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Quédate por Snowball43

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Notas del capitulo:

"La espera es la pena más dulce".

 

Las responsabilidades de adulto me absorben, ya no quiero crecer. 

Como ya saben este fanfic esta acompañado de canciones para que puedan sumergirse mejor en la historia. en esta ocasión tenemos esta

https://www.youtube.com/watch?v=J6qIzKxmW8Y

Durante la lectura se les indica en donde es recomendable escucharla

 

Pd: si ven por ahí algún error les aradecería que lo mencionen

Los últimos vestigios de los rayos del sol se colaban a través de su ventana mientras el sonido de la gente se hacía cada vez más fuerte, se podía escuchar  las charlas sin sentido y las coquetas risas de las chicas, esas que él tanto detestaba escuchar pero que había aprendido a soportar por el bien de su salud mental. Dos suaves golpes fueron dados en su puerta y sin que la otra parte esperara por una respuesta, entró a la habitación con una gran caja en los brazos.


—Mi señor, sé que no está de acuerdo con esto pero no puede evitarlo por más tiempo, su padre lo ha preparado todo y le está esperando en el salón junto a todos los invitados. —


—Ya lo sé…—


Aquellas tres únicas palabras habían sorprendido al otro hombre, logrando que éste lo mirara como a un extraño, como si fuese la primera vez que veía a esa persona ante él.


—Deja de perder el tiempo, si tardas más mi padre se molestará conmigo y será culpa tuya. —


Se quejó fingiendo que no había notado el cambio en la expresión de su sirviente, su ropa fue quitada y completamente desechada a un lado, casi podía jurar que de no ser por la fiesta que ya había comenzado, su padre habría hecho que quemaran aquellas prendas.  Todo estaba ahí,  cada centímetro de esa tela que aún mantenía vivo el recuerdo de lo que había pasado, ahora yacía en el piso a punto de ser eliminado para siempre, lo único que no permitiría que se llevaran  era el collar que colgaba de su cuello.


—Mi señor, debo llevarme también eso…— murmuró su sirviente sin atreverse a extender la mano para quitarle aquella joya a su amo, él sabía bien lo que esa gema representaba para el joven y lo difícil que sería convencerlo de dejarla.


—No lo hagas, esto es lo único que me queda, después de esto no habrá más. Esto es lo único que puedo conservar además de los recuerdos. —


—Mi señor, no lo haga más difícil. Debo retirarlo y llevarlo con las otras cosas. —


—No voy a dártelo, no puedes llevártelo. Es una orden. —


—Mi señor, su padre…—


—No importa lo que él haya dicho, yo enfrentaré las consecuencias de esto, así que no te lo lleves. —


Era extraño que un hombre portara un collar como aquel, una cadena de plata unida a una hermosa y brillante esmeralda. Era simplemente ridículo que lo portara y se negara a quitársela. Era deshonroso y aún así ahí estaba, aferrándose a él como si fuera el único hilo de esperanza en un mundo lleno de oscuridad. Aún podía recordar el momento en que ese regalo le fue entregado. Esos dulces ojos color miel que le observaban llenos de amor y devoción, las cálidas manos que rodearon su cuello, la sensación fría del metal contra su piel haciéndolo estremecer y aquella sonrisa que tanto amaba, llena de satisfacción.


“Te queda bien”, le había dicho con esa hermosa voz que hacía que su corazón latiera con gran fuerza, más tarde, había leído algo que le hizo sentir sumamente avergonzado y feliz. “La esmeralda es un símbolo de amor y devoción. Es capaz de ayudar a clarificar los pensamientos, aporta confianza y seguridad en uno mismo y permite expresarse libremente, sin temor a ser lastimado o juzgado”. Nadie sabía la ilusión que aquello había creado en su corazón.


Sin embargo, las cosas buenas no duran para siempre. Vistiendo un pomposo traje azul con adornos de oro blanco, ocultó su collar en el interior de la ropa y salió de la habitación como un prisionero resignado, caminando hacia su ejecución. Podía parecer exagerado pero era así como se sentía aquello. Quién hubiera pensado que las cosas tomarían ese rumbo cuando hacía tan solo unas horas estaba disfrutado de la más grande alegría junto al hombre que amaba y con quien deseaba pasar la eternidad. Desafortunadamente su padre había aparecido de la nada, le gritó y arrestó a su pareja por haberlo “manchado”, sentenciándolo a muerte sin dudarlo.


Ahora el amor de su vida estaba encerrado en un calabozo y él a punto de aparecerse en su baile de compromiso con una extraña. Todo había sido arreglado por su padre, cada paso que daba hacia el salón principal, era un paso más para el odio que llenaba su corazón.


Al llegar al salón principal, fue recibido por la música y la mirada de todos los invitados. Su padre le presentó a muchas personas cuyos nombres nunca recordaría, y como si éste temiera que fuera a escapar en cualquier oportunidad que hubiera, pidió que todos guardaran silencio para hacer un anuncio oficial.


—Atención todos, quiero agradecerles y decir que me honra mucho su presencia para atestiguar el compromiso de mi hijo con la señorita Hemsley. —


Con esas simples palabras estaba casi asegurado su compromiso, al finalizar el baile bebería el vino de compromiso y todo estaría sellado. Su vida y su felicidad le serían arrancadas de las manos y su corazón sería confinado en el olvido,  junto a los maravillosos recuerdos de su primer y único amor. La música comenzó nuevamente y naturalmente tenía que iniciar el vals junto a su prometida. Era una chica linda y no podía negarlo, pero no  la amaba y nunca podría hacerlo. Más y más parejas se unieron a la pista de baile, la pieza terminó y finalmente pudo alejarse de todo el gentío. Necesitaba un poco de aire fresco, por lo que caminó hacia uno de los balcones.


Suspiró con pesar mientras su mirada se enfocaba en la negrura de la noche, todos estaban concentrados en la fiesta y en bailar, nadie notaria si se iba, nadie se daría cuenta si desaparecía junto con la oscuridad. Tan ensimismado estaba en aquellos pensamientos de libertad, que no se dio cuenta que alguien había llegado también al balcón, hasta que aquella persona rompió el silencio.


—Si suspiras tanto la alegría se escapará de tu vida. —


Aquella voz era inconfundible. Su cuerpo entero se estremeció por la anticipación y la ilusión, se giró al instante para enfrentarse cara a cara con el recién llegado, y al ver el rostro del contrario todo a su alrededor se volvió insignificante. Sin siquiera pensarlo, sus brazos se envolvieron alrededor del cuello del más alto, al tiempo que el hombre dejaba escapar una risa encantadora y le rodeaba la cintura para formar un abrazo.


Bajo el manto de la noche y con la luna como testigo, se abrazaron con fuerza, disfrutando de cada segundo de aquel íntimo contacto tan dulce y prohibido. No había necesidad de palabras. Sus labios se juntaron en un beso fugaz y sus miradas transmitieron la sinceridad de su cariño y el dolor de la separación, que les asechaba de cerca.


Alguien podía aparecer en cualquier momento, por lo cual tuvieron que tomar su distancia aún si no deseaban hacerlo. La luz del salón no podía iluminarlos por completo, sin embargo la música se escuchaba tan clara y vívida como si estuvieran en medio de la pista. Un nuevo vals inició, las suaves notas del piano abrieron la pieza llevándolo al mundo de los recuerdos de aquella primera vez, hace varios años.


