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Circunstancias coloridas por 1827kratSN

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—Reborn no conoce la vergüenza.

Hablaba con Enma por videollamada mientras preparaba la cena, actualizando todas las novedades de las últimas semanas, riéndose de cualquier cosa, acompañándose ya que era de esos días en los que estaban solos y sin esperanzas de que sus parejas los acompañaran a cenar.

—Tienes parte de la culpa, porque lo invitaste a mudarte contigo.

—Pero no se comportaba así la última vez.

—Tal vez es porque ahora son novios.

—Puede ser —Tsuna se comió un bocadillo—. Pero eso de verlo pasearse en bóxer por el departamento es sobrepasar la delgada línea entre el poco pudor en verano y el exhibicionismo.

Enma rio bajito mientras también cocinaba y hacía señas pues al parecer Adelheid sí llegó a casa para cenar.

—Tal vez solo quiere molestarte.

—Conociendo a Reborn, puede ser.

—O tal vez solo tomó confianza como para mostrarse tal cual es.

—No lo sé.

—O quiere seducirte.

Tsuna miró raro a Enma, porque aquello que dijo… tal vez tomó un poquito de sentido. Y se sintió extrañamente halagado y sorprendido porque no le molestó, aun cuando antes de darse cuenta que Reborn le gustaba, la sola idea de intimidad le generaba repelús.

—Estoy en casa, pastelito.

Tsuna casi suelta un plato al escuchar esa voz tan cerca, casi a su espalda.

Y una carcajada resonó a través de la videollamada; para sorpresa, fue Adelheid a quien le hizo mucha gracia aquel denominativo tan cursi.

—¿Pastelito? —interrogó Tsuna casi al instante.

—El amor te ha vuelto estúpido —Adelheid apareció en la pantalla.

—Fue grato verte escupir agua por la nariz —respondió Reborn casi al instante.

—Así que te diste cuenta.

—Es mi venganza, Adel.

Enma aún se reía, Tsuna solo negó divertido y dejó que la videollamada terminara. Al parecer Adelheid y Reborn no se llevarían bien nunca.

—Bienvenido, Reborn. Siéntate, debes estar cansado.

Pero aunque quiso continuar con su rutina, sintió los brazos de Reborn rodearle la cintura, aprisionarlo en un abrazo por la espalda, y poco después sentir la respiración del casi médico en su cuello. Enrojeció al sentir un beso en su mejilla y solo pudo responder con una sonrisa y una caricia en aquellos cabellos.

—¿Cómo estuvo tu día, pastelito?

—¿Pastelito? —el castaño rio bajito—. ¿Seguirás con eso?

—¿No te gustan los apodos cariñosos?

—Si me dices así fuera de este departamento, voy a fingir que no te conozco.

—Así que te gustó.

—No.

—Ahora dime “cielito”.

—¡Claro que no! —peleó por liberarse.

—¿Dónde quedó el castaño romántico que conocí?

—Creo que te confundiste.

Un beso más, una pelea fingida antes de comer, el descanso habitual viendo la televisión, el cansancio del trabajo y el último ciclo de estudios.

Los futones que poco a poco se acercaban hasta que solo era un espacio de descanso compartido.

—Descansa, pastelito.

—Deja eso —Tsuna rio bajito.

—No lo creo —Reborn se abrazó al castaño.

Entonces Tsuna se giró para mirar al azabache entre penumbras, le golpeó la frente, le dio un corto sermón de lo que era el pudor, y le acarició la mejilla.

Se acercó despacio y en medio del silencio, además de la privacidad de la oscuridad, unió sus labios con los de Reborn. Fue un beso corto, amable, y cariñoso que tomó por sorpresa al más joven, quien sin reaccionar, solo se quedó viéndolo.

—Ahora duérmete, cariño.

Tsuna soltó una risita nasal antes de darse vuelta y acomodarse para dormir.

Sintió los brazos de Reborn rodear su cintura para formar un abrazo, y poco después se removió inquieto por los incesantes susurros en exigencia de otro beso, uno más, decenas de veces más, hasta que el alterado corazón del uno se calmara.

Porque fue el primer beso.

Respetando el lento progreso del castaño.

Y esperado con ansias por parte del corazón juvenil del otro.


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