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Tesoros por Kitana

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Notas del capitulo:

Bue, nuevo capitulo XD, CONTIENE LEMMON >__<

 

Capitulo 4. Ethienne y Aarush.

 

Trenzas de pelo negro radiante,

una corona de diamantes,

pequeños dientes hermosos

y ojos en una faz sonriente

que iluminan los catorce mundos.

 

Se repitió, una vez más, que todo estaría bien, que no hacía nada que no tuviera justificación. Condujo al límite de lo permitido mientras repasaba en su mente la mentira que diría si acaso le pillaban en lo que hacía. No esperaba contar con la aprobación de su abuelo en lo que estaba a punto de intentar, mucho menos la de madame Tressor. Ethienne estaba consciente de que lo que había echado a andar simplemente era algo que salía de los márgenes de lo bien visto. Sin embargo, no estaba dispuesto a perder. No era de los que se rinden y tampoco era de los que suplican por una segunda oportunidad. Había tomado la decisión y no daría marcha atrás, tenía que ser él quien despertara a Akai. No podía tirar por la borda todos los esfuerzos de su padre y su abuelo, pese a lo que las apariencias indicaban, él deseaba mantener la reputación de los d´Estaing. Pero, para eso, necesitaba de Aarush Patil, ese maldito hindú que gozaba humillándole. Detestaba a ese tipo, sin embargo, sólo él podía auxiliarle en semejante situación. Arhendorff le había tomado la delantera y se había apropiado del primer tesoro, aparentemente había conseguido refuerzos con el tal Feherbach y seguramente estaba en camino de recoger el segundo. Él no podía quedarse atrás. Sabía que una vez que se tomara el primero de los tesoros, era cuestión de tiempo para que se hiciera con el resto.

 

En todo el condenado mundo, sólo había alguien que podía competir con Arhendorff, Santiago lo había dicho, y ese alguien era Aarush Patil, su viejo compañero del colegio, que, por cierto, además de ser un maldito ratón de biblioteca y un geniecillo, era demasiado hermoso para su salud. Aarush era una deliciosa criatura, fina y menuda, cuyo bello rostro era capaz de engañar a cualquiera. Podía parecer un ángel, pero distaba mucho de serlo. Aarush simplemente era un demonio con cara de ángel, alguien en quien, definitivamente, no se podía confiar. Con ese par de ojos negros que parecían ser un mar de inocencia, se ganaba a cualquier persona, se lo había ganado a él, claro que no tardo en mostrar las garras y exigirle un montón de cosas que, Ethienne no estaba dispuesto a dar.

 

Estacionó el auto a unos metros del sitio en el que debía encontrarse con Aarush, se miró un momento en el espejo retrovisor y se sintió satisfecho. Sus rubios cabellos caían en desordenados bucles sobre su frente otorgándole un aire juguetón que sus ojos color miel no desmentían. Seguía teniendo el rostro de un adolescente pese a que estaba ya muy próximo a cumplir los treinta. Satisfecho con su aspecto, bajo del auto y se encaminó al punto de encuentro.

 

Al llegar al lugar de la cita, se encontró con que Aarush ya lo esperaba, contempló al aparentemente dulce jovencito de piel canela que le sonreía socarronamente mientras sus dedos tamborileaban sobre la mesa. Se acercó sin más, no tenía sentido alguno retrasar lo inevitable. Se sentó frente a Aarush, haciendo gala de esa elegancia innata que le caracterizaba, el hindú chasqueó los labios en señal de aprobación. Para los oscuros ojos de Aarush, Ethienne era un monumento a la perfección, al menos en cuanto a lo que la vista alcanzaba a apreciar, los negros ojos del joven hindú recorrieron palmo a palmo esa portentosa anatomía que no iba a dejar de disfrutar.

—Llegas puntualmente, como siempre —dijo sin dejar de mirarlo, Ethienne se forzó a sonreír.

— ¿Has ordenado ya? —dijo Ethienne, con la sonrisa congelada en los labios.

—No, esperaba que pudieras aconsejarme, sabes que no soy muy avezado en esta clase de cosas. Tal como dices, lo único que se comer, es curry — Ethienne le miró con cierto desdén, nunca terminaría de agradarle que le hablara en ese tono, era francamente repugnante. Prefería no meterse demasiado en las conversaciones que sostenía con ese chico cuyo rostro sería suficientemente apto para llenar las páginas de una revista de moda, odiaba la actitud de Aarush hacía él, seguía sin entender que a él lo único que le importaba era el sexo, y nada más, a Ethienne no le interesaba cargar con el paquete completo —. Veo que no estás muy interesado en comer —dijo retirando la carta que Ethienne desplegara frente a sus ojos.

