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ÍMPETU E INSTINTO por Mon18Zu

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Notas del capitulo:

Hola!!!

 

 

Volvieron al cuartel.

Aquello fue algo confuso para T/N, pero al menos atendieron a su caballo, a quien había estado forzando al límite en las últimas horas.

Una vez en el edificio, el comandante Pixis y el capitán Kitz Neilman la guiaron hacia una oficina en el segundo piso. El capitán cerró la puerta tras ella, el comandante se posicionó detrás del escritorio, luego le ofreció asiento y ella lo tomó, más por cansancio que por otra cosa.

Pixis la imitó y después juntó sus manos cerca de su rostro, apoyando ambos codos sobre el escritorio. Cerró los ojos un momento antes de proseguir.

 -Entiendo que usted es la última alfa de la familia, eso la hace responsable de líder de la brigada de élite Rico Brzenska - T/N parpadeó. Esas palabras no le sonaron tan bien como esperaba.

-Lo soy. Sus padres murieron hace cuatro años – El hombre asintió, comprensivo - ¿Ella estaba en ese hospital?

-Lo está, sí.

- ¿Y cuál es el motivo?

 El comandante tomó un sobre de papel del escritorio y lo deslizó por él hacia ella.

-Su prima Rico Brzenska, a quien le he tomado mucho aprecio y quien ha demostrado gran destreza y habilidades en el ejército, sobresaliendo sobre sus compañeros…

- ¿Va a enlistar todas sus cualidades, señor? – Lo interrumpió T/N. Sabía bien cómo se había desempeñado en el ejército. Rico se había convertido en el orgullo de sus padres.

T/N tomó el sobre y lo que encontró en él fue un nombre y una fotografía.

-Rico fue víctima de un soldado bajo mi mando. – Habló por primera vez el capitán Weilman, tras sus espaldas - Aparentemente, creyó que, introduciendo una píldora para forzar su celo en su comida, en una habitación llena de sus subordinados, le daría una lección en relación con el hecho de que, quién debería tomar un cargo tan importante no debe corresponderle a ningún omega.

- ¿Alguien la atacó? – Preguntó con voz siniestra. Fue el capitán quien decidió responder, después de intercambiar una mirada con su superior.

-Yo la saqué en brazos antes de que nadie tuviera la oportunidad.

-Y como puede deducir, la soldado está devastada - T/N asintió, totalmente de acuerdo con aquella afirmación del comandante. Miró nuevamente la fotografía y el nombre se le grabó como acero en su mente.

- ¿Cuándo sucedió? – Preguntó.

-Ayer por la mañana. La legión estaba fuera de las murallas….

-Sé dónde estaba, pero no recibí la carta hasta horas después de nuestra llegada.

-Rico se negó rotundamente a que le fuera notificado nada. Le prometí que solo podría retrasarlo, pero la policía militar ha decidido llevar a cabo el juicio hoy mismo por la tarde, en vista de que Rico se ha repuesto notablemente.

-Y me necesitan ahí – sentenció.

-Así es. Ella necesitará un guardián.

-Entiendo – Guardó el sobre en el interior de su abrigo y se puso en pie – Iré a verla y la llevaré a la corte personalmente.

-Ella dejó en claro que no deseaba visitas – aclaró el capitán, apostado en la puerta.

-Es una lástima que no se trate de su decisión.  

 

 


 

 

La enfermera la guio por el pasillo hacia una de las habitaciones, cuya puerta estaba cerrada. La mujer ni siquiera la miró antes de alejarse. Pensó que debía tener mucho trabajo por hacer.

T/N no quería parecer dominante al lado de Rico, sobre todo con lo que había pasado. Así que tocó la puerta y esperó una respuesta que no llegó. Miró el suelo unos segundos antes de decidir entrar.

Rico yacía sentada sobre la cama de la habitación con las rodillas sobre su pecho. Miraba sobre la ventana abierta hacia el exterior, desde la cual se filtraba la intensa luz de la mañana. Parecía tranquila y los últimos restos del celo eran débiles, pero inconfundibles.

Rico vestía un simple camisón blanco que cubría sus piernas y sus brazos por completo, pero dejaba a la vista sus pequeños pies que descansaban sobre las arrugadas sábanas limpias. Sus anteojos reposaban sobre el buró de cama, al lado de una lámpara de Argand apagada y tenía el cabello revuelto.

No volvió la mirada cuando T/N ingresó y cerró la puerta con cuidado, tratando de no hacer mucho ruido. Cerró los párpados, un tanto incómoda, y mantuvo su mano sobre la perilla de la puerta.

- ¿Lo conoces? – Fue lo que preguntó.

