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Almas gemelas por ringox

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Notas del fanfic:

Querida Sayito, ya sabes que este fic resultó sólo porque yo conocí a mi alma gemela que eres tú. Esperó hagamos realidad todos nuestros sueños y siempre cuidemos la una de la otra.  Gracias por tomarte el tiempo y tener la paciencia de revisar este fic y enseñarme cuales eran mis errores. Aunque quizás, aún existan fallas ortográficas, prometo esforzarme más y más hasta que estés orgullosa de mí. Te quiero mucho.

pd: Los personajes no me pertenecen, son de Saint Seiya  y este fic no tiene fines de lucro. *_*

 

"El corazón nunca olvida la tibieza del amor"

 

-... ¿Estoy muerto?

-Sí, lo estás - Respondió una voz desconocida, pero tranquilizadora y muy serena.

-¿Cómo pudo pasar? - Preguntó aún incrédulo Hyoga, apretando sus manos asustado.

-No tengas miedo. Aquí estarás bien.

 

El rubio abrió sus ojos lentamente y se encontró con el rostro de un joven de cabellos largos tan o mas amarillos que los de él. Vestía ropas doradas y suaves. Sus ojos cerrados, permitían apreciar sus largas pestañas. Un collar de cuencas en sus manos, brillaba sutilmente, con destellos que se apagaban y se encendían una y otra vez.

 

-¿Quién eres?

-Soy Shaka, el ángel que fue por ti a la Tierra.

-Entonces... ¿Tú eres la muerte? - Preguntó Hyoga con un dejo de terror en sus palabras.

-Lo fui hace un momento para ti - Los ojos aún cerrados parecían mirarlo a través de los parpados intensamente. Una sensación de paz abordó el cuerpo del rubio.

-¿Dónde estoy?

-En el Cielo.

 

El hombre de cabello largo, se levantó alejándose de Hyoga. No sin antes darle una mirada tierna y reconfortante.

-El Cielo - repitió para si Hyoga - ¿Quiere decir que podré ver a mi madre?- Mas no tuvo respuesta. La habitación inmensa, ahora ocupada solo por él, le devolvió el eco de su voz.

 

Hyoga se levantó de una cama grande y blanca. Bajó sus pies desnudos al piso y sintió la suavidad de una nube. La alfombra blanca, era tibia y acogedora. Observó su cuerpo vestido con una larga túnica blanca. No parecía tener heridas ni marcas. Ningún indicio de violencia. ¿Cómo había muerto entonces? ¿De una grave enfermedad? Pero él era muy saludable.

 

Tocó sus brazos, su cuello, sus piernas...nada. Nada podía indicarle que tenía alguna herida.

Caminó hasta una puerta al fondo de la habitación y se decidió a cruzarla. El pomo era de un verde brillante. Claro como el color de una manzana. Lo giró, empujando la madera blanca lentamente. Un bullicio, que antes era imperceptible, llegó hasta sus oídos. Afuera, miles de personas caminaban de un lado a otro, como en la más grande de las ciudades. Asomó su cabeza lo mas que pudo, aún extrañado con lo que veía.

 ¿El Cielo? El  cielo parecía una gran metrópoli.

 

Alguien empujó su puerta sin querer, al pasar apurado, cerrándosela casi en la nariz.

-¡Lo siento!-Dijo el chico de cabellos largos y negros, regresando un instante su mirada atrás- ¡Y bienvenido!

-Gracias - Pudo responder Hyoga temeroso de todo lo que veía.

Se atrevió a salir por completo de la habitación y dar un par de pasos afuera.

-¡Hola!, ¡Soy el ángel Seiya! ¡Bienvenido al cielo! Ser bueno siempre es mejor ¿verdad? Te gustara aquí.

-...-El rubio no pudo responder. El chico de cabellos café frente a él. Vestido con unos jeans rasgados y una camiseta de color rojo, parecía muy atareado y no le daba tiempo a contestar.

-¿Y cual es tu alma gemela? - Le preguntó el ángel sacando una libreta y anotando cosas en ella.

-¿Mi alma gemela?- Murmuró Hyoga aun mas confundido.

-Sí, tu primer amor, tu esposa, tu media naranja, tu peor es nada, ahí veras tu como le dices. Aquí, es "alma gemela" - Le respondió sonriendo abiertamente al muchacho, para regresar presuroso en sus anotaciones.

-Creo que no la tengo.

-¿No tienes? ¿Esta viva aún? Entonces eres del Sector C.

-No, no. No me entiendes. Yo no estoy enamorado.

-¿No lo estás? - Preguntó sorprendido el ángel - Pero Shaka fue por ti. Eso quiere decir que lo estás.

-No, creo que hay un error.

 

Seiya lo miró molesto. Cerró su libreta fuertemente y sacó de su bolsillo una ficha plateada.

 

-Aquí está tu ficha, puedes cambiarla por allá - Le indicó un gran edificio que asemejaba un centro comercial

El rubio tomó de las manos del ángel la ficha y la observó detenidamente. En el centro de la moneda habían talladas un par de alas que brillaban sutilmente, casi como un holograma. Al moverla de un lado a otro, las alas parecían agitarse en un vuelo.

 

-¡Tengo prisa!-Dijo el muchacho de cabellos café -Y recuerda que en el Cielo, nunca, nunca se cometen errores.

Hyoga se quedó con  la ficha entre sus dedos mientras el ángel se alejaba desapareciendo entre la multitud.

Todo era muy extraño. ¿Eran esos Ángeles? Ese muchacho parecía más bien un revoltoso chico, no se parecía en nada a Shaka.  Las personas afuera vestían ropas normales. Apenas pudo distinguir a lo lejos, un par que llevaban túnicas como él.

Todo el mundo pasaba por las calles como si nada.

Miró la ficha una vez más. Y emprendió camino al mega-centro comercial.

 

Caminó por los amplios pasillos llenos de tiendas. Algunas eran normales como en la Tierra. Vendían ropa, dulces, helados, artículos electrónicos. Pero otras eran diferentes. Vendían tiaras doradas y en grandes gamas de colores, túnicas de diferente material, sandalias altas y bajas, junto a  otros artículos que parecían más de una tienda de disfraces.

Un gran letrero con luces indicaba que allí, era el lugar preciso para cambiar la ficha. Una cola de aproximadamente 10 personas salía del local. Todos con túnicas largas y blancas como la de él.

Se ubicó tras la última persona en la fila, una chica de cabello lila largo, que al notar su presencia no tardó en hablarle.

 

-¡Hola! Soy Saori. Estoy muerta desde hace una semana, ¿y tú?

-¿Yo? Creo...creo que desde hoy.

-¿Eres nuevo? Bienvenido. ¿Primer par de alas?

-¿Alas?

- A eso has venido a la tienda ¿No?

-Seiya el ángel, me dijo...

-¿Seiya? ¿Ese ángel del demonio?

-Puede que sea otro Seiya - Respondió el rubio sin intención de tener una riña.

-¡Claro que no! El fue mi ángel de la muerte. Yo estaba muy bien viviendo y me mató.

-¿Dices que el te mató?

-Así como matar no, pero si no fuera por él, ahora estaría disfrutando de mi multimillonario premio. ¿Puedes creer que solo hacía unos minutos me había ganado la lotería?

-¿De verdad?

-¡Sí! Y luego me dicen acá, que el dinero no hace la felicidad. ¡Patrañas! Y ese ángel del demonio que dice que no puedo volver a vivir hasta que lo comprenda.

-Bueno, "siempre dicen que para ser feliz sólo---"

-¿Estás de su parte? - La muchacha se dio la vuelta y no volvió a dirigir su palabra a Hyoga. Ni tan solo una mirada.

El rubio se sintió incomodo, pero esperó en la cola para ver que pasaba.

 

Cuando llegó su turno frente al mostrador. Un hombre alto, de piel morena, inmensos hombros y con una túnica celeste le saludo cordialmente.

 

-¡Una nueva alma! ¡Y que alma más linda! Almas como tú, da gusto ver.

-¿Se, se refiere a mi señor? - Preguntó tímidamente Hyoga.

-¡Claro que a ti! Ya Shaka me contó todo. Créeme que lo lamento mucho. Mi nombre es Aldebarán, Ángel Aldebarán.

-Mucho gusto, mi nombre es Hyoga

-Lo sé, lo sé. Déjame ver. ¿Cómo te gustan las alas?

-Nunca he tenido alas antes. No se cual será mejor.

-Te recomiendo estas. Son las más rápidas y con ellas sentirás que flotas suavemente. Son las mas frágiles también, pero si las cuidas. Podrás volar con ellas todo lo que quieras.

- Está bien. Dame esas -  Hyoga entregó su ficha al ángel.

El hombre tomó de un aparador una botellita pequeña, con un líquido rosado muy pálido y se lo extendió.

-Bébelo antes de dormir. Al despertar tendrás un hermoso par de alas-  Aldebarán le sonrió con dulzura.

 

De pronto unos gritos se escucharon fuertes. La chica de cabello lila, discutía ferozmente con otro hombre, vestido con ropas normales, el cual se negaba a entregarle un par de alas. La muchacha abandonó enojada la tienda y desapareció entre la gente.

 

-¿Qué sucedió Shura? - Preguntó afligido Aldebarán.

-Quería pagar por un par de alas nuevas, rompió las que tenía. Quise explicarle que no puede comprarlas con dinero y se enfadó.

-Ella  nunca aprende. Su tiempo en el cielo, no servirá si no logra comprender que el dinero no lo compra todo.

-¿Crees que no podrá ser un ángel?

-No lo sé. Pero si sigue así, pronto se decidirá que tiene que volver a vivir.

-¿Se puede volver a vivir? - Pregunto Hyoga sorprendido. Mientras Shura recogía las botellitas que cayeron al piso en la discusión.

 

-¡Claro! Respondió el ángel. Puedes ser un ángel, si cumples las condiciones. O, volver a vivir, hasta estar preparado para serlo.

-¡Yo quiero volver a vivir! - Respondió apresurado Hyoga.

-No digas eso tan aprisa. Ser un ángel es lo más hermoso. En especial, cuando se es un ángel como tú.

-¿Yo? ¿Yo soy un ángel?

-Por supuesto y serás el mejor - Le respondió riendo suavemente -  Dar la vida por un ser amado, es el acto mas generoso que existe. Por eso, serás un ángel de amor.

-¿Un ángel de amor?... ¿A qué te refieres con dar la vida por otro? - Preguntó angustiado Hyoga.

Aldebarán tardó en responder y Shura intervino.

 

- A veces, cuesta recordar los últimos momentos de vida. A mi me pasó. No sabía porque estaba en el cielo. Siempre fui muy malo, pero un día desperté y estaba aquí.

-Dices que entonces... ¿Tenías que ir al infierno? - El rubio apretaba sus manos, temblando en su interior.

-No, bueno, no ese infierno con un diablo rojo y fuego por todas partes. Yo tendría que volver a nacer. Sin poder escoger ni conocer el milagro de la bondad. Volver a nacer y tratar de aprender el verdadero significado, por el cual se nos da la vida.

-¿Eso es un castigo? - Preguntó Hyoga dudoso. Siempre pensó que el mejor castigo para alguien malo, era que se le devolvieran las maldades cometidas.

-Es un castigo. No saber amar, no saber que es la bondad, es un castigo- el muchacho de cabellos negros entristeció, pero pronto recobró la alegría y continúo atendiendo a otras almas. Aldebarán, que se había mantenido en silencio, miró a Hyoga con ternura.

 

-Shura pudo conocer el cielo, pero no puede ser ángel. Como muchos aquí. Que esperan el momento en que el valor les de la decisión de volver a nacer y enfrentar la vida para encontrar el significado del amor.

-Pero yo no sé cual es el significado, no se porqué vivimos ¿Por qué entonces puedo ser un ángel?

Aldebarán lo miró tiernamente otra vez, acarició su cabeza suavemente.

-Creo que debes ver a Mu. Su consulta esta saliendo del mall. Frente a la fuente de luces naranja.

-¿Mu es un doctor?

-No. Él es el ángel de las vidas pasadas. Te podrá ayudar a entender, porque eres un alma con derecho a ser ángel.

 

Cuando Hyoga salió del mall, estaba mas que confundido. Según Aldebarán, el merecía ser ángel. Pero en absoluto entendía porque. Nunca fue extremadamente solidario. No daba todas sus posesiones. A veces se enojaba con sus amigos y otras tantas fue egoísta con ellos. Entonces ¿Por qué?

Distraído como iba, no puso atención en un expreso que venia a toda velocidad doblando la esquina.

El conductor frenó bruscamente el inmenso bus color blanco al casi arrollar a Hyoga.

 

-Lo siento muchacho.- Dijo el hombre de cabello azul desordenado, que lo conducía

- Llevo prisa con estas almas. Llegaron nada más hoy. Ya sabes su situación.

- Hyoga miró al hombre sin comprender, pero su vista se fue de inmediato a una de las almas que estaba en ese bus. Un muchachito de cabellos verde y mirada triste que  estaba sentado en los primeros asientos.

 

Vestía con algo parecido a un pijama, un pantalón de algodón y una camiseta blanca de tirantes. Lucía demacrado y muy cansado. Sus labios rosados estaban cerrados en una mueca casi de dolor. Su cuerpo delgado, parecía frágil, inmensamente necesitado de un abrazo, de amor.

 

-No, lo siento, pero no sé cual es su situación- Respondió Hyoga sin poder dejar de mirar al chico de cabello verde sentado en aquel extraño bus. Le era tan familiar y le removía algo en su interior.

-Son almas en peligro. Tienen que ir a juicio, para saber si pueden quedarse aquí un tiempo, o deben volver a nacer ya.

-Yo, acabo de morir - Se sintió extraño diciendo eso, pero se acostumbraba poco a poco a la idea - Y no se muy bien las reglas del lugar.

-Entiendo, Soy Milo. El ángel de las almas que no quieren vivir

-Hola, yo soy Hyoga y, y creo que...

-Eres un ángel de amor - Aseguró Milo desde el bus -  Cuídate, nos vemos por ahí, llevo prisa.

-¡Adiós!- Alcanzó a pronunciar Hyoga antes de que el bus desapareciera casi volando frente a sus ojos.

El ángel chofer. Le había dicho que esas almas no querían vivir. ¿Por eso estaría tan triste ese hermoso jovencito de cabello verde? Tan hermoso y tan, tan familiar. Su corazón se apretó en su pecho, con una punzada dolorosa. Pero frente a él, estaba la oficina de vidas pasadas. Y ahí estaría seguramente el hombre que le indicó Aldebarán.

 

Cruzó la plaza en dirección a la calle de al frente. Mucha gente pasaba caminando. Muchas lo saludaban amablemente, mirándolo con algo de respeto que no entendía.

Algunos lo señalaban. Otros ángeles al pasar también. Pero se  sorprendió sobremanera, cuando a lo lejos, un ángel flotando en lo alto, acercándose a una de las ventanas de al frente, le saludó con la mano.

 

Hyoga caminó hasta llegar al edificio de vidas pasadas. Entró por unas puertas gigantes, que casi eran del porte del mismo edificio. Al entrar, se dio cuenta de que no había más pisos. Todo el alto de la edificación, correspondía al techo, lleno de ventanas, por donde entraban algunos ángeles volando.

Caminó pisando la suave y mullida alfombra verde, como el pasto de una pradera, y llegó hasta un mostrador, donde una chica de cabello rubio y alas amarillas le atendió gentilmente.

 

-Buenas tardes señor ángel. Soy Fler ¿En que puedo serle útil?

-Buenas tardes señorita ángel Fler. Busco a Mu, el ángel de...

-Sí, sí, las vidas pasadas. Tendrá que esperar un momento en esa sala. Está atendiendo a alguien.

Hyoga tomó asiento en unas bancas labradas con forma de caballos y halcones. Se sintió inquieto en ese lugar y prefirió entablar conversación con el servicial ángel.

 

-Disculpa. ¿Puedo preguntarte algo?

-Claro que si, ángel de amor.

Hyoga se ruborizo ante esa mención. La muchacha era muy bella y le hablaba tan calidamente. Recordó por unos momentos, un sentimiento que estaba dormido en él. Y que no comprendía del todo.

 

-Verás- comenzó nervioso Hyoga- Yo tengo una mamá.

-Sí- respondió ella divertida-también yo tengo una.

El rubio se sonrojó, pero continúo hablando.

-Ella murió hace muchos años, cuando yo era pequeño. ¿Cómo puedo saber si ella esta aquí? ¿Si es un ángel?

-Hay muchos Ángeles de todas clases. Pero puedes preguntarle al señor Mu cuando te atienda. Él es ángel desde hace cientos de años. Seguro la conoce.

-¿Puedo preguntarte otra cosa?- Dijo tímidamente Hyoga.

-¡Claro! - Respondió ella enérgicamente.

-Hace un momento, conocí a Milo. Él me dijo que llevaba almas a un juicio. Y que eran almas que no querían vivir.

-Bueno. Las almas que  rechazan la vida. Son juzgadas en un tribunal, donde tres ángeles, ven su vida y deciden si aprendió algo mientras permaneció en la Tierra. Tratan de saber porque no querían la valiosa vida que se les dio.

-¿Y que pasa si, el tribunal cree que, cree que la alma, pues la alma desperdició su vida?

-Están obligados a vivir nuevamente. Muchas veces, sin derecho a venir al cielo. No importa si encuentran el significado de la vida, sin importa qué. Mientras dure su condena.

-Y ¿De cuanto pueden ser esas condenas?

-Una vida, 10 vidas, miles de vidas. Depende. También a las malas almas le dan castigos similares.

Hyoga iba a preguntar de nuevo, pero en ese preciso momento un hombre de cabellos lila, salía desde una puerta.

-¿Hay alguien mas fler?

-Sí, ángel Mu. Está este ángel de amor.

-¿Un ángel de amor? Hace mucho que no veía uno - Hyoga se movió incómodo en su lugar. Le agradaba, pero también incomodaba ser un ángel de amor. El hermoso chico del bus, parecía más apropiado para ello.

 

-Pasa, pasa. No esperes- El ángel le dejó espacio para entrar al despacho.

Un lugar amplio. De colores pasteles y una decoración muy simple. Al medio, un gran escritorio de mármol con un computador y muchos documentos esparcidos sobre él.

-¿Y cómo te llamas? - Preguntó Mu mientras tomaba asiento.

-Soy Hyoga.

-Sí, algo me habló de ti Shaka antes de recogerte. Me advirtió que quizás vinieras aquí.

Una lástima lo que pasó - suspiró resignado Mu.

-¿Una lástima que? ¿Qué fue lo que pasó?

-Tu muerte. Tu alma gemela. Todo eso.

-¿Mi alma gemela? ¿Tengo una?

- La tenías. Probablemente, te reasignaran una.

