Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Todo por Riki por Arwen Diosa

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Raoul Am tenía una mente privilegiada, y podía evocar desde sus recuerdos cualquier fragmento vivido, como si los tuviera sobre sus ojos en nueva cuenta.
Nunca se había considerado un masoquista, pero revivir los momentos al lado de Katze, dolían lo suficiente como al mismo tiempo querer cumplir con todas las solicitudes y exigencias de Iason Mink, sin reparos, para tenerlo de nuevo entre sus brazos.
Lo primero que conoció de Katze fue su faceta elegante, refinada e inteligente; el porte recto de su espalda dibujaba las líneas más largas y armoniosas de su figura, vistiendo su traje oscuro… o así lo recordaba Raoul, del primer día donde Katze lo impresionó.
Recordaba estar preocupado por Iason ante su irracional comportamiento poco Blondie, al mantener a Riki como mascota por tantos años y para ahondar males lo trasladaba a un departamento lujoso, lejos de Eos, donde también se perdía constantemente, desplazando todas sus demás actividades. Raoul se sentía así: desplazado. Su amistad pasó a conversaciones breves por el pasillo y post reuniones. Adiós los largos encuentros con juegos de mesa o disfrutar juntos de algún espectáculo con conversaciones entretenidas.
Raoul estaba preocupado, pensaba en todo el daño que la reputación de su hermano estaba sufriendo y solo pensaba en las terribles consecuencias que caerían irremediablemente sobre Iason. Tenía que evitarlo, debía existir alguna forma más allá de prevenir al favorito de Júpiter. Claro que hablar con él no estaba funcionando. Además, no quería interferir directamente más de lo echo, temía llamar demasiado la atención sobreprotectora de Júpiter sobre el asunto, llegó a la conclusión que el mejor camino, era recurrir a lo que creía que estaba muy por debajo de él.
Un chucho, un simple ex mueble, usado como el lápiz más puntiagudo de la caja de colores de Iason… una simple herramienta barata para los diversos trabajos. Reuniendo su objetividad, Raoul se preparó para visitar al “competente” mestizo, llamado Katze.
No es como si fuera a pedir cita, simplemente se apareció en su oficina. La conocía porque había visto al hombre como sombra de Iason varias veces cuando se reunían en ese lugar, pero nunca distinguió realmente a Katze, era un mueble más detrás de su Amo.
Sólo lo vio una vez antes, cuando Katze era un jovencito. Pero había pasado tanto de eso.
Cuando entró en la oficina, Katze estaba de pie al lado de la amplia ventana, mirando a lo lejos con expresión neutra. La luz del sol muriendo a lo lejos le pintó el rostro y reflejó un brillo luminoso en sus ojos dorados. Vestía un traje costoso y camisa, ambas de color negro azabache, resaltaba bastante su piel nívea. Pero el detalle que adornaba con gusto su aspecto era la joya de forma ovalada en color turquesa. Le recordó un poco a los ojos de Iason y como una ocurrencia para examinar después, Raoul pensó que lo mejor sería que fuera verde, como el de sus propios ojos.
Cuando se giró para verlo, tenía la expresión tranquila y labios rectos.
Labios bien formados, llenos y rojos.
Basándose en observaciones clínicas e investigaciones antropométricas, Raoul definió la tipología constitucional de su cuerpo con una mirada conocedora y eclipsó de diversas formas todas las criaturas que consideraba hermosas.
Luego vino todo lo demás: la educada voz y el comportamiento digno con elegancia de modales refinados, su caminar modulado y su carácter alejado de zalamería absurda. Cuándo Katze puso las manos sobre el escritorio, supo que podría quedar loco por éste sujeto. Eran manos masculinas y armoniosas, las más finas que jamás vio…
