la frente.

     —Te he visto hablar con el chico nuevo. —le expresó sin dejar de buscar en los alrededores.

     —Me pidió dinero para el almuerzo.

     — ¿Qué? —soltó enfocando su atención a Colin.

     Al parecer, Colin era un imán que atraía a los abusadores.

     Vislumbró a Neal acercándoseles con matiz animado.

     — ¿Escucharon el enunciado? ¿Irán a verlo? Es el primer encuentro del año.

     — ¿La temporada competitiva ya comenzó? —inquirió despavorido Asher.

     —No: sólo es un encuentro amistoso.

     Soltó un prolongado suspiro de alivio. No podría sobreponerse a dos reveses en un día.

     Los tres se encaminaron junto a una larga retahíla general de estudiantes hacia el estadio cubierto por el camino bifurcado de teselas. Pasaron por los establos, donde los caballos de ostentosa pedigrí relinchaban, y por las canchas que flanqueaban el paso. Durante el trayecto, Asher no cesó de buscar al chico de la ventanilla con la esperanza de volver a verlo.

     El estadio cubierto contaba con gradas superpuestos barnizados y con respaldos por cada lado. La cancha era una superficie cóncava de madera, con las inherentes líneas trazadas en el suelo, con dos aros a los extremos, y el marcador electrónico. El lugar destilaba majestuosidad.

     De un extremo del estadio, los estudiantes de la preparatoria contraria proferían injurias mientras braceaban despectivamente con los brazos. Los de la preparatoria local no tardaron en responder con los mismos insultos, gritos y silbidos.

     Asher, Colin y Neal tomaron lugar en las gradas más cercana a la cancha.

     Asher echó un vistazo al contorno para buscar al chico furibundo, pero en vez de eso, divisó que el chico nuevo que había tratado de molestar a Colin, estaba en el lado de las gradas de la preparatoria visitante, lanzando imprecaciones a su propio instituto.  

     Fijó su mirada en otra parte; mas, se encontró, para su desgracia, con el rostro de Chris Campbell.

     Ambos se miraron; Chris hizo un gesto con sus labios, lanzándole un beso.

     Sintió que se le revolvía el estómago. Ya no le apetecía seguir buscando.

     — ¿Quién se cree que es? —masculló retórico.

     —Chris Campbell, de primer año. Su padre es dueño de un conjunto de hoteles, y su segunda esposa, su madre, era modelo. Tiene un medio hermano mayor que trabaja para una editorial. Entrena y compite para la disciplina de remo.

     Dio un respingo ante el abundante torbellino de información. Al darse media vuelta, discernió a Owen en la grada trasera a él, con los pies apoyados en los respaldos. Los cristales de sus gafas reflejaban la pantalla de su móvil.

     —Ey. —exclamó emocionado. Le alegraba reencontrarse con la primera persona que lo había recibido.

     Owen, a forma de saludo, asintió imperceptiblemente con la cabeza.

     — ¿Cómo sabías todo eso de él?

     —Me encargo de realizar los perfiles de todos los estudiantes para la página del instituto. El cual, por cierto, tengo que desarrollar el tuyo. ¿No te molestaría si luego te hago una entrevista?

     —En absoluto.

     De sopetón, Neal se volvió hacia Owen al percatarse de la conversación. Se levantó y lo abrazó; Owen sólo se dejó hacer.

     Asher sintió como una bola de disgusto se formaba en su pecho ante el panorama.  Dedujo lo que era, y no pudo evitar reprenderse por experimentar aquello. «Sólo es su primo», se dijo. No podía dispensarles aquel sentimiento a las personas más amables que lo habían acogido.

     Una vez roto el abrazo, Neal se inclinó hacia Asher.

     — ¿Ya has escogido las clases optativas que tomarás? —le inquirió.

     —Me he apuntado para Idiomas.

     A Asher le encantaba aprender idiomas extranjeros. Tenía una vaga noción de muchas de ellos.

     —Igual que yo. Apártame lugar; nos sentaremos juntos.

     Le pareció excepcional que Neal escogiera la misma asignatura que él; había asumido que la mayoría de sus compañeros, dado sus antecedentes, escogerían una materia como Economía que les pudiera servir en caso de no desenvolverse como atletas.

     A pesar de ese detalle, no pudo evitar deleitarse de manera involuntaria ante la expectativa de tenerlo como compañero.

     De repente, los espectadores ovacionaron con ímpetu, regresándolo a sus cabales.

     Los miembros de ambos equipos salieron del túnel a la cancha. Pero el clamor aumentó espontáneamente cuando alguien en concreto surgió de la abertura.   «Henry», es lo que voceaban.

