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Hasta que Hades nos separe por AvengerWalker

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Notas del capitulo:

Capítulo 2 re-escrito. ¡Disfrutenlo!

Luego de que Shaka pidiese a Mu algo de espacio para poder meditar, el ariano se dirigió de lleno a su templo.

Se sintió culpable por interrumpir la meditación de su amigo, después de todo, era más que sabido que las costumbres del virginiano eran distintas a las de los demás. Mientras que Shaka era puro silencio y quietud, el resto de los discípulos se desplazaban entre griterío y risas exageradas. Unos pocos entraban en la categoría de introvertidos, como lo hacía Mu, y otros simplemente eran callados y se guardaban sus opiniones, como Camus.

El ariano no era una persona específicamente ruidosa, pero como todos, tenía sus momentos. Había estado tan emocionado en contarle a Shaka el minúsculo diálogo que había mantenido con su ídolo -al cual compartían-, que no había podido controlar sus impulsos. 

Una vez en su templo y más calmado, decidió que lo mejor sería disculparse con el rubio. Pero en cuanto comenzó a desvivirse pensando qué podría regalarle, un cosmos bastante conocido hizo acto de presencia en los pilares de ingreso. Su corazón se desbocó casi al instante y toda su persona se vio sumida en el nerviosismo, pero haciendo gala de sus modales apacibles y tranquilos, respiró un par de veces antes de enfrentarle.

—Bienvenido, Saga —saludó, acompañado de su más amplia y brillante sonrisa.


El de cabellos añiles devolvió el gesto y se acercó donde el más bajo. La culpabilidad por encontrarse pensando en lo bonito que alguien de su edad podía verse le carcomía el estómago, y fue lo que ralentizó su reacción a sus palabras. Las irises verde esmeralda del ariano brillaron casi de inmediato, expectantes, mientras que Saga contemplaba con sana curiosidad. ¿Qué tenía ese chico que hacía que pasara tanto tiempo pensando en él?

—Vengo a darte una noticia, Mu —Su tono de voz fue neutro, pues quería mantener el aura de misterio entre ellos.

—Y... ¿cuál sería esa noticia, Saga?

Fue difícil para el lemuriano responder como si nada. Más que sabido era que poseía una curiosidad implacable, y Saga lo notó al ver cómo los dedos del lemuriano se retorcían detrás de la espalda. Sonrió.

—Tu maestro Shion viajará durante unas semanas al exterior y me encomendó cuidar de ti, así que te quedarás unos días en mi templo.

—¿En verdad?

Mu no sabía como reaccionar. Por un lado, estar tan cerca de Saga le permitiría juntar el valor suficiente como para confesarse, para poder admitir que lo que sentía por él distaba de ser simple admiración entre futuros compañeros de batalla, pero por el otro, sentía que tener al caballero de Géminis tan cerca de sí sería peligroso para su salud mental.


—Claro, a menos que prefieras que...


—¡Caballero de Géminis!


Una voz ajena a la del ariano resonó en el primer templo, ganándose la atención del par que dialogaba. Mu no necesitó mirar para saber de quién se trataba, mas lo hizo la corazonada de que algo extraño estaba a punto de pasar. Shaka se acercaba desde la entrada hacia ellos, con una actitud que no le había visto antes. ¿Arrogancia? Podía ser, el virginiano era una persona amable y simpática, pero a veces dejaba caer algunos comentarios un tanto peculiares. El ariano bien sabía que el rubio contaba con un carácter fuerte y orgulloso que demostraba en ocasiones, pero no era común verlo tan envuelto en esa aura. Solía dar más peso a la racionalidad, y aunque no se reprimía del todo, sí se guardaba algunos sentimientos para sí mismo.

—Buenos días, Shaka —saludó el de Géminis, aunque se le veía algo sorprendido por la repentina interrupción. No era normal que aquel aprendiz se comportara de esa manera; lo conocía y había interactuado en diversas ocasiones con él, por lo que detectaba su inusual actitud.

Ninguno de los dos dijo nada. Ni siquiera lo hizo Mu al ver cómo el rubio, algunos centímetros más alto que él, se acercaba a Saga y se animaba a capturar sus labios con los propios. Una sinfonía de sensaciones se apoderó de su estómago, cada una más contradictoria que la otra. Primero sintió admiración de ver el atrevimiento del virginiano; era algo que le hubiera gustado hacer a él, de no ser tan tímido como lo era. Segundo, el dolor de ver a su amigo, quien conocía sus sentimientos hacia el caballero de Géminis, actuando de esa manera. ¿No se suponía que los amigos no hacían eso con los otros? Claramente ignoraba Mu la atracción que Shaka sentía por Saga... hasta entonces. También sintió rabia; enojo porque el virginiano nunca se había sincerado con él cuando tantas oportunidades de hacerlo había tenido. La tercera reacción era de incredulidad. Era como estar observando una situación fuera de lo comun, irreal y muy impropia de Shaka. El de virgo se comportaba siempre con mesura, medía sus actitudes y no se arriesgaba de esa manera.

Shaka estaba besando a Saga, pero se trataba de un roce simple. Sus bocas ni siquiera se movían, era tan solo un contacto simple y básico, pero que bastó para desencajar a Saga de sus paradigmas. No sabía qué pensar ni cómo reaccionar y para cuando quiso hacerlo, Shaka ya se había apartado de él.

—Sólo quería decirte que me gustas —manifestó el de rubios cabellos antes de retirarse por donde había venido, con la misma parsimonia que caracterizaba cada uno de sus ademanes.


Mu, por otro lado, se mantuvo cabizbajo. Enojarse no era lo más inteligente en esos instantes: sí lo era el relajarse, pensar las cosas fríamente y encarar a Shaka para exigirle una respuesta. ¿Qué había sido eso de besar a Saga de esa manera, conociendo los sentimientos que el ariano guardaba por él? Pero más aún, ¿a qué se debía su comportamiento? ¿Qué había motivado a Shaka a tal impulso? Irrumpir una conversación no era para nada propio del rubio, mucho menos besar a alguien. Mu no le conocía del todo, pero si algo había aprendido de su compañero aprendiz, era que no hacía las cosas sin meditarlas antes. 

—¿Mu? —Era la tercera vez que el geminiano pronunciaba el nombre del menor, sin obtener respuesta alguna.

El pelilila sintió que lloraría, más de la rabia que de la tristeza. ¿Qué hacer? ¿Cómo mirar a Saga como si nada hubiera pasado? Lo intentó, mas no pasó desapercibido a ojos del peliañil el furioso sonrojo que se había instalado en todo su rostro. Sonrojo que distaba de ser por vergüenza, claro. Sintió que se le oprimía el corazón.


—Mu... ¿qué sucede?


Si bien la escena los había sorprendido a ambos, no comprendía el por qué del mutismo del ariano. Era un adolescente, sí, pero había sido sólo un beso, un roce mínimo y bastante limitado, entonces... ¿por qué su compañero parecía rojo a reventar? Meditó que podía tratarse de vergüenza o la misma sorpresa que le había llevado a no apartar a Shaka, y aunque Saga respetaba las reglas del Santuario sin ninguna duda, era sabido que muchos hombres allí experimentaban. La gravedad no radicaba precisamente en el beso, sino en la actitud del aprendiz. Desde luego no era normal en el menor, mas decidió verlo como algo propio de la edad. Suponía que incluso Shaka debía tener impulsos, ¿no?

—No es nada, Saga —se recompuso el lemuriano, que liberó una risa un tanto extraña que no convenció del todo al geminiano. —Sólo estoy cansado y lo de Shaka me sorprendió —terminó por confesar. Si bien no era del todo mentira, no era cierto que su reacción se debía específicamente a ello.


