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Fragmentos del corazón por PrincessofDark

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Notas del capitulo: Es como la octava vez que intento actualizar. ¡Les pido disculpas por los comentarios sin responder, pero no me deja hacerlo! La página anda malísimo.
Dedicado a todos los que leen y a todos los que se toman un momento extra para comentar mis fics... ¡¡GRACIAS!! Espero este capítulo les guste!!!!!!!!!!!!!!
Hades fue sin dudas el más sorprendido ante ese pedido por parte de Shun y su gesto de sorpresa se notó de inmediato en el menor.

-Saori… ¿te molestaría dejarme a solas con Hades?

-Claro que no, Shun – la joven salió de la habitación y dejó a los dos esposos para que hablaran con más tranquilidad.

-¿Por qué quieres ir tú? – preguntó Hades cuando la puerta se cerró tras la muchacha.

-Para ser útil en algo – dijo el menor con calma.

-Shun…

-Escúchame. Sé que no me dejarás pelear y estoy de acuerdo en eso. Pero sí puedo encargarme de avisar a Poseidón lo de la alianza. Además, por si te olvidaste Poseidón no sabe nada de nuestro casamiento y tampoco los generales. No creo que les dé mucho gusto enterarse en el momento de la batalla.

Hades no respondió nada por un rato, pero finalmente su voz se dejó oír en la estancia.

-Aún así no me gusta la idea. Si llegara a haber problemas antes de que pudieras hablar con Poseidón…

-Sé cuidarme – la voz de Shun fue segura y firme.

-¿Si no te dejo ir te enojarás mucho, verdad? – preguntó Hades con convencimiento, ya que si bien Shun y él no discutían nunca, sabía que el menor podía imponerle un castigo, que incluso él como Dios de la muerte no podía evitar.

-Si – Shun asintió y sonrió pícaramente – me voy a enojar mucho y por unos cuantos días – Shun se acercó a Hades y lo besó fugazmente – el poderoso dios del inframundo dormirá solo o con Cancerbero.

-Esa amenaza es muy baja para ti – Hades lo atrapó de la cintura y lo besó largamente – porque sabes que me convencerás – Hades sin soltarlo retomó su voz firme – No irás solo, quiero que Radamanthis y Aiacos te acompañen.

-Está bien.

-Y quiero que estés de regreso mañana mismo.

-Por supuesto que sí – Shun asintió – no quiero dejar solos mucho tiempo a Isis y Alex.

-Entonces prepara todo para partir cuanto antes.

Shun se soltó del mayor y luego de besarlo abandonó la habitación para ir en busca de Saori.

La muchacha estaba conversando amenamente con Minos, hecho que extrañó un poco a Shun pero al que le restó importancia para dar más valor a su charla.

-Saori… - Shun llamó a la joven que volteó al momento.

-¿sí, Shun?

-Hades aceptó que fuera yo al Templo Marino a anunciar la alianza con el Inframundo.

Minos arqueó una ceja sorprendido por la noticia pero no comentó nada hasta que Shun habló con él.

-Minos, por favor busca a Radamanthis y Aiacos. Ellos irán conmigo. Diles que se apronten.

-Enseguida, alteza – Minos desapareció por el pasillo en busca de los dos jueces.

-¿Cuándo irás? – preguntó Saori.

-En un rato. Apenas me cambie y Radamanthis y Aiacos estén listos.

-¿Estás seguro de querer ir tú?

-Claro que sí. Sé que Hades habló contigo para dejarme fuera del combate, pero eso no quiere decir que no pueda ayudarlos en alguna cosa.

-¿Cuándo volverás?

-Mañana por la mañana. No quiero estar mucho tiempo afuera, en especial por mis pequeños.

-Comprendo. Shun, muchas gracias por ayudarnos. Estoy segura de que tú terminaste de convencerlo.

-Quizás – Shun sonrió – pero lo importante es que somos aliados ahora.

-Me enteré de que hiciste las paces con Ikki. Eso me hace muy feliz, Shun. En realidad tanto él como Hyoga te buscaron muchísimo tiempo hasta que yo los convencí de que no querías que te encontráramos.

Los ojos de Shun se iluminaron antes de contestar con una inmensa sonrisa.

