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Fragmentos del corazón por PrincessofDark

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Notas del capitulo: ¡¡Hola!! Muchas gracias a todos por leer y acompañar esta historia. Este capítulo lo tenía pensado desde casi el principio del fic y me encantó escribirlo espero que a ustedes les guste.

Dedicado a Tania, con muchos besos que lleguen desde Uruguay a México. Pese a las distancias, estoy allí para ti, amiga!!!!!
Shun contempló todo en cámara lenta, le parecía imposible que esa mujer hubiera logrado herir a Hades y que éste cayera con lentitud al suelo hasta que todo su cuerpo golpeó y el ruido retumbó en sus oídos. Jamás se había sentido tan mal como en ese momento, el dolor que oprimió su corazón le hizo comprender la angustiosa posibilidad de perderlo y con él al amor de su vida.

Entre una nube vio a Radamanthis y Minos tomar a Hades y levantarlo del piso con una rapidez desconocida. Los vio correr al interior de Giudecca con el cuerpo inconsciente de su amado y de golpe sus ojos se posaron en los de la fría mujer que reía como una desquiciada.

-¡Tú!

-¿Qué me harás, bonito? – rió de nuevo - ¿Te crees capaz de lastimarme?

Shun respiró profundamente y ordenó sus prioridades, su voz sonó terriblemente fría cuando se volvió a escuchar.

-¡No la dejen salir! ¡Espectros, deténganla!

Shun corrió al interior de Giudecca, después de dar la orden de atacar a Perséfone y de inmediato sintió a Radamanthis y Minos en su dormitorio por lo que subió las escaleras y llegó hasta allí.

-¡Hades! – gritó y apartó a Radamanthis para poder contemplar el rostro amado pálido como la cera, la sangre aún fluía por la herida del pecho y Shun de inmediato sintió su calor inconfundible cuando tocó con amor la herida -
¡Traigan a Asclepios!

Minos desapareció en un instante y en unos pocos minutos trajo al médico. Shun se apartó apenas lo suficiente para permitir que lo atendiera y aguardó impaciente. Sus bellos ojos derramaron abundantes lágrimas hasta que Asclepios terminó y se incorporó.

-Está muy débil, ha perdido mucha sangre – murmuró.

-¿Pero se pondrá bien? – Shun se había sentado de nuevo con Hades y su mano acariciaba con profundo amor el rostro del mayor.

-Llevará un tiempo pero estará bien – indicó Asclepios.

-Hay que sacarlo de aquí – susurró Shun después de un momento – seguramente Némesis viene hacia Giudecca y si el castillo cae, matará a Hades.

Shun se puso de pie y se acercó a la chimenea, tomando el abrecartas y mostrando el pasadizo secreto. Los dos jueces miraron sorprendidos la puerta al igual que el médico.

-Entren allí. Tomen el camino de la derecha y lleven a Hades al Palacio de Justicia – ordenó Shun – Asclepios, quédate con él, por favor. Ustedes regresen aquí – dijo señalando a Minos y Radamanthis que asintieron firmemente.

Shun se acercó a Hades y lo besó suavemente.

-Tienes que ponerte bien – susurró en voz baja – yo me haré cargo de todo y no te decepcionaré. ¡Te amo! Te amo y tú no puedes abandonarme.

Shun se puso de pie y asintió. Radamanthis y Minos tomaron con cuidado a Hades y acompañados de Asclepios entraron por el pasadizo. Shun esperó un minuto y también salió del cuarto.

Cuando Minos y Radamanthis regresaron Shun se encontraba sosteniendo a Alex, mientras Astrea sostenía a la pequeña Isis. Los dos jueces miraron y comprendieron al cabo de un instante.

-Radamanthis, cuídalo. Toma el camino de la izquierda y vayan al Tártaro. No permitas que Némesis se acerque a él.

-Daré mi vida antes de permitirlo – respondió Radamanthis tomando al pequeño príncipe del averno entre sus manos.

Shun besó a su pequeño y acarició sus cabellos.

-Sí algo llegara a pasarme… - Radamanthis iba a decir algo pero Shun lo detuvo con un gesto – sólo díganle que lo amé mucho y que quise lo mejor para él. ¡Ve!

Radamanthis desapareció dentro del pasadizo y Shun se volvió a Minos, mientras Astrea le entregaba la pequeña princesa al juez.

-Minos, cuídala y protégela. Que Némesis no pueda hacerle daño. Toma el camino que lleva al Palacio de Justicia y de allí el pasadizo que sé que conecta el Palacio con la sexta prisión.

-Moriré antes que entregarla – respondió Minos con firmeza.

-Si me pasa algo – Shun esbozó una sonrisa triste – dile que la amé con toda mi alma y que espero que pueda ser muy feliz junto a Alex. ¡Vete!

