Roy encuentra irónico que a Al le gusten los gatos y a él, los perros.
Los gatos son maliciosos, interesados, tramposos. Astutos de una manera inherentemente peligrosa. Un segundo están mirándote con sus preciosos ojos, ronroneando juguetonamente, y al siguiente se han meado en tu sofá preferido, han destrozado a arañazos tus muebles y se han comido tu comida. Incluso cuando están cariñosos, cuando se frotan contra tus piernas, lo hacen sólo para que su olor quede impregnado en su "dueño", para marcar territorio.
Los perros son leales y fieles hasta niveles propios de mártires. Son cariñosos y afectuosos, y están dispuestos a todo por sus amos. Nunca protestan. Nunca se quejan. Puedes maltratarlos, herirles y dañarlos y ellos nunca te traicionaran, nunca te abandonaran. Continuaran a tu lado, protegiéndote y cuidando de ti hasta que las fuerzas les fallen.
Al no debería tener que estar pendiente de los caprichos de un gato que ni siquiera es capaz de mostrar gratitud. Al merece algo más, algo mejor.
Roy no merece tener un perro. Roy le daría ordenes poco razonables, le ensañaría trucos sólo para presumir de su habilidad frente a sus amigos. Lo utilizaría y olvidaría rascarle detrás de las orejas en agradecimiento.
Cuando Roy le cuenta esto, Al se rie, finge un maullido y frota su rubia cabezita contra su pecho desnudo. El Coronel suspira con una sonrisa y le acaricia la nuca, lo besa en los labios.
- No sea tonto, Coronel. Ya sé que usted no me merece - bromea.
- Mientras que eso te quede claro...
- No voy a dejarte - susurra Al.
- Lo sé - contesta Roy con una sonrisa traviesa, y deja que Alphonse le haga el amor esa noche.
Quizá Roy no merezca a Al y quizá Al haría bien en abandonar al Coronel, pero a ninguno de los dos le importa demasiado.
FIN
Amor Yaoi
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