-Debí suponer que no cumplirían mis deseos – Susurró ella con monotonía. Rico siempre había sido razonable y acababa de aceptar el hecho de que T/N estuviera allí. Suspiró profundamente, antes de dedicarle una mirada y T/N pudo ver los rastros de llanto sobre su rostro - No lo conocía, apenas y lo había visto ocasionalmente en los últimos días – Se volvió de nuevo hacia la ventana, pálida.

- Eso está bien - T/N no lo vio, pero Rico acababa de fruncir su frente – Voy a necesitar tu chaqueta del uniforme – Caminó hacia ella y se dio cuenta de que Rico tenía muchas dudas porque volvió a concentrarse en T/N como si de pronto le temiera. Sin embargo, conforme se fue aproximando, el rostro de Rico se desmoronó.

T/N vio aquellas finas facciones aguadarse y las abundantes lagunas de lágrimas formarse con una insólita rapidez en sus ojos plateados. La atrapó en el aire cuando Rico se lanzó sobre ella súbitamente, hecha un mar de lágrimas.

Era tan pequeña, en comparación con T/N.

Rico enterró su rostro en el cuenco de su cuello y T/N pudo sentir su piel humedecerse con la calidez de sus lágrimas. Reforzó sus brazos alrededor de su cuello y por un momento, T/N temió ser estrujada, mientras que T/N la sostuvo por la estrecha cintura, haciéndola sentir segura.

Rico y ella siempre se llevaron bien cuando eran niñas. De hecho, vivieron en la misma casa la mayor parte de su niñez, pero, a pesar de que T/N era dos años mayor que ella, Rico fue la primera en enlistarse en el ejército. Cuando esto ocurrió sus caminos comenzaron a separase, pero ambas mantuvieron el contacto con los años.

Sabía que aquel arrebato tuvo origen en la presencia de su aroma. T/N decidió no usar sus supresores cuando se percató de que podría necesitar la influencia de su aroma, no para Rico, sino para el resto. En su reunión con el comandante y el capitán, ella siempre tuvo el control, era consciente y ellos también, porque esa fue su intención.

Rico pudo leer en su aroma que estaba ahí para apoyarla, aunque su tono de voz y su comportamiento no demostraron ello al principio.

-Lamento lo que te hicieron – Susurró en su oído y ella sollozó, dejando descansar la cabeza sobre su clavícula. Las lágrimas no dejaban de caer – Voy a resolverlo, lo prometo.

Acarició su espalda por unos minutos, hasta que sus sollozos se detuvieron. Se había preguntado cómo fue que se recuperó tan rápido, hasta que cayó en la cuenta de que las enfermeras debieron de haberle suministrado píldoras contrarestantes.

Se sentó sobre la cama, pero Rico predijo sus intenciones y se aferró con más fuerza a su cuerpo.

- ¡No me dejes, T/N! - T/N posó una mano sobre su cuello y lo acarició con el pulgar, indicándole que mantuviera la calma – Estaba tan avergonzada de que me vieras así, pero no sabía cuánto necesitaba tu confort– Murmuró tan bajo, que T/N tuvo que acercar su rostro al suyo.   

-No voy a dejarte, Rico – Le aseguró, tranquilizadoramente - Es más, vendrás conmigo cuando esto termine – El cuerpo de Rico se tensó, pero luego se relajó nuevamente sobre su pecho y su regazo. Colocó una mano sobre la clavícula del alfa y la dejó ahí.

- ¿Vas a hacer que me una a la legión? – La cuestionó con voz carrasposa.

-He tomado algunas decisiones, pero no es hora de hablarte de ellas – Le dijo con parsimonia – recuerdas que te hablé de que ocuparía tu chaqueta, ¿en dónde está?

Después de decirle que encontraría lo que buscaba en su habitación del cuartel, T/N le dio un beso en la frente, la depositó sobre la cama con delicadeza, limpió sus lágrimas con cuidado y luego le hizo entrega de su playera, aquella con la que se había metido en problemas con Nifa.

Cuando la tuvo en su poder, Rico por fin pudo soltarla y aferró ambas manos a la prenda, enterrando su nariz en ella.

-Será bueno que la lleves puesta en el juicio – Rico comprendió a qué se refería y aceptó hacerlo, con un asentimiento. T/N se puso en pie y comenzó a caminar hacia la puerta – Espérame aquí, no salgas de la habitación. Yo vendré y te escoltaré hasta los juzgados. También haré que te traigan algo de comer…algo digno de una Brzenska.