     — ¿Quién es Henry? —le interrogó a Owen; comenzaba a tomarlo por un ser omnipotente.

     Owen alzó su vista de la pantalla a la cancha. Con un breve vistazo, recogió toda la información pertinente.

     —Henry Evans, de segundo año. Juega para nuestro equipo como pívot. Desde  que él entró el instituto ha tenido buena racha en los partidos.

     Asher asintió satisfecho para volver su enfoque visual a los miembros del equipo y buscar para examinar con detenimiento a Henry. Sin saberlo, a pesar de la poca información proporcionada por Owen, le agradó.

     Se sorprendió al advertir su estatura: debía medir un metro noventa para su corta edad. Tenía el cabello dorado rapado encima de su rostro rectangular; debido a la posición donde se encontraba situado, no podía discernir con mucha claridad sus rasgos faciales. Su complexión envidiablemente atlética yacía debajo del traje del equipo, que era blanco con franjas dorados a los costados. Su número era el «5».

     Colin se removió a su lado.

     — ¿Te ha molestado? —le soltó instintivamente.

     —No —Negó con la cabeza, sobrecogido. —. Es sólo que es... muy alto.

     Asher dedujo que seguramente debía haber imaginado suplantar el acoso de Chris por el de Henry.

     La bocina de los megáfonos sonó estruendosamente para abordar el juego.

     Constó de un par de minutos para que Asher constatara la referencia de Owen acerca de la destreza de Henry: era la estrella del equipo. Se movía ágilmente; era sagaz con los robos, y no perdía una oportunidad para encestar el balón –lo cual poco le costaba–.

     El juego acabó con el marcador exhibiendo un puntaje exorbitantemente diferencial de 60—103, a favor de la Preparatoria Coubertin.

     Como las clases siguientes habían sido canceladas, todos se dirigieron con prisa hacia sus respectivas canchas en una atmosfera de regodeo; salvo Asher, por su particular circunstancia. Pero tenía algo en mente.

     Después de sobrellevar un exhaustivo conjunto de interrogantes por parte de Owen para su perfil en la página, se dirigió junto con Neal y Colin hacia sus casilleros en una corriente general de personas. Al paso, les narró acerca de su fortuito encuentro con el chico de la ventanilla, aunque Colin sólo se limitó a asentir, demasiado aturdido por la presentación de Henry; en cambio, Neal, se mostró atento y optimista al respecto.

     Como era el único, factiblemente, en el instituto que no tenía nada que hacer después del juego, tenía tiempo libre para buscar al chico que podría ser su potencial pareja; no obstante, no sabía cuál era su salón, o si estaría siquiera aún en las instalaciones.

     Subió hasta las plantas superiores, donde descubrió el inmenso salón de ceremonias con gigantescas ventanas ojivales a los costados de las paredes. La tarima de madera, el atril con su respectivo micrófono, un centenar de asientos plegables acolchados forrados con tapices de color azul. No vio a nadie.

     Encontró el salón de profesores, un sereno espacio equipado con divanes ostentosos cerca de la chimenea, una alacena de madera barnizada, una mesada lustrosa que sostenía una cafetera en la que solían salir en las publicidades. No había ni un alma.

     Para su fortuna, lo encontró en el claustro, saliendo de la secretaría con cariz iracunda mientras llevaba sus papeles en una mano y blasfemaba.

     Asher fue presa de una ráfaga de emoción.

     —Disculpa —lo afrontó. El chico levantó la vista hacia él, inexpresivo. —, quise hablar contigo hace unas horas pero te perdí de vista. Oí tu caso en la ventanilla y creo —Le extendió sus cláusulas. — que tenemos un objetivo en común.

     El chico lo miró con semblante adusto antes de aceptar las hojas e inspeccionarlas.

     — ¿También quieres demandar al colegio? —preguntó, alzando las cejas.

     — ¡No! —Negó rápidamente con ademanes—. Pensaba que tú y yo podríamos ser pareja.

     Asher esperó ansioso la respuesta de su parte, viendo como el otro parecía meditar la propuesta. Cuando rompió en estruendosas carcajadas. Torció su cuerpo para sostener su estómago, mientras paulatinamente volvía su mirada a Asher para otra combustión de risas.

     Asher tuvo el latente pálpito de la razón de todo aquello. En un segundo, su recelo quedó fundamentado.

     —Preferiría perder el torneo nacional que jugar con un Omega —le espetó, recuperándose gradualmente de las risas. —. Y no se dice «pareja», si no «compañero».