Raoul buscaba la perfección y varias de sus creaciones de laboratorio encontraban la muerte por su capricho, o bien podría llamarse determinación, de encontrar las manos perfectas. Una parte del cuerpo poco vistosa, cuando se trataba de otros aspectos, pero tan importante para los verdaderos buscadores de la belleza.
Katze tenía las manos pálidas y de piel tersa, dedos largos poco nudosos y las uñas cuidadas con el perfecto recortado. Sin cicatrices, ni marcas visibles.
¿Y la cicatriz de su rostro? ¿Ese detalle no desmejoraba todo lo demás? No, Raoul recordada bien el rostro de Katze sin cicatriz, y conocía la historia detrás de ella. Veía esa marca como un precio que pagó por mantenerse con vida. Katze era perfecto con o sin ella.
A pesar de ser solo un mestizo con el título poco honroso de mueble, había demasiado orgullo en Katze, que Raoul notó de inmediato. Era orgullo de un trabajo muy bien echo, de ser competente en lo que se le confiara. Y como dato, también notó la lealtad a Iason, pues los objetivos de Katze, siempre eran en favor a los intereses de su Maestro y los cumplía sobrepasando las expectativas, Iason siempre hablaba de esa forma de este chucho en particular. Raoul creía que era una exageración… en realidad, no.
En posteriores reuniones, notó que la personalidad de Katze no era un plano trazado de forma unilateral, si bien cerca a los Élites y más aún frente a Iason, su comportamiento era impecable, había ganado por buenas razones el título de Líder del Mercado Negro, daba órdenes a sus subordinados como un verdadero maestro con autoridad irrevocable, ocultaba su arma siempre cargada en su desgastada chaqueta y era capaz de llenarse la boca del lenguaje soez de Ceres junto a sus infaltables cigarrillos.
Fue fascinante conocer ese lado suyo…
Sin embargo, Raoul no estaba acostumbrado a recibir negativas y la sorpresa que venga de Katze lo hizo sonreír de adrenalina ¿Quién se creía este chucho? Negándose a responder preguntas, incluso fue tan sutil para darle una advertencia: “Me veré obligado a decírselo a mi Maestro”. Eso fue poner una línea muy bien pensada para reprimir posibles represalias… Así que Raoul continuó visitando al obstinado mestizo que se oponía a cooperar en su propósito de entender el comportamiento de Iason Mink, y sin darse cuenta, perdió la objetividad de su misión, cuando para conseguir algo de ayuda ofreció voluntariamente camuflados chantajes de una cena lujosa o un almuerzo, acompañados por un bello paisaje…
Varias fueron las ocasiones donde se quedó esperando y esperando, hasta comprender que Katze no llegaría a la cita ¡Qué desplante! Pero más sorprendido se quedó Raoul, que lejos de sentirse ofendido e indignado, se llenaba la mente de preocupación ¿Si algo malo le pasó de camino a su reunión? Hay muchos locos conduciendo por ahí. Estas veladas terminaban con él, llamando insistentemente al comerciante hasta que contestara o si no lo hacía, lo buscaba con insistencia.
Katze se presentaba a otras, sin mas demora, tal vez para evitar que Raoul lo volviera loco con insistentes llamadas o para que no se apareciera en sus oficinas; fue gratificante para ambos poder compartir agradables conversaciones inteligentes, Raoul se deleitaba del refrescante ángulo alejado de la falsa cortesía de sus hermanos Élites que Katze usaba, y a su vez, Katze aprendió que Raoul Am era en realidad alguien amable con él, invitándolo a comer, haciendo obsequios y preocupado por su salud... Sorprendentemente el tiempo se hacía relativo para Raoul, minutos ligeros cuándo estaban cerca y horas interminables deseando la siguiente velada, deseando que acudiera.
Una noche, después de despedir al pequeño grupo de violinistas, quedó claro que Katze no llegaría. Fue extrañamente preocupante el darse cuenta de su propia angustia ¿Dónde estaba el mestizo obstinado? Decidió que no era suficiente llamarlo o intentar rastrear su ubicación. Fue a su oficina, a su departamento en Midas y por último, lo encontró, en su refugio subterráneo.
