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Maestro de Seducción por _Emmyllie

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—Eso no me lo esperaba —bromeó Fred, pasados un par de minutos, estirándose hacia atrás en su saco de dormir, apoyado de sus codos para quedar semi reclinado de espaldas—. Fue una interpretación realmente espectacular, chicos. No imaginé que cantarías tan bien, Tom.


—Sí, amé como sonaron juntos —añadió Luna, sonriendo pletórica—. ¡Tienen un gran talento!


—Fue gratamente sorpresivo —dijo a su vez Abraxas, bebiendo de su vaso a sorbos pequeños.


—Me pareció muy encantador —opinó Ginny, abrazándose melosamente al costado de Neville, quien la rodeó por los hombros y la apegó un poco más hacia él, sonriendo bastante enamorado.


—¿Por qué no lo repiten, pero con otra canción? —propuso George, imitando la acción de su gemelo sobre su propio saco de dormir—. Estoy seguro que a Tom le saldría muy bien Everytime de Britney Spears —agregó en tono juguetón, esbozando una amplia sonrisa.


—¿Lo dices por lo divo que es? —rió Abraxas, observándole divertido a través de sus pestañas.


—Lo dijo él, no yo —rió Fred, divertido ante la mirada fastidiada en los ojos de Riddle.


—Es verdad, ¿no? —continuó el anfitrión, dejando el vaso a su costado, mientras enarcaba una rubia ceja hacia su amigo de cabellos ensortijados—. Tom actúa peor que celebridad cuando se siente de ánimos para hacerlo, especialmente antes que den comienzo los exámenes finales. Una vez cometí el error de intentar sacarlo de la biblioteca mientras estudiaba, faltando casi un mes para rendir el examen, y créanme cuando les digo que es algo que jamás deben hacer. ¿Han oído del sigilo de una serpiente antes de atacar? Bueno, Tom lo replica a la perfección.


—Ya entiendo por qué congeniaste tan bien con Granger —comentó Bellatrix, el desdén patente en sus palabras—, ambos son igual de mataditos. Si no, ¿qué más pudiste verle a esa simplona?


—Eso no es de tu incumbencia —siseó el aludido, apretando los labios en una fina línea, visiblemente hastiado frente al rumbo inadecuado que tomaba la conversación.


—Oh, me parece a mí que todavía hay algo entre ustedes —picó Abraxas, sonriendo malicioso.


—¡No me digas que volvieron! —exclamó Ginny, enderezándose para mirarlo boquiabierta.


«Eso explicaría por qué fue a verlo hoy.» Reflexionó Harry, algo en sus entrañas retorciéndose desagradablemente al visualizar en su mente una imagen de los dos haciéndose arrumacos.


Sabía lo flechada que Hermione había estado de Tom, no era secreto para nadie, sin embargo creía que sus sentimientos habían cambiado mucho antes incluso de su ruptura meses atrás. Ella se veía siempre tan estoica, tan entera, tan poco afectada frente al término de su relación con Riddle, que Harry llegó a pensar que la razón tenía que ver con un nuevo interés amoroso de su amiga, aun cuando la castaña no estableció ningún romance con alguien más después.


Y no entendía por qué, aunque su subconsciente se lo dijera a gritos, de pronto la idea de volver a verlos juntos siendo pareja le producía tanto rechazo. Sus emociones eran tan ambiguas y poco comprensibles, que una batalla campal parecía librarse en su interior.


Tom Riddle lo confundía a tal nivel, que ya ni siquiera era capaz de comprenderse a sí mismo.


—No creo que debamos entrometernos en asuntos que no nos conciernen —sugirió Luna, expresando en sus ojos un grado alto de desaprobación ante el inmaduro proceder de los demás.


Bella suspiró audiblemente, frunciendo sus labios pintados de carmín en un infantil puchero.


—No me digas que Granger y tú siguen juntos —espetó en tono dolido, haciendo una mueca.


Riddle resopló, levantándose de su lugar y encaminándose en silencio rumbo al pequeño bosque que bordeaba los límites del inmenso jardín. Harry le siguió con la mirada, algo en él retorciéndose y estrujándose al pensar que la brecha entre ellos se hacía cada vez más grande.


—¡¿Eso fue un sí?! —gimoteó la joven Black, notoriamente afectada frente a su desplante.