- ¿Puede incluir una rebanada de pay de arándanos? - T/N sonrió cálidamente y miró sobre su hombro. Los ojos de Rico estaban concentrados nuevamente en la ventana y en la luz del sol del exterior que bañaba el brillante pasto verde.

-Claro que sí.

 

 


 

 

T/N caminó sosegadamente por el pasillo del cuartel de la policía militar. Llevaba puesto su uniforme, una de las pocas cosas que trajo consigo del cuartel general de investigación. Pero no tenía puesto la chaqueta con la insignia de la legión sino la chaqueta de Rico, aquella con una insignia de flores rojas y dos espadas cruzadas.

También se había recogido el cabello y llevaba puesto el anillo familiar sobre el anular derecho, una reliquia de la familia que pasaba del primogénito alfa al siguiente. Luego de que su padre murió por aquel ataque al corazón, nunca consideró llevarlo puesto porque lo había decepcionado al unirse a la Legión de reconocimiento y reusarse a tomar el liderazgo del negocio familiar. Pero siempre lo llevó consigo, como una forma de recordarlo.

Hoy iba a necesitarlo.

Bajó hasta el sótano y mientras descendía por las largas escaleras de caracol, solo pudo oír el sonido de sus pasos, haciendo eco sobre las paredes. El lugar estaba casi vacío, pero al pie de las escaleras se extendían varías celdas del lado izquierdo del angosto pasillo y, como esperaba, había un par de soldados apostados frente a una sola de ellas. El juicio sería en solo unas horas, claro que el victimario tendría soldados cerca, los cuales esperaban la orden de transportarlo a los juzgados de los pisos superiores.

T/N se posicionó justo frente a dicha celda, a mitad del pasillo. Recibió dubitativas miradas de los guardias, pero ninguno se atrevió a decir nada por un tiempo. T/N observó el interior del espacio, semioscuro, y descubrió al hombre de la fotografía, pero con un aspecto mucho más descuidado.

Floch Forster era un alto alfa pelirrojo, pero no tan alto como ella. Era joven, al menos cinco años menor que T/N. Su rostro, cansado pero desafiante, la miraron desde abajo. Floch yacía sentado en el respaldo de una cama, con las piernas abiertas de par en par, los codos reposados sobre sus rodillas y su espalda inclinada hacia el frente. Vestía un simple pantalón marrón y una camisa gris.

La oscuridad de sus ojos gritaba peligro y su postura podía interpretarse como agazapada, listo para atacar.

Pero T/N era más peligrosa.

- ¿Quién jodidos eres tú? – Preguntó, después de algún tiempo de solo mirarse.

Por supuesto, prepotente.

-Este… ¿Usted tiene permiso de estar aquí, señora?

T/N se volvió hacia el soldado que musitó aquella pregunta, amedrentándolo.

-Digamos que si – Se adelantó hacia las rejas de la celda y colocó sus manos sobre éstas, aferrándose a ellas como si tratara de ingresar, travesándolas. Obtuvo la reacción que esperaba. Floch se inclinó hacia atrás, invadido por su amenazante aroma.

-Mi nombre es T/N Brzenska – Susurró sombríamente, pero Floch solo sonrió, saliendo de su estupefacción.

- ¿Vienes a amenazarme o algo? – Río, agachando la cabeza y alzando las cejas – Recibiré mi merecido en poco tiempo, yo no gastaría palabras si fuera tú.

-Si, tienes razón. Recibirás tu merecido – El siniestro tono de voz de T/N le bastó para comprender la intención oculta detrás sus palabras. T/N se alejó de las rejas y caminó hacia el guardia de cuya cadera colgaban un conjunto de llaves de acero. Las tomó con la mano izquierda, provocando el característico tintineo. Luego seleccionó una de las llaves y la colocó sobre la cerradura, esperando que fuera la correcta.

- ¡No puedes hacerlo! – Voceó el Floch, retrocediendo, ya que se había puesto de pie. Para la mala fortuna de T/N, no estaba encadenado - ¿Acaso compraste a los guardias?

-No, solo están petrificados – Intentó con una segunda llave y al parecer dio en el clavo, porque la cerradura cedió. Levantó la mirada y vio que Floch tenía la espalda pegada al muro posterior de la celda y le devolvía una mirada de auténtico pavor.

- ¡¿Qué es lo que eres?! – Gritó, desesperado, mientras veía como la puerta de la celda se abría lentamente. T/N dio un paso al frente - ¡Espera!, me disculparé con Rico si eso es lo que quieres… ¿Es tú hermana?, lamentó haberle gastado esa pesada broma….

- ¿Broma? ¿Para ti fue solo una broma? – Floch soltó un quejido medido entre la sorpresa y la inquietud. T/N continuó acercándose – Rico es mi prima, por cierto.