-A mí me hace feliz haber recuperado a Ikki. Quizás en el momento que me fui no lo pensé con claridad pero al volver a verlo me di cuenta de la falta que me ha hecho en este tiempo, tanto como ustedes. Sólo que no me animaba a dar el primer paso.

-¡Pero lo bueno es que seguimos siendo amigos! – Saori lo abrazó con suavidad – y lo seguiremos siendo después de la batalla.

-Por supuesto que sí, Saori.
* * *
En el Templo Marino se vivía un clima de expectativa, ya que Poseidón conocía la visita de Saori al Inframundo y aguardaba en cualquier momento noticias.

Sentado en su trono, Poseidón vio entrar a Kanon y a Bian al recinto, los encargados de la guardia de turno.

-¿Qué sucede? – preguntó de inmediato a sus generales.

-Se sienten tres cosmos acercándose, muy poderosos. Creemos que son del Inframundo – respondió Kanon.

-Estén preparados. Si vienen como enviados de Hades tráiganlos a mi presencia.

-Sí, señor.

Los dos generales regresaron justo a tiempo para ver aparecer tres figuras. Las dos primeras las identificaron de inmediato como Radamanthis y Aiacos, dos de los jueces del Inframundo. La tercera, que venía encapuchada estaba tras ellos, y era bastante más pequeña.

-Radamanthis… Aiacos – saludó Kanon.

-Kanon. El señor Hades nos ha enviado – informó Radamanthis.

-Lo supusimos. El señor Poseidón los espera en su recinto
– Kanon deseaba preguntar la identidad de la tercera persona, pero antes de hacerlo esta se adelantó cuando los dos espectros se pusieron a su lado y se quitó la capucha - ¡Andrómeda! ¡El desaparecido! – los generales sabían de la búsqueda del caballero de Atena por el propio Poseidón quien había sido informado por Saori.

-Es una sorpresa – murmuró Bian - ¡Eo estará muy contento de ver a la persona que lo mató y que nunca le pidió disculpas como lo hicieron los otros caballeros de bronce!

-Es cierto, debo pedirle disculpas y lo haré aprovechando mi visita. Sin embargo… - Shun hablaba pero la voz de Radamanthis lo interrumpió.

-Cualquier lesión o afrenta que reciba su alteza durante la visita será causal de guerra – dijo mecánicamente el espectro pero con la voz denotando firmeza.

Bian y Kanon cruzaron miradas sorprendidos, y el segundo reprimió un reto al primero por su impulsividad, ya era raro que los jueces escoltaran a un caballero de bronce así que debía haber supuesto que Andrómeda era más importante que antes.

-No habrá inconvenientes – respondió Kanon – los acompañaremos.

Shun demoró un rato en entrar al recinto dejando a Radamanthis y Aiacos en el exterior junto a Kanon y Bian. Poseidón que esperaba con cierta impaciencia no pudo menos que sorprenderse al ver entrar a Shun allí.

-¿Andrómeda? – su voz denotó la sorpresa.

Shun meneó la cabeza en una negativa antes de hablar.

-Shun de Mizar Beta, príncipe del Inframundo – su voz fue sencilla y tranquila – he venido a avisar que Hades y Saori han establecido una alianza para el próximo combate.

Poseidón tardó un instante en responder, puesto que la sorpresa había sido mayúscula para él, eventualmente no tuvo más que contestar.

-Me encuentro sorprendido. Puedo preguntar cuando…
Shun sonrió puesto que esperaba la pregunta de parte del dios de los mares.

-Dos años.

-¡Vaya! Tendré que llamarle la atención a mí hermano por no decírmelo antes pero me da gusto enterarme de que decidió intentarlo de… - Poseidón se interrumpió recordando que Hades odiaba hablar de Perséfone y quizás el joven frente a él no lo supiera.

-Después de lo de Perséfone – Shun completó la frase con una suave tranquilidad.

-Exacto.

-Pues si decidió intentarlo de nuevo – Shun sonrió – aunque si no le había dicho nada fue a pedido mío. Después de la guerra con usted, yo no tuve oportunidad de disculparme con Eo por atacarlo y matarlo y eso me hacía sentir mal. Así que si me lo permite, me gustaría disculparme con él más tarde.

-Por supuesto que sí, Shun. ¿No te molesta que te llame Shun, no?

-Claro que no.

-Bien, Shun. Me da gusto saber que Hades ha aceptado ayudar a Atena, si la amenaza que se avecina es tan grande lo mejor es que estemos juntos y preparados para lo que sea.