Su primer baile juntos había sido exactamente con esa melodía dulce y mágica. El recuerdo de aquel primer encuentro estaba profundamente grabado en su mente, en su cuerpo y en su corazón. Si cerraba los ojos aún podía ver la brillante luz del sol que bañaba el lugar, sentir el calor de la primavera en su apogeo y el dulce aroma de las flores, rodeadas por la danza de las mariposas que se posaban en ellas o volaban a su alrededor. Juraría que aún podía escuchar el crujir del follaje de los árboles al moverse con la suave brisa, mientras la naturaleza  los ocultaba, guardando el secreto de un encuentro prohibido y un amor sin precedentes.


Un encuentro torpe lleno de nerviosismo, de movimientos rígidos, y manos sudorosas por la anticipación y  la inexperiencia. A pesar de todo, sólo eran ellos dos en el mundo.  La canción que salía de aquella caja de música dejada por su madre apenas era lo suficientemente fuerte para que pudieran escucharla, sin embargo eso es lo que lo hacía aún más especial, le otorgaba un toque maravilloso y romántico, al ser una melodía sólo para ellos.


Aquel hombre de hermosos ojos color miel se inclinó en una reverencia silenciosa, extendiéndole una mano en señal de pedirle bailar, algo que no dudó en aceptar. Aquel momento en la penumbra del balcón, era mágico y encantador, sus cuerpos unidos dibujaban con cada paso su propia historia de amor. Las miradas unidas, los corazones latiendo al mismo son y el descubrimiento mutuo de la maravilla de compartir un mismo recuerdo. Su primer baile juntos había sido con esa melodía y también lo sería el último de ellos.


Quería preguntar muchas cosas a su amado, pero sabía que no era necesario, conocía bien lo que pasaría y no había dudas en su corazón para ello. La música se detuvo una vez más pero ellos no se separaron. Con la mirada fija en el otro, susurraron nuevamente aquella promesa de amor hecha hace tantos años y con las manos unidas cruzaron más allá del balcón, perdiéndose en la oscuridad.


Corrieron sin soltar su agarre, atravesando el jardín hasta el muro exterior y escaparon sin que nadie se diera cuenta. Era una locura, habían abandonado todo lo que tenían por una sola persona, pero bien sabían que a veces se hacen locuras por amor y nada se comparaba con poder estar junto al amor de su vida.


Era la última vez y ambos lo sabían, estuvieron juntos hasta que los primeros rayos del sol comenzaron a asomarse por el horizonte, se abrazaron con fuerza, se besaron con cariño y se juraron amor eterno. Había querido despedir a su amor con dignidad sin embargo no lo había conseguido, las lágrimas corrieron por sus mejillas mientras se negaba a soltar la mano de su pareja, a la cual se aferraba con gran fuerza como un último esfuerzo de retener al amor de su vida, como si esa pequeña acción pudiese detenerlo todo.


—Ya habíamos hablado de esto, por favor no llores, no soporto verte llorar. —


No quería llorar, no quería que su pareja se quedara con un recuerdo suyo tan lastimero pero no podía evitarlo, el pecho le dolía como nunca antes lo había hecho. Se sentía asustado,  solo y  la angustia aumentaba rápidamente, entumeciendo su cuerpo, presionando su pecho e impidiéndole respirar. Temblaba y no sabía si era por las lágrimas o por la sensación de un vacío inconmensurable en su corazón. Aquello era tan doloroso…


—Por favor amor, no llores, me parte el alma verte llorar. —


Suaves caricias en sus mejillas intentaron disipar las lágrimas sin importar que otras tomaran su lugar casi inmediatamente. Los rayos del sol estaban por alcanzarlos, el tiempo se agotaba y la ansiedad en su cuerpo aumentó vertiginosamente. Lo habían hablado con anterioridad  pero no estaba listo. ¿Cómo podría estar listo para eso? ¿Cómo podría vivir sin él? ¿Cómo podría ser capaz de seguir adelante después de perderlo? Él le había mostrado la alegría de estar vivo, la belleza del mundo que le rodeaba, las posibilidades infinitas tras los muros de su hogar y el control de su padre. Le había mostrado la calidez y la felicidad de un amor sincero. ¿Cómo sería capaz de aceptarlo? No podía, no quería, pero era inevitable.


