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The True Murderous Intent (Edited) por urumelii

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Hide Shiroyama veía a su hijo dormir, el pequeño acababa de cumplir seis años y cada noche exigía mas tiempo con su padre, aún cuando ya había pasado todo el día con él. Ese día en particular se lo había cumplido, desde la mañana hasta el anochecer se habían dedicado a jugar y pasear, Hide quería que lo último que recordara su hijo fuera un día especial. No quería pensar tan fatalista pero en algunas cosas tenía que ser realista. 


Quería poder hacer lo que tenía que hacer y que nadie saliera herido o muerto, más. Demasiadas tragedias habían pasado ya a su alrededor como para seguir acumulándose. Sonrío  por mero instinto, ese pequeño y su madre eran su vida entera, si por él fuera simplemente se alejaría de todo lo que tuviera que ver con su apellido y el estilo de vida que habían llevado hasta el momento. Sin embargo, su honor era más grande que sus miedos, sus ganas de justicia y el amor a sus amigos lo habían atado a una promesa que ahora no estaba muy seguro de querer de cumplir. 


Cerró con cuidado la puerta, no quería despertar a su hijo y tener que volver a dormirlo, al menos eso le tomaría otras dos, dos horas que no tenía si quería acabar con todo de una buena vez. 


Caminó por el pasillo de la pequeña casa, podría haber vivido en una mansión pero a él no le iba esa vida rodeada de lujos, le gustaba la vida sencilla. Se dirigió a la puerta sin querer despedirse o decir algo más. 


—¿Ya te vas? —La voz de su esposa hizo que se detuviera a mitad del camino.  Definitivamente podía engañar a cualquiera, menos a la mujer parada detrás de él con los brazos cruzados, no en una forma demandante, si no comprensiva. Asintió  sin atreverse a mirarla—. ¿Vas a regresar? —la verdad no tenía una respuesta que pudiera satisfacerla.  


Se giró lentamente—. No lo sé, no me creo capaz de matarlo —sonrió irónicamente , podía ser una misión suicida y aún así no flaquearía—. Sólo sé que tengo que intentarlo —suspiró.


—A pesar de que su técnica esté mejor pulida, eres mejor que él y lo sabes —la mujer le aseguró, su largo cabello negro cayendo sobre su espalda—. Eso es precisamente lo que no soporta, por lo que te odia tanto —se acercó y colocó las manos sobre el pecho de su marido—. Si alguien puede ponerle un alto eres tu y él lo sabe muy bien —acarició su mejilla.


Cerró los ojos ante el contacto pero los abrió casi de inmediato—. A diferencia de él, a mi ya no me importa quién es mejor, quién gana o quién puede cambiar algo. Nuestros apellidos nunca fueron algo relevante para mi.  Lo hago por Sara y por Kouyou, me aterra lo que podría pasar si no los saco de ahí; le hice una promesa a… —no terminó la frase, había ciertas cosas que todavía no podía decir en voz alta pues resultaban muy dolorosas—. No entiendo cuándo pasó todo esto, pensé que todos éramos amigos, que luchábamos por lo mismo —dijo con sinceridad.


—Fue ese torneo —dijo ella con desprecio—. Acabo con todos nosotros —se lamentó.


—Debo irme —tomó la mano de su esposa y la puso en su mejilla, recargándose ligeramente en ella, dejándose envolver por el contacto, para después cambiar su semblante a uno mas serio—. Yuri, necesito que me prometas algo —ella lo miró atentamente—. Si no vuelvo…


—Hide…


—Escúchame —la interrumpió—, si no vuelvo, dile que me fui, que los abandoné. Que soy un mal padre y decidí irme a pelear, porque la vida en familia no era para mi. Hazle creer que me odias —dijo en tono de suplica


Yuri abrió mucho los ojos—. ¿Estás loco? ¿Cómo le voy a decir eso? Rompería su corazón, sabes que él te adora, no podría —negó. Era inconcebible.


—Precisamente, tienes que decirle que me fui. Rompe su corazón y haz que se decepcione de su padre —dijo con firmeza.


