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Angeles y Demonios por LuchoDigimon20

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Notas del capitulo:

En este capítulo intentaré darle un poco de sentido a lo que dice el resumen, ya que el prologo lo dejé un poco ambiguo en cuanto seria la trama de los personajes.

En cuanto personajes. yo dije, entre más mejor. Y dependiendo de como evolucione la trama, de pronto pueda haber más parejas o malentendidos.

Los dejo con el capítulo.

Parecía ser solo un brote de gripe cuando inició, uno que otro con síntomas graves. Por eso, ni él ni sus amigos le puso cuidado cuando inició. Solo fue cuando vieron la extensión del problema que fue demasiado tarde para hacer algo.

La nueva enfermedad solo afectaba a aquellos que tuvieran un Digimon como compañero. Debido a la conexión entre el niño y el Digimon, el niño también era víctima de los síntomas. Solía empezar con tos seca, luego fiebre por encima de los treinta y ocho grados Celsius y, así, mientras el Digimon sufría horrorosos dolores que amenazaban con despedazarlo.

Aunque supieron que se trataba de una enfermedad de origen digital, nadie pudo encontrar la causa. Cuando rogaron a las deidades guardianas del Mundo Digital, solo recibieron el silencio en respuesta.

Los que habían sido Elegidos, ahora estaban abandonados a su suerte. Algunos ya habían caído mientras que otros luchaban.

No hubo peor enemigo que aquel que no pudiese verse ni tocarse.

Ese tipo de situación solo se había repetido una vez en el pasado, cuando los invadió una entidad a la cual los Digimon llamaban el verdadero Enemigo. Pero esta vez no ocurrió el milagro de esa vez. La enfermedad no desapareció como si lo había hecho esa masa voraz de color rojo. Empeoró.

Las naciones del mundo declararon cuarentena y aislamiento, pero no fue suficiente. Fue solo cuestión de tiempo hasta que algunos de sus amigos se infectaran.

Así terminó él, en solitario y en un cuarto de hospital, sin saber nada de sus padres. Wormmon estaba ahí, pero inconsciente, incapaz de entablar conversación o dar consuelo.

Ken, sin embargo, tampoco podía hacer mucho. Estaba conectado a una máquina para ayudarlo a respirar, junto a un montón de jeringas y cables que le suministraban cualquier tipo de sustancias para ayudarlo a mantener las funciones de su cuerpo.

Había visto a muchos en su condición, por lo que sabía lo que le esperaba. Era lo mismo que había pasado ya con Takeru, Cody y Davis. No esperaba recuperarse, al menos no como si lo habían logrado Tai, Matt y Kari, con un curioso efecto secundario.

Esperaba que llegara su momento final, de su dolor y sufrimiento.

Repasaba constantemente los episodios de su vida una y otra vez, con la simple sospecha de que iba a morir al momento siguiente.

Curiosamente, encontró un pasaje enterrado que le costaba sacar a la luz. Recordaba haber regresado esa tarde al cuarto de su hermano mayor después de primera aventura, haber peleado con su hermano por la posesión del Digivice y su viaje al Mar Oscuro. Pero, cuando intentaba mirar hacia su primera aventura, se encontró con solo imágenes cortadas y borrosas.

Algo de un monstruo gigante de cuatro brazos cayendo sobre la arena y rompiéndose en pedazos. Algo de una semilla negra implantándose en su nuca.

Había un chico junto a él. ¿Quién era ese chico?

Se perdió en ese momento. Las máquinas que lo monitoreaban mostraban que su cuerpo estaba sufriendo múltiples fallas.

¿Quién era ese chico? ¿Por qué era importante para él?

El cuerpo de Wormmon se fragmentó y desapareció.

¿Por qué no podía recordarlo?

¿Alguien se había metido con sus recuerdos?

El marcador del electrocardiograma dejó de producir señales.

El corazón había dejado de latir.

Había llegado el final

¿No es así?

xxXxx

La salinidad del ambiente inundó su sentido del gusto y el olfato, al tiempo que su piel sentía la brisa marina. Sin embargo, el frío se colaba en sus huesos y el silencio era atormentador. Más allá de eso, lo que llama una mala sensación se instaló en su pecho, haciendo que comenzara a entrar en pánico.

Descubrió que era prisionero de esa playa oscura y maldita que había visitado esa primera vez, con su cabello y ropa cubiertos por arena.

¿Qué significaba todo aquello?

¿Acaso no había muerto hace unos momentos en el cuarto de hospital?

Con su vista, empezó a buscar a su compañero Wormmon, encontrando de forma inquietante no verlo en las cercanías.

Intentó calmarse. “Probablemente este buscando algo de comer, ya vendrá dentro de poco”

Sin muchas ganas de moverse, Ken se sentó al borde de la línea que delimitaba la tierra con el mar y miró el frío horizonte.

Esperó y dejó que miles de imágenes poblaran su cabeza. Algunas pertenecían a su pasado, de su tiempo como Emperador de los Digimon, de su amistad con Davis y los demás chicos y, de nuevo, de aquel joven que no lograba identificar.

Ken frunció el ceño. ¿Quién era él?

“¿Te quedarás ahí todo el día?”, una voz llamó su atención. “Hará frío y quedarás expuesto a los múltiples peligros de este mundo”

Cuando volteó a ver quien era, sorprenderse era una acción muy leve respecto a lo que estaba experimentando.

“¿Hermano?”, Ken preguntó.

Era Osamu, tal como lo recordaba ese día antes del fatídico accidente.

“Así es, soy yo. ¿Quién más creías que yo podría ser?”

Ken se levantó en ese instante. “Pero estás muerto”

“Al igual que tú, ¿no?”, Osamu respondió con una voz burlesca.

Y antes de que Ken pudiera decir otra cosa, Osamu continuó. “Esto les pasa a todos aquellos que no son capaces de aguantar el X-Program de Yggdrasil”

“¿La Enfermedad?”, Ken cuestionó. ¿Cómo Osamu sabía algo que él mismo ignoraba?

“Tienes mucho que aprender, hermanito”, Osamu sonrió. “Pero tenemos todo el tiempo de la Eternidad…”

Fue en ese momento que hizo acto de presencia una tercera persona. Ken lo reconoció como el chico de sus visiones.

“Aléjate”, el recién llegado advirtió.

Osamu, por su lado, recibió al invitado con una mirada agria. “Estas muy lejos de tu campo de acción Tamer”, habló, ignorando las amenazas.

“Ya no más. Al parecer estás enterado de quien soy”, el recién llegado no era más que Ryo Akiyama, o lo que se había convertido. “Pero no se quien eres. ¿Tendrías la amabilidad de mostrarte tal como eres?”

Ken no entendió y el silencio entre los tres se hizo pesado. Al final, los nervios lo obligaron a hablar. “Es mi hermano…”

“¡No es tu hermano!”, Ryo lo interrumpió. “Ni siquiera es humano”

“Nada se te escapa, ¿verdad?”, ‘Osamu’ dijo, confirmando las palabras del extraño. Ken, sabiendo que era verdad, se apartó lo más rápido que pudo de su ‘hermano’.

‘Osamu’, en particular, parecía bastante molesto. “No veo como lo que haga o lo que pase en el Área Oscura deba interesarle al legendario Ryo Akiyama”

“Ryo”, Ken repitió en un murmullo, probando cierta familiaridad en esas palabras.

“Normalmente así sería, pero algo que me interesa se encuentra precisamente aquí”, Ryo respondió. “No permitiré que lo corrompas a tus deseos, Digimon”

“Estas cruzando la línea, debes ser muy valiente o muy tonto para venir a amenazarme en mis dominios”, entonces el cuerpo de ‘Osamu’ cambió y se convirtió en el de un ángel, un querubín, de cabello rubio y diez alas angelicales. “Pero esta bien, puedes tenerlo. Sinceramente, yo solo tenía un poco de curiosidad…”

“¿Así tan fácil?”, Ryo cuestionó incrédulo.

“Ambos tenemos diferentes agendas”, el Digimon angelical se excusó. “Ken Ichijouji no hace parte de mis ambiciones. Es más, como acto de buena fe, les abriré la puerta para que ambos puedan salir de este mundo”

Ken tragó saliva, dudando si podía confiar en alguien que hasta el momento lo había engañado. Aunque aquel Digimon tuviera el aspecto de un ángel y sus alas blancas irradiaran pureza, podía sentir algo oscuro y demoniaco en su interior.

“No será necesario. Si pude entrar aquí, seguramente podré salir de tus dominios”, Ryo sonrió.

Al parecer, el tampoco se fiaba del Digimon.

“Como desees”, el ángel respondió. “Al menos déjenme presentarme, no hacerlo seria una falta de respeto. Soy Lucemon, el Emperador del Área Oscura”, dijo, haciendo una exagerada reverencia.

Lucemon, el Señor Demonio, observó como Ken levitaba y se reunía con esa cosa que una vez fue Ryo Akiyama para luego desaparecer.

Pronto, el ángel haría lo mismo. Probablemente regresaba a su palacio, no sin antes regalar una última mirada al vacío del océano. Algo había llamado su atención, o tal vez ya sabía que algo se encontraba en ese sitio desde antes.

Fuera lo que fuera, su expresión hacia eso no fue desdeñosa ni indiferente, sino amable.

xxXxx

Takato, desde la más profunda inquietud, se levantó de golpe como lo hacía algunas mañanas. Lo que había visto era demasiado para procesar. Había visto a Ryo, a ese chico que se llamaba Ken y ese Digimon que se había hecho pasar como el hermano de este último.

Lo peor era que había llamado la atención del Digimon, Lucemon. Fue un tonto pensar en que nadie lo descubriría y ahora le preocupaba que el infierno mismo se desatara en la puerta de su casa por lo que había hecho.

“Takato, ¿estás bien?”

Fue la voz de su compañero, Guilmon, quien había vuelto a su vida hace unos cuantos meses.

“Si, solo…”, por dónde empezar a explicar.

Por supuesto, había tenido que empezar a dar explicaciones a sus amigos cuando este ‘predijo’ con total exactitud la hora y el lugar donde sus Digimon acompañantes emergerían después de haberlos pedido hace cuatro años.

Por consiguiente, no lo había podido, se trabó con sus propias palabras y al final dijo que solo se trataba de una corazonada. En el caso de Guilmon, era un caso distinto dada la conexión única que compartían. Guilmon lo supo todo, incluyendo el hecho de que él los había traído con la ayuda de sus misteriosas habilidades.

Las mismas que había empleado para fisgonear entre las grietas entre los mundos la noche anterior.

“Creo que metí mis narices donde no debía”, respondió.

“¿En serio?”, Guilmon le preguntó.

Viendo a su Digimon, no pudo dejar de notar el cambio que este había sufrido. Ocurrió de repente y que sin nadie lo anticipara.

Comenzó para él como una gripe común, una que pronto se agravó y que requirió de hospitalización. En cambio, para Guilmon, comenzó como horribles y desgarradores dolores que amenazaban con fragmentarlo.

La lucha para ambos fue dura, pero ambos supieron sobreponerse. Guilmon evolucionó e incluso adquirió nuevas destrezas. Sin embargo, Takato agradecía que ninguno de sus otros amigos tuviese que haber pasado por ese suplicio.

“Fui a un lugar donde nunca había estado. Era como una especie de playa, pero todo ahí era gris y frío…”

Takato recordó bien el escalofrío que sintió cuando se introdujo en ese sitio, el Área Oscura, como Lucemon lo había llamado.

“Vi a un chico tirado en la arena, despertando… se lo veía muy desolado”, Takato mencionó con un nudo en la garganta. “Y luego aparecieron ellos”

Guilmon se acercó, intrigado por la información que estaba recibiendo del viaje nocturno de su Tamer.

Sin importar la ocasión, le encantaba que Takato le contara sus historias. Aunque hubiese pasado mucho tiempo en el Mundo Digital, para Guilmon y sus amigos era imposible explorarlo todo en su totalidad. Para Takato, era distinto.

Takato podía viajar a donde quisiera y sin ninguna limitación, incluso podía acceder a otros planos de la existencia que ni los Digimon imaginaban que existían.

Solían ser historias maravillosas, pero no esta vez. Guilmon, por ende, se preocupó.

Lamentablemente, no hubo más tiempo para indagar. El D-Ark emitió una señal, y eso solo podía significar una cosa. Un Digimon, u otra cosa, había ingresado desde el Mundo Digital.

xxXxx

Tai Kamiya suspiró, de pie delante de la tumba de Ken Ichijouji, el último de sus amigos en caer. Con Ken, todos los portadores del Digivice D-02 habían sucumbido ante la plaga, con la excepción de Kari por supuesto.

A su lado, se encontraba Agumon, o Agumon X, tal como se llamaba ahora.

“Es una verdadera pena”, Agumon comentó. “Esperaba que Ken pudiera superarlo”

“Lo sé”, Tai asintió.

La plaga les había quitado mucho. Amigos, amantes y conocidos, muchos habían muerto. En general, la población de Elegidos había descendido en más de un 80%. Entre los infectados, ellos y otros pocos habían sido los únicos que habían logrado superar la enfermedad, y una menor proporción tuvo la fortuna de no haberse infectado.

Esos afortunados eran los Elegidos por una fuerza superior que los odiaba. Y Tai y Agumon los odiaba con todas sus fuerzas.

“Los demás no vinieron”, Agumon dijo.

“Probablemente no querían ver como enterraban a otros de sus amigos”, Tai respondió, con un tono neutro.

“Puedo entenderlos, yo tampoco quería venir…”

“Yo tampoco…”, Tai confesó.

Era duro.

Recordó que casi se desmoronó cuando Davis cayó.

Pero el haberle arrebatado a su sucesor espiritual, su segundo hermano menor, le dio fuerzas renovadas y una razón para continuar. El enemigo seguía allá afuera, conspirando para destruir a todos y cada uno de los supervivientes de la plaga.

Tai sabía que no podía quedarse de brazos cruzados.

“Agumon, ¿Qué hay de la señal que se detectó?”

“Pudimos volver a localizarla”, el aludido respondió. “El Caballero Real fue detectado al final en la Zona 0 del Cuadrante Sur. Ahora mismo un equipo de exploración está detrás de él”

Tai asintió. “Es raro que esté aislado, nunca se había presentado una oportunidad como esta”

“¿Te preocupa que sea una trampa?”

“Supongo que debemos arriesgarnos”

xxXxx

El equipo de exploración, o de persecución, era compuesto por solo dos individuos. Matt Ishida y su compañero evolucionado, MetalGarurumon X. El objetivo era simple, capturar al Caballero Real y conseguir información crucial acerca de los planes del enemigo.

Era una lástima que no pudieran exterminarlo, aunque esperaba que se resistiera para poderle dar una paliza.

Hasta el momento era lo que había encontrado. La Zona 0 parecía estar protegida en contra de incursiones de parte de otros sectores del Mundo Digital, pues MetalGarurumon tuvo que enfrentarse a programas de defensa, especialmente diseñados para borrar Digimon.

Afortunadamente, MetalGarurumon era superior y no tuvo demasiadas dificultades.

Al entrar a la Zona 0, fue cuando se llevó la gran sorpresa. Era Tokio, o al menos una replica exacta de la capital de su país.

¿Había regresado a su hogar sin darse cuenta siquiera?

No, eso era imposible. Las coordenadas que les había entregado Maki Himekawa eran exactas y nunca se equivocaba.

“La señal es fuerte, Matt”, MetalGarurumon dijo.

Eso lo confirmaba. El Caballero Real se encontraba en este Tokio, esta replica. Si fuera su propio mundo, ya lo hubiesen encontrado desde hace mucho antes.

“Debemos apresurarnos, no queremos llamar la atención de otro Caballero Real”, Matt dijo a su compañero.

A lo que MetalGarurumon sonrió. “Él se aproxima a nosotros, pero no es el único. Hay otros Digimon que vienen con él”

xxXxx

Takato observó por un tiempo la pantalla de su D-Ark, esperando información del Digimon Salvaje.

MetalGarurumon X

Etapa Definitiva

Tipo Datos.

Sus ataques son Grace Cross Freezer y Aliento de Cocito.

Takato frunció el ceño al saber que se trataba de un Digimon muy poderoso, pero, más allá de eso, hubo un detalle que le llamó la atención. MetalGarurumon X, al parecer una subespecie de MetalGarurumon, llevaba ese mismo sufijo al final de su nombre.

Al igual que Guilmon.

Mas las sorpresas no pararían ahí, una más lo esperaba apenas la niebla se hubiese despejado. MetalGarurumon X no se encontraba solo, en cambio, era acompañado por un humano.

Era un Tamer como él.

Sus amigos también debían sorprenderse, seguramente lo harían cuando llegaran al sitio. Por fortuna o no, Takato y Guilmon eran los primeros.

Y haciendo un análisis, se topo con la mirada igual de sorprendida de la persona que tenia al frente. ¿Era que no esperaba encontrarse a otro Tamer como él?

Bueno, eso no importa. Mejor porqué no saludaba. “Hola…”, dijo con algo de nerviosismo.

Fue verdaderamente incomodo cuando no recibieron respuesta de ninguno de ellos. Sin embargo, lo que produjo en él mayor inquietud fue una visita inesperada de algo que ya había visto. El Digimon que había dicho que gobernaba el Área Oscura.

“Maldición”, pensó. Era Lucemon, quien se acercaba por detrás al recién llegado a paso lento.

“Takato, ¿pasa algo?”, Guilmon preguntó, preocupado.

“¿No lo ves?”

“¿Qué cosa?”

¿Guilmon no podía ver a Lucemon?

De hecho, MetalGarurumon X y su compañero tampoco reparaban en su presencia, y eso que se encontraba tan cerca de ellos.

“Oye… yo…”, intentó advertirles, pero sus palabras murieron antes de salir de su boca.

Impotente, observó como el ángel se acercaba por detrás al chico de cabello rubio, aproximándose a su oído dijo una serie de palabras que no pudo distinguir. Entonces, una vez dichas esas palabras, el rostro del chico se contrajo en ira.

Fue una expresión tan dura que Takato no pudo evitar retroceder. Guilmon gruñó, presintiendo el peligro que se avecinaba y, al final, ambos tuvieron que prepararse para lo peor cuando el rubio dio la orden.

“MetalGarurumon, ataca”.


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