Mierda, ¿cómo era eