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Yo, la Perla. por adanhel

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Notas del fanfic:

Este fic esta basado en el capitulo “Yo, el dinero”  del libro “ Me llamo Rojo”  de Orhan Pamuk, lo hago sin fines de lucro ya que lo mas que obtendré serán sus animos o jitomatazos, que prefiero los primero a los segundos.

 Ojala les guste.

 

Yo, la perla.

Noches de Oriente

Buenas  noches. Yo soy una perla, traída de las profundidades del mar, estoy engarzada en una montura de oro filigranado  y llevo en mí, la marca de uno de los mejores orfebres del mundo.

 

Ustedes no pueden verme ahora, en esta oscuridad,  pero yo a ustedes si, y si ponen atención, les contare la historia de mi vida, que es tan notable, que si la escribiera con una aguja en el ángulo interior de un ojo, seria una lección para quien lo leyera con respeto.

 

Y solo se los contare por que se que ustedes son mis amigos y no se reirán, así que les digo: "Hola, hola", y se que si me vieran, mi brillo haría que se os dilataran las pupilas con el reflejo de la luz sobre mi, y entonces envidiarían a mi dueña.

 

Y tendrían razón, por que pocas hay tan bellas como yo, y en mi, se pueden medir muchas cosas, incluso el amor.

 

Claro que a veces no es así y es la mujer la que a escondidas de su marido junta poco a poco para poder comprarme en la casa de un joyero, o un hombre avaro me compra y me guarda con sus joyas hasta que muere, solo sacándome para acariciarme como si fuera su hija y decirme cuanto me ama.

 

Déjenme enumerar la enorme variedad de cosas que puedo se pueden comprar con el precio que se pago por mi esta ultima vez: una pierna, aproximadamente la décima  parte de una joven y hermosa esclava; cinco buenos espejo de barbero con el marco de castaño con incrustaciones de hueso; cinco baúles con cajones bien pintados, con decoración de rosetones y con una cubierta de plata por valor de noventa ásperos cada uno; setecientos panes recién salidos del horno;

tumbas y ataúdes para quince personas; cinco ajorcas de plata; la mitad de un caballo; un búfalo joven; diez platos chinos de buena calidad; el

sueldo de cinco meses de Mehmet el Derviche, el de Tabriz, uno de los ilustradores persas de los talleres de Nuestro Sultán, y de muchos otros como él; cinco buenos azores de caza con sus jaulas; cincuenta jarras de vino de Panayot; una tarde entera, paradisíaca, con Mahmut, uno de los más famosos efebos del

Mundo. Y muchas otras posibilidades innumerables de contar.

 

Antes de venir aquí pase por muchísimas cosas, que si les contara las aventuras que me ocurrieron antes de llegar aquí se podría llenar un libro de varios volúmenes.

 

Estamos entre amigos, no somos extraños, así que si no se lo contáis a nadie y menos a mi dueña, comenzare.

 

Yo vengo de Ormuz, ciudad famosa en el mundo entero por nosotras, las perlas, y se decía que entre todas ellas, yo destacaba por mi belleza.

 

De eso me entere hasta que llegue aquí, a Estambul, y luego de un tedioso viaje envuelta entre trapos harapientos  para ocultarme, me vi guardada en un cofre con otras como yo, de las cuales, muchas me dieron la espalda, envidiosas. Solo una, mi compañera de ahora, se acerco a mi y me dijo: "nos odian por ser mejores".

 

En ese momento no comprendí, ya que hacia poco que los pescadores me habían sacado del mar y no conocía el mundo como ahora.

 

En fin, al día siguiente, el joyero abrió el cofre y nos vio juntas, y dijo que nosotras haríamos unos pendientes dignos de una reina, por lo que nos llevo a su taller y nos dejo allí, después de dar instrucciones, en manos de uno de los mejores artesanos de la media Luna, que adorno nuestra belleza con delgados hilos de oro tejido por días, hasta que estuvo satisfecho y nos dio con el dueño.