—Es cierto, pero creo que no es el mejor sitio para hablar de lo que me interesa ahora.

— ¿Hablar?

—Si, hablar, antes o después de lo que tú siempre quieres conmigo.

— ¿Qué harías si te dijera que he superado mi adicción a ti?

—Diría que mientes, eres más transparente de lo que crees, Aarush —el hindú rió suavemente, contemplando de arriba abajo el cuerpo de ese hombre al que ansiaba arrancarle la ropa y obligar a obedecerle.

—Eres perverso, querido, tan perverso como hermoso… —dijo mientras sus ojos se posaban en los carnosos labios del joven.

— ¿Estás dispuesto a escucharme?

— ¿Me queda otra opción? —dijo mientras sus dedos tamborileaban de nuevo sobre la mesa.

—Estoy metido en un asunto algo complicado, nada que te interese a detalle, pero que requiere de tus particulares habilidades. Evidentemente, recompensaría tu ayuda como sólo yo sé hacerlo…

—Ethienne, tú sabes que no voy a meterme en ese asunto, lo que tu familia quiere hacer es demasiado peligroso, ¡están jugando con fuego! Lo que ustedes quieren no puede ni debe ser.

—Tú no tienes idea de lo que está en juego.

— ¿El orgullo de tu familia vale lo suficiente como para desatar algo que ningún humano podría volver a encerrar? —dijo Aarush con molestia.

—Definitivamente no lo entiendes… es mejor que lo tengamos nosotros a que lo tengan ellos…

— ¿Ellos?

—Tú sabes de quienes hablo…—dijo Ethienne mirándolo fijamente. Aarush evadió los ojos dorados del joven y sacó algo de su billetera.

—Vamos, antes de que me arrepienta de meterme en algo como esto, se supone que nosotros debemos mantenernos neutrales… —dijo lanzando un billete a la mesa.

 

Abandonaron el restaurante sin hablar, Ethienne porque no sabía que era lo apropiado y Aarush porque estaba demasiado metido en sus pensamientos. Desde que conociera a Ethienne su vida se había convertido en un caos, y se metía en lío tras lío por ayudarle. Al francés parecía no importarle demasiado lo que pasara con el resto del mundo mientras pudiera conseguir lo que quería. Aarush sabía que era usado, en más de una forma, pero prefería hacer oídos sordos a aquello y concentrarse en mantener a Ethienne a su lado. Se había brincado  no sabía ya cuantas de las reglas de su clan sólo por ese rubio carilindo que le hacía sentir la más vil de las criaturas, cuando a él nunca le había picado la consciencia de ninguna manera.

 

Toda su vida había cometido actos que para el resto del mundo eran, cuando menos, reprobables, lo había hecho sin chistar, sin detenerse a pensar ni un segundo en que aquello podía ser malo. Pero después de conocer a Ethienne, su mundo había sufrido una revolución que había sido incapaz de impedir. Por eso se mantenía alejado de los asuntos de su familia, para no tener que sentirse incómodo cada vez que se encontraba con Ethienne.

 

No hizo ningún ruido cuando Ethienne detuvo el auto en la entrada de un hotel discreto en las afueras de la ciudad. Su cuerpo tembló. Se sentía usado, de nuevo, pero pudo olvidarlo gracias al suave beso que su francés favorito depositó en sus labios.

 

Entraron en aquel hotel, Ethienne se empeñó en que Aarush debía mantenerse medio oculto. En realidad, la precaución resultaba innecesaria, sin embargo, el hindú accedió a hacerlo, como accedía a prácticamente todo lo que el francés solicitaba de él.

 

A penas entrar en la habitación que les asignaran, Ethienne sintió como si un sudor frío lo envolviera por completo. Contempló a Aarush, que le sonreía con esa candidez que podía fingir a la perfección. Era hermoso, y, por el momento, completamente suyo. No perdió tiempo en hablar. Aarush reía suavemente mientras Ethienne se entretenía quitándole la ropa. La tostada piel del hermoso joven enloqueció al francés. Ese sutil perfume, almizclado y embriagante, que emanaba del cuerpo que se le ofrecía sin reparo alguno, hizo que Ethienne perdiera todo prejuicio y se enfocara en lo que en ese momento le resultó prioritario. Se tendió sobre su amante, aplastándolo con su cuerpo, besándole con premura, disfrutando de esos labios que deberían estarle prohibidos…