-Sí, será necesario hacer hasta lo imposible por vencer y creo que la nueva guerra será la final. La paz del mundo dependerá de ella y el destino de toda la humanidad estará en nuestras manos.

Shun tuvo oportunidad de disculparse con Eo de Escila cuando al anochecer se ofreció una cena en honor de los visitantes. El joven general aceptó la disculpa de Shun con cierta reticencia, pero observado atentamente no sólo por Poseidón sino también por Radamanthis y Aiacos.
* * *
Camus y Hyoga habían llegado a Siberia bajo el más absoluto de los silencios, Camus porque no quería presionar a Hyoga y éste porque intentaba aún comprender la actitud del que por años había considerado su maestro e incluso su padre.

-¿En qué piensas? – fue Camus el que terminó de cortar el silencio cuando ya los dos habían acomodado sus cosas y estaban frente a frente delante de la chimenea.

-¿Eh? En nada… nada… - Hyoga se sentía incómodo, no tenía manera de negarlo y su maestro se daba perfecta cuenta.

-Lo siento, Hyoga.

-¿Qué? ¿Por qué? – el rubio arqueó una ceja sorprendido.

-Estás así por mí culpa.

-No, claro que no – intentó excusar a su maestro.

-Sí, es por lo que pasó antes de partir de viaje – Camus posó sus ojos en el rubio antes de continuar – no soy de andar dando rodeos, Hyoga, tú me conoces y lo sabes.

-Pero yo… yo… tú… comprende – Hyoga bajó la cabeza – desde hace mucho eres para mí más que un maestro un padre y yo…

-No lo soy – sin saber bien como Hyoga se vio en apenas un instante con Camus frente a sí, alzando su rostro para que sus miradas hicieran contacto – si fuera tu padre no sentiría lo que siento por ti y tú no estarías tan nervioso por mi cercanía si no estuvieras pensando en que puede haber algo más entre nosotros.

Hyoga se ruborizó ante esas palabras y ante la mano que acariciante se deslizó por su rostro.

-Yo…

-No – Camus lo detuvo posando un dedo en sus labios – no quiero que digas nada que no sientas y mucho menos que hagas algo que no quieras. Sólo piensa en que te amo y que esperaré a que tomes una decisión cuando así lo desees.

-No quiero… - Hyoga dudó pero continuó – perder tu amistad…

-No la perderás, te lo prometo – Camus se alejó del más joven e ingresó a una de las pequeñas habitaciones de la casa.

Hyoga sintió el frío intenso de Siberia cuando el mayor se alejó de él y al quedarse sólo no pudo hacer otra cosa que rozar con su mano el lugar en el que Camus lo había acariciado. Lentamente se puso en pie y se encerró en su dormitorio, aunque sabía que esa noche no podría dormir, esa noche debería pensar.

Sus pensamientos cesaron como a las tres de la mañana, cuando abandonó su lecho y el dormitorio para entrar en el cuarto vecino. Tal como había supuesto, Camus estaba sentado frente a la ventana, mirando sin ver la fría oscuridad siberiana, tenuemente iluminada por la luna en cuarto creciente. Supo que lo había sentido entrar y sin embargo no había volteado a verlo hasta que se puso a un par de pasos.

-¿Qué haces aquí? – preguntó el mayor, apenas conteniendo las ganas de levantarse del sillón y tomar a ese rubio cisne para besarlo y acariciarlo.

-Yo… lo estuve pensando – Camus asintió sin revelar nada y sin decir nada tampoco.

Hyoga dudó pero avanzó y se dejó caer frente al mayor para luego disminuir las distancias entre ambos hasta el mínimo y sus labios se aproximaron a los del mayor para finalmente posarse en ellos. El rubio lo sintió, sintió esa cosa que produce sensaciones extrañas en todo el cuerpo y que son todas ellas placenteras y enloquecedoras, esa cosa que suelen denominar amor.

-Quiero… yo… te quiero – murmuró el rubio después de ese beso que el mismo rompió.