 

De inmediato, el nos acostó en un cojín de raso y nos coloco en una caja de madera preciosa en un aparador, esperando que alguien nos comprara.

 

Y allí esperando, conocí a un soltani de oro, y como son mis amigos, les diré que era falso. De no ser así, el habría valido un quinto de lo que yo sola, sin mi compañera.  Mi pobre dueño no se dio cuenta, ya que en esa época, los venecianos recién comenzaba a hacer eso y el no dudo del soltani, ni lo mordió para comprobar su oro.

 

Pero para mi, era idéntica a todas las monedas y platique con ella, que me dijo como era denigrada solo por ser falsa, y lo que pasaba si sus sueños se enteraban, por  ejemplo, ardes de amor y vas corriendo a ver a Mahmut, el efebo hermoso entre los hermosos, amor del mundo entero, y en lugar de llevarse a la boca lo que debería, se lleva la moneda, la muerde y en lugar de una hora en el Paraíso te concede sólo media porque es falsa, y tu dueño, aunque tu ya no lo oigas, sabes que te estará maldiciendo por el resto de la semana, cuando menos.

 

Al poco tiempo, llego por nosotras un rico comerciante que nos quería para su novia.

 

Ella nos había visto hacia poco y lloro tanto, amenazo y grito, que el acabo por comprarnos, aunque fuimos un golpe duro para su economía, y un par años después, ya casado con ella, se vieron en un apuro y nos vendieron a un viejo usurero judío, que les pago una bicoca por nosotras y luego nos guardo en un cofre por años, sacándonos  a diario, solo para comprobar que seguíamos con el y llamándonos de modos muy dulces, hasta que murió y su hijo, menos avaro, pero igual de usurero nos vendió de nuevo.

 

Reconozco con orgullo que la mayor parte del tiempo que llevo en Estambul la he pasado de joyero en joyero, y que ms encierros como el del viejo, no hayan durado mucho, ya que la mayoría de mis poseedoras querían presumirme lo mas posible, siendo así como llegue a la aventura que les contare hoy.

 

Mi dueña, la mujer del comerciante de sedas del Sultán, Escudo del Mundo, alegre, vana y despreocupada, salió un día al mercado de la ciudad, con nosotras en las orejas, y no se dio cuenta cuanto el arillo de mi pendiente se zafó de su oreja y me caí, y pese a lo mucho que la llamo, no me vio y se fue sin mi.

 

Luego de un rato, el hijo del dueño me vio y me recogió, atesorándome entonces como su posesión mas preciosa, sin mostrarme a nadie, y llevándome siempre en una bolsita perfumada en su pecho, donde diré que estuve muy bien.

 

En Estambul hay más de uno que paga oro por haber estado donde yo, pero eso se los diré después.

 

Y es que mi nuevo amo era bello con un sol, y dulce como una paloma, con el cabello negro, brillante y abundante que le caía sobre su espalda delgada, con unos ojos enormes de gacela sedienta, bordeados de largas pestañas, cejas como la Luna creciente del Ramadán, la boca  jugosa como un fruto maduro y la piel pálida como el alabastro.

 

Tan bello era, que muchas veces fue abordado en la calle por el mismísimo Abdalla, el sufrido padrote de la Casa de los Placeres, donde se alojaba Mahmut el Hermoso, rogándole por que fuera uno de sus efebos, a lo que mi joven amo, como pudoroso jovencito bien criado, se negaba y lo despedía de malos modos, igual que hacia con los hombres que le proponían ir con ellos a los baños o algún otro lado... una vez incluso desairó al Comandante Negro, jefe de la guardia del Sultán.

 

Mi amo, a quien llamaremos  Nefazuí, ya que su verdadero nombre no se los puedo decir, y sin embargo, no les mentiré del todo, recibió un día de su padre el encargo de salir de la ciudad a Manisa por una mercancía ya pagada, por lo que se arreglo, me guardo en su pecho dentro de un pañuelo viejo y salió de Estambul.