 

Aarush abrazó a su amante, susurrando incoherencias en su lengua natal. Contempló el rostro enrojecido de Ethienne y sonrió a penas, su amante tenía prisa…

 

Sin aviso, sin ningún tipo de preparación, Ethienne se introdujo en el esbelto cuerpo de Aarush, el joven  hindú gimoteó un poco, intentando escapar del dolor que aquel brusco embate le producía, pero Ethienne le aprisionó con fuerza mientras luchaba por llegar más dentro de ese cuerpo que le enloquecía, muy a su pesar, y sin importar lo que dijera, gozaba de esos encuentros como se goza de un placer prohibido. Nunca lo diría, pero así era, gozaba de alcanzar el placer en brazos de ese hombre, de un hombre…

 

Ethienne ahogó un grito de placer, entrecerró los ojos y se dejó llevar por las sensaciones que nublaban su juicio y exacerbaban sus sentidos. No podía, no quería pensar, sólo sentir, sólo quería sentir a ese hombre que se retorcía debajo de él, debatiéndose entre el dolor y la lujuria, recitando incoherencias en su lengua nativa, sin mirarlo, imaginando Dios sabría que cosas, pensando Dios sabría que cosas…

 

El orgasmo le sorprendió antes de lo esperado. Se derramó sin remordimientos en las entrañas del hombre que rodeaba su cuerpo con brazos y piernas, sin dejar de moverse, sin dejar de llamarle. Un pesado silencio los envolvió, sin que ninguno de los dos quisiera romperlo. El primero en huir del lecho fue Aarush, se  vistió a prisa, como si se sintiera culpable de algo. Ethienne escondió el rostro entre las húmedas sábanas y se dijo que, de seguir así, terminaría cometiendo una locura en la que Aarush estaría involucrado.

 

—Hablemos —dijo el hindú plantándose frente a él con una actitud tan fría que hizo estremecer al joven rubio.

—Yo…

—Vístete —más que una petición, aquello sonaba como una orden. Con gesto sereno, Aarush presenció aquel espectáculo que, en su mente, servía para  cerrar ese capítulo. Estaba decidido a que aquella fuera la última vez que cedía ante Ethienne. No estaba dispuesto a dejarse arrastrar de nuevo. Cada día era más y más doloroso, tanto, que sentía que si volvía a exponerse a Ethienne y sus encantos, no podría resistir el sufrimiento posterior. Estaba al tanto de los planes del abuelo de su amante. No se permitiría seguir así.

 

Ethienne se sentía observado por esos ojos del color del chocolate. Se estremeció, esa mirada presagiaba cosas que, muy dentro de su ser, no deseaba que ocurrieran.

—Comienza, Ethienne —dijo el hindú arrastrando las palabras.

—Debes estar al tanto de lo que estamos intentando hacer… y seguramente estás enterado también de lo desesperados que estamos por conseguirlo. Debemos tenerlo antes de que ellos lo consigan, por eso nosotros… tuvimos que recurrir a alguien externo…

—Un mercenario…

—Llámale como quieras, pero era nuestra última oportunidad. Él esta haciendo lo que se supone debe hacer, pero tengo mis dudas. Mucho me temo que en cuanto entienda la magnitud de esto, se venderá al mejor postor.

— ¿Quién es? —dijo Aarush sin mirarlo.

—Julien Arhendorff —el rostro de Aarush se tensó por un momento —. Santiago dice que es el mejor en esto y ha probado serlo, tiene el primero de los tesoros… supongo que es cuestión de tiempo para que entienda todo y decida que quiere más de lo que le ofrecimos. Por eso es que necesito tu ayuda. No soy tan poderoso como para intentarlo sólo, y no podría retarlo por mí mismo.

—Así que tú quieres que lo rete por ti…

—Sí, justamente eso es lo que quiero… si lo derrotas, lograrás arrebatarle el tesoro y al guardián. Lo demás, podré hacerlo por mí mismo —Aarush lo miró con intensidad, ¿de verdad Ethienne había doblegado de esa manera su orgullo? —. Te pagaré por esto… haré lo que quieras que haga… sólo tienes que aceptar hacerlo… —dijo mirándolo con desesperación —. Tengo que hacer esto, Aarush, es la única manera de limpiar el nombre de mi familia… la única manera de hacer que los d’Estaing recuperen su buen nombre —Aarush se sentía atrapado, contra la pared, eso era algo que no podía concederle a Ethienne, algo que sí cedía, causaría muchos más problemas de los que era capaz de dominar. Pero… en el fondo, y sin importar nada, Ethienne era mucho más valioso para él que cualquier otra cosa —. ¿Lo harás? ¿Aarush?

