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En las garras de la muerte... por Darkneko

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Notas del capitulo:

ohayo minna... ^o^ lamento el retraso, tuve problemas a los cuales no les quiero poner nombre ¬_¬... pero en fin... aqui esta el capitulo...

naruto es propiedad de kishimoto-sensei a quien merezco mi admiración y respeto.

bien a todos los que esperaban ver el castigo de kakashi... bien aqui esta ^u^, pero nadie se espera el final XD... disfrutenlo...

     La sangre escurría de forma lenta sobre su cuerpo maltratado, ¿cómo había llegado a ese punto?... ya lo recordaba por tratar de hacerse del pequeño rubio que no era su regalo, las tradiciones decían que el propietario tenía que darse el primer banquete en todos los sentidos con la nueva adquisición sabía que ese privilegio era de Sasuke, pero la sangre de ese infante era exquisita no pudo arrebatarse aquellas ganas incontenibles de probar todo de ese pequeño, su piel despedía un olor atrayente casi adictivo, la suavidad de su piel era la prueba más clara de que aquel que tuviera el placer de hacer lo que el estuvo a punto de hacer, no podría parar de probar ese cuerpo, simplemente era algo sobrehumano, y el tendría que esperar a que Sasuke sucumbiera ante ese niño, para evitar otra vez semejante castigo. 

_____________________ Flash Back ______________________ 

     - Padre te reprenderá… lo sabes… no solo has tocado algo que no te pertenece de una manera que no es correcta… sino que has desobedecido a sus reglas… - concreto Itachi con su voz suave pero firme. 

     - Lo se… pero hubiera valido la pena si no hubieran interrumpido… - bufo molesto el moreno de ojos con brillo amarillo. 

     Momentos después llegó Kakashi con el pequeño en brazos ocultando su rostro de nueva cuenta en su cuello, su mirada se mostraba en verdad molesta, a su lado se encontraba Kiba como parte de la servidumbre y Gaara del lado contrario, ambos listos para ver y actuar en caso de que fuera necesario. 

     - Itachi, Gaara… vayan a sus cuartos ya es hora de descansar, tengo algo de que hablar con Sai… - declaró mirando a sus hijos mientras les nombraba, el pequeño se tensó al escuchar el frío tono de voz que por primera vez usaba el peliplateado, pero no huyo al abrazó que le ofrecía. 

     - Sasuke… lleva a Naruto a tu cuarto y descansen… procura cerrar la puerta no quiero que escuche… - Sasuke llegó a donde su padre y tomó a Naruto en brazos, quien en seguida se colocó de la misma forma en la que su padre le cargaba, no era momento para decir o hacer nada que alterara a su padre más de lo que ya estaba. 

     - Gomen Naruto… mañana te muestro la casa… ahora tengo algo que hacer… - mencionó cambiando el tono de voz para relajar al pequeño, después de eso revolvió sus cabellos para sacarle una sonrisa, cosa que logró. 

     - Tienes algo que decir… Sai… - fue lo último que se escuchó de sus labios cuando estuvieron solos. 

     - Lo lamento padre, pero no pude resistirme… sabes que soy muy impulsivo… - intentaba salir ileso de aquella situación, los ojos de su padre comenzaron a brillar en un color carmín como las de su hermano, esto no presagiaba nada bueno. 

     - No me vengas con excusas baratas… sígueme… - ordenó el mayor caminando por la casona acompañado de Kiba que llevaba en las manos una toalla blanca y un desinfectante, esto sería difícil. 

     Entraron a un salón donde las gruesas paredes intentaban mitigar lo que esa noche ocurriría, caminaron hasta que la luz que iluminaba desde el pasillo se desvanecía, Sai no podía ocultar su nerviosismo solo había estado en ese lugar una vez y la experiencia vivida no fue muy agradable, ¿la razón?... el cumpleaños de Itachi una muchacha nueva, sangre limpia y un cuerpo nunca antes tocado, no resistió la tentación, la tomo a la fuerza, desgarrándola no solo en el cuerpo, sino que le mordió el cuello con tanta desesperación que le desgarro la piel y parte de la vena aorta, haciendo imposible detener la hemorragia que le provoco esa herida, como castigo al ser perdonado por Itachi solo fue poco el castigo y una advertencia de que si volvía a hacerlo esta vez sería más estricto. 