 

Sin embargo, una mala estrella nos alumbraba ese día, y ya cerca de nuestro destino, vio de lejos a un hombre oculto, un salteador, y al ser yo lo único de valor, me oculto  en un dobles de su túnica, creyendo que así lo dejarían en paz.

 

Pronto, el salteador nos salió al y cuando le gritaron la bolsa o la vida, el pobre les tendió la bolsa que solo comida, creyendo que con eso se iría, pero rápidamente todo fue a peor porque entonces,  en lugar de decir  "la bolsa o la vida"  grito  "la honra o la vida" , descubriéndose el rostro el salteador, y dejando ver que en absoluto lo era, era el mas obstinado pretendiente a los favores de mi amo, que al no ver otro modo de conseguirlos, espero e ideo ese malvado plan.

 

ش ش ش

 

Selem era un hombre guapo, alto y bien parecido,  fuerte, ya que pertenecía a la guardia del Sultán, de hecho, fue por el por quien el Comandante Negro se entero de Nefazuí, de rasgos grandes y hermosos, ojos negros y nariz bien dibujada, igual que sus labios, con la piel canela, de los hijos del desierto, y el cabello corto y de color oscuro.

 

Nefazuí se privo al oír lo que querían hacerle y reconocerlo, dándole tiempo al hombre de tirar su capa al suelo, y tras desmontarlo con poca delicadeza, arrojarlo encima de ella, jalándole la ropa y rasgándosela, bajándole los pantalones y dejándolo tanto o mas desnudo que cuando nació, robándole los besos que tantas veces se negó a darle por las buenas, pegando sus labios sensuales a los del ojinegro, probando su dulzura y embriagándose con ella, con los forcejeos del cuerpo delgado y cálido bajo el, incorporándose sin dejar de aplastarlo con su grande y masculino cuerpo para quitarse su propia ropa.

 

Cuando presiono su sexo excitado contra la carne blanca y firme del jovencito, este grito asustado, arañándole la espalda e intentando quitárselo de encima, sintiendo como la barbita de un día de Selem le raspaba las mejillas al besarle con ahincó el cuello y cerca de los oídos, buscando ansioso su boca y  atrapándola, colando su invasiva lengua en la cálida y húmeda cavidad,  dominándolo y explorando con ella todos los recovecos, explorando con sus manos grandes y rasposas el delicioso cuerpo del jovencito.

 

Nefazuí lloraba mientras sentía como era tocado por todos lados, clavándole las uñas en la espalda sin darse cuenta que su oposición solo exacerbaba el deseo del otro, su instinto de conquista, intentando soltarse cuando el se le quito de encima y no parándose siquiera cuando el lo tomo por los tobillos, tirándolo bocabajo y atrapándole con una mano las muñecas en la espalda, obligándolo a ponerse como haciendo una reverencia, con el  posterior al aire.

 

Selem se hinco tras el, agachándose para hacerles el homenaje debido a unas nalgas así, que difícilmente se encontraban, blancas, firmes, tersas y abundantes, pero lo mejor de todo, vírgenes, seguro como estaba de ser el primer hombre que las haría suyas, acercando su rostro a la juntura entre ambos volúmenes y lamiendo, jalando una con una mano para accesar al mas privado interior, arrancando un gemido al posar su boca sobre el cerrado esfínter, dejando correr saliva al interior, por que podía ser violador pero estúpido, y sabia que sin lubricación, su empresa era muy difícil.

 

Eso sin contar lo mucho que disfrutaba tocar a Nafazuí, sin evitar imaginar como hubiera sido si el hubiera accedido a sus ruegos, consolándose con ello de la culpa de atacarlo.

 

Después de todo, el se lo pidió y fue rechazado feamente, no era su culpa actuar ahora así.