Quizá, si el pelirrojo testarudo hubiera contestado a su infinidad de llamadas, hubiera llegado antes para detener la hemorragia provocada por una lesión de arma punzante en zona derecha costal.
Botiquín en el suelo del baño, varios objetos esparcidos y Katze desplomado cerca a la bañera en un lío sangriento.
Raoul nunca se sintió tan angustiado al saber que un humano podría morir, delante de sus ojos y entre sus brazos… nunca la desesperación de encontrar asistencia pronta y evitar la muerte rugieron en sus tímpanos. Experimentó la verdadera dicha de evitar lo peor y verlo abrir sus hermosos ojos y sonreír.
-Nunca imaginé que despertaría un día para verte precisamente a ti – pareció que lo dijo aún bajo los efectos de la anestesia después de una cirugía de emergencia, rio un poco entre dientes y se quedó dormido de nuevo.
Convencido que estaba fascinado por Katze, continuó en esa misma dinámica de relación, donde Raoul parecía que lo perseguía y Katze no se dejaba encontrar, pero surgió una cena particular como agradecimiento por salvarle la vida y algunas más después de esa, donde permitieron a sus sentimientos emerger a la superficie sin la marcada barrera social entre ellos…
Sólo eran Raoul y Katze.
Pero llegó Dana Bahn, que marcó sus claros papeles, bajo la mirada de Júpiter que vigilaba todo, Raoul hizo aquella llamada a Katze después de la explosión. Notó el miedo en su voz incierta y en la mentira que contó. “Guarda silencio”, le dijo para protegerlo, para minimizar su participación.
Siempre pensó que la lealtad de Katze por Iason, era un síntoma normal que guardaban los muebles por sus Maestros. Pasaban tanto tiempo atendiendo sus necesidades que podían anticiparlas, dándoles un sentimiento de utilidad y que su existencia era una necesidad de aquellos a los que servían.
Raoul estaba equivocado, en Katze era más que eso.
Al día siguiente de la explosión, Raoul se aproximó a la guarida de su pelirrojo, debajo de la farmacia. Podía permitirse unas cuantas horas ante todo el caos de la Torre Eos.
Katze nunca contestó sus constantes llamadas y ahora no abría la puerta; sabía que estaba ahí, era tan obvio, por debajo de la rendija del portal se sentía el olor acre de sus cigarrillos filtrándose perceptiblemente para su sensible olfato. Después de insistir un poco más, se abrió.
Una nube de humo irrespirable golpeó a Raoul, agitó la mano para poder adentrarse.
Katze estaba cerca a la entrada, vestía unos vaqueros desgastados, su suéter grueso y tenía los ojos rojos.
Se veía un poco hostil, ceñudo y con el palito blanco colgando de sus labios; no lo miró. No dijo nada, solo marcó espacio entre ellos.
-Los encontraron… Júpiter actuó rápido.
Apenas movió los ojos a su dirección, había más que dolor en su mirada… era desolación.
Katze adoraba a Iason y había poco que no haría por él.
-Están vivos, los dos.
Esas palabras le devolvieron el color a su piel y a sus ojos, que parecían muertos. Katze podía respirar de nuevo.
¿Iason sabía lo que significaba para su leal mueble? Raoul se lo preguntaba, pero entendió y respetó esos sentimientos… amaba al hombre que había debajo de esa faceta de mueble o comerciante y sabía que Iason nunca podría acoger entre sus brazos su figura esbelta o secar con calma sus lágrimas. Tal vez fue egoísta por parte de Raoul pensar así, quizá hubo indicios de celos naciendo, pero tampoco tenia que ser de esa forma.
Porque Iason era el Maestro.
Pero Raoul era su amante.
Y veía impotente, a través de su pantalla la total fuerza del Maestro que usaba implacablemente a su mueble para sus propósitos.
Como si Katze, fuera un objeto inanimado.
Sintiera lo que sintiera Katze, era como si el mundo se estuviera cayendo a su alrededor.