-¿Reasignarme una? Creí que solo había una alma gemela.- Respondió Hyoga algo molesto.

-Llevas apenas un día en el cielo y ya crees que sabes como funcionan las cosas.

-No es eso. Es sólo que, no sé a que se refieren, ni porque debo ser un ángel de amor, ni lo que implica serlo.

-Ser un ángel de amor es lo más bello que puedes ser aquí en el Cielo. Sólo las almas más puras pueden serlo.

-¿Y qué debe hacer un ángel de amor?

-Bueno. Algunos van a la Tierra, y ayudan a otras almas a encontrar su alma gemela.

-¿Cómo Cupido?

-Sí, sí - Respondió Mu molesto - Como Cupido, pero sin flechas. Ya te dirán tu trabajo cuando sea el momento.

-¿Cómo fue que morí? - Interrumpió directamente Hyoga. Esa pregunta la tenía dando vueltas por su cabeza hace horas.

-Por tu situación, creo que es mejor no decírtelo aún - Trató de terminar Mu mientras tecleaba algo en el computador.

-¿Y cuál es mi situación? ¿A qué se refiere?

-A tu alma gemela. ¿A que más? - Mu lo miró con tristeza por un momento, pero retomó rápido al ingreso de información en el computador.

-¿Por qué van a reasignarme un alma gemela? ¿Qué pasó con la mía?

-En un par de días, podrás saber muchas cosas, cuando te nombren oficialmente un ángel de amor -  Le respondió el ángel de las vidas pasadas mirando su reloj.

 

Hyoga sintió que era inútil continuar preguntando sobre su muerte. Era evidente que aquel ángel no hablaría. De todas formas, pronto tendría que asistir al tribunal y entonces sabría todo lo que pasó.

Decidió mejor obtener otro tipo de información.

 

-¿Conoce usted a mi madre? - Preguntó esperanzado Hyoga.

-¡Natasha! ¿Verdad? Claro que sí.

-¿Sabe usted su nombre?

-Está todo aquí, en el computador. Toda tu vida - Mu recogió su largo cabello lila y miró los antecedentes de Hyoga -  ¡Impresionante! Eras un gran nadador. ¡Tenemos piscinas aquí también! Te gustarán.

 -¿Mi madre volvió a vivir? -  La voz del rubio sonó temerosa y dolida.

-Tu madre es un ángel de amor. Como tú lo serás también. ¡Curioso! madre e hijo, ambos ángeles de amor.

-¿Entonces ella está aquí? ¡En el cielo!- Los ojos de Hyoga brillaron esperanzados. Toda su vida recordó a su madre y soñó con verla una vez más.

-Ella en éste momento está en la Tierra. Cumpliendo una misión. Estaba muy preocupada cuando supo que...ya sabes...que estabas muerto - Le dijo divertido Mu

- Las personas no se acostumbran a la idea de que la muerte, sólo es un paso más - Esta vez su voz terminó con un son de misterio. Volvió a sonreír y retomó sus asuntos con el computador.

 

-¿Podré verla?

-Sí, Podrás cuando ella regrese. No debe tardar mucho, quizás mañana ya este aquí.

-¡No puedo creer que podré verla! - Exclamó emocionado el rubio.

-Mientras, puedes pasear por el Cielo. Te gustará. Te recomiendo el Paraíso. Todos quieren siempre estar ahí.

-¿El Paraíso? ¿Puedo ir al Paraíso?

-Sí....puedes - Le respondió Shaka, mientras volvía  a leer en la pantalla del computador -Interesantes vidas pasadas. No son muchas. Normal en un ángel de amor. No tardan en descubrir el verdadero significado de la vida.

-De verdad me pregunto si no es un error. Es decir, yo no sé el verdadero significado de la vida.

-¡Acá, en el Cielo no hay errores Hyoga! Te ganaste el puesto de ángel de amor por una razón muy poderosa. Igual que tu madre. Ella dio la vida por ti. Por el ser que mas amaba en el mundo.

 

Los ojos de Hyoga se nublaron con lágrimas al recordar el sacrificio de su madre. Ella, por salvarlo en aquella terrible tormenta, murió en las heladas aguas. Ella lo salvó. Ella dio su vida por él. Y él, él entonces también dio su vida por...

 

-¿Di mi vida por alguien? ...¿Por quién? - Preguntó espantado el pequeño rubio.

- Ahora es muy pronto para que lo sepas. Diste tu vida y ahora serás un ángel.

-¿Pero porqué no puedo saberlo?, Estoy muerto porque di mi vida, creo que merezco saber por quien - Los ojos del rubio abiertos de par en par, expresaban la sorpresa ante el reciente descubrimiento.

-Es por tu situación Hyoga. Ya sabrás cuando estés en el tribunal de ángeles - Trató de tranquilizarlo Mu con su calmada voz.

-¿El tribunal de ángeles? Pero, pero, ahí van las almas que van a ser castigadas - Hyoga sintió mucho miedo de ir  a ese lugar.

-Ahí van todas las almas. Algunas a ser juzgadas, otras a ser premiadas. Tú puedes relajarte mientras. Ve unos días al Paraíso. Te gustará, te lo aseguro.

- ... - El rubio continuó mirando intensamente al hombre de cabello lila.

-¿Qué haces aún aquí? Ve a dar una vuelta. ¡Vamos!, ¡vamos! - Hyoga se levantó y caminó fuera del despacho de Mu. Miró hacia atrás, pero Mu estaba sacando un celular y comenzaba una conversación. Suspiró resignado.

 

Al salir Hyoga notó que en la estancia ya no estaba la agradable chica rubia que lo recibió.

En su lugar estaba aquel ángel que lo saludó desde lo alto.

-Hola, Soy Camus, el ángel de las almas solas.

-¿Ángel de las almas solas?

-Si, y tú eres una de ellas ahora. Por eso tenemos mucho trabajo que hacer.

-¿Yo soy un alma sola? - dijo Hyoga sin entender bien.

-Sí. Se me encargó reasignarte un alma gemela. Por lo tanto, tenemos mucho trabajo por delante.

-¿Sabes...quién era mi anterior alma gemela?

-No lo sé. Esas cosas sólo las saben Shaka, Mu y los Arcángeles del tribunal.

-No entiendo porque no quieren decírmelo - Murmuró Hyoga resentido.

-Probablemente te lo dirán después.  Ahora vamos a dar una vuelta. Quiero saber cual es tú tipo de alma.

 

Camus abrió las puertas y salió al exterior. Al Cielo. El aire agradable acarició su rostro junto con el de Hyoga.

-Agradable clima en el Cielo ¿verdad? -  No hay que usar bloqueador solar -  Le susurró cerca de su oído.

 Hyoga miró a su alrededor y caminó tras los pasos de Camus. En la espalda del ángel, unas alas grandes y amplias reposaban cómodamente. Vio otra vez la fuente naranja. Estaba tan confundido y también asustado. Podría ver a su madre muy pronto. ¿Qué le diría? ¿Ella que le diría a él?

 

¿Y le gustaría ser un ángel de amor? ¿Qué pasaba con su muerte? y ¿Su alma gemela?

De pronto su mirada encontró un rostro conocido. El chico peliverde que antes estaba en el bus, ahora se encontraba sentado junto a la fuente. Con su cabeza gacha y jugando con el líquido naranja, mientras burbujas de todos los tamaños y del mismo color, flotaban a su alrededor.

 

-¡Bonita alma! - Le dijo Camus a su lado -  ¿Ese es tu tipo?

 

Hyoga caminó hasta el peliverde, sintiéndose extremadamente nervioso y sonrojado. Camus detrás de él, se sintió ignorado y sólo miró lo que pasaba con un mohín de disgusto en su cara.

 Desde que lo vio en aquel bus, Se había sentido atraído en cierta forma por aquella triste alma. Un sentimiento tan extraño por él.

 

-¡Hola! - le saludó tímidamente Hyoga.

El muchacho levantó el rostro y sus pupilas se dilataron ante la impresión

-¡Ho-Hola! - Balbuceó sonrojado y tartamudeando el peliverde.

-Soy Hyoga y él es Camus - El ángel se acercó sintiéndose levemente más importante e integrado.

-Soy Camus, el ángel de las almas solas. Tú también eres una ¿no?

-Sí. Hoy en el tribunal, me han dicho... que no merezco a mi anterior alma gemela - El pequeño pasó una mano retirando una lágrima que silenciosamente había brotado de sus ojos.

-Entonces hiciste algo muy malo - Concluyó Camus. Se acercó a Hyoga tomándolo de la mano - ¡Vamos!, tenemos que encontrar una nueva alma, ésta no te conviene - Pero Hyoga se soltó bruscamente del ángel. Se estaba cansando de que todos lo mandaran y llevaran de un lado a otro sin darle explicaciones.

 

-Justo ahora quiero conversar con él. No quiero ir en busca de una alma gemela.

-¡Muy bien! - Pronunció enfadado Camus -  Pero si después te asignan una que no te guste no será mi culpa.

 

Hyoga y el pequeño peliverde vieron como Camus alzaba sus alas y emprendía un vuelo, no sin antes dar unas pequeñas vueltas a su alrededor, como quien presume de tener algo especial y maravilloso, para finalmente desaparecer.

 

-Yo soy Hyoga ¿Y tú?

-Mi nombre es Shun - Respondió aun mas sonrojado.

-¿Y cómo fue que moriste? - Le preguntó interesado Hyoga.

-No lo recuerdo, me dijeron que eso a veces pasa - Mientras hablaba no dejaba de jugar con sus dedos ocultando su mirada.

-Sí, yo tampoco lo recuerdo.

-Hoy estuve en el tribunal de ángeles- Dijo con tono cansado el pequeño.

-¿Cómo es estar allí? Yo tendré que ir en unos días.

-Me han dicho que no puedo ser un ángel - Shun se removió incómodo, pero ante el silencio de Hyoga continuo hablando.

 

-¿Sabes? ... Mi hermano siempre me decía que era su ángel. Me pregunto que diría ahora si supiera que...que yo. Que yo hice lo mas feo que se puede hacer.

-¿Tú? Pero ¿Qué cosa tan fea pudiste haber hecho para no poder ser un ángel? - Le preguntó extrañado el rubio.

-Yo no lo recuerdo, pero al parecer, trate de suicidarme. Y lo peor... es que lo conseguí - Terminó diciendo sus palabras tras sus manos que ahora cubrían su rostro.

 -¿Suicidarte? Pero ¿Por qué?

-No lo sé, no recuerdo nada de lo que pasó. Sólo sé que, soy la peor de las almas, y quizás, tenga que vivir muchas veces sin venir al Cielo, y sin un alma gemela.

-¡Pero eso es horrible! Yo no creo que tú...- Hyoga no pudo continuar hablando, el rostro de Shun era de resignación.

 

-Está bien, yo aceptaré el castigo que me asignen - Respiró profundo, y cambiando el tema de conversación, fijo su mirada en Hyoga -  Tú... ¿eres un ángel?

-Bueno, dicen que al parecer, di mi vida por alguien...y...que podré ser un ángel por ello.

-No sabes lo feliz que soy de saber que tú serás un ángel Hyoga. Lamento que murieras siendo tan lin...joven, pero si vas a ser un ángel, entonces yo, estoy feliz de que seas uno - El peliverde se levantó e hizo un gesto de despedida junto a una reverencia.

 

-¡Espera, no te vayas!  ¿Porque no pasamos el día juntos? - El pequeño lo miró sorprendido.

-¿Lo dices en serio? - Preguntó temiendo fuera un error.

-Claro que sí. Estoy solo aquí, al igual que tú. Vamos juntos a conocer el Paraíso.

-Yo no puedo ir al Paraíso. Las almas como yo no podemos entrar ahí.

-...- Hyoga no supo que decir.

-Ya me voy. Hay un hotel donde se puede tomar habitaciones. Creo que esperaré ahí, hasta que me den mi condena.

-¡No!, tú vienes conmigo. Pasemos estos días juntos

-Pero conmigo no podrás visitar los lugares más bonitos del Cielo, es mejor que te deje.

-En serio que prefiero estar contigo.

 

La mirada del peliverde encontró los azules ojos de Hyoga. El muchacho tembló y suspiró levemente sin dejar de mirarlo.

 

-Gracias por ser tan bueno. La persona por quien diste la vida, es muy afortunada. Quisiera que alguien me quisiera a mí de esa forma - Hyoga se sonrojó. Por una extraña razón sentía que quería estar junto a él, todo el tiempo, sin separase nunca más.

-Si no puedes ir al Paraíso, entonces vamos a conocer la ciudad. ¿Qué te parece?

-¡Me parece genial!

