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Memories por RLangdon

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Estuve largo rato mirando por la ventana. No terminaba por decidirme. 
 
Había estado buscandole por semanas y, cuando finalmente di con su paradero, opté por instalarme en un hotel cercano a su nuevo hogar. 
 
Naruto había vuelto a rehacer su vida. Lo había estado observando unos días. Lo veía ir y venir del colegio. Su padre adoptivo era un catedratico en una institución de mediana relevancia dentro de la ciudad. Por ende, fue fácil encontrarlo. Pero, entonces, me sobrevino nuevamente la indecisión, haciendome incapaz de encararlo de una vez por todas.
 
Y es que, Naruto se veía tan feliz. No parecía echar nada en falta. En cambio, mi vida entera se había estancado. Me había vuelto tan dependiente de él, que me había llegado a replantear muchas cosas al respecto. 
 
Dolía. Era una sensación terrible con la que debía lidiar todos los días. 
 
Tampoco había abandonado mis actividades. Seguía estrictamente con mis estudios, pese a que mi vida social era ahora nula. 
 
Sentía que no encajaba con el resto. Y creía que nunca lo haría. Ni siquiera me esforzaba.
 
¿Para qué?
 
Los únicos lazos que había creado, no hicieron más que traerme problemas y sumirme en el delirio y la depresión que actualmente me consumía. 
 
Era triste mirar atrás, pero era más doloroso estar plenamente consciente de que no recuperaría los valiosos momentos que alguna vez me habían hecho feliz.
 
Recluido una vez más en un mundo solitario. Me pasé noches enteras meditando sobre el asunto.  
 
Naruto (siendo ilusión, espejismo, aparición o lo que fuera), había sido mi razón de ser. Sin embargo, no sentía que yo hubiera sido alguna vez la suya. Después de todo, tuve gran parte de la culpa de lo que le ocurrió. 
 
Él había sido mi luz, pero yo no dejaba de ser oscuridad. 
 
Su presencia me había devuelto las ganas de vivir. Mi existencia, en cambio, le había marchitado.
 
Tenía mis memorias de vuelta, y no obstante, no me servían de nada.
 
Apagué la luz de la mesa que constituía mi escritorio cuando le vi llegar. 
 
Del otro lado del edificio, Naruto acababa de entrar a su dormitorio. Era todo sonrisas y alegría. Se dejó caer de espaldas sobre el colchón y abrazó una de las almohadas a su costado.
 
Desde que me había mudado, me pareció un hecho curioso que él dejara siempre abiertas las persianas de su recamara. Yo había elegido mi habitación actual precisamente porque daba directo a la de él. 
 
Podía verlo, pero él a mi no. Porque era cauteloso y solía asegurarme de correr las cortinas en todo momento. Vivía literalmente en penumbras, y él, sin siquiera saberlo, constituía la fuente de luz (probablemente la única)  y más importante de todas. 
 
No tenía las suficientes agallas para hacer frente a los hechos. No quería vivir mi vida ligado a hechos trágicos. Naruto no lo habría querido. 
 
En su lugar, resolví dejar las cosas así. Tarde o temprano lo superaría, retornaría a una nueva rutina y quizá con el tiempo, todo mejoraría. 
 
Una cosa era segura.
 
Ya nada podía empeorar.
 
O al menos eso pensaba.
 
Transcurrieron doce días y yo seguí con la rutina de antaño. Estudiaba la mayor parte del tiempo, me abstraía en cavilaciones pasadas y me esforzaba en cumplir todo lo que el resto de individuos suelen hacer, asi sea mecanicamente, para seguir con vida.
 
A la mañana siguiente, mi rutina empezó a descarrilarse debido al mal clima. 
 
Yo ya no estaba al tanto de las actividades diarias de Naruto. Había resuelto sepultarlo en el olvido, asi que dejé de mirarlo. Me trasladé a otra de las habitaciones y pensaba irme pronto. 
 
Empero, aquella mañana, llovía a raudales. 
 
Encerrarme en mi mundo había sido la única manera de seguir con vida.
 
Salí al balcón, guiado por el impulso. Quería mojarme un poco, sentir el rocío en mi piel.
 
El viento helado me abraza en cuanto salgo de mi recamara. La gruesa cortina de agua me impide ver más allá. Es hermoso. 
 
Me dejo envolver por la humedad y, al alzar la mirada, noto algo que desentona con una de las orillas de la azotea. Se trata de un par de zapatos. 
 
Me quedo viendolos unos instantes antes de que mi cuerpo reaccione a lo que mi mente acaba de conectar.
 
De un momento a otro, me sorprendo a mi mismo corriendo hacia las escaleras, derrapando cada tanto debido al agua que escurre constantemente de mi cuerpo. 
 
Asi y todo, no me lleva mucho tiempo llegar. 
 
Al abrir la puerta, grito su nombre con todas mis fuerzas. 
 
Naruto esta en el borde, de espaldas y con los brazos extendidos. Nada más oírme, su rostro sufre una importante transformación. 
 
Noto sus facciones tensas, pero no aprecio las lágrimas que deben surcarlo en consecuencia a la lluvia.
 
-¿Sasuke?
 
Parece consternado. 
 
Lo intento una vez más. 
 
Él se aleja del borde y corre a estrecharme. 
 
**
 
Ya en mi habitación, lo invito a tomar asiento mientras le ofrezco una de las toallas para que se envuelva con ella.
 
Habíamos estado abrazados bajo la tormenta unos minutos. Sin decirnos nada. No hacía falta. Naruto se aferraba a mi espalda como si la vida se fuera en ello. Y en parte, asi era.
 
Me relató cómo se había establecido en la casa de su padre adoptivo. Había vivido relativamente bien unos días, pero mi recuerdo seguía atormentandolo. 
 
Me quería, pero no soportaba el hecho de haberme perdido. 
 
Había comenzado a asistir a terapias luego de dejar el hospital. Nunca mencionó nuestros encuentros en la azotea, y tampoco me esforcé en tocar el tema. Era un hecho que no lo recordaba. Su mente se había paralizado en el tiempo. Tal cual me había sucedido a mi.
 
Naruto había hecho amistades. No le iba tan mal en el colegio, pero me extrañaba demasiado. No quería y no podía vivir con mi ausencia.
 
Asi que decidió quitarse la vida. 
 
Había decidido hacerlo en el edificio de junto, pero cuando la lluvia empezó a arreciar, decidió hacerlo justamente en el que nos encontrabamos los dos ahora.
 
¿Era el destino el que se empeñaba a juntarnos una y otra vez?
 
Me acerqué a él y, lentamente, lo besé.
 
Sin duda asi era.
 
-Todo va a estar bien.
 
Lo miré en silencio y él me tomó de las manos, como si temiera que fuera a irme de su lado.
 
Porque, Naruto y yo, no éramos nada sin el otro.
 

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