Draco y Harry se besaban, bueno, quizás besos como los de media Hogwarts no. Eran besos más inocentes teniendo en cuenta que sus compañeros parecían estar sufriendo algún tipo de celo extraño.
Pero Harry aprovechaba casi todas las oportunidades que tenía, y si no las tenía se las inventaba.
Para recoger un ingrediente que Draco tenía en la mesa, Harry se inclinaba a por él y dejaba un pequeño beso en su mejilla.
Draco sonreía y seguía cortando sus cosas. Cuando se despedían la escena del primer día volvía a darse, tan cerca que casi podrían ser sus labios.
Incluso en un intercambio Harry, por inercia besó su mejilla. Nadie se dio cuenta, porque literalmente todo el mundo parecía tener un interés romántico por alguien de la escuela, y algunos eran de lo más variopinto.
¿Por qué Harry Potter, el león valiente y bastante imprudente de Gryffindor, no besaba a Draco Malfoy en los labios abiertamente?
Porque quería que fuera Draco el que quisiera besarle a él. Quería un pasito de su parte y el rubio no parecía interesado en darlo. Muchas sonrisas y sonrojos, pero Draco podía ser lanzado, atrevido y tomar lo que quería como ya le había demostrado.
Parecía estar bien con esos besos inocentes, y Harry se conformaba.
Debía ser el único en Hogwarts tan estúpidamente inocente, porque hasta los de primero tenían sus besillos a escondidas con sus compañeros del mismo año.
Harry y Draco, eran la excepción.
Era sábado, Dumbledore había salido y Snape le dio permiso a Draco para volar.
Harry le siguió porque era absurdo verlos separados, Snape lo sabía y por algún motivo le parecía bien que lo hicieran.
Draco volaba y Harry trataba de alcanzarlo, pero nunca llegaba a tocar ni la punta de sus plumas y mucho menos atraparlo para sentarlo en su escoba.
Tocaban los bordes de la cúpula que protegía Hogwarts, sintiendo la magia en sus cuerpos. Cuando descendieron Harry estaba cargado de ella, de ella y de ganas de Draco.
Sus plumas eran del mismo color de su pelo, y Harry, cuando descendieron sintiendo la felicidad de Draco de poder volar con libertad, quiso abrazarlo.
Fue un abrazo torpe, y extraño, nunca había abrazado a alguien con alas, no pudo evitarlo y acarició las más altas.
Eran tan suaves y estaban calentitas a pesar del frío de la noche.
Harry le miró, muy similares en altura, aquel momento era el del beso, el de las películas románticas que su tía Petunia devoraba. Pero Draco no hacía nada, solo le miraba sonriendo y siendo lo más bonito del mundo.
Harry se separó sin beso en la mejilla, y un poco frustrado, la verdad.
Una de las enormes alas le cerró el paso cuando trató de girarse, podían ser suaves, pero Harry comprobó que en realidad era sólidas y no le dejaban salir.
Se giró para mirar a Draco, era la primera vez que hacía algo así.
—¿Y mi beso?
—Dámelo tú a mí—dijo Harry expresando su preocupación.
El ala calentita y de nuevo suave le acercó mucho, mucho, mucho.
Harry pensó que su mejilla se llevaría el premio. Pero no, fueron sus labios los que se llevaron aquel beso tan ansiado.
No volaron más por esa noche, pero Harry no bajó de la nube a la que lo había subido Draco.