 

El muchacho peliverde tenía una mirada infantil que inquietaba y ruborizaba a Hyoga constantemente. Acercó su mano a la del muchacho y la tomó con un apretón seguro y fuerte. Shun, sorprendido, respondió con la misma firmeza y sin apartar su mirada de aquel rostro, le sonrió feliz de sentir su compañía y protección.

 

Mientras, en el tribunal, tres Arcángeles discutían sobre el destino que tendría cierta alma.

 

-¡En verdad que el muchacho estaba desesperado! - Decía uno de los Arcángeles, el más joven de todos. Alloros.

-Bien sabes tú, que esa no es excusa. La vida es el regalo mas hermoso y preciado que se nos da - Respondió feroz la voz de Saga -  Se le dio una vida y una alma gemela y es justo que ahora, viva sin una.

-Yo no estoy seguro aún sobre este asunto - Respondió Death mask - Estoy de acuerdo contigo Saga, sobre que la vida es lo más preciado, pero también entiendo el punto de vista de Alloros. No se que pensar al respecto.

-Si no sabes que pensar - Argumentó Saga -  Para eso están las leyes. El suicidio es pecado y debe pagarse al cometerlo. No podemos ser indulgentes con las almas que van por el mal camino.

 

-Creo que antes de tomar una decisión, debemos interrogar más a Shun. Merece un juicio justo, como todos. No hemos visto los hechos en su totalidad - Mientras hablaba, Alloros extendió un expediente que encabezaba con el nombre Shun Kido.

Saga lo recibió de mala gana y hojeó un par de páginas leyendo trozos al hazar en voz alta, como quien hojea un periódico.

 

-A los 6 años rescató a un conejito herido de una trampa "muy loable" a los 10 años se culpó de romper un jarrón para que no castigaran a su hermano "admirable" a los 14 años dejó su comida para un muchacho que no tenía que comer "muy generoso" a los 15 años, rescató a unos pajaritos que habían caído de su nido"que ternura" y veamos por aquí.... ¡Ho! Sí, justo aquí, a los 16 años. ¡"Suicidio"!. Eso es todo.- Saga cerró el expediente con fuerza y lo dejó en medio de la mesa en torno a la cual estaban sentados.

 

-Yo sólo digo, que si leyeras el expediente en su totalidad, podrías entender porqué esa alma recurrió al suicidio.- Alloros miraba iracundo a Saga, directo a sus ojos.

-Y yo digo que las reglas son las reglas. En el cielo no se cometen errores porque seguimos las reglas - Respondió ya aburrido de esa discusión.

-Bueno, yo aún no he visto éste expediente. Lo leeré Alloros, y te daré luego mi opinión - Dijo Death Mask con ánimo de terminar la pelea.

-Gracias Death. Esperó que puedas ver en ese expediente lo mismo que vi yo.

-¡Ja!, no importa el caso Alloros. El suidio es el suicidio. Y está estipulado que hacer en esos casos.

 

-Y entonces,  ¿tú vas a tener alas? - Le preguntó Shun sorprendido a  Hyoga.

-Pues algo así, creo. ¿Tú no tienes?

-No, cuando llegué aquí, inmediatamente me llevaron en bus hasta el tribunal.

-Entiendo. En verdad yo creo que...bueno, a mí me parece, tú me eres muy familiar, como si ya te conociera -Dijo Hyoga avergonzado.

-A mi me pasa lo mismo. Como si te conociera - Respondió el pequeño con la piel erizada y las mejillas ardiendo.

-Crees, que quizas en la Tierra, ¿Nos vimos alguna vez?

-Talvez. - El peliverde bajó su mirada y buscó algo inexistente entre sus manos.

-Si tienes que volver a nacer, prometo que te cuidaré siempre.

-¿De verdad?

-Si, seré como tú ángel guardian.

-Pero tú tendrás que hacer tus deberes de ángel. No tendrás tiempo para eso

-No, lo tendré, y te cuidaré, muy de cerca. Aunque no sepas que este ahí. Aunque no me recuerdes. Yo te cuidaré

-Gracias Hyoga, gracias - Unas lágrimas cruzaron el rostro del peliverde, mientras con sus manos trataba de cubrirse.

 

Detrás, un Arcángel muy curioso los miraba. Death Mask había ido en busca de Shun, para estudiar juntos ese expediente y entender mejor aquello que su amigo Alloros le decía.  Pero al llegar se encontró con esa sorpresa. Inexlicablemente, esas dos almas se encontraban juntas. Premiada y condenada, juntas en el Cielo. Entrega y pérdida, unidas por la mano sutil del destino. Ese destino que al parecer, ni el mismo Cielo podía controlar.

 

El Arcángel decidió seguir a ambas almas en silencio. Sin interrumpir lo que le pareció un bello momento.

La dirección que tomaron llevaba al centro comercial.

 

-¡¡Entren a la tienda de avistamientos!! , ¡¡Eché un ojo en la Tierra!! , ¡¡Espié a su esposo a su esposa!! , ¡¡Vea a sus amigos, vigile a sus hijos!! . ¡¡Escuche lo que dicen en su funeral!! . ¡¡Sepa quienes eran sus  amigos...!! - Un muchacho pequeño de cabello rojo, gritaba a todo pulmón fuera de una tienda. Hyoga y shun se miraron con curiosidad y se acercaron a ver la atracción.

 

-Bienvenidos, soy Kiki y les ofrezco los mejores avistamientos por sólo dos estrellas.

-¿Dos estrellas? , ¿Que es eso? - Le preguntó el pequeño peliverde.

-La moneda del Cielo, claro. ¿Son almas nuevas? Por ser nuevas tiene un avistamiento gratis, pero sólo uno.

-¿Y cómo se consiguen mas estrellitas despues? - Preguntó intrigado shun.

-Con trabajo, como cualquier alma o ángel - Shun y Hyoga se miraron sorprendidos.

-¿Se trabaja en el cielo? - Exclamó esta vez con duda el peliverde.

-Evidente -Respondió Kiki frustrado.

-Pobre de mi abuelo - dijo Shun - siempre decía que quería ir al Cielo para no tener que trabajar mas - Kiki se rió divertido.

-Tranquilo, acá en el Cielo se trabaja lo justo y la paga es la justa también, pero pasen por favor. Pasen y hechen un  vistazo, les gustará.