—¿Por qué? —Preguntó sin entender.


Hide suspiró—. Si me llegara a pasar algo, es la única forma en la que no buscará venganza, sería su deber como un Shiroyama, no quiero que viva en este mundo de peleas y sangre. Aun si no logro matar a Yoshiki, quiero que esta locura termine conmigo —explicó.


—Vas a matarlo —dijo con firmeza y convicción—. Sé que es una terrible carga, pero no voy a dejar a mi mejor amiga y a su hijo en manos de ese monstruo. No cuando nos ha hecho tanto daño, a todos —sus ojos se volvieron cristalinos.


Hide asintió—. Promételo —dijo de nuevo. La mujer asintió sin atreverse a hablar, solo cerró los ojos—. Te amo Yuri, nunca lo olvides —le besó la frente.


—No te despidas —incapaz de decir algo más, las lagrimas rodaron por sus mejillas, tenía un terrible presentimiento de todo aquello y aun así sabía que debía dejarlo ir.


Yuri jamás volvió a ver a su esposo vivo.


 


-x-


 


Aoi tenía que aceptar que besar a Uruha, fue tres veces más maravilloso de lo que se había imaginado, no quería pensar que lo había imaginado mucho pero lo había hecho; incluso encontraba maravillosa la forma en la sus labios se movían al compás de los suyos, con una intensidad a la que nunca se había enfrentado. Era una batalla, una batalla que no le importaba mucho perder. Tal vez, le gustaba cómo se sentía besarlo. 


Totalmente llevado por el deseo y con la mente en blanco, bajó las manos que acariciaban la espalda del castaño hacia su trasero, donde al no encontrar ninguna objeción, apretó con ganas esa zona. Se estaba perdiendo en un éxtasis que lo rebasó en el momento en que Uruha soltó un gemidito por su acción.


—Deberías ir mas despacio, ¿sabes? —le dijo el castaño respirando entrecortadamente, sonreía con unos hermosos labios rojos e hinchados debido al beso.


Aoi sonrió—. Me cansé de ir despacio. No me quiero arrepentir y contigo nunca se sabe, puedes cambiar de opinión —lo volvió a besar, esta vez azotándolo contra la pared, acarició las descubiertas piernas de Uruha sin vergüenza.


El castaño se dejó hacer, confiando plenamente en que Aoi no iría mas allá, al menos no lo suficiente para darse cuenta que no era una chica. Se dejó hacer porque sabía que no tendría otra oportunidad para estar de esa forma, porque si avanzaban mas se daría cuanta que en realidad era un hombre, porque si avanzaban mas su padre se pondría histérico y quien sabe que podría hacerle a Aoi. Porque si avanzaban mas los dos terminarían muy lastimados.


Se separó del beso apartando la mirada del pelinegro. No había forma en que estuviera haciendo lo que estaban haciendo y terminará bien; alguien tenía que tener un poco de cordura entre tanto deseo. Odiaba ser él, pero Aoi no parecía querer detenerse. 


—Hasta aquí llegamos, ¿verdad? —le preguntó el pelinegro suspirando. Uruha asintió apretando los labios, aun saboreando el beso—. Te digo que cambias de opinión muy rápido —se alejó peinándose el cabello con los dedos.


—Está mal y lo sabes —le dijo acomodándose el kimono roto.


El pelinegro se giró hacia él—. ¿Por qué? —Preguntó olvidando que Uruha ignoraba que  sabía la verdad. Casi molesto de que hubieran mil cosas deteniéndolos, solo quería olvidar todo y tal vez huir con él, algo en su corazón se estrujo, no podía ser así de egoísta. Había prometido vengar la muerte de Ayu, no podía olvidar esa promesa simplemente por unos días junto al castaño. 


—Mi padre —fue lo primero que Uruha dijo, aunque fue otra cosa lo que le cruzó por la mente, algo así como: “soy hombre”.