     —Estoy seguro de que el término correcto es pareja —expresó, para al instante sacudir su  cabeza para deshacerse de ese insignificante detalle. —. Soy muy bueno en el tenis —El chico sólo se encogió de hombros ante su aportación, sacándolo de sus casillas. —. Está bien —Extendió la mano y le arrebató los papeles. —. Suerte con tu demanda. Quizás yo pueda encontrar a alguien en poco, mientras tú te pierdes de competir, e incluso de transferirte a otro instituto como te refirió la secretaria; tendrás que competir para un colegio de segunda con una pésima metodología.

     No se tomó el trabajo de ver su expresión. Se volvió sin más para marcharse.

     — ¡Espera! —lo llamó, a lo que Asher levantó con lentitud las comisuras de sus labios antes de borrarla al hacerle frente. —. No te aseguro nada: primero quiero verte jugar. Si me gusta cómo juegas... —Hizo una pausa, dubitativo—, dalo por hecho.

     Acto seguido, Asher lo vio marcharse con talante colérico. Se había resistido a la tentación de agradecerle y estrecharle la mano, pero ahora no estaba tan seguro de si deseaba tenerlo como pareja dada la breve demostración de su personalidad. Aun así, estaba henchido de alegría.

     Se encaminó hasta los casilleros para recoger su bolso y volver a casa.

     El pasillo era un pabellón desértico, dado que la mayoría se encontraban en las canchas en las rutinarias prácticas.

     Se detuvo hasta su correspondiente casillero, cuando alguien lo llamó por su nombre y le lanzó en un vaivén fugaz su bolso para desaparecer en los lavabos. Asher tomó el bolso por inercia, atónito. La persona que lo había asaltado de manera imprevista era el chico con acento inglés de la primera hora.

     Hesitaba entre darle alcance, o esperarlo ahí mismo en tanto asimilaba el hecho.  Optó por lo último. Se colocó en cuclillas en el suelo mientras inspeccionaba la tela del bolso azul. «Travis Tasse», estaba inscrito en un fino lienzo en la parte lateral.

     — ¿Dos mil están bien? —Oyó a alguien cerca.

     Alzó su vista para escrutar a los lados; había dado por sentado que el lugar estaba vacío.

     —Quién diría que realmente no eres un Alfa. —Volvió a escuchar, pero esta vez  era una voz femenina.

     En esa ocasión, logró apreciar de dónde provenían las voces. Se acercó con discreción sin erguirse hasta un salón próximo con la puerta sellada para escuchar con mayor nitidez. ¿Había alguien en la preparatoria que no era Alfa y mentía en lo concerniente a su condición?

     —Sí lo soy —repuso la primera voz. Le parecía algo familiar. —; es sólo que no todas las pruebas concluyen con el mismo resultado.

     Eran ínfimos los casos en que los resultados de los análisis de condición solían ser inconclusas. Se debían en mayor parte a que las feromonas de algunas personas seguían en etapa de desarrollo. Asher no había conocido a nadie que padeciera de un caso de la misma índole.

     De sopetón, su atención se interrumpió cuando algo en el interior de la bolsa de Travis comenzó a vibrar. Supuso que debía ser su teléfono. Le echó un breve vistazo a la puerta a su lado, sin saber si abrir el bolso. Quizás fuera una llamada de emergencia.

     Suspiró y deslizó el zíper procurando no hacer ruido. Apartó el contenido que llevaba, y se encontró con un uniforme principalmente blanco con una tira negra en el torso; a ciencia cierta practicaba taekwondo. Al localizar el objeto vibrante en un recoveco profundo, reparó que no se trataba de su móvil. Era un vibrador.

     Cerró con premura el bolso con el corazón palpitándole de manera acelerada. « ¿Quién rayos trae esto al colegio?», se cuestionó, esperando que nadie lo hubiese visto.

     La puerta vecina se abrió de repente, surgiendo una chica ataviada con todo un conjunto de ropa de diferentes marcas. Llevaba el cabello rubio hasta la cintura; pero tenía cejas muy finas. De su bolso, guardaba un fajo de billetes.

     Sus miradas se encontraron.

     Asher, de forma involuntaria, arrebujó el bolso de Travis hacia su pecho para disimular el movimiento incesante del vibrador. La chica se le quedó mirando en torno a unos segundos en los que meditaba cómo proceder. Al cabo, pareció no encontrarle ningún peligro de que alguien más hubiese escuchado la charla clandestina porque se marchó con parsimonia.

     Inmediatamente, Chris Campbell salió del salón.

     Asher creyó que todo parecía ser una ironía. Chris Campbell, la persona que hacía frecuente  gala de su condición de Alfa, resultaba que pendía de un hilo. No podía asimilar el hecho de que acosase a su amigo, Colin, cuando cabía la posibilidad de que él resultara ser un Omega también. Era un completo hipócrita.

     Deseó con toda su fuerza que Colin lo hubiera acompañado para presenciar su cataclismo.

