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Memories por RLangdon

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Estoy de pie en el borde de la azotea. La fresca brisa matutina choca contra mi rostro, alborotando mi cabello. Se siente agradable, como una caricia. Lentamente cierro mis ojos, recordandome a mi mismo la razon que me llevo a este sitio en primer lugar. Es una hora idonea y siete metros me separan de la muerte segura. Todo es propicio.
 
Me permito disfrutar del momento. Desde hace tiempo la vida perdió significado para mi. No hay nada relevante que me ate, ni bienes terrenales que me seduzcan. Solo la muerte susurrandome cada noche que acuda hacia ella.
 
Extiendo poco a poco mis brazos e imagino que son alas. Mi ritmo cardiaco empieza a acelerarse. No habrán mas citas con la psiquiatra. No más molestas sesiones y, lo mas importante, ya no habrá más dolor.
 
Doy poco a poco la vuelta, dejando que mis pies se deslicen por el borde de granito hasta que quedo de espaldas. Sería bueno poder volar y alejarme de los problemas, pero una solución más propicia es precisamente en la que me encuentro ahora.
 
No más discusiones con mis padres...
 
Relajo mi cuerpo.
 
No más pesadillas...
 
De repente, algo toma bruscamente de la manga de mi chaqueta, tirando de mi hacia el frente, haciendome tropezar y descender del borde en que me hallaba hasta que caigo en terreno seguro.
 
-¿Qué demonios?
 
Levanto la mirada, mi respiración se corta brevemente al toparme con unos grandes y expresivos zafiros azules que me atraviesan como una daga. Los cabellos dorados se ondean con la brisa. Allí, justo delante mío se encuentra un chico confrontandome con su incipiente y profundo mirar. Se ve molesto, tanto que llega a desconcertarme.
 
-¿Acaso estás loco?
 
Y entonces reacciono al rememorar lo que ha sucedido...error, lo que ha debido suceder y no ocurrió por culpa de aquel chiquillo.
 
-Idiota- reacciono de manera violenta, no mido mis fuerzas al sujetarlo de las solapas de la camisa para luego levantarlo en vilo y estrellar su espalda sobre el tinaco metalico que hay detras suyo.
 
Rápidamente suaviza su mirada, ladeando el rostro para no verme a los ojos.
 
¿Esta...?
 
-¿Por qué diablos lloras?- inquiero aflojando el agarre al intuir que la causa es el dolor fisico, pero no me mira. Sigue sin mirarme y eso me cabrea de forma inexplicable. -No te lastime- alzo la voz, ansiando confrontarle de una vez por todas. Por fin me mira y las lágrimas cesan.
 
-No ibas a lograrlo de todas formas, dattebayo- dice, encogiendose de hombros. Siento mi pecho encogerse dolorosamente por el comentario. Estaba llorando por lo que pensaba hacer.
 
-¿A ti qué te importa?- estampo mi puño sobre la superficie de metal. Mis nudillos arden y he tensado la mandíbula sin querer. Duele.
 
-Una vez una chica quiso hacer lo mismo y se fracturo un brazo y una pierna.
 
-¿Quién eres y por qué estás aquí?- mi desconcierto crece cuando le veo sonreír.
 
-Me llamo Naruto, dattebayo- me extiende su brazo pero no lo tomo. Lentamente lo retira y se rasca la nuca en actitud pensativa. -Vivo en este edificio.
 
Separo los labios pero vuelvo a cerrarlos en vista de que no tengo nada para decir. Una mezcla confusa de emociones me azota sin cesar. Furia, desconcierto, tristeza...
 
-Lo has arruinado- murmuro al vacío, dandome cuenta de que he perdido el valor y la indiferencia que me habían arrastrado allí en primer lugar.
 
El chico esboza una sonrisa confusa, entre añorante y melancolica.
 
-Me alegra haber llegado a tiempo, dattebayo.
 
Esa estúpida muletilla empieza a fastidiarme. Su presencia, todo me molesta.
 
-Mira...Naruto, ¿verdad?- asiente energico y mi enojo comienza a disiparse por alguna extraña razon. -La próxima vez que interfieras, asegurate de tener un motivo que...
 
-No ibas a lograrlo, dattebayo- reitera. Otra vez sus ojos azules me atraviesan con una fijeza abrumadora.
 
-¿Cómo estas tan seguro?- le cuestiono, cada vez mas confuso por su proceder.
 
-Porque una vez lo hice y solo me rompí unos huesos.
 
-Mientes- lo digo sin pensar.
 
Naruto tuerce los labios, niega con la cabeza y se hace un dobladillo en el pantalon que me permite apreciar una cicatriz que asciende por el costado de su tobillo.
 

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