—Tu padre es el menor de mis problemas, una vez que gane este torneo, él no será un obstáculo. ¿Qué otra excusa tienes? —De alguna forma quería orillarlo a que le dijera la verdad. Aunque él mismo no entendía su urgencia, es decir, le gustaba y mucho, de ahí a querer estar con él. Eran cosas muy distintas. Se estaba volviendo loco, era eso; odiaba que Uruha pudiera hacerlo olvidar todo—. ¿Sabes por qué estoy aquí? —Aoi terminó por sentarse, estaba harto, más de dos años sin hablarlo iban a pasarle factura en ese momento entre tantas emociones, la voz de Ayu retumbando en su mente haciéndolo sentir culpable de todas esas sensaciones.


El castaño negó con la cabeza y también se sentó, procurando guardar una distancia segura entre él y otro muchacho—. Bueno, tengo una idea. Tu familia y la mía, siempre han sido enemigas —dijo tímidamente.


Aoi no atinó a hacer otra cosa mas que bufar—. ¿Eso es lo que te han dicho? ¿De verdad crees eso? —Sonrió de lado—. Te puedo asegurar que no tiene nada que ver con eso, en realidad, si ese fuera el problema no sería rival para tu padre. Me hubiera matado en un abrir y cerrar de ojos —explicó.


Uruha ladeó la cabeza—. No te entiendo —dijo parpadeando rápidamente.


—Tu padre asesinó a mi prometida —lo soltó finalmente, pudo sentir que su pecho liberó una gran presión. La expresión de Uruha fue de verdadera sorpresa—. Yo no quería entrar a este estúpido torneo, nada me es más irrelevante que las peleas o las técnicas familiares. Sólo que tu padre no puede aceptar un no por respuesta —dijo con amargura. 


—Lo siento —dijo Uruha sintiéndose estúpido de pronto. Aoi tenía todo el derecho de vengarse de su padre por lo que había hecho, pero, ¿qué hacía ahí besándolo? No podía ser parte de su venganza, ¿verdad? Claro que no, se obligó a pensar, aun así se sintió incómodo, Aoi se iba a casar con alguien más, con una chica y ahí estaba él que ni siquiera se había atrevido a decirle al verdad de su disfraz pensando en que tenía oportunidad con un Shiroyama. 


—No lo sientas, no lo hiciste tú —dijo Aoi mirándolo profundamente. 


Por primera vez Uruha pudo notar en lo oscuro de sus ojos, que el chico ocultaba un enorme dolor y que este había sido provocado por su propio padre, su familia. 


—¿Y no es como si lo hubiera hecho? —Preguntó sintiéndose la peor cucaracha del mundo, no era diferente a como se sentía usualmente pero esto iba más allá de lo usual—. Soy un Hayashi, ¿no? —Quiso reír pero solo logró emitir un ruido similar a una queja—. ¿Fue él directamente o…?


—Reita —contestó arrepentido. No tenía porque haberle contado y no por Ayu, sino por él mismo, podía ver la culpabilidad en la cara de Uruha. 


—Ya —el castaño se levantó obligándose a mantener la calma—. ¿Sabes? Me han dicho muchas veces que los Shiroyama tenían envidia de los Hayashi en cuanto a técnica, que siempre han sido enemistadas porque los dos usan la espada. Mi padre me dijo muchas veces que por eso mi técnica no se parece mucho a la suya. No quería que me mataran solo por la técnica —desvió el tema para él mismo no tener que seguir hablando de eso, de pronto se sentía indigno, más, de ver a Aoi. 


—No lo creo —afirmó Aoi arrugando la nariz—. La familia Hayashi siempre ha sido muy estricta en cuanto a la técnica, debe ser limpia, perfecta. Es raro que haya tomado esa decisión. Escucha —quiso decir algo más, pero se quedo en blanco—. ¿Te puedo preguntar algo? —el pelinegro había tenido esa pregunta en su mente casi desde el inicio, solo no se atrevía a preguntárselo a Uruha por miedo a hacerlo sentir incomodo, sin embargo creyó que este era buen momento. El castaño lo miró dándole a entender que podía preguntar. Las cosas no podían ser más raras entre ellos después de esa plática—. ¿Hace cuánto que Yoshiki… —no se atrevió a terminar.