—Obvio que no —aclaró Draco, suspirando fastidiado—. Tom es demasiado bueno para Granger. No le veo sentido a que estén juntos, si puede tener a alguien mucho más compatible con él.


—Y por compatible, se refiere a candente —replicó George, la diversión plasmada en su voz.


Todos lo secundaron con una risa, siendo Harry y Luna los únicos en no encontrarle la gracia.


Reanudaron el juego, pero el chico de ojos esmeraldas se escabulló también fuera del círculo, aprovechando que todos estaban concentrados burlándose del reto que cumplían los gemelos.


Caminó despacio a través del gigantesco jardín, vislumbrando una réplica mini de un bosque justo en los límites de la residencia Malfoy. Se adentró allí, aspirando el aroma dulzón del césped y los árboles, disfrutando de la fría brisa acariciándole las mejillas.


Era una noche despejada, de cielo estrellado, clásica en una zona montañosa como aquella.


De pronto vislumbró a Tom a la distancia, casi en los límites del recinto. Estaba de espaldas, apoyado contra la cortesa de un enorme roble, ensimismado contemplando el limpio manto nocturno recubierto de brillantes estrellas. En silencio se le acercó, situándose a su lado, siendo cauteloso al pisar para no ser detectado. De reojo observó su perfil bañado por la tenue luz de la luna, fijando su mirada en lo angelical que lucía su rostro de facciones suaves, pero varoniles. No por nada medio Hogwarts babeaba por él; el joven Riddle era hermoso, sin necesidad de parecer un príncipe de cuentos, aunque asemejándose lo suficiente a un adonis terrenal. Escrutó a detalle la forma de esos rasgos cincelados; sus pómulos altos, la elegancia de sus cejas perfectas, sus ojos azules fijos en el cielo, su nariz perfilada y esos labios rosados que horas atrás había tenido el placer de besar a voluntad. ¿Ser así de guapo de verdad era legal?


Continuó contemplándolo algo enajenado por varios segundos más, hasta que logró reunir el valor suficiente para anunciar su presencia. Deshizo un par de pasos y los caminó de vuelta con cero cautela, aclarándose la garganta y llamándolo por su nombre en el tono más casual posible.


El chico de rizos oscuros volteó el rostro en su dirección, su expresión completamente ilegible.


—Yo te hacía con Malfoy —espetó, su voz libre de cualquier emoción.


Harry exhaló sonoramente, cerrando sus párpados con cansancio.


—Tenías razón, es un completo idiota —declaró abatido, encogiéndose en sí mismo.


Tom resopló, regresando su vista a la bella estampa que proyectaba el cielo.


—Los vi besándose hace un rato —habló con indiferencia, el perfil de su rostro no expresando absolutamente nada—. No parecías pensar que fuera un idiota entonces.


El azabache se sonrojó, avergonzado e indignado de haber sido atrapado en plena, sintiéndose un completo estúpido por haber creído que el rubio, siendo quien era, podría tomarlo en serio.


—Eso no cambia que ahora sepa que lo es —replicó, bajando la mirada—. Me dijo que sólo me estaba cumpliendo el deseo, justo después de... besarme... —narró, recibiendo de vuelta el escrutíneo fijo de los ojos de su no amigo—. Él sabe que me gusta... que me gustaba —se corrigió—, y poco le faltó para pedirme que le agradeciera la atención que me estaba dando. "Si Riddle te da una gota de su tiempo, ¿por qué no debería hacerlo yo también?" —Citó las propias palabras de Draco, evadiendo el llamado hipnótico de esos irises zafiro que lo analizaban a detalle—. ¡Es un asco de persona, Tom! Y yo un estúpido por creerlo diferente.


Riddle suspiró, frunciendo el ceño cuando el eco de una canción al azar llegó desde la distancia.


—Que no te afecte —aconsejó, seriedad plasmada en sus palabras—. Si Malfoy ya te dejó claro que no tienes ninguna oportunidad con él, a menos que estés dispuesto a ser sólo uno más de sus ligues, tu única opción es recoger tu dignidad y dar un paso al costado. A menos que quieras seguir sufriendo por él, en cuyo caso te aviso desde ya que no cuentes conmigo. Si acepté ayudarte fue porque creí que podrías tener posibilidades, pero veo que ese idiota mimado tiene muy bajos sus estándares a la hora de buscar pareja. Eres mucho para él, Harry. Así que, de verdad, no dejes que te afecte —finalizó, regalándole una pequeña, pero sincera sonrisa.