 

Caminaron por un pasillo largo como un túnel. Y llegaron hasta el final dedes donde se veían solo nubes y catalejos sobre un pedestal de madera a modo de mirador. Había una ranura que indicaba insertar dos monedas y un teclado para ingresar datos.

 

-Escriban ahí su dirección, yo pasaré mi tarjeta para que no pida las monedas.

-Tú primero Shun. - le cedió Hyoga galantemente, a lo que el pequeño se sonrojó y caminó avergonzado hasta el catalejos, tropezando un par de veces avergonzado.

Miró el teclado y escribió la dirección de su casa. El catalejo se agitó bruscamente y Shun se alejó con precaución. Unas vueltas locas sin sentido y de pronto se quedo quieto, apuntando  a una dirección fija entre las nubes.

 

-Mira por el catalejo, ¡¿Qué esperas?! - Shun se acercó temerozo, se inclinó y miró con su ojo derecho cerrando el izquierdo.

En un principio no pudo ver nada. Pero poco a poco la imagen se hizo nitida y reconoció la sala de estar de su casa. En ella pudo ver muchas personas. Algunas calladas en silencio, otras hablando, pero muy bajo. Y en una esquina, Ikki, su hermano mayor, mirando fugazmente por la ventana. Ausente y melancólico.

 

Ikki estaba llorando por su partida. En ese momento recordó que estaba muerto y que jamás volvería a ver a su hermano, porque el debía cumplir una condena. Si hubiese llegado al Cielo como un alma pura., podría haber esperado a que su hermano muriera también y reencontrarse con él. Pero ahora eso jamás sucedería. Se levantó del catalejo con sus ojos rojos e hinchados, llorosos y con una pena inmesa. ¿Porque había hecho lo que hizo? ¿Porque se suicidó?

 

Trató de reponerse, y buscó la mirada de Hyoga. Pero este ya se encontraba mirandolo fijamente.

-Esa dirección... - Dijo vacilante Hyoga - Esa dirección, es muy cerca de mi casa. Muy cerca de donde yo vivo.

-¿Lo dices en serio? - Preguntó el peliverde sorprendido.

-Sí, yo vivo a unas cuadras - Yo también quiero mirar por ahí.

Kiki, apretó un botón y le dio el paso a Hyoga. Pero el rubio ingreso la misma dirección que Shun, y el catalejo no tuvo que girar para buscar una nueva posición. Hyoga se inclinó y pudo ver ahí la misma escena que el peliverde, justo ahí, estaba ikki.

-¡Yo conozco a ese muchacho! ¡Es Ikki!

-¡¿Conoces a mi hermano?! - Exclamó Shun extrañado.

-¡Sí!, lo veía siempre al pasar rumbo a la escuela. Pero, no recuerdo haberte visto con él antes.

-Mi hermano y yo trabajamos en la floristeria que esta al frente. Siempre estoy ahí en las mañanas temprano, y en las tardes después de la escuela.

-Es tan extraño. Siempre pasaba por ahí y saludaba a Ikki, pero nunca te vi.

-Quizás me viste alguna vez, y tan solo no lo recuerdas - Dijo el peliverde triste.

-Imposible, nunca podría haber olvidado un rostro como el tuyo - Shun se sonrojó ante esas palabras y agachó su cabeza.

-Yo tampoco hubiera olvidado un rostro como el tuyo - Respondió el pequeño sin levantar su cabeza.

-¿Ustedes dos son almas gemelas? - Pregunto Kiki mientras los miraba a ambos ruborizarse.

-¿Nosotros? - Respondió con una pregunta Shun.

-No lo somos - Suspiró triste Hyoga.

-Que raro, hubiera jurado que ambos lo eran. - Argumentó kiki - Créanme que he visto muchas almas gemelas y ustedes lo parecen.

 

Hyoga y shun Abandonaron el lugar en busca de mas atracciones. Si bien una duda estaba ahora ensombreciendo sus pensamientos, la idea de disfrutar al máximo el poco tiempo que tendría juntos, prevaleció.

El mall estaba lleno de locales tan comunes como heladerias y tiendas de ropa. Pero también sitios extraños y que los dejaban sorprendidos. Se detuvieron en uno en particular. Un cybercafe celestial.

 

Se sentaron en unas computadoras en las que se podía mandar un mensaje especial a tus seres queridos en la Tierra. Por ser almas nuevas tenían una posibilidad gratis en todo. Y tanto Hyoga como Shun escogieron la forma y mensaje que querían para sus parientes.

Hyoga envió uno a sus tíos, que lo habían criado al morir su madre.

El mensaje era claro y preciso. "Los quiero y los estaré cuidando desde el Cielo". La  forma de hacer contacto, un cálido y sutil sueño.

 

Shun escogió un mensaje corporeo. No tenía palabras que decirle a su querido hermano. Solo podía expresar sus sentimientos de forma física. Por lo que escogió una breve presencia.

Su alma se difuminó por unos instantes, en los que se apareció en medio de la sala de estar, y caminó hacia la esquina donde estaba Ikki.

Aún cuando él no podía verlo, lo abrazó con todas sus fuerzas, para que supiera cuanto lo amaba. Ikki se sorprendió al sentir una calidez momentanea y en el aire un aroma muy familiar, el de su hermanito pequeño.

-¡Shun!, shuni, sé que eres tú, lo sé - Susurró de forma casi inaudible, pero que el peliverde pudo oir.

Sólo unos segundos duró aquel contacto y regresó hasta el cybercafe celestial.

 

Después de ese momento en que ambos habían enviado mensajes a sus familiares, caminaron juntos hasta la tienda de Aldebaran. Hyoga tenía una idea y quería saber si podría llevarla a acabo.

Cuando llegó al lugar, una cola larga de nuevas almas se extendia hacia afuera. Ambos se colocaron al final de ella. Hyoga pudo ver unos puestos mas adelante a Saori otra vez.

Al llegar al mesón, Aldebaran se alegró de ver a la bonita alma de Hyoga, pero cuando su mirada pasó del rubio al peliverde, una mueca de horror se dibujó en su rostro.

-¡No puede ser!, ¿Qué haces con tú alma gemela?

-No es mi alma ge...-Hyoga iba a corregir el error de Aldebaran, pero su cerebro trabajó mas rápido - ¿Él es mi alma gemela?

-No, no, claro que no- Respondió Aldebaran tratando de reparar lo que parecía un simple error.