El peliañil pareció comprender: Mu había estado entrenando con los demás y luego le había visto jugar a la pelota con Aldebarán, y si bien "entrenar" y "jugar" implicaba dos desgastes de energía totalmente distintos, estaba más que justificado que quisiera descansar. Él, por otro lado, tenía mucho que pensar respecto a lo dicho por el muchacho discípulo de virgo. Nunca se había esperado algo similar, pues sus diálogos con el rubio habían sido más bien limitados.


—Estaré esperándote en Géminis entonces, ¿de acuerdo?


—Estaré allí, lo prometo.


***


—¿Shaka...?

Algo en su interior le decía que había cometido un error. Reaccionar por impulso no significaba nunca algo positivo y era algo que se tenía terminantemente prohibido. No le gustaba hacer escenas, mucho menos comportarse como una persona carente y necesitada de atención, pero aquello había sido más fuerte que él. "Manotazo de ahogado", lo había llamado Aioros en un momento, y podía estar más que de acuerdo con él. Se trató de un manotazo proveniente de alguien desesperado y preocupado, de una persona que, temiendo que la atención de la persona querida pasara a alguien más, se vio obligado a actuar. Pero... Lo había arruinado. Mu era su amigo o algo similar; no tenía una relación ni remotamente similar a la de él y Aldebarán, pero ellos siempre se habían llevado bien, ¿por qué tenía que echarlo a perder?

—¿Shaka?

Sin embargo, la idea de perder a Saga no le gustaba en lo más mínimo. Era alguien competitivo y celoso, además de posesivo, aunque tales aspectos de su personalidad no habían salido a relucir hasta entonces. Sabía que era joven aún, que tenía mucho para mejorar de su personalidad y pulir, pero eso no podía justificar sus actos, ¿o sí?


—¡Shaka!


Abrió los ojos. Frente a él, el discípulo leonino le observaba con indisimulada ansiedad. No necesitó razonar mucho para darse una idea de por qué se encontraba allí. Por lo que sabía, Aioria sentía atracción hacia Mu, y tal como él, debía haber sentido el cosmos del ariano en conjunto con el de Géminis. ¿Dos manotazos de ahogado?


—¿Qué sucede, Aioria?


—Me gusta Mu.

Shaka torció los labios. Una nueva oportunidad parecía asomarse ahora, una que le prometía a Saga como compañero sentimental y a Aioria como amante del ariano. ¿Estaría eso mal? ¿Interferir de esa manera... sería manipulación? Estaba cayendo en la tentación. Mover un poco las piezas del juego no dañaría a nadie, ¿verdad? 

—Está bien.



***



—¿Milo?


El nacido bajo el signo de Acuario observaba con incredulidad a su compañero, aunque podían vislumbrarse algunos matices de curiosidad en sus claros irises. El contrario estaba inclinado sobre uno de los tantos arbustos floridos que había en las zonas aledañas al Santuario. Desde su perspectiva y posición, Camus no podía ver lo que estaba haciendo, mas el sonido de los puños de Milo al cerrarse y jalar sí que le daba una idea aproximada.

Pareció aburrirse pronto, pues se incorporó y retomó la caminata que habían iniciado hacía unos cuántos minutos atrás, mas la paciencia de Camus comenzó a tambalear en cuanto notó que cada flor que veía la arrancaba.


—¿Qué estás haciendo? —inquirió.

El discípulo de ensortijados cabellos observó el ramo que tenía en sus manos, como si la respuesta fuera más que evidente y terminó por extender el brazo diestro hacia su mejor amigo.


—Son para ti, Camus.


—Idiota, deja de asesinar flores —gruñó el de Acuario. Descargó un pequeño golpe en el hombro del escorpiano y se adelantó, sin tomar la multiplicidad de colores que Milo le había ofrecido.


—Pft, amargado.



***



—¿Mu? ¿Estás despierto?