Potter sintió como el calor abrasaba sus mejillas, las comisuras de su boca disparándose hacia arriba en respuesta a las palabras del atractivo chico que yacía frente a él. Su corazón latió más rápido, su respiración se agitó y sus manos picaron ansiosas por volver a tocarlo. El recuerdo de esa mañana revivió con fuerza, sus labios anhelando con fervor poder besarlo una vez más.


—Tom... —susurró, perdiéndose en el profundo mar de su mirada.


Éste respondió dando un seguro paso más cerca, instándolo en silencio a continuar.


Harry se estremeció, de pronto demasiado embelesado. ¿Qué diablos le ocurría?


—Tú... —se obligó a hablar, luchando por sonar normal—. ¿Tú y Hermione están juntos de nuevo?


Los labios de Riddle se apretaron, ojos azules entornándose con hastío.


—No, Harry —respondió impasible, reprimiendo un bufido—. No hemos vuelto, ni vamos a volver.


El chico de ojos verdes suspiró por lo bajo, un peso abrumador e inmenso desprendiéndose de él. Saber a Tom libre de compromisos lo aliviaba, sin importar cuán indolente lo hiciera parecer.


Poco a poco la bruma en su mente se disipaba, permitiéndole ver lo que en verdad sucedía.


Porque aunque se negara a aceptarlo, se reusara a admitirlo, se opusiera a sentirlo...


¡Se estaba rindiendo a los seductores encantos de Tom Riddle!


—Entiendo —expresó, conteniéndose de hacer una mueca, demasiado aturdido por sus propias reflexiones internas—. Lo siento por preguntar, es sólo que... me surgió la duda por lo que dijeron los chicos y... y porque me la encontré en tu casa hoy, justo cuando me iba —se explicó.


Su compañero asintió, aquel rictus de disgusto en sus bellos rasgos suavizándose de a poco.


—No es nada relevante —aclaró, encogiéndose de hombros, luciendo bastante desinteresado a decir verdad—. Necesitaba ayuda con una bibliografía, es por eso que fue a verme.


—Oh —exclamó Harry, sonriendo azorado—. Está bien, supongo que... no es de mi incumbencia.


—De hecho no —convino el otro, guiñándole un ojo muy discretamente.


Esmeraldas y zafiros se contemplaron en silencio, acogidos bajo el tenue resplandor de la luna.


Música resonaba a lo lejos, haciéndoles saber que su grupo de "amigos" había iniciado la fiesta.


—Deberíamos volver —comentó Tom, alejándose unos pasos del tronco donde yacía apoyado—. De lo contrario Bellatrix empezará a buscarme y no tengo ningún interés en que sepa dónde estoy —continuó, subiendo más el cierre de su chaqueta, pues el frío comenzaba a aumentar.


Potter gruñó ante la mención de ese nombre, incapaz de evitar hacer un comentario despectivo.


—Es demasiado encimosa, no entiendo cómo la soportas —siseó entre dientes, mordiéndose la mejilla interna ante la creciente frustración que lo invadía—. ¡Ni siquiera las chicas en Hogwarts alcanzan ese nivel de descaro!


—Suenas como Hermione —espetó el chico de rizos oscuros, frunciendo ligeramente el ceño—. Además, Bella tiene su encanto... créeme que es mucho más que un carácter volátil —aclaró.


Harry bufó, empezando a caminar a grandes zancadas de regreso al centro del jardín, desde donde una sucesión de carcajadas y gritos eufóricos se dejaba oír.


—Sólo le falta un cartel de neón en la frente que diga "fóllame" cada vez que coquetea contigo —espetó en un gruñido, su paladar secándose y su estómago revolviéndose desagradablemente.


Escuchó la divertida risa del castaño justo detrás suyo, el sutil peso de una mano en su hombro estremeciendo cada átomo en su piel. Se frenó en seco, tragando grueso ante tan repentina proximidad, su corazón saltándose un latido y su aliento atascándosele en la garganta. Percibió el familiar calor del rubor treparle las mejillas, mientras esa voz varonil y jodidamente seductora murmuraba muy cerca de su oído.