Cuando estuvo tan cerca de él, Floch se encogió sobre la pared. Su respiración era tan irregular que parecía que acababa de correr un maratón y su piel pálida estaba perlada de sudor.

Pero T/N no sintió la más mínima compasión por él.

Afuera de la celda, los guardias solo pudieron escuchar los incesantes quejidos del prisionero, mientras era golpeado una y otra vez en la oscuridad del calabozo.

La realidad era que Floch solo recibiría una simple suspensión y T/N jamás tuvo intención de que eso fue lo único que recibiera. Tampoco le contó sus intenciones a Rico porque sabía que ella tenía plena confianza en el sistema. T/N, por otro lado, estaba consciente de la realidad.  

T/N levantó su puño derecho y dobló la manga de su camisa, que había vuelto a deslizarse. Su anillo estaba manchado de sangre y sentía los nudillos adoloridos. Estiró los dedos, relajándolos, y se permitió mirar a Floch en el piso, a cuatro patas con uno de sus brazos posado sobre su abdomen mientras tosía y se contraía de dolor. Podía adivinar que la sangre escurría de sus labios mientras respiraba con dificultad y emanaba débiles quejidos.

- ¿Mmm?, ¿es que has llegado a tu límite? – Lo cuestionó, sorprendida de que eso fuera todo lo que pudiera aguantar – Aún no he terminado contigo – Inclinó la cabeza, esperando poder ver su rostro, pero Floch no se movió.

- ¿No pensaste…- Tosió -…que podrías meterte en problemas?

- ¿De qué hablas, Floch? Nadie aquí va a decir nada - T/N bajó el brazo y se arremangó el otro – En lo que a los guardias y a ti respecta, la comida pudo haberte hecho daño.

El macho alfa continuó respirando y no contestó a las palabras de T/N de inmediato.

-Púdrete.

Parece que no has tenido suficiente.

T/N tiró su pierna derecha hacia atrás y la impactó en su abdomen bajo, levantando su cuerpo en el aire. Floch gritó y cayó boca arriba sobre el frío y duro suelo. Luego, T/N se inclinó hacia el frente, lo tomó por la camisa manchada de sangre y lo alzó en el aire, a la altura de sus ojos. Floch cerró los ojos con fuerza, evitando su mirada.

-En un par de horas será tu juicio. Lo que espero que hagas una vez que la sala militar determine tu culpabilidad, será que pases al frente, te inclines delante de Rico Brzenska y le pidas disculpas – Floch apretó los dientes y arrugó sus mejillas. No lo notó al principio, pero había usado su voz alfa. Siempre creyó que tenía que forzarlo, pero salió naturalmente – Y si Rico no se siente bien después de eso, volveré a hacerte a una visita.

Inmediatamente después de dejar en claro su amenaza, soltó el cuello de Floch y el hombre cayó al suelo con un ruido seco, semi inconsciente. T/N lo miró unos segundos más, sintiendo desprecio solamente. Luego caminó hacia la salida de la celda.

El silencio y el miedo era palpables en el aire.

 

 


 

 

Volvió al cuartel de las tropas de guarnición y en el camino tragó una píldora supresora de olor. Luego se quitó la chaqueta y la dejó reposar sobre su brazo. También se quitó el anillo y lo guardó en uno de sus bolsillos.

Una vez estando en la habitación de Rico, recolectó todas sus pertenencias.

Guardó todo aquello que vio en el ropero, incluido su uniforme militar, unos cuantos libros sobre el buró de noche y la navaja de plata que su padre le regaló años atrás. Rico era una mujer muy organizada, incluso le sorprendía lo bien cuidada que se encontraba su ropa, por muy usada que fuera, así que se esforzó por doblarla apropiadamente antes de introducirla en la mochila de cuero, una herramienta fundamental para los soldados a la hora de transportarse.

Tampoco se olvidó del pequeño frasco que contenía sus supresores, su cepillo de cabellera y las cartas que le había mandado T/N a lo largo de los años ocultas bajo la almohada de su cama. Eran al menos quince cartas. Las más antiguas estaban un poco arrugadas, pero el resto se mantenían en perfecto estado. Ella reconoció su propia letra escrita en el papel y aunque solo una de las cartas no era suya, decidió que no debía leerla.

- ¿Quién es usted?

T/N se sorprendió de no haber advertido la presencia de aquella persona. Con la carta en mano, se volvió a la puerta de la habitación y vio a un hombre rubio parado ahí, con las manos tras sus espaldas. T/N había dejado la puerta entreabierta.

-Soy T/N Brzenska.