Minos partió de inmediato y Shun se volvió a Astrea, su mirada esmeralda mostrando firmeza y determinación.

-Ha llegado el momento de pelear. ¡Armadura divina de Mizar Beta!

El cuerpo de Shun se vio al momento cubierto de una armadura muy parecida a la de Hades, de un brillante tono negro y plata que se ajustó perfectamente a él. En sus manos invocó las armas que Hades le había regalado y las colocó una en su espalda y las otras en las fundas que colgaban del cinto de la armadura.

Con paso decidido caminó rumbo a la entrada de Giudecca y salió al exterior buscando de inmediato a Perséfone. La encontró divirtiéndose muy contenta con un par de espectros que pegaban alaridos de dolor por las descargas eléctricas que la mujer arrojaba sobre sus cuerpos.

Perséfone lo sintió un instante antes y pudo apartarse justo a tiempo, un puñal había atravesado el aire con dirección de su cuello y por apenas un milímetro lo había esquivado.

Supo de inmediato de quien era pero igual no pudo evitar sorprenderse al ver la armadura negra que llevaba el príncipe del Inframundo.

-Así que regresaste – murmuró poniéndose de pie, mirando al otro.

-¿Creíste que era un cobarde? ¡Apártense! – la voz de Shun quitó a los espectros y los dejó a los dos solos en medio de un enorme espacio. Saori y los atenienses miraban con asombro a Shun, su cambio, la transformación de ese jovencito dulce y generoso en un guerrero que defendería a su reino con uñas y dientes.

Perséfone empuñó el arma con la que había herido a Hades y se le fue encima en un instante. Shun esquivó el ataque con facilidad y lo regresó con su propia arma. La daga rozó y cortó un par de cabellos de la diosa mostrando su filo.

Los dos se separaron y se miraron, agitados al cabo de un rato de enfrentarse sin tregua. Shun se dio cuenta de que la mujer sangraba en el hombro, producto del roce de la daga y se sintió seguro de que ganaría.

Sin embargo, la mujer emitió unas palabras y de golpe un rayo de energía se acercó a él y lo dio de lleno, mandándolo a volar lejos. Su cuerpo dio contra una pesada pared de piedra y cayó pesadamente.

-¡Shun! – la voz de Saori resonó e intentó aproximarse a él.

-No – Shun se puso de pie – no te acerques. No intervengas.

-¡Que valentía!

Perséfone volvió a emitir un rayo de energía pero chocó contra un firme murallón de defensa que Shun generó con sus manos.

-¡El grito!

Shun hizo desaparecer el escudo y atacó de lleno envolviendo a la mujer con una multitud de almas que gritaban a su alrededor hasta que Perséfone cayó al piso, tapándose los oídos con sus manos.

-¡Cállense! – gritó una y otra vez hasta que el ataque desapareció - ¡Maldito! ¡Onda maligna!

Shun sintió la fuerte energía oscura dirigirse a él por lo que se movió velozmente, volteándose a la derecha y acercándose a Perséfone.

-¡Llamarada del infierno! – Shun lanzó un ataque que disparó una enorme flama de fuego de sus manos y que se dirigió a Perséfone.

-¡Onda de hielo! – Perséfone lanzó un ataque al mismo tiempo y los dos chocaron de lleno en los cuerpos del enemigo.

Shun sintió el frío recorrer cada parte de sus músculos hasta que su cuerpo golpeó el piso. Le dolía mucho el cuerpo pero se levantó sin ningún asomo de duda en sus ojos.

-¡Juré que protegería a mi familia! – exclamó mirando a Perséfone que se debatía con las llamas de su anterior ataque - ¡y mientras esté de pie lo haré y me pararé una y otra vez hasta que te derrote! ¡Sepulcro de exterminio!
Fue una intensísima oscuridad la que salió de las manos de Shun y envolvió a Perséfone. La mujer gritó con desesperación y su cuerpo se llenó de múltiples heridas mientras intentaba salir de esa neblina negra. Cuando pudo hacerlo, difícilmente se podía mantener en pie, pero sus ojos aún destellaban el odio que sentía.

-¡Destellos de la muerte! – exclamó de sus sangrantes labios y una luz brillante chocó contra el cuerpo de Shun, distribuyéndose repentinamente por su cuerpo y arrancando un grito de dolor en el menor.

Shun sintió que su cuerpo se quebraba con ese ataque y lo resistió con entereza, aunque no impidió el primer grito de dolor. Cayó al piso y se volvió a poner de pie, las esmeraldas más decididas que nunca, aunque uno de sus ojos se encontraba tapado por los cabellos verdes.

-¡Estiletes de la muerte! – el ataque salió de sus manos y las miles de agujas finísimas atravesaron el cuerpo de Perséfone.