—Seré breve, Ethienne —dijo Aarush —. Sigo pensando que lo que intentas hacer es una locura. Tengo que decirte que lo que has decidido hacer es peligroso, absurdo y potencialmente destructivo, no sólo para ti, sino para tu familia entera, para mí, para toda mi gente… Julien Arhendorff no es alguien con quien se debería jugar, siendo precisos, es alguien con quien yo no debo jugar. Mi familia tiene una deuda con la suya… nos está prohibido tocarle siquiera… ¿entiendes?

— ¿Eso significa que no lo harás?

—No he pronunciado un no todavía — Ethienne sonrió —. Tampoco he pronunciado un sí.

—No comprendo…

—Es sencillo, si accedo a lo que me pides, no tendré a donde ir, mi familia me despreciará, seré repudiado por todas las personas que me rodean, aún por mis padres. Romperé un pacto que va más allá de mí, que involucra más cosas de las que puedes imaginarte.

—Yo…

—No me interrumpas —sentenció Aarush con dureza —. En resumen, no tendré a donde ir, ni a nadie que me acoja. Poco o nada les importará que yo sea el prodigio del clan. Me echarán como a un animal. Si decido hacer lo que me pides, perderé todo lo que tengo ahora, ¿qué me ofreces a cambio? —dijo Aarush mirándole a los ojos —. Estoy cansado de este juego, de todos estos años recibiendo las migajas que te dignas a arrojarme, Ethienne. Si accedo a cumplir tu capricho, lo quiero todo, quiero todo lo que tú puedes ofrecer, sin regateos, sin ningún tipo de restricción, quiero todo, Ethienne, y tú tendrás que dármelo.

—Aarush…

—Sé que no me amas, he tenido tiempo de sobra para saberlo. También sé de los planes de tu abuelo para ti. No me importa lo que tengas que hacer, no volveré a esconderme, y tampoco a conformarme con menos de lo que merezco. Lo que voy a  hacer, los sacrificios que tendré que hacer, lo valen.

—Pero el compromiso…

—Sé que está cerrado, y que tu abuelo lo tiene todo listo para desposarte con esa mujer. Te repito que no me importa. He dado mi precio, es tu decisión si quieres o no pagarlo —dijo el hindú mientras se ponía de pie. Ethienne lo vio marchar, sin atreverse a detenerlo, sin ser capaz de decir o hacer nada.

 

No estaba seguro de poder cumplir las exigencias de Aarush, no sólo por lo que diría su abuelo, sino por sí mismo. Estaba seguro de que no amaba al joven, estaba seguro de que no podría amar a nadie que le produjera los sentimientos que Aarush le provocaba. Esas emociones, poco o nada tenían que ver con lo que él consideraba era necesario para permanecer de por vida al lado de alguien.

 

Por su parte, Aarush, estaba casi seguro de que no volvería a ver a Ethienne. Entendía muy bien la personalidad de su antiguo compañero de escuela. No sería capaz de acarrear sobre sí y sobre su familia el desdén de los demás miembros de su grupo uniéndose a alguien que siempre había considerado un juguete, alguien inferior. Gerard d’Estaing nunca permitiría que su nieto hiciera semejante cosa. El viejo era demasiado respetuoso de la rígida estructura en la que había sido educado.

 

Estaba a punto de echarse a llorar cuando un auto se detuvo frente a él.

—Rashid… —susurró el joven hindú al ver a quien descendía del vehículo —.  ¿Cómo…?

—Siempre sé donde esta el joven amo, usted sabe que siempre estoy detrás de sus pasos, dispuesto a hacer lo que deba —dijo aquel enorme hombre de cabellos negros mientras se acercaba a él —. Siempre estaré con usted, joven amo —dijo mientras le guiaba hacia el auto. Aarush abordó y una vez en el auto, dejó escapar un sonoro sollozo que su sirviente fingió no escuchar. Rashid maldijo entre dientes. Era evidente que su joven amo había ido en busca de ese hombre otra vez. Cada vez que lo veía, sucedía lo mismo. Rashid condujo de vuelta a la enorme casa que albergaba el hogar de los Patil, fingiendo no escuchar los sollozos de Aarush.

 

 

Notas finales:

Bue, a partir del siguiente capi se acelera la acción con Julien, es que ya quiero terminar >___<, gracias por leer!!!


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