Para Camus se terminaron entonces todas las dudas y sus labios posesivos y ardientes se posaron en los de su rubio para invadirlos intensamente. Hyoga respondió al mismo nivel, mientras las manos quitaban la ropa y arrancaban jadeos y las piernas conducían a la cama de esa habitación donde los dos se dejaban caer para amarse.
* * *
Shun había regresado a Giudecca tal como lo había prometido al día siguiente con unas cartas para Saori y Hades cuyo contenido desconocía aunque supuso que sabría tarde o temprano.

Y tal como lo había anticipado, Hades después de una buena ronda de besos en su despacho había leído la nota y se la había pasado para que la leyera. Poseidón sugería que los ejércitos marinos y del inframundo se dividieran en dos partes, la primera para quedar de guardia en sus respectivos reinos y la segunda para que subiera al Santuario de Atena cuanto antes a organizar un plan de defensa y de ataque en el que sería con seguridad el primer lugar de ataque. Hades había redactado una nota compartiendo la idea y la había enviado con uno de sus espectros mientras Shun tomaba la de Atena y salía del despacho para entregársela.

Averiguando, supo que Saori se encontraba en los Elíseos por lo que se dirigió hacia allí con celeridad. Divisó a la muchacha y cuando iba a llamarla en voz alta en su rostro se plantó una profunda sorpresa y luego una sonrisa sincera.

Porque Saori a la que suponía sola se encontraba acompañada por una persona que no esperaba pero que era de su gran aprecio: Minos. El juez estaba sentado a su lado y acababa de entregarle un ramo de las flores de los Elíseos que la muchacha con sonrisa nerviosa había aceptado. Shun recordó el rubor que le había visto a su amiga el día antes y sonrió, debía haberlo pensado ayer mismo fue su pensamiento.

Decidió dejarlos solos y entregar la carta después, en otro momento más propicio para así no interrumpir a los dos jóvenes. Hades que lo vio regresar con el sobre aún en las manos lo detuvo curioso.

-¿No la encontraste?

-Sí, pero estaba ocupada – Shun sonrió pícaro y besó a su consorte antes de susurrarle en el oído – estaba en los Elíseos con Minos. Me pareció mejor no interrumpirlos.
Hades alejó a Shun unos centímetros, con un gesto de asombro que hizo reír al joven de cabellos verdes.

-¿Minos? ¿Minos y Saori?

-Así es. Pero no lo retes. Prométemelo.

-No pienso retarlo, pero me sorprende. Quien lo diría…
Minos y Saori. Creí que Saori estaba interesada en Seiya.

-Seiya es otra historia – respondió con cierto enigma Shun.
* * *
El lugar era horrible, oscuro, tétrico y sombrío. El polvo se acumulaba por todos los rincones, la suciedad estaba presente por doquier y el mobiliario escaso y desvencijado simbolizaban el poco valor de la persona que ocupaba ese espacio.

La figura que se movía por entre las sombras, evitando verse en el roto espejo del lugar era joven pero su aspecto estaba descuidado. Durante mucho tiempo había dormido, dormido un sueño que quería romper pero no podía y de un momento a otro, sin que pudiera comprenderlo se había liberado y se había encontrado en ese espantoso lugar.

Hades, lo recordó y en su rostro se reflejó el odio que le inspiraba el sólo pensar en él. Por culpa de él se encontraba allí, encerrada en esa pocilga. Recordó como había preparado ese plato, usando todas las destrezas que había aprendido en el arte de los venenos para poder quitar a su “querido” esposo del medio y gobernar ese vasto imperio que era el averno. Pero los odiados jueces habían intervenido y había perdido todo, hasta el tiempo que duró su sueño.

Se preguntó si Hades sería feliz, si tendría a alguien ocupando el lugar que había ostentado en otro tiempo y su mano se entrecerró con furia. Si Hades era feliz, ella destruiría esa felicidad pieza por pieza, arrebatando todo lo que le hubiera brindado dicha a lo largo de los siglos.

Una vez más, Perséfone se preguntó porqué habría despertado, una vez más se quedó sin respuesta. La respuesta, oculta muchos metros bajo tierra estaba en un pergamino, que los arqueólogos de la Fundación no habían aún hallado.

“Cuando la antigua reina despierte,
la destrucción habrá empezado.
Una mano oculta la levantará de las sombras,
y la erigirá en la primera enemiga a vencer.
Tras ella se levantarán más y más sombras,
y cuando el eclipse llegue a su cenit,
la mano oculta obtendrá toda su fuerza
y aparecerá para destruir la humanidad.”

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