     - Ya sabes que hacer… - completo Kakashi con la voz igual de fría desde que llegaron, se podía percibir en ella el coraje y la ira de pensar que se hubiera repetido lo que hace unos años, aquella joven era de una exquisita belleza y murió a manos de su hijo que por puro capricho quiso marcarla para si. 

     Desde aquella fecha una nueva regla se volvió indispensable para no hacer una guerra interna entre los hermanos, los presentes solo podrán ser utilizados en primera vez en todo a lo concerniente por sus dueños, si después pueden compartirlo y eso les place, pero ellos tienen privilegios, el regalo de Sai murió instantes después de ser entregados, a manos claro de ser entregado, su deseo por la piel humana es inexplicable. 

     Aunque le comprendía un poco no quería que él hiciera lo mismo, Kakashi lo salvó de morir en el frío del invierno, después de haber sido usado y abusado por varias personas durante semanas para después botarlo como si nunca hubiera habido nada, pensó que regalándole una nueva vida ajena a sus recuerdos podría ayudarle, pero al parecer no solo le marcaron el cuerpo, torturaron su mente sino que también le marcaron el alma con el único propósito de su satisfacción personal y el deseo incontrolable de tomar todo cuanto quiera, pues nunca tuvo nada. 

     Sai camino por el cuarto hasta quedar de cerca de la pared observándola recordando lo mucho que le había dado aquella persona que tenía a cuestas, ahora se sentía un malagradecido, lo único que le había pedido su nuevo padre era no volver a cometer el acto que hizo con su regalo y con el regalo de su hermano mayor y él lo decepcionó, se sentía culpable y ahora pensaba que el castigo era necesario, como pudo permitir que aquel deseo desconocido que en ocasiones le embargaba le haya dominado de nuevo, no lo entendía pero no podía hacer nada por el momento mas que afrontar las consecuencias, se despojó de la camisa de botones de color vino que llevaba puesta y acto seguido, Kiba se acercó disculpándose por lo que estaba a punto de hacer, pero eran ordenes, sus manos fueron inmovilizadas por unos grilletes que colgaban de la pared del cuarto, dejándole con los brazos extendidos en direcciones contrarias y la espalda descubierta lista para recibir sus castigo. 

    - Te curaré en cuanto esto termine… - susurro en cerca del moreno que solo sonrió con melancolía, aceptando la ayuda desde antes y agradeciéndola a su forma. 

     Unas pequeñas manitas de color canela, un hermoso cabello rubio, un olor a lavanda por las fragancias de la ducha, unos impresionantes y atrayentes ojos azules como el cielo, una sonrisa tímida pero hermosa se prometió a si mismo hacerle sonreír mas ampliamente seguramente una sonrisa abierta estaría mejor en esos labios que sabían a gloría y sobre todo el olor y el sabor de aquella sangre que recorría las venas del pequeño, tan dulce, tan ligera, tan pura, tan perfecta, se dibujaron en la mente del moreno quien sonrió ante su pensamiento, después de todo el pequeño se le clavo en su corazón, que aunque no latiera por su vida inmortal, sintió la calidez de los latidos contrarios. 

     Apretó con fuerza los dientes, borró su sonrisa, cerró con fuerza sus ojos, la piel cediendo espacio para aquel objeto en las manos de su padre, un fuerte grito de dolor inundó la habitación, la puerta ligeramente abierta para dejar entrar el aire a aquel cuarto fue suficiente para que el lastimero grito lleno de puro dolor escapara llenando los corazones de todos con la sensación misma del dolor que en ese momento sentía. 

     - Sabes que no me gusta hacerlo, pero si esta es la única forma en la que comprendas esa valiosa regla… entonces no me detendré… Sai comprende que no puedes tomar todo lo que quieras y menos si ya tiene dueño… puedes marcarlo, de muchas maneras de forma irreversible… ¿quieres perderlo?... – esa pregunta desapareció todo el dolor y escozor que su espalda le ofrecía, ¿perderlo?

     Los recuerdos de vagar por las calles, lastimado y muerto aun con un corazón caliente palpitando en su interior le llegaron de golpe, ese era él antes de tener una familia que le quería y protegía. 

     Sus ojos se empañaron por las lágrimas, ¿cómo era posible que estuvo a punto de hacer lo mismo que le hicieron en una vida pasada?, negó con la cabeza, mientras que un pequeño sollozo lleno de melancolía mezclado con culpabilidad llegó a los oídos del peliplateado que sonrió un poco, momentos después la sonrisa desapareció y en sus ojos se mostraba tristeza y dolor, dolor porque realmente no le agradaba agrietar esa piel pálida que días después estaría como nueva, le dolía demasiado el tener que lastimar el cuerpo del pequeño a quien rescato de una muerte cruel, lenta y sobre todas las cosas dolorosa, apretó la vara en sus puños con fuerza, alzándola nuevamente, para descender a velocidad vertiginosa nuevamente, cayendo sobre la espalda descubierta del ojinegro. 

     Arqueó su espalda al sentir su sangre brotar, aquella sensación extraña de estar siendo reventada por los golpes no era muy agradable, apretaba los dientes con fuerza, intentando no hacer tanto ruido pero era imposible, los jadeos y la visión borrosa por el dolor no se hicieron esperar, sus brazos aun atados eran los únicos testigos de que estaba perdiendo fuerza con rapidez, sus piernas flaquearon dejándolo caer, sostenido únicamente por los brazos aun apresados en los grilletes, ya no podía gritar a causa del dolor, su voz se había extinguido y sabía que si no alzaba la voz su padre seguiría castigándolo, tendría que decir las palabras aunque no le salieran de la garganta. 

     - Ya no… onegai… ya aprendí mi lección, no lo vuelvo a hacer... – suplicaba al ver a su padre con algo en las manos, listo para asestar otro golpe, sus gritos eran acallados por las puertas de una habitación oculta especial para los castigos. 

     Después de eso las manos fueron despojadas de los grilletes que le mantenían de pie, haciendo con esto que su cuerpo cayera pesadamente hacia el suelo casi inconciente. 

      - Kiba… lleva a Sai a su habitación… y por favor… cura con cuidado su espalda… - los ojos de Kakashi regresaron a la normalidad, dispares un nuevo brillo se veía en ellos, culpabilidad, no le agradaba tener que castigar a ninguno de sus hijos, les amaba, pero ese pequeño era especial y sería de gran ayuda para Sasuke. 

     Kiba levanto con cuidado el cuerpo maltratado del moreno que en ese momento a pesar de seguir conciente ya no sentía dolor alguno en su cuerpo, como era posible que un hombre tan bueno como lo era Kakashi se volviera tan brutal, era algo incomprensible, pero las ordenes eran incuestionables, además el mismo Kiba había sido el responsable de limpiar desastre causado por Sai hacía ya varios años, en ambas ocasiones. 

     Podía recordar con claridad el rostro de la joven, sus ojos abiertos y en su cara una mueca de terror inundada de dolor, esparcida en alguna parte de la habitación, sus brazos cerca de la chimenea y sus piernas cerca del escritorio, tal vez arrojadas con furia sobre aquella al recordar su propio pasado, esos ataques maníacos siempre se apoderaban de el cuando encontraba algo o alguien que le recordara lo que un día fue. 

_________________ Fin de Flash Back ___________________ 

     Se encontraba en su cama boca abajo, con la espalda descubierta siendo atendida por Kiba que con infinito cuidado y cariño esparcía la sustancia transparente e irritante sobre su lastimada piel, pequeños gemiditos producto del escozor que sentía ante ese contacto del paño húmedo en alcohol para limpiar y evitar infecciones. 

     - Lo lamento, joven Sai… sabe que esto es lo único que puedo hacer por usted… - comentaba con voz triste el castaño, a lo que el moreno sonrió un poco saliendo se sus labios solo una mueca retorcida y llena de dolor. 

     - Arigato… me lo merecía, pero no se que me paso… no pude controlarme… - susurro mirando de nueva cuenta hacia el frente donde descansaba su cabeza momentos antes de agradecer al castaño sus atenciones. 

     - Descuide… ya verá que no es nada… pronto se pondrá bien… ya lo verá… si no necesita nada más… me retiro… que descanse… - acto seguido acaricio las hebras negras en un gesto paternal para después salir de la habitación apagando todas las luces. 