Uruha se revolvió abrazándose a si mismo, ese era el tema que evadía casi a toda costa y la razón más poderosa para sentirse como una chinche, el golpe de realidad que le estaba costando esa conversación casi logra hacerlo llorar. Era obvio que Aoi terminaría preguntando por eso, quien no se sentiría asqueado—. Desde que tenía doce —contestó obligándose a sonreír, él mismo tratando de restarle importancia. Era una situación a la que estaba acostumbrado, todos los empleados de su padre lo sabían, que Aoi también lo hiciera no iba a cambiar nada y menos ahora. Aoi abrió mucho los ojos, no se imaginaba que ese abuso llevaba tanto tiempo. Uruha atinó a hacer una mueca amargamente mientras miraba a todos lados menos al pelinegro—. Fue una noche de invierno, no podía dormir por las pesadillas. Mi madre había muerto  y yo me sentía solo. Así que fui a la habitación de mi padre porque pensé que podía sentirme seguro ahí —sonrió irónicamente—. De repente comenzó a murmurar cuanto me parecía a ella y que cada vez me veía mas lindo —tembló ante el recuerdo.


—Cuando este torneo termine, no tendrás que volver a preocuparte por tu padre. Te lo aseguro —Aoi sonrió pero falló en transmitirle cierta seguridad al otro.


Uruha entrecerró los ojos mirándolo a través del espejo—. ¿En serio lo crees? Lo dudo, yo ya estoy marcado, no sólo por mi apellido —ladeó un poco la cabeza.


Aoi apretó los puños, ahí estaban los dos, pedazos de dos vajillas diferentes sin poder encajar las piezas de forma apropiada. 


 


-x-


 


Tora cojeaba al caminar, no cabía la menor duda que se había extralimitado en el entrenamiento, pero lo necesitaba. Últimamente Yoshiki lo usaba para hacer hasta la más estúpida tarea, no paraba en todo el día, desde ir a hacer mandados hasta hacer advertencias en los negocios mas banales de su jefe.


Se había excedido en su entrenamiento porque con todos los mandados apenas y le quedaba tiempo. ¿Cómo se supone que iba a seguir avanzando en el torneo si ni siquiera podía entrenar? Necesitaba ganar si quería matar a su jefe y librarse de él de una vez por todas.


Pensaba en todo esto cuando sin querer piso mal con la pierna con la que cojeaba y cayó irremediablemente al piso. Mas que quejarse se quedó en el piso riendo de la ironía de todo el asunto. El segundo mejor peleador de la casa Hayashi, después de Reita y se había tropezado como una persona común. 


—De verdad que en este lugar hay pura gente loca —dijo una voz detrás de él mientras el seguía en el piso.


Dejó de reírse y sintió su cara sonrojarse. Se levantó pesadamente girándose para ver quien le había hablado, le costó un poco de trabajo debido al dolor del entrenamiento y de la caída. Al girarse vio a un rubio perfectamente bien peinado de baja estatura, ojos de un azul muy claro, vestido con vestimenta tradicional japonesa, tenía los brazos cruzados y una mueca extraña.


—Quisiera saber si estás incluido en la gente loca o crees ser el único cuerdo —dijo Tora a duras penas, cada uno de sus músculos protestando por los movimientos bruscos.


El rubio sonrió—. Yo debo ser el mas desquiciado de aquí —contestó con seguridad  y altanería—. ¿Qué te pasó? —revisó al chico frente a él de arriba abajo, le recordaba a alguien pero no estaba muy seguro a quien.


—Creo que me emocioné con el entrenamiento —dijo recargándose en la pared sintiendo una tensión en su espalda—. Perdón, ¿te conozco? —lo miró raro, se suponía que no debía entablar amistad con los demás participantes. 


—Soy Ruki —se presentó.


—Tora —dijo haciendo un gesto con la cabeza incapaz de moverse mucho.


Al escuchar el nombre, el rostro de Ruki cambió de inmediato—. Así que eres uno de los gatos de Yoshiki —dijo sin ningún tipo de discreción.