—Tus celos me halagan, Harry. Pero no tienes de qué preocuparte, Bella ya tuvo su oportunidad.


—¡¿Qué?! ¡No estoy celoso! —exclamó sobresaltado, girándose a mirarlo con indignación.


Tom sonrió de lado, alzando una de sus perfectas cejas en claro gesto de incredulidad.


—Como tú digas —canturreó, pasando junto a él sin siquiera mirarlo.


—Estúpido arrogante presumido —masculló el azabache, conteniéndose de soltarle un golpe.


¡Que ganas tenía de borrarle del rostro esa engreída sonrisa!


Lo alcanzó justo a la mitad del pequeño bosquecillo, apurando el paso para rebasarlo. Una vez que estuvo delante de él, se giró y le increpó, impidiéndole efectivamente seguir caminando.


—¡¿En serio estuviste con Bellatrix?!


—Sí —asintió Tom, encogiéndose de hombros—. ¿Tiene algo de malo eso?


—¡Por supuesto que lo tiene! —exclamó Harry, soltándole un puñetazo en el antebrazo derecho.


—Hey, cálmate —lo increpó Riddle, protegiéndose la zona afectada con su mano izquierda.


—¡No puedes andar por ahí, ligando con cada chica que se te insinúe! —continuó el azabache, avanzando hacia él hasta dejarlo arrinconado contra uno de los árboles que circundaban el lugar—. ¿Qué sucede contigo? ¡¿Dónde está tu compostura?! ¡Eres un desvergonzado, Tom Riddle! ¡Un descarado de la peor calaña! Le gritó, golpeándole el pecho, completamente sulfurado—. ¿Acaso nunca te has planteado tener una relación estable? ¿Tan poco te importa tu propio estatus social? ¡Nunca nadie te tomará en serio si continúas portándote así! ¡Te juro que me encantaría romperte esa bonita cara para ver si siendo horrible se te quitan las ganas de...!


Una mano de dedos largos se posó sobre sus labios, callándolo de forma súbita y efectiva. Verde y azul se enlazaron sus miradas, un manto de cálido rubor pintando las níveas mejillas del joven Potter. Tom lucía exasperado y divertido a partes iguales, su entrecejo levemente fruncido y las comisuras de su boca curvadas con ligereza hacia arriba.


—Para no estar celoso, lo finges bastante bien —comentó, manteniendo aún la mano en su lugar.


Harry se sonrojó todavía más, echándose hacia atrás para librarse del agarre. Se cruzó de brazos y giró el rostro hacia el lado contrario, frunciendo los labios y las cejas en gesto enfurruñado.


—No estoy celoso —repitió en tono enfadado, mucho más suave de lo que se había propuesto.


—De hecho, no tienes por qué estarlo —hablóRiddle, luciendo indiferente—.Tú y yo no somos nada, por lo que es ilógico que te afecte lo que haga o deje de hacer con mi vida —sentenció.


Un puñal de hierro ardiente perforó el pecho de Harry al oír estas palabras, las fauces metafóricas de un pozo de oscuridad infinita engulléndolo de golpe y sin avisar. Sus ojos escocieron por el peso de las lágrimas, mientras un nudo apretado se enredaba en su garganta. Apretó fuerte los párpados para frenar el llanto, mordiéndose los labios para reprimir un sollozo. ¡Que estúpido se sentía! Lo dicho por Tom había sido peor que un disparo en el corazón.


—Lo sé —pronunció en tono sombrío, reanudando sin más su camino de regreso al jardín.


No se molestó en verificar si el chico de rizos oscuros lo seguía o no, pues lo único que ansiaba era correr a ocultarse en un rincón solitario para desahogar su miseria.


Apenas descubría que sentía algo por él, y el bastardo lo bateaba sin siquiera darle la oportunidad de confesarse.


¿Podía su vida ser más desdichada?


Pero Tom no fue tras él, limitándose a observar impávido como se alejaba más y más.


Algo dentro suyo protestó, al instante echando en falta la cercanía con el joven de ojos esmeralda. No obstante Riddle empujó más hondo aquella molesta sensación de abandono, botando suavemente el aire en una profunda e inaudible exhalación.


Decidió permanecer unos minutos más allí, ignorando el frío que se intensificaba conforme transcurrían los segundos. Retrocedió de vuelta a la zona más alejada de la arboleda, ocultándose a gusto detrás de la imponente sombra que brindaba un inmenso roble de espesas ramas, cuyas hojas grisáceas y sin vida yacían amontonadas a sus pies.


Se dejó caer con cuidado sobre la hierba, procurando apoyarse en el área más seca y limpia. La luz de la luna se filtraba por entre las ramas, aunque a simple vista sería difícil encontrarlo.


El bombardeo contra su mente era implacable, predominando imágenes e ideas entorno a la inesperada sesión de besos que había compartido horas antes con su compañero de ojos verdes. Podía notar aún en sus labios el dulce sabor de los contrarios, lo cual resultaba horriblemente contraproducente. Porque por más que se esforzaba en betar las sensaciones causadas por aquel encuentro, cada célula en su cuerpo parecía reacia a permitirle olvidar. Más todavía, cuando el único culpable de su conflicto interno, seguía confundiéndolo a niveles poco favorables.


No era idiota, había notado ya las diversas emociones que Harry despertaba en su interior. La química que tenían era innegable, más cuando se trataba de contacto físico. Y no, no era sólo eso lo que le atraía de Potter. Su carácter distraído, su ingenuidad, su brillante sonrisa... todo en el chico le parecía atractivo, arrojándolo a un espiral infinito de sentimientos inexplicables.


Y aunque estaba consciente que no le era para nada indiferente, se había prohibido terminantemente darle esperanzas. ¿Qué sentido tenía decirle que a él también le gustaba? De seguro al azabache le duraría poco tiempo la ilusión, siendo como era de inconsecuente emocionalmente. Harry era demasiado fácil de flechar, lo cual Tom había descubierto gracias a Hermione. Se había enterado por boca de su ex novia que Draco no había sido el primer chico que llamaba su atención en la escuela; de hecho, para su sorpresa, habían existido muchos más antes del mimado rubio Malfoy. Diggory, Zabini, Nott, Thomas, el estudiante Búlgaro de intercambio Krum y hasta uno de sus profesores le había quitado el sueño previamente. ¿Qué garantizaba que él mismo no fuese más que otro enamoramiento fugaz? Era mejor adelantarse y no dar pie a más interacciones de tipo afectivo entre ellos, para así dejarle claro desde ya que las oportunidades de llevar su trato cordial a una posible relación futura estaban completamente fuera de discusión.


Sin mencionar que su firme reputación de rompecorazones en potencia estaba en juego también, por mucho que aquello no fuera más que una excusa muy pobre para evitar efectivamente que lo dominara la fuerte atracción que sentía hacia su no amigo. Él era el referente de heterosexualidad número uno en Hogwarts, estatus que pretendía mantener a flote tal y como venía haciendo los últimos dos años.


Nadie debía saber, bajo ninguna circunstancia, que aborrecía con ahínco el contacto femenino.


Mucho menos, que Harry Potter era el único ser viviente que había despertado su real interés.


~~~


Un par de horas después, tras beber sodas y alcohol y comer carne asada y MUCHOS paquetes de frituras, el grupo de adolescentes decidieron que ya era hora De acostarse a descansar, por lo que se repartieron equitativamente para ocupar las tiendas. Abraxas, Draco y los gemelos en la más grande, Ginny y Neville en una doble, Bellatrix y Luna en otra, mientras Tom y Harry se acomodaban en la restante.


Algo bebidos, exceptuando por los jóvenes Riddle y Potter, todos se metieron a sus sacos de dormir y se encerraron en sus respectivas casas de campaña, la gran mayoría quedándose dormidos casi al instante.


Pronto sólo el silencio invadía el lugar, roto a ratos por las copas de los árboles moviéndose al compás del viento o por el corretear furtivo de algún curioso animal silvestre.


...


Incapaz de conciliar el sueño estando tan cerca de la razón de sus más difusos pensamientos, Harry decidió escabullirse fuera de su tienda, pisando con cautela la húmeda hierva para evitar ser detectado por alguien. Esquivó la bolsa de desperdicios y los restos de la fogata, aspirando el limpio aire de una madrugada lejos de la contaminación de la ciudad.


La noche seguía estando despejada, luna y estrellas brindando luz al cielo, por lo que no le era difícil ver con claridad el mini campamento que los chicos habían armado.


Pese a creer por adelantado que no disfrutaría la compañía de los más populares de Hogwarts, se sorprendió bastante al comprobar que se había equivocado. Sus compañeros lo habían integrado fácilmente, haciéndolo sentir como parte de ellos, por mucho que durante los descansos ni siquiera lo saludaran entre los pasillos.


Se había divertido mucho, a pesar del creciente conflicto interno que lo atormentaba.


Creciente y tormentoso conflicto interno, cuyo inolvidable nombre era Tom Riddle.


—¿No puedes dormir?


Dio un respingo al escuchar aquella seductora voz tan cerca de su oído, volteándose de súbito para confirmar sus sospechas. Frente a él, a menos de treinta centímetros de distancia, se encontraba el atractivo adolescente de cabellos ensortijados.


—Tom —susurró, notando como su corazón galopaba veloz en su pecho—. ¿Qué haces aquí?


—Lo mismo que tú, Harry —dijo el aludido, dedicándole una intensa mirada—. Disfruto la noche


Instantes después, el joven de ojos verdes ya estaba de vuelta en la tienda de campaña, siendo besado feroz y eróticamente por aquel apuesto espécimen masculino que lo traía irremediablemente loco. Su cuerpo recostado boca arriba sobre uno de los sacos de dormir, con aquella esculpida y tonificada anatomía acoplada justo encima, mientras sus labios se acariciaban con excesiva pasión y fogosidad. Sus lenguas peleando por el control, sus alientos fundiéndose en uno solo.


—Como me encantan tus labios... —jadeó Tom, desabrochándole con desesperación la camisa.


Éste sonrió, su mente completamente nublada por las exquisitas sensaciones que lo invadían.


Pronto volteó las tornas y se acomodó a orcajadas sobre las piernas de su compañero, enredando los dedos entre sus sedosos rizos castaños, mientras unía ambas frentes y le lamía los labios de forma obscena e incitante. Sus caderas se frotaron por instinto contra las de quien estaba a punto de convertirse en su amante, rozando a propósito sus entrepiernas aun cubiertas por los jeans, sólo para descontrolarlo y llevarlo al límite de lo que podía soportar. Riddle posó al instante sus manos abiertas sobre su trasero, presionando sus glúteos con los dedos, sonriendo malicioso en contacto directo con su cálida boca.


—Demuéstrame lo que puedes hacer, Tom —murmuró Harry, mordiéndole el cuello suavemente.


Él soltó una risa ronca, sensual y jodidamente tentadora, delineando los costados de su cuerpo con las manos, esta vez metiéndolas por debajo de la inoportuna camisa que llevaba puesta.


—Deseo concedido... –declaró, robándole el aire en otro beso voraz—. Te haré mío... justo ahora.


Nuevamente Harry se supo recostado de espaldas sobre el saco de dormir, mientras las ansiosas manos de Tom se apuraban en desabotonar su pantalón. Le separó las piernas y se posicionó entre ellas, una vez que los jeans fueron lanzados sin cuidado a cualquier lugar de aquel reducido espacio. Lo vio lamer tres de sus dedos de la manera más condenadamente sensual del mundo, dirigiéndolos hacia su entrada con lentitud, mientras una sonrisa maliciosa disparaba hacia arriba las comisuras de sus perfectos y apetecibles labios.


—Vamos... —gimió tan excitado como ansioso, dedicándole una mirada lasciva—. Hazlo... Tom...


Entonces vio como apartaba los labios justo a milímetros de su erección...


...


Y despertó.


Percibía demasiado alta su temperatura corporal, el aire escapaba de sus labios en forma de entrecortados jadeos, mientras una familiar presión se hacía presente en su entrepierna, siendo visible un inconveniente bulto aprisionado entre sus jeans.


—N-No... ¡No! —exclamó lo más silenciosamente que pudo, sintiéndose aturdido y perturbado.


Acababa de tener un jodido sueño húmedo... ¡Con Tom Riddle!


Quien, por cierto, estaba a menos de diez centímetros de él, acostado en su saco de dormir.


—Oh, mierda...


El pánico y la excitación se entremezclaron, creando una única y estremecedora sensación.


Si Tom se despertaba y lo encontraba en ese estado tan comprometedor...


—¿Harry?


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