 

Era tan inesperado que un estado emocional como el nerviosismo desestabilizara todos las demás de su psique, inundada por el rugido constante ante la realidad de todos los escenarios que podían salir mal.
La medicina que Raoul Am practicaba era una ciencia riesgosa y basada en estadísticas de aprendizaje, no era una ciencia exacta, exenta de errores. Resultados esperados, conocidos y otros a base de pruebas de ensayo destinadas a conocer sólo el alcance del fracaso.
Muchos sujetos de experimentación, que oscilaban entre mestizos y mascotas, ambos grupos dentro del rango de edad de Riki, su misma masa corporal, grupo sanguíneo y demás particularidades habían sido usados para replicar en un ambiente controlado el mismo destino de Dana Bahn, todo para experimentar en ellos, el progreso del cuadro clínico específico de Riki. Era por eso que Raoul Am se sentía preocupado y ansioso.
Según sus estadísticas, sólo un pequeño porcentaje había rechazado el trasplante pulmonar a base de su propio código genético, otro porcentaje menor aceptando los nuevos pulmones nunca se despertaban de la cirugía y morían eventualmente por diversas circunstancias; a pesar de todo eso, era reducido el margen de error que mostraban las estadísticas y muchos sujetos de experimentación habían evolucionado favorablemente mostrando una mejoría óptima, según todos los pronósticos.
Todos estos experimentos y sus resultados, estaban en conocimiento de Iason.
Raoul Am esperaba que Riki perteneciera al gran porcentaje positivo, sus análisis diarios no dejaban dudas que ese era su camino. Todas las pruebas indicaban, que después de recibir una inyección para sacarlo del coma inducido, debería abrir los ojos e incorporarse al mundo.
Era por esa razón que le sudaban las palmas de las manos, un ligero dolor o zumbido en las sienes. Nunca estuvo tan afectado mental y físicamente por el estado de un paciente ¡Oh! Júpiter, Raoul sabía cuánto había esperado este momento para ver al mestizo de Iason despertar, listo para recuperarse sin mas problemas y por fin tener a Katze entre sus brazos. Nunca más lo soltaría, nunca permitiría que ni el viento lo volviera a rozar en un solo cabello, bastaba con decir que pensaba tratarlo como a un príncipe.
Esperaba que Iason estuviera tan ocupado con su propio mestizo que dejara en paz a Katze hasta que lograra estabilizarse de nuevo… Raoul no volvería a ver a Iason como un amigo, pero aún estaba el tema de la propiedad que Iason tenía sobre Katze.
Suspiro…
¿Algún día está pesadilla terminaría?
La última imagen de Katze, que le permitía la pantalla conectada a su habitación, fue verlo encogido sobre la cama, doblado contra sus rodillas en un ataque de tos; a pesar de no tener audio podía ver lo agotado que terminaba Katze contra el colchón, cada vez los ataques eran más insistente. Estaba seguro que se había transformado en una infección. Tenía fiebre, sin duda y la falta de alimento había reducido sus defensas.
Toda esa revolución, caos de pensamientos y emociones no se exteriorizaban ni un milímetro en el bello rostro de Raoul, que con mueca distante terminaba de revisar las últimas anotaciones de las máquinas conectadas a Riki.
Tal como lo previno, Iason cruzó la puerta.
Su presencia logró que Raoul sintiera que se le constreñían las pupilas, efecto del gran estrés arrojado a su cerebro puramente orgánico.
-Es la hora.
Iason sin acercarse, manteniendo distancia bajo el marco de la puerta, vio a su preciado mestizo dueño de una expresión en su rostro más iluminada, el color de sus mejillas un rojo tenue y no la palidez enfermiza de antes o la mueca de sufrimiento en sus labios.
Raoul era asistido por un grupo reducido de Élites de menor rango, que le dieron todas las lecturas de las máquinas medicas y demás datos de interés. Cuando todo estuvo dentro del parámetro, Raoul insertó una sola inyección de líquido transparente en una cánula que entraba a su organismo por la vena de su brazo.
Quien lo viera no testificaría que ese instante afectaba en algo a Iason Mink, manteniendo esa distancia y con la boca recta acompañada de sus fríos ojos sobre su mascota mestiza. Pero en realidad, su corazón artificial se había sincronizado con el de Riki, apretó los dientes con anticipación cuando su organismo recibió la droga que lo despertaría. Apenas podía jalar oxígeno esperando que sus ojos oscuros pero brillantes se abrieran y lo miraran.
Segundos infinitos.
Los ojos de Riki se movieron debajo de sus párpados.
Pequeño aleteo en las largas pestañas.
Labios separándose.
Iason sentía la piel cálida de su mestizo debajo de sus dedos, se había acercado para acogerlo en su regreso. Se inclinó para robarle un beso antes de cualquier palabra…
Sin embargo, algo salió mal.
Iason retrocedió de golpe, sintiéndose extrañamente empujado hacia atrás, lejos de Riki por otro élite.
Lo apartaron.
La presión arterial de Riki cayó, sufrió una arritmia, seguida de las incontrolables sacudidas de una convulsión que duró excesivamente. El sonido constante y molesto de su corazón sin latidos se mezcló con los movimientos de los demás en la habitación. Todo alrededor de Riki.
Inyecciones, le insertaron un tubo por la garganta, paletas con electricidad controlada para reanimar su corazón y el resultado que se esperaba no se dio, en vez de despertar del controlado coma médico en que había sido puesto para su tratamiento y recuperación, Riki cayó en uno.
En coma.
Cuando Raoul Am tuvo al mestizo fuera de riesgo vital, respiraba con dificultad por la complicada tarea de mantener vivo a un ser que tenía tanto en contra. Casi de manera antinatural, aún para la tecnología de Amoi… Sus ojos viajaron por los alrededores de la habitación blanca, esperando encontrarse con Iason, quizá furioso o incluso aterrado; pero su total ausencia hizo que el propio estómago de Raoul se encogiera ¿En qué momento se fue? No podría…
Se lo advirtió al mandarle los resultados de los experimentos ¡Iason estaba al tanto de los riesgos!
Esto no era una consecuencia por un descuido de Raoul… no podía hacerse pagar con Katze.
Olvidándose por completo de sus hermanos Élites presentes, Raoul salió rápidamente de ahí, antes de dejarse llevar por su impulso de acabar con la vida de Riki con sus propias manos. Marcaba al comunicador de Iason desesperado, una y otra vez, para intentar razonar con él, decirle algo que lograra tranquilizarlo. Pero cada llamada fue ignorada, para su horror… pensando en esa oscura habitación.
-¡Lord Am! ¡Lord Am! – era un Platino – ¿Qué hacemos con el mestizo?
Raoul lo vio, a unos metros distancia. Pero era como si no estuviera ahí, veía a través de él.
La mente de Raoul estaba en blanco.
Ignorando a su equipo de trabajo que pedía instrucciones para tratar a Riki, fue a su oficina acelerando el paso, ahí tenía la pantalla donde podía ver a Katze.
Katze… era en lo único que podía pensar.

Cuando Iason llegó a su departamento, dio instrucciones claras a los guardias que custodiaban la puerta: nadie debía interrumpirlo bajo ninguna circunstancia. En el interior, su paso imponente y marcado rompió toda la quietud de su hogar. Fue a su habitación, tomó el artículo que quería y sin más retrasos fue a la última puerta del pasillo con toda su furia helada palpitando detrás de los ojos, sin embargo sabía muy bien lo que iba a hacer.
La puerta se deslizó a su presencia y entró.

Notas finales:

Hola! Estas ahí? Dime si te gusta la historia.

Que piensas de Iason? De Raoul? De Katze?

Los comentarios son combustible!

Gracias por leer.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).