-No eres la primera persona que cree que ambos somos almas gemelas, ¿sabes? Y ademas, ninguno de los dos, puede recordar su muerte con exactitud, y da la casualidad que viviamos muy cerca uno del otro y....

-¡Calma! ¡Calma!, estas sacando conclusiones muy rápido. - El mayor pasó una de sus manos retirando el sudor de su frente.

-Sucede Hyoga que, no debería decirte yo esto, Shaka me va a matar, pero...bueno, no puede matarme porque ya estoy muerto, pero...

-Hable por favor señor ángel. Nosotros, ¿Nosotros somos almas gemelas? - Preguntó Hyoga totalmente sonrojado y deseando en el fondo que eso fuera así.

-Lo eran Hyoga, lo fueron y ahora no pueden serlo mas - Terminó triste Aldebaran.

-¿Pero porqué?- Pregunto angustiado Shun - Sé que no merezco un alma como él, pero si éramos almas gemelas...

-¡Escuchen!, esperen un momento. Yo, los llevaré a un lugar que, que les ayudara a entender algo de lo que pasó.

 

Shun y Hyoga salieron del local a esperar a Aldebaran afuera. Sus miradas tímidas no podían darse frente. Hyoga sabía que ese chico frente a él, era su alma gemela.

Todos decían que ya no tenía una, pero él sentía que sí. Que la tenía, y que era él. Ese chico tan bello, tan amable, tan cálido y tan especial.

-Shun...- Con la esperanza de que le mirara a los ojos, y ver la misma seguridad que sentía en su corazón, Hyoga lo llamó una vez mas - Shun, no quiero dejar de ser tu alma gemela.

-Ni yo. Ni yo Hyoga - Se abrazaron con fuerza, sintiendo mucho miedo de lo que pudiera pasar.

 

A los segundos Aldebaran salió a su encuentro.

-Síganme - Les dijo con misterio y los llevo por detrás de la tienda hasta llegar a un gran pasillo. En el podían entrar por detrás de todas las tiendas del otro lado. Abrió una puerta de vidrio muy gruesa y los entró en una pequeña salita de cine, con no más de 10 asientos.

En el centro, una de las sillas, tenía unas orejeras gruesas de peluche rosado.

 

-¿Quién quiere ser el primero? - Preguntó Aldebaran.

-Yo - Respondió seguro Hyoga.

Aldebaran lo guió hasta el asiento y le colocó las orejeras.  Luego caminó con Shun y se sentaron junto a él. Cuando el ángel pronunció la palabra "génesis", la pantalla frente a ellos pasó de un color negro a una sucesión de imagenes, en donde se veía un arco iris y publicidad del Paraíso. Luego las atracciones del Edén y después una solicitud de guardar silencio mientras las imagenes en la pantalla se mostraban.

Un sonido de campanas se escuchó, poco a poco miles de colores tomaban forma para finalmente mostrar una floristería cerca del Mercado central.

 

En ella se veía a Ikki trabajando en un  arreglo floral. Pasaron unos minutos, cuando él peliverde salió de adentro del local con mas flores. Alegre las acomodó en unos cajones en la entrada. El muchacho miraba a todos lados, como esperando algo, o a alguien.

En ese momento, Hyoga llegó doblando por la esquina de la calle frente a la tienda, y caminó por la calle del frente. Se detuvo para abrochar sus zapatos mientras con disimulo espiaba por sobre su hombro. Se levantó algo tembloroso y miró decidido al peliverde, él que le regreso la mirada. Una sonrisa tímida nació en sus labios y lo saludó con la mano, en un gesto cordial de buenos dias.

El peliverde se quedó estático sin responder. Entonces, Hyoga ruborizado apuró el paso.

En ese momento, Shun tomó de su cajón un arreglo floral diferente a los demas, y corrió con el en dirección a Hyoga cruzando la calle.

Justo en ese momento un camión doblaba la esquina de la floristeria y Hyoga que vio como el peliverde iba cruzando en su dirección con las flores en sus manos, corrió hacia él para apartarlo del camino.

 

Un estruendo se escucho en la pantalla...Gritos de personas... Sangre.

 

En el piso, el cuerpo de Hyoga se encontraba inerte. Mas allá, Shun arrojado con fuerza por las manos de Hyoga momentos antes, se levantaba horrorizado para descubrir el cuerpo de ese chico que le salvó la vida a cambio de la propia.

 

Ikki corrió en ayuda de su hermano y lo sujetó cuando Shun sólo quería abrazar el cuerpo sin vida de Hyoga.

Una ambulancia llegó hasta la escena, pero en ese momento el rubio se quitó las orejeras, aguantando las ganas de llorar.

Recordar que él, había deseado tanto hablar con Shun, el chico que trabajaba en la floristería, le hizo temblar.

Siempre lo observaba escondido.  Recordaba todo lo que hizo para averiguar su nombre.

El temor que tenía de saludarlo y que no le prestara atención.

 

Aquella mañana se había decidido a darse a notar. Su mano había temblado intensamente al levantarla en aquél saludo. Pero sintió vergüenza y miedo, tristeza y desilusión, cuando el chico lo miró sin una reacción en respuesta.

 

Había reanudado su paso, con ganas de alejarse corriendo y simplemente desaparecer. Fue cuando su corazón le obligó a voltear una vez más. Una llamada lejana, un "espera" y giró para ver como ese camión iba en dirección de su ángel, a quitarle todo lo que siempre había deseado. Al amor de su vida. No supo como llegó hasta ahí y tocó por primera vez ese frágil cuerpo. Pero no de la forma en que soñaba, sino en un roze brusco y rápido. Y murió.


Aldebaran estaba quieto. Sin pronunciar palabra. Hyoga retiró las orejeras y se levantó consternado. Se sentía algo mareado y repentinamente le dolía el cuerpo, su cabeza.

Podía sentir la sangre corriendo por sus labios. El dolor de sus costillas, las rodillas temblando. Se miró y vio que estaba bien. El estaba en el Cielo ahora y justo ahí, estaba él, el chico del que estaba tan enamorado, y que por un motivo que desconocía, le querían arrebatar.

 

Shun que tenía sus ojos abiertos de par en par, se levantó en silencio y dudando un momento, buscó la mirada de Hyoga, quien le asintió. Debían saber que sucedió y el peliverde puso los peluches sobres sus orejas y tomó asiento.

 

Notas finales: Gracias por leer mi fic. En el próximo capitulo y final,  se sabrá si Hyoga y Shun, pueden ser almas gemelas.

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