     Amanecía, entre las sábanas se revolvía un pequeño de cabellos rubios, sus ojos se apretaban con fuerza, los rayos de luz que se colaban por la ventana no le dejaban descansar mas tiempo, abrió los ojos para darse cuenta de que se encontraba solo en la cama, se sentó de golpe sobre el suave colchón, recordando los gritos que de la boca de Sai se escuchaban por toda la casa, llevó sus manitas a la cabeza, tapando sus orejas mientras que la cola se enroscaba en su cuerpo. 

     Un recuerdo le llegó de golpe, la primera vez que fue a la aldea, después de que su madre falleciera por defenderle, decidió pedir permiso para poder enterrar los restos de su madre en un pedacito del cementerio cerca de la aldea, como a ella le hubiera gustado, pero la respuesta del pueblo fue una totalmente diferente, los aldeanos le amarraron a un tronco dando la espalda a la gente, su mirada fija en la madera a la cual había sido atrapado, le desgarraron la camisa que llevaba y después, solo dolor sentía, la espalda le dolía y mucho, podía escuchar las risas de las personas que se vanagloriaban por hacer eso, diciendo frases dolorosas y otras confusas como: “¿y este es el hijo del gran del lobo Kaseiyo?”… “Para que aprendas maldita aberración a no pisar esta aldea”… “aprende a respetar a los puros”… ”Con más fuerza aun no se ve suficiente sangre”… entre otras frases, cuando su cuerpo no pudo más y los gritos de su garganta dejaron satisfechos a los aldeanos, estos simplemente le soltaron y le aventaron otra camisa para ocultar el impuro cuerpo que consigo cargaba, “gomen… no volveré a molestarles”… fue las últimas palabras dirigidas al pueblo que le lastimo. 

     Sabía como dolía el ser lastimado y que la sangre saliera por lugares que no conocía que podían salir o que no pudieras siquiera acariciarte en busca de reconfortarte un poco por el dolor, se sintió mal, era su culpa por la que Sai se encontraba lastimado y era su culpa que Sasuke se encontrara molesto. 

     Se cambió de ropa y salió de la habitación, buscando la única que aparte de la de Sasuke conocía, la de su nuevo “padre” Kakashi, cuando entro a la habitación de paredes blancas con una cama en colores tintos y un peliplateado con un pijama en color azul marino en seda sentado sobre su cama leyendo tranquilamente el periódico mientras bebía algo en una taza de color crema. 

     Observó al pequeño en el umbral de la puerta y sonrió de manera tranquilizadora, le hizo un movimiento para que se adentre a la habitación y se sentará a su lado, así lo hizo, sus pies se balanceaban en el filo de la cama, demasiado alta para su pequeño cuerpo, mientras que tomaba la taza con chocolate que le tendió el mayor, mientras que él sostenía una con un contenido tinto en su interior. 

     - ¿Cómo amaneciste?... ¿Dormiste bien?... – pregunto después de dar un sorbo a su taza, bajaba el periódico que traía en manos para mirar las acciones del pequeño, sus mejillas estaban sonrojadas, al parecer nadie había sido cariñoso con él antes. 

     - Muy bien… arigato… - menciona cohibido mirando el humeante contenido de la taza en sus manos, sintiendo la calidez que se desprendía de la porcelana en la que se encontraba, con una sonrisa pequeña llena de melancolía y tristeza. 

      Secó de sus ojos las pequeñas muestras del dolor que sentía por dentro en esos momentos, las lágrimas que en silencio se escapaban desobedientes de sus ojos, observándolas por un tiempo antes de decidirse a limpiarlas y borrarlas de la faz de la tierra en la tela de su camisa de color azul marino con un pequeño circulo en el medio en forma de espiral de un color rojo, levanto su rostro y esbozo una sonrisa de eterna gratitud hacia la persona que le dio un hogar, una familia y protección. 

    - Kakashi-chichi… - llamo el pequeño con una tímida sonrisa, se sentía raro nombrar a alguien como padre, hace mucho que no tenía padre y las palabras del peliplateado le había dicho cuando le dieron su primer baño con agua caliente fue que le llamara como tal. 

     - Dime… - murmuro con voz suave mientras su mano paseaba por los cabellos rubios del pequeño haciendo que sus orejas se curvaran para disfrutar de aquella agradable sensación que le proporcionaba la calida mano de su protector, mientras que su cola bailaba mimosamente cerca de sus pies. 