     Chris se le quedó mirando con estupefacción, adquiriendo una tez pálida.

     — ¿Desde hace cuánto tiempo estás aquí? —logró articular.

     No se le pasó desapercibido que al inquirirle aquella pregunta pretendía calcular la noción del tiempo para saber cuánto había oído de la plática.

     Se enderezó hasta llegar a la altura de su nariz.

     —No te gustará saber la respuesta.

     Sus mandíbulas se contrajeron en lo que tragaba con dificultad. Esbozó una ridícula sonrisa en su rostro, inspeccionándolo de arriba abajo.

     —He notado que traes el mismo traje de ayer —Extendió su mano hasta el hombro de Asher para sacudirlo, como si removiera polvo en él. —. Puedo conseguirte el uniforme si quieres. Podría entregártelo personalmente... en la noche, en donde tú quieras.

     —Ya he encargado el uniforme. —No era cierto, pero fue la única respuesta que acudió a su mente.

     Las cejas de Chris se fruncieron, irascible. Nadie había rechazado su oferta de forma tan tajante. Era el turno del policía malo.

     —Si lo cuentas nadie te creerá. Podría arrebatarte la beca si lo pido.

     —Aun así el rumor persistirá aunque me vaya. ¿Qué pensarán los demás de ti?   ¿No son tus amigos tus compañeros de remo?

     Chris parpadeó incesantemente, procesando las implicaciones de sus palabras. Se daba una idea de lo que debía pasar por su cabeza: ¿Lo empezarían a mirar de manera diferente? ¿Lo tratarían con desdén? ¿Cómo resultaría su reputación de galán Alfa?

     — ¿Qué quieres? —cuestionó al fin.

     —Deja de molestar a Colin —Y no muy seguro añadió: —... Y, quiero que te reivindiques con él. No le vendría mal un poco de ayuda económica: podrías darle presentes de vez en cuando.

     — ¿Qué? —Exclamó perplejo Chris. Posiblemente no podía creer que le pidiera algo en beneficio ajeno. —. ¿Por qué quieres que haga eso?

     —Porque Colin es mi amigo, y tú has sido un... —«Grano en el trasero», pensó, pero se abstuvo de decirlo. —... una molestia durante años para él —Chris aún lo seguía mirando incrédulo. —. Comienzas a partir de mañana. Confío en que debes ser versado en esta materia de regalarles cosas a las personas. —le señaló resoluto.

     Lo dejó atrás sin esperar respuesta. Se acercó hasta su casillero y extrajo su bolso.

     Al pasar por el sanitario, Travis emergió de él.

     La sangre subió por las mejillas de Asher, adquiriendo un fuerte color rojizo que sólo obtenía cuando hacía grandes esfuerzos o ejercicios como al entrenar o jugar.

     Travis percibió el motivo de su cohibición. Sonrió ladino.

     —Tú y tu amigo deben mostrarme los suyos mañana —dijo, para coger de las manos de Asher su bolso. —. Supongo que aquí debe haber más variedad. —Dicho esto, se marchó por el lado contrario.

     Asher no cabía de la felicidad.

     Había descubierto el clandestino y delicado secreto de Chris Campbell, el enemigo de su amigo. El sentimiento de darle el merecido a alguien que se lo merecía, como Chris, era gratificante. Encima de eso, había encontrado a una posible pareja con el que podría competir –aunque la primera impresión entre ambos no hubiera sido buena–.

     Pero lo que en verdad lo estremeció, fue la expectativa de que al día siguiente tendría clases con Neal. Estarían ellos dos solos.

     Ensimismado en esos pensamientos, mientras iba de camino a la casa de Rita bajo el fuerte sol que arrancaba siluetas de los árboles que flanqueaban la tranquila calle, se dio contra la robusta y definida espalda de alguien, pisándole la suela del zapato en la parte del talón.

     Estuvo a punto de disculparse, cuando el chico se giró hacia él.

     En ese momento, se sintió en la apabulladora posición de Colin durante el partido de básquet.

     Henry Evans, la estrella del equipo, lo miraba desde sus quinces centímetros de ventaja.

Notas finales:

Habrá que esperar hasta el lunes para saber cómo sigue esto, y si Asher continúa con vida.

Links para ver los rostros de los nuevos personajes:

El chico de la ventanilla: 

https://i.gifer.com/DnLg.gif

Travis Tasse: 

https://encrypted-tbn0.gstatic.com/images?q=tbn%3AANd9GcR5JZxxPZygwfqgLpGk9MAKGAl6WKhGin2NrA&usqp=CAU

Henry Evans: https://www.formulatv.com/images/videos/12000/n12599-q3.jpg

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).