 

Cuando considero que era suficiente, volteo al ojinegro, ya que no quería privarse de ver la belleza de su rostro, tanta que incluso la alababan los iluminadores amigos suyos y del Comandante, dirigiendo con su mano su miembro a la virginal entrada que alistaba a dejar de serlo, presionando y entrando todo de una vez, callando con su boca el grito de dolor de Nefazuí, que se perdió en la soledad del desierto, lo mismo que su honra.

 

Siguió llorando conforme sentía que Selem se movía de inmediato, causándole dolor tener algo tan grande y bien metido en el culo, que se movía rápidamente sin darle tregua, descubriendo a los pocos minutos que si las aflojaba, dolía menos, y tal vez así, acabara mas pronto.

 

Sin embargo Selem estaba obstinado a causarle placer a su negado amante, y al sentir ese toque de cooperación, se entusiasmo, bajando su mano a en medio de sus caderas, tomando en ella el delicado miembro del pelinegro y manipulándolo, hasta que le logro una erección, masturbándolo a la par que se lo metía sin tregua, animándose cuando oyó unos gemidos de placer escapar de la preciosa boca que estaba reacia a dejarlos salir.

 

Nefazuí estaba avergonzado de sentir placer por algo que no había permitido, por que se lo daba el hombre que lo tomaba a fuerza de su cuerpo y el no podía evitarlo, por recordar las veces que había llegado a fantasear con ello en la noche para después sentirse culpable todo el día, pero sobre todo, por que después de sentir los primeros cosquilleos del placer cuando el lo había puesto a gatas, ya no había tenido la voluntad de defenderse.

 

Sintiéndose mas derrotado por el mismo que por Selem, en la prueba de que todo se había ido ya al demonio, el mismo busco su boca, para que sus gemidos se perdieran en ella y no tener que oírlos, tensando el cuerpo cuando el logro que un doble orgasmo lo sacudiera por ambos frentes, sintiéndose extraño cuando, momentos después, sintió correr en sus entrañas la simiente del hombre.

 

ش ش ش

 

Cuando el acabo de pasárselo por la piedra, me asombro que mi amo se dejara levantar por el y cubrir con su capa, de a haber sido yo, lo hubiera golpeado cuando se distrajo, pero mi pobre amo iba muy pensativo, triste, y se dejo llevar por el, con gran horror mío, hasta su destino, donde se alojo en casa de un pariente al que le dijo solamente que fue asaltado, regresando a poco a Estambul.

Pero mi amo cambio, la misma noche se puso a insultarme, al igual que muchas mas, echándome la culpa aunque yo era inocente, sin embargo, calle y lo deje desahogarse conmigo, después de todo, el lo paso mas mal que yo aquella noche, o eso supongo.

 

Poco después, estaba el en el puesto de padre, y me tenia sobre la mesa, viéndome, cuando paso mi antigua dueña y me vio, comprándome, y no negare que me dio tristeza cuando el se deshizo de mi, pero lo perdono, por el mal recuerdo que compartíamos, y así fue como volví con mi compañera, que siempre me espero, y fue como pude hablaros esta noche, rompiendo la quietud de la casa luego de la fiesta que se dio.

 

De lo que le paso a mi pobre amo, os diré algo mas, que me entere oyendo hablar al esposo de mi ama, creo que no lo supero, y no se por que, abandonó su hogar el día que me vendió y acepto vivir en la casa de Abdalla, junto a los otros hermosos  efebos de la Media Luna.

 

Esto lo supe, por que mucho murmuro mi amo, que el padrote algo tuvo que ver en la decisión del jovencito, ayudado por un tercero, y mi amo es de confiar, ya que mientras mi dueña gasta su dinero en joyas como nosotras, el lo hace en la Casa de los Placeres.

 

Bueno, adiós, espero que nos volvamos a ver, luego de otra fiesta, para que les pueda contar mas historias de las que se, por mi misma o los demás.

 

Que estéis bien.

Notas finales:

El parrafo de las cosas que se pueden comprar con la perla, es sacado casi textual del libro, para que no me digan que es plagio, se los digo, solo que lo ajuste al valor que le di.

Nos vemos!


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