     - Puedo ir al jardín por una flor… - la mano del peliplateado navegaba ahora por su mejilla, el pequeño no pudo evitar cerrar los ojos, ese tacto era tan calido, tan suave, tan lleno de amor y cariño, recargo su rostro en aquella mano e inconcientemente una lagrima solitaria cayó se sus ojos. 

     - Claro… pero antes tienes que pedirle permiso a Sasuke… ¿para que la quieres?… - pregunto al momento de separar las caricias y limpiar la lagrima que manchaba su mejilla, después depositar un tierno beso en los cabellos, con ello intentando que no le tuviera miedo por lo ocurrido el día anterior. 

      - Etto… Sasuke no esta… cuando me desperté estaba… lo busque pero no lo encontré… - su mirada se entristeció, sus planes se estaban arruinando, en este momento no le importaba si lo golpeaban o lo mataban, solo quería hacerle saber que no le temía a ese ser y que le quería por aceptarle en su familia. 

    - Parece que salió a la cuidad… me pregunto a que… - inquirió Kakashi, colocando una mano sobre su mentón a modo de pensar. 

     La familia Hatake tenía un prestigió, conocidos como los demonios privilegiados en el mundo de las criaturas sobrehumanas, los únicos con las característica de poder disfrutar por algunas cuantas horas las luces que el día ofrecía, a excepción de Sasuke, que tenía la habilidad de poder estar como cualquier humano por las horas que el quisiera disfrutar del día pero no le agradaban las personas, ya que por su físico muchas jóvenes le seguían, cuando salía era para comprar algo importante o atender algunos negocios cuando Kakashi no podía. 

     - Bien… puedes salir… pero solo al jardín… cuando tengas la rosa regresa… ¿entendido?... – mencionó con una sonrisa en los labios que hicieron que el pequeño se emocionará y por impulso le abrazara a la cintura. 

     - Hai… arigato, arigato… Kakashi-chichi… - su rostro lo restregaba una y otra vez en la camisa del pijama del mayor mientras regalaba una hermosa y amplia sonrisa, el mayor imito el gesto, el pequeño ya se comenzaba a ser él mismo y eso agradecía el mayor, aun estaba algo cohibido pero eso se podía remediar con el tiempo, revolvió los cabellos con cariño sacando aquella risa que tanto le gustaba escuchar. 

     Cuando se separo con esa amplia sonrisa en los labios, se despidió del mayor, saliendo corriendo del cuarto y cerrando de golpe la puerta, al salir se encontró con la mirada penetrante de Itachi que le escrutaba de manera demasiado incomoda, logrando sentirse intimidado por aquellos ojos rojos, bajo la mirada, agacho las orejas y la cola permaneció entre sus pies, no le gustaba esa mirada, Itachi sonrió para si el poder tener el control de la gente con infundirle miedo le agradaba y mucho. 

     Tomó al pequeño por el cuello, alzándolo para que le mirara a los ojos, cosa que no logro porque el pequeño mantenía los ojos cerrados por la fuerza del agarre que le lastimaba el cuello, pero no se quejaba, no ejercía presión para soltarse, sabía que eso le enfadaría, aun recordaba su encuentro en la aldea y lo quería estar en la misma situación que el aldeano que intento partirle la cabeza con un hacha cuando decidió entregarse intentando salvar la aldea. 

     Itachi, molestó porque no hacía nada para defenderse le arrojó a un lado chasqueando los dientes, quería escucharle suplicar, pero no sucedió eso, al contrario, permaneció inmóvil esperando su siguiente movimiento, preparado para morir en sus manos o esa fue la impresión que le dio, le miro de reojo una última vez, antes de encerrarse en la biblioteca a leer un poco hasta que la noche cayera para ir a cenar. 

     Naruto se sacudió las ropas por el polvo de la caída y se dirigió a toda prisa a la puerta de la entrada, recordaba que la noche antes de que amaneciera cuando le entregaron como mascota de Sasuke un bello jardín con muchas flores, muy bonitas. 

     “Si le doy una tal vez me perdone” pensó mientras cerraba la puerta tras de sí. 

     Se acercó a unos rosales, tratando de decidir entre una rosa blanca o una roja, entre todos los rosales una rosa destaco, su color no destacaba mucho, pero la forma de los pétalos, la distribución, la forma, la textura, todo en ella llamo mucho la atención del rubio quien se acercó para inspeccionarla meticulosamente. 