Esta vez la mujer cayó al suelo, la sangre fluyendo abiertamente de sus heridas, los ojos negros opacándose con rapidez, el cuerpo relajándose de a poco hasta no moverse más. Shun supo que había dejado de respirar cuando su cabeza cayó pesadamente a un lado. Miró sus manos y las encontró llenas de sangre, se sintió sucio, manchado como nunca antes aunque ya tenía otras muertes de batallas anteriores, jamás había matado a una mujer aunque la que yacía frente a él era la más maligna de todas las que había conocido en su vida. Después, recordó porqué lo había hecho, por quienes debía pelear, por Hades, Isis y Alex, tenía que ser fuerte y firme por ellos, debían ganar la guerra para poder conservar la paz y poder vivir felices.

Volteó y miró a los espectros que se hallaban firmes frente a él, tras ellos estaban Saori, Poseidón, Camus, Hyoga, Seiya y Shiryu. Acomodó inconscientemente su cabello en un acto reflejó y tomando su espada de la espalda la alzó y la enterró en el suelo.

-Hades no está muerto – informó despacio – pero no podrá pelear por un tiempo y mientras tanto la guerra no se detendrá. Ustedes ya saben quién era esa mujer que yace a mi espalda, Perséfone la antigua reina del Inframundo, una traidora. Su muerte simboliza que podemos vencer, que podemos ganarle a los dioses que están en nuestro territorio buscando conquistarlo aunque no tengamos a Hades con nosotros. Depende de ustedes y de mí el poder lograrlo, depende de cada uno de nosotros y del empeño que pongamos en lograrlo. Radamanthis y Minos no se encuentran aquí siguiendo mis órdenes, cada uno de ellos se ha llevado a uno de los príncipes para ponerlos a resguardo con instrucciones precisas de no dejarlos caer en manos de Némesis. ¡No puedo ocultarles nada, porque saben bien que jamás lo he hecho! Es a Hades a quien siguen y sé que tienen la obligación de seguirme a mí cuando él no está, pero no quiero eso. Si vamos a pelear quiero hacerlo con gente que esté dispuesto a seguirme por su propia voluntad y no por el temor a un castigo. Yo dejaré mi vida aquí de ser necesario, no dudaré en morir por impedir que el Inframundo caiga porque este es mi hogar y ustedes son los que me extendieron una mano cuando yo los necesité. ¿Quién de ustedes está conmigo?

El silencio duró un instante pero de inmediato todos los espectros alzaron un grito de guerra que conmovió el aire de Giudecca. Saori, junto a Seiya, Shiryu y Hyoga miraban la escena con rostros extremadamente orgullosos, incluyendo al rubio caballero de los hielos.

-Ganaremos – murmuró Saori, por primera vez convencida en mucho tiempo.

Poseidón se acercó a Saori y le murmuró en voz baja.

-No sabía que él era tan poderoso.

-Se metieron con su hogar y con su familia, y cuando haces eso con Shun se pone tan terrible o más que Ikki – contestó Shiryu en su lugar.
* * *

Némesis sintió que el cosmos de Perséfone desaparecía y su rostro reflejó la rabia más grande.

-¡Maldita sea! Perséfone ha sido derrotada. ¡El plan era infalible! ¡No podía fallar! Era dejar a Hades fuera de combate y generar el caos – gritó más que molesta.

-Perséfone cometió un error – informó Ikki dando un paso al frente, acercándose a la mujer que lo miró intrigada y complacida – y ese error le costó la muerte. No debe subestimar el poder de Shun.

-¿Shun? ¡Ah, sí! El príncipe. ¿No fue Hades el que derrotó a Perséfone?

-Ese cosmos era el de Shun, mi señora.

-Entonces, quizás Hades si fue lastimado.

Ikki abrazó a la diosa con suavidad, y ésta se dejó hacer aún más complacida que antes.

-Es lo más probable, mi señora.

-Entonces el príncipe será un obstáculo menor que Hades. …ste era el más peligroso de los dioses.

-No se confíe, mi señora. No cometa el mismo error que Perséfone cometió.

-Ikki… llegado el momento, quiero que seas tú quien se enfrente al príncipe del averno. ¿Lo harás?

- Cumpliré con lo que mi señora me ordene – Ikki besó con lentitud a la diosa que se dejó hacer con facilidad.

- Entonces ven conmigo, mi querido Ikki.

Némesis lo condujo dentro de su carpa e Ikki la obedeció de inmediato, deteniéndose sólo para cerrar la misma a los intrusos. Su mente detectó un cosmos poderoso levantándose en Giudecca y haciendo un llamamiento a todos los espectros, Ikki no pudo dejar de sonreír suavemente pensando que su hermano era muchísimo más poderoso de lo que él mismo había supuesto.

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