—Ya es momento…perdóname por ser tan egoísta, pero déjame verte sonreír una última vez. —


Aquellas palabras resonaron en su alma, haciendo un gran e impensable esfuerzo logró reprimir sus lágrimas y sonreír como solía hacerlo. Un suave beso fue depositado en sus labios, dulce, cálido y sincero, pero también era amargo, desgarrador y le dolía en el alma.  Se habían besado muchas veces pero ninguno era igual a ese, el amor transmitido a través de ese último contacto era precioso, único e irrepetible, no volverían a verse nunca más y lo sabían. Se abrazaron con fuerza sin deseos de soltarse, tratando de retener lo más posible del otro, deseando que el tiempo se detuviera en ese preciso instante.


A pesar de querer ver a su pareja hasta el último segundo no tuvo el valor de hacerlo. Cerró los ojos. El sol iluminó el lugar completamente y sus lágrimas volvieron a caer al sentir la ausencia a su lado, el vacío, un vacío cruel y despiadado. Uno, que no solo era físico si no también emocional. Una parte de sí mismo se había ido, una parte que nunca volvería sin importar nada.  Sentía tanta desesperación que no pudo evitar gritar y sollozar ante el dolor, no había forma de describir lo que estaba sintiendo.


Su cuerpo entero temblaba, la opresión en su pecho lo asfixiaba mientras lloraba hasta que no pudo más. Sollozó hasta que el dolor se convirtió en furia y odio, al saberse abandonado. Era un odio ciego y profundo como lo había sido su amor, uno nacido de esa obsesión encantadora, de ese amor luminoso; pero, ¿cómo podía odiarlo? ¿Cómo podía odiar a la razón de sus sonrisas, a la alegría de sus días, a la luz que guiaba su vida? ¿Cómo podía destrozar aquel amor tan puro que le había sido entregado y mancillarlo para convertirlo en un sentimiento tan sucio y despreciable como el odio?  No podía, finalmente aquel odio volvió a ser tristeza y desolación. Lloró hasta quedarse sin lágrimas y desgarrar su garganta por los gritos y sollozos lastimeros, el mundo entero había perdido ese brillo tan maravilloso que alguna vez había tenido.


Recitó una vez más aquella promesa de amor hecha hace tanto tiempo, mientras miraba al cielo. Pasos apresurados se escuchaban cada vez más cerca pero no le importó, sabía quiénes eran, era obvio y predecible. Ni siquiera podían dejarlo ahogarse en su dolor, ni siquiera podían darle un momento para reponerse de la desolación que lo envolvía y enviaba al profundo abismo de la soledad.


Escuchó su nombre a la lejanía y, lo ignoró mientras sostenía la esmeralda que colgaba de su cuello. Su cuerpo estaba frío pero no sabía si era por el clima o por haber perdido al amor de su vida. Ya nada tenía sentido, ya nada importaba, sin esa persona volvería a estar atrapado en la inmensa oscuridad de una vida sin sueños ni esperanzas, no podía regresar  a eso, no podía soportar perderlo todo después de haber probado el dulce sabor del amor y la esperanza.


Cerró los ojos nuevamente sabiendo bien que ya había tomado una decisión, sacó el abrecartas que había guardado en su ropa sin que nadie se diera cuenta, y sonrió levemente antes de sentir la fría sensación del metal contra su piel y el dolor  que este produjo al  perforar la carne de su pecho. La sangre brotó sin indicios de detenerse manchándole las manos. El sonido de los pasos se hizo más fuerte y lo último que  escuchó fue  a su padre gritar y llamarlo mientras caía al suelo, con una sonrisa de satisfacción. 

Notas finales:

Idealmente deberían poder ver el collar del que se habla pero aquí no me dejn poner imagenes


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