El castaño oscuro frunció el ceño, tranquilizándose para dejar de pensar en el dolor de sus extremidades y espalda, suspiró sin pensar mucho—. No todos trabajamos para Yoshiki por gusto —aseguró. Sintió que podía moverse mejor y se dispuso a marcharse, no estaba de humor para estar hablando sobre su jefe.


—¿En serio existen de esos? —Ruki interrumpió su andar, Tora lo miró sin decir nada más solo con expresión seria—. Si es cierto lo que dices, te has ganado mi admiración. Es mejor destrozar a alguien desde adentro —dijo pasando de largo y guiñándole un ojo al voltear a verlo.


Tora se quedó estático sonrojado por el comentario y la acción del mas bajo.


-x- 


Ruki siguió caminando hasta encontrar a Kai quien se encontraba en el patio comiendo un enorme plato de diferentes frutas. ¿Qué era vegetariano o algo por el estilo? Las comía en automático pues se encontraba escuchando a un chico con mucha atención.


Reconoció de inmediato al acompañante de Kai, era el chico tatuado que había estado en la confrontación de la parejita rara del comedor. Al llegar a donde esos dos se encontraban no pudo evitar sentarse junto a su amigo, como si haciendo eso le advirtiera al otro que no se acercara de ninguna forma. Cosa que le molestó bastante pues hasta donde tenía entendido él y Kai no eran absolutamente nada, sólo amigos que disfrutaban de tener sexo juntos. No tenía que ponerse a lado de nadie, ni demostrar nada, no eran animales. 


—Ruki, que bueno que llegaste. La historia está súper interesante —dijo Kai haciendo señas exageradas—. Miyavi, te presento a Ruki —los dos se saludaron con solo un gesto—. Entonces, ¿Show tiene que ganar el torneo para que el padre de Sakito lo deje casarse con él? —Se llevó un pedazo de fruta a la boca y tragó enseguida—. Eso es hermoso —dijo con voz chillona.


El rubio alzó la ceja sin entender—. Por lo que vi en el comedor, a Sakito no le interesa mucho Show, ¿o si? —Se cruzó de brazos recordando la escenita que habían montado.


Miyavi negó enérgicamente—. Es triste que hayas tenido que ver eso, pero no es como tu crees. Sakito lo ama, se supone que iban a estar juntos, pero el torneo se atravesó. Show incluso tiene una amenaza de muerte, por eso fue que Sakito cortó toda relación con él, pero el otro es muy necio, ambos lo son —se alzó de hombros—. La única razón por la que Show está en el torneo es por amor. Sin embargo Sakito tiene que ganar si quiere heredar toda la fortuna de su padre y el titulo nobiliario; de lo contrario se quedaría sin nada —sonrió. 


—¿Luchar por amor? —Bufó Ruki—. De nada les va a servir, al final no podrán ganar el torneo y mas si yo estoy compitiendo. Ese Show debería poner los pies en la tierra, si necesita condiciones para poder estar con quien realmente ama, entonces no vale la pena —dijo enojado. Kai y Miyavi lo miraban extrañados, mas Kai que no podía entender el por qué del desplante del rubio—. Si me preguntan es una idiotez —se cruzó de brazos. No había querido ser tan tajante en cuanto a lo que pensaba, pero no podía evitar hacerlo, cualquier asunto que involucrara sentimientos siempre terminaba mal y no quería verse involucrado en nada de eso. 


 —No creo que deberías subestimar a Show, aunque yo mismo no se la pondré fácil, estoy seguro que tiene grandes probabilidades de ganar. Es un peleador espectacular, tomando en cuenta que no proviene de una familia famosa o siquiera de la delincuencia —dijo Miyavi con una sonrisa.


 


Kai se giró hacia Miyavi bruscamente, por alguna razón se encontraba molesto y cualquier cosa que dijera Ruki lo pondría aun mas—. No sabía que tu también participabas —desvió el tema.