El ariano frunció el ceño entre sueños y se removió, molesto por la voz que estaba interrumpiendo su muy agradable encuentro onírico. Pensó que aovillándose conseguiría que la persona que hablaba guardara silencio, pero sólo obtuvo una postura más insistente y cansadora.


—¿Ya despertaste? —insistió la voz.

Mu se asustó de golpe. ¿Quién estaba en su templo? Sus orbes esmeraldas se abrieron de golpe y dirigió la mirada a quien jodía, encontrándose con una traviesa sonrisa y una cascada de cabellos azules. Géminis.


—¿Kanon?

¿Que demonios hacía el menor de los gemelos allí, en su templo? ¿En qué momento había ingresado? Se incorporó asustado en su... ¿cama? De repente, se sintió increíblemente perdido. Necesitó unos cuántos segundos para recordar que, luego de haber dado vueltas ansioso por el templo de Aries, sin poder dormir, se había inclinado por cumplir con su palabra e ir donde Saga. Este no sólo le había recibido con amabilidad, sino que le había trasladado al cuarto en cuanto le vio quedarse dormido en el sofá.

Mientras Mu recordaba, Kanon le observaba con una sonrisa. Era de las pocas personas que podía distinguir a los hermanos de Géminis, aunque nunca había imaginado que se debía a sentimientos románticos hacia su gemelo.

—¿Qué sucede, Kanon? —quiso saber el menor al notar la insistente mirada del más alto.

—Lamento haber interrumpido tu sueño, es que te veías muy adorable durmiendo y babeando, y necesitaba decírtelo.

Ahí estaba. El menor de los Géminis poseía un humor tan peculiar que bastaban unas mínimas palabras para sacar de sus casillas a cualquiera. Por suerte, Mu era más paciencia que otra cosa, mas movido por la vergüenza del supuesto acto, limpió su boca ante la duda y observó la cama en busca de pruebas.

Las exageradas risotadas de Kanon llamaron la atención del gemelo mayor, quien asomó su cuerpo pocos segundos después.


—Kanon, ¿quieres dejar de hacer tanto escándalo? Estoy seguro que hasta Shion es capaz de oírte —molestó.

—No es mi culpa que seas tan aburrido que hasta Mu se duerme —devolvió el menor.

—Yo no soy aburrido, tú eres demasiado inestable. ¿Pensaste en visitar un psicólogo?

Mientras los mayores discutían, Mu se limitó a mirarlos y seguir muy de cerca la conversación. Era cómica la relación de hermanos que poseían: siempre que les veía juntos, o bien discutían o se ponían de acuerdo para algo, y sus experiencias le decían que la segunda opción normalmente terminaba en algo peligroso.

—No soy yo quien debería visitar un psicólogo, Saga. ¡Haces que los demás se duerman! ¿No entiendes que eres un peligro para la humanidad?

—Tú eres un peligro para la humanidad y la sanidad mental, Kanon.

Mas aunque su relación resultara de lo más extraña y las interacciones públicas les develaban constantes peleas, Mu podía notar lo mucho que se querían. Era algo que admiraba de ellos, pues nunca había tenido un hermano -ni siquiera conocía a sus padres-, aunque Aldebarán era lo que más se asemejaba.

Recordó entonces la interacción que había tenido con Saga y el beso que Shaka le había dado y sus ánimos decayeron en picada: aún tenía que hablar con el rubio para saber el por qué de todo.

Un repentino contacto húmedo en su mejilla le hizo reaccionar.

—¡Kanon! ¡Te dije que no lamas a las visitas!


***


En otro lado del Santuario, específicamente en el templo de virgo, Shaka y Aioria volcaban sus pensamientos frente a la mesa. Mientras que el rubio sentía un potente interés hacia el caballero de Géminis, Aioria lo hacía hacia el discípulo de Aries, mas la cercanía que había entre ambos resultaba inconveniente y, por supuesto, algo suponían que tenían que hacer para evitarlo.

¿Pero... qué?


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