     - Si esta es perfecta… - canturreo satisfecho mientras se acercaba para tomarla por el tallo y sin medir consecuencias la tomó con fuerzas, logrando que las espinas se clavaran en sus pequeñas manos, pero no le importa, a pesar de que la sangre comenzaba a emanar por aquellas heridas al parecer estaba demasiado concentrado en la corona de la rosa entre sus manos que no se percato de que su mano se encontraba lastimada. 

     Desde el jardín unos ojos se posaron en el pequeño cuerpo del niño con la rosa en sus manos, sonriendo ampliamente por su descubrimiento, sus ojos amarillos y esa sonrisa lasciva oculta entre los arbustos cercanos a la casona. 

     - Lo encontré… - murmuro antes de desaparecer sin ser percibido por nadie o eso creía él. 

     Con paso rápido y una sonrisa en los labios atravesó el umbral de la puerta, en la habitación cercana a la sala, Gaara percibió el olor inconfundible del pequeño y otro olor que le despertó, se acercó al pequeño de manera demasiada rápida para su gusto, logrando asustarlo por un momento. 

      - Ohayo Gaara-niisan… - murmuro feliz el rubio, pero su sonrisa desapareció al ver el semblante del pelirrojo su cara tenía una mueca y sus ojos no estaban clavados en los suyos, sino en su mano, la observó y descubrió la sangre que salía de sus dedos, río nerviosamente mientras que la otra mano era llevada a su nuca rascándola por su torpeza. 

     - No es nada… -terminó, pero esto no basto al ojiverde, que le tomo la mano con cuidado de no lastimarlo y su rostro mostró un dolor inimaginable, como si aquella sangre que emanaba de su pequeño cuerpo le lastimara como miles de agujas, abrazó al pequeño por un segundo, acto seguido de separarse, lo cargó en brazos y lo llevó al baño de su habitación con la intensión de curar las pequeñas heridas sangrantes de su mano. 

     - ¿Por qué?... – pregunto colocando la venda en la pequeña manita del rubio. 

     - Es para que me perdone… quiero ayudarlo… pero no se como… yo lo metí en este problema… - contesto el pequeño con algo de sonrojo en sus mejillas, era la primera vez que alguien se preocupaba por él, solo por un pequeño pinchazo en su mano, se sentía bien, pero le era incomodo. 

     - Con cuidado… - termino de decir el mayor bajando al pequeño que movió feliz su colita en el aire, sus orejitas estaban alzadas, se abalanzo sobre el pelirrojo y le dio un abrazo. 

     - Gracias Gaara-niisan… - termino y se marcho rumbo al cuarto donde seguramente se encontraba durmiendo o quizás molesto con él. 

     Abrió la puerta con sigilo, pero el rechinido de las bisagras anunció su presencia a la persona que se encontraba con la mirada perdida en la cama, recostado boca abajo, tratando de que el dolor de su espalda le dejara descansar un momento, pero su mueca de dolor al respirar era evidente. 

     - ¿Puedo pasar?... – pregunto asomando su cabeza por la puerta, el moreno le miro de reojo y sonrió, acto se supuso era un claro, adelante. 

     - Gomen nasai… te traje esto… ¿Me perdonas?... – pronunció el pequeño mostrando la rosa de un color tan blanco como la nieve, espectacularmente hermosa, presentada con una hermosa sonrisa, el moreno le miro confundido, ¿Por qué se disculpaba?... ¿Perdonarlo?... ¿de que hablaba?... 

     Algo en el olor que despedía el pequeño no estaba bien, observó su rostro, mostraba un poco de polvo seguramente por estar afuera, siguió por sus ropas, nada fuera de lo normal a no ser por las rodillas de su pantaloncillo corto, una gota de color tinto, del lado derecho, subió nuevamente la mirada hasta posarla en sus manos y en ellas unas pequeñas vendas cubriéndolas, aun con un poco de sangre salpicándolas. 

     - ¿Por qué haces esto?… - fue lo único que atino a decir en ese momento.

Notas finales:

que les parecio... se que es un poquito corto... pero quiero que sea sorpresa lo que pasara acontinuación ^u^, no me odien por eso... cuidense mucho, nos vemos en el siguiente capitulo... ^u^ por cierto la forma en la que llamo naruto a kakashi significa papá yo lo puse de modo infantil, ya veran a que me refiero, matta ne....


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