Las palabras parecieron tener sentido para él. Su expresión se transformó, pasando desde la desconfianza y la curiosidad, hasta la preocupación.

- ¿Por qué está tomando sus pertenencias? No se me notificó….

-Rico está bien – El rostro del hombre se suavizó – Tú debes de ser su segundo – Adivinó, guardando la carta, cerrando las correas de piel de la mochila y colgándola sobre sus hombros.

- ¿Sabe cuántos días le darán libres? Debo hacerme responsable mientras ella no está - T/N cerró los ojos.

-Me llevaré a Rico conmigo, soldado – Al abrir los párpados, vio la sorpresa pasmada en su rostro. Comenzó a caminar hacia él.

- ¿Es algo que ella desea? – La cuestionó, dando a entender que él no creería si su respuesta fuera un simple sí.

-Es algo que yo decidí – Fue lo que respondió al pasar a su lado. No obstante, apenas dio unos pasos por el pasillo cuando una mano se aferró a su brazo y la detuvo. Miró sobre su hombro, nada sorprendida.

-Déjeme despedirme de ella – Pidió y la esperanza brilló en sus ojos. T/N asintió.

-Después del juicio, ella te esperará afuera de la sala del juzgado.

-Allí estaré – Aceptó, soltándola. Ella se alejó – Me llamó Ian Dietrich, por cierto – Le dijo, antes de girar por el pasillo y perderse.

 

 


 

 

Rico tomó la mochila que T/N le dejó sobre la cama y se puso en pie, posando sus desnudos pies en el interior de unas suaves pantuflas dispuestas para ella. Al llegar, a T/N le cautivó que Rico hubiera dejado todos los platos limpios de comida, sobre todo el del postre.

T/N tomó asiento junto a una silla de madera que se encontraba frente al pie de la cama con el respaldo hacia la pared, además, se había vuelto a colocar el abrigo. Se cruzó de brazos y de piernas y encorvó un poco la espalda.

Su alfa estaba satisfecho. Se desahogó con Floch, descargando su enojo con golpes, algo bastante efectivo cuando se trataba de alfas. En consecuencia, todo su cuerpo estaba relajado ahora.

Cerró los ojos, pero no se dio cuenta hasta que sintió unos suaves dedos delineando su antepalma derecha.

- T/N, tus nudillos están lastimados – Susurró Rico, claramente afectada. T/N cerró su puño y ocultó la mano bajo su brazo.

-Ignora que viste eso – Le dijo, sin atreverse a mirarla a los ojos - ¿Estás lista? – Levantó la mirada y se dio cuenta de que Rico había cambiado el camisón por el uniforme de soldado y se las había arreglado para acomodar la playera de dimensiones más grandes bajo la camisa del uniforme. El cambio repentino de tema la hizo olvidarse de sus nudillos.

El juicio iba a comenzar en media hora.

La expresión de Rico se volvió totalmente determinada y T/N se sintió orgullosa.

-Lo estoy.

-Bien - T/N se puso en pie y se estiró un poco mientras Rico tomaba su bolso y lo pasaba por sus hombros. T/N se dirigió hacia la puerta, tomando la iniciativa y salió al pasillo del ala Este del hospital. Esperó mientras Rico la imitaba y cerraba la puerta detrás de sí, entonces, retomaron la marcha.

Caminaron por las calles de la ciudad de Stohess en silencio, Rico siempre un paso detrás de ella. Eso no le molestó en absoluto, puesto que aquella era la formación adecuada al caminar junto a un alfa. Los sargentos Hange y Levi lo comprendían muy bien, salvo, en ciertas ocasiones, Hange. Pero Erwin era demasiado flexible con ella y T/N creía que se trataba de un completo error. Si algo llegara a pasar, sería Hange quien sufriría las consecuencias.

Los alfas estábamos para proteger y cuidar, así como para proveer.

Cuando llegaron al edificio principal del cuartel general de la policía militar, T/N abrió las puertas del juzgado con ambas manos, deslizándolas por el suelo. Dio unos pasos al frente, llamando la atención del capitán Kitz Weilman que estaban de pie detrás de la balaustrada del lado izquierdo y del hombre sobre la tarima, sentado en la silla del juez. El comandante Pixis, por otro lado, no volteó su mirada.

Caminaron en silencio hasta la zona lateral derecha. T/N se detuvo detrás de la balaustrada de madera y Rico tomó lugar justo a su lado.

-La soldado Rico Brzenska está presente, señor – Comunicó el comandante Pixis, quien mantuvo las manos tras sus espaldas. Además de ellos cinco y dos soldados apostados a los costados de la tarima, no había nadie más en la sala.

-Entonces daremos inicio.


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