 


—Sí —dijo Miyavi levantándose de su lugar—. Soy el guardaespaldas de Sakito, debo hacerlo; aunque tengo instrucciones de dejarlo ganar si es que nos llegamos a enfrentar —se rió—. Lo siento, me gustaría quedarme por más tiempo —miró a Kai con una sonrisa juguetona—, pero tengo órdenes de no dejar que. Show se acerque a Sakito —giró los ojos molesto, se despidió y se fue hacia adentro.


 


—Vaya historia de amor —dijo Ruki con ironía.


 


El castaño oscuro lo miró resentido, se giró sin poder creer lo que el más bajo había dicho, el tono tan malicioso que había utilizado, parecía estarse burlando de toda la situación de dos personas desconocidas—. ¿Cuál es tu problema? —Preguntó un poco harto. 


—¿Cuál es el tuyo? Nunca creí que te gustaran esas cursilerías —Ruki se levantó utilizando un tono ofendido que trató de disimular por uno burlón—. Vamos Kai, no creerás realmente en eso del amor verdadero y todas esas tonterías, porque estoy seguro que así como te comportas, no lo haces —sonrió de lado.


 


—Eres un verdadero idiota, ¿lo sabías? —Kai terminó por alejarse de él.


 


Ruki giró los ojos, no podía culpar a Kai por estar molesto, después de todo estaban teniendo sexo y él jamás especificó que no buscaba enamorarse y que eso del amor no era para él. Aunque debía admitir que se la pasaba muy bien con Kai, eso era todo. Tampoco iba a contarle a Kai el por qué de sus decisiones, se había prometido no acercarse a nadie de forma romántica, incluso si a veces creía que podría enamorarse de nuevo, el pensamiento lo descartaba de inmediato. 


No había algo a lo que Ruki le temiera, nada, excepto a enamorarse. Tembló ligeramente por pensarlo. 


 


-x-


 


Aoi no había podido hablar con nadie después de la conversación que había tenido con Uruha, no había querido mencionar a Ayu, solo había ido con su instinto. Por alguna razón quería que el castaño lo entendiera, el por qué de sus acciones, porque quería ver a Yoshiki muerto casi con desesperación. Quería de alguna forma transmitirle que no era el único que podía odiar a su padre.  


—Te estás enamorando de él —la voz de Ayu dijo en su cabeza. Por más que Aoi lo negó, tampoco encontraba un buena razón para que no fuera así, es decir, estar con el castaño lo hacía sentir feliz, su corazón latía con fuerza y su respiración se aceleraba—. ¿Yo no te parezco suficiente razón? Ni siquiera le has dicho que sabes que es hombre. 


 


Aoi cerró los ojos de nuevo lleno de culpa, llevaba toda la mañana pensando en Uruha, quería estar con él. Tal vez debía aceptar que el castaño le gustaba demasiado, tal vez no sólo le gustaba como decía Ayu. Tampoco quería darse ese gusto,  no sólo porque no fueran capaces de ser honestos el uno con el otro; no quería que su meta cambiara, no quería distraerse de la meta de matar a Yoshiki. 


Caminó por toda la mansión hasta que terminó en la biblioteca, había buscado a Ruki pero este andaba perdido y Kai se encontraba entrenando, no se necesitaba sr un genio para darse cuenta que ambos habían discutido por alguna razón, tampoco era culpa de Aoi; sin embargo él era quien la estaba pagando quedándose sin alguien con quien desahogar esos pensamientos que lo embargaban. 


La biblioteca estaba desierta, Kai había tenido razón al decir que era un gran lugar para estar tranquilo, seguramente ningún peleador era un ávido lector. Suspiró al recordar nuevamente a Ayu, el mismo Aoi no había crecido con un particular gusto por la lectura, había sido hasta que conocí a la maestra que descubrió ese pequeño gusto. Se preguntó si a Uruha le gustaba leer y volvió a recriminarse por seguir pensando en él.


—Tal vez solo estás buscando reemplazarme —dijo la voz de su prometida. 


—Nadie podría reemplazarte —aseguró en voz alta, sabiendo que nadie lo escuchaba, sin miedo a sonar como un loco. 


—Sabes que en algún punto vas a tener que escoger entre él o yo…


—Claro que no.


—Entonces deja de pensar en él y aléjate de una vez. 


La voz se desvaneció, se preguntó si era su propia mente queriendo aferrarse a ese recuerdo o en realidad esa sería la forma en la que actuaría su prometida al saber de Uruha. Tal vez Ayu ni siquiera lo hubiera dejado tomar venganza en primer lugar, era demasiado bondadosa para esas cosas, hubiera querido que fuera feliz; Aoi había sido muy feliz con ella, ¿por qué había tenido que irse? Le pegó a la pared con fuerza al recordar una vez más la noche de su muerte; le pegó tan fuerte que le hizo un profundo agujero. 


—La pared no tiene la culpa de tus problemas —le dijo una voz detrás de él—. Créeme, he intentado miles de veces descargarme con ellas, pero nunca resuelve nada. 


Aoi se giró y vio a un chico de cabello castaño rojizo, tenía una extraña mueca dibujada en el rostro. Estaba sentado en un sillón con un libro en la mano, el pelinegro se sorprendió bastante ante eso, no había sentido su presencia, lo cual era sumamente extraño, debía ser un gran peleador para pasar inadvertido de esa forma. 


—Tu eres Show, ¿no? —Preguntó reconociendo al chico de la pelea del comedor. 


El mencionado asintió—. Parece que necesitas hablar con alguien, dime, ¿cuál crees que es tu problema? —Dijo despreocupadamente como si la escena con el otro chico no hubiera pasado. 


—¿Por qué crees que tengo un problema y por qué crees que te lo voy a contar? —Ami se sentó en el sillón que estaba a un lado.


 Show sonrió—. Todos tenemos problemas y es claro que te afecta lo suficiente para darte contra la pared, si quieres respuestas tal vez yo te las puedo ofrecer o puedes seguir preguntándole a la pared —dirigió su vista al libro.


Aoi lo miró con escepticismo—. Y, ¿por qué piensas que tu podrías ayudarme? —sacó su cajetilla y prendió un cigarro.


—No dije que podría hacerlo, solo sé escuchar mejor que una pared y apuesto que sé cuál es tu problema —contestó divertido. Aoi no dijo nada—. Tu problema tiene que ver con amor.


 —Eso no es difícil de descubrir —admitió con un poco de inseguridad en sus palabras—. Tú estás en la mismas que yo. 


 Show entrecerró los ojos—. Tal vez. Tu eres Yuu Shiroyama, ¿no es cierto? —Preguntó con curiosidad.


 —Prefiero que me digan Aoi —corrigió dando una bocanada a su cigarro.


—¿Sabes? Yo no vengo de una familia importante, en realidad no sé nada de esas cosas —Show suspiró—. Lo único por lo que sé que eres alguna especie de leyenda es porque todo el mundo hizo un gran alarde por tu apellido. Todo el mundo dice que tu técnica con la espada debe ser la mejor del país y aquí estás con problemas amorosos. 


El pelinegro chasqueó la lengua—. Dudo que mi técnica sea la mejor del país —aseguró—. Si todo el mundo asegura eso, ¿qué te hace pensar que es por amor y no por las peleas?


—Porque yo también sé lo que es amar a alguien que parece imposible —Show se levantó—. Sólo tienes que decidir si la venganza puede más que lo que sientes. 


—¿Cómo sabes? 


Show negó—. No ser parte de una familia importante te hace conocer más del mundo —explicó—. No tiene nada de malo si quieres cambiar la razón por la que estás aquí, pero asegúrate que tenga el mismo fin. Si no, no tendrá sentido seguir jugueteando con la hija del organizador —se encaminó a la salida, dejando a Aoi confundido. 


Ni siquiera se preguntó cómo es que Show sabía lo suyo con Uruha, seguía sin estar seguro. Matar a Yoshiki había sido parte de él por los últimos tres años, no podía pensar en otra cosa que no fuera vengar a Ayu, hasta esos días donde por fin parecía haber algo después de la venganza y aquello le aterrorizaba más que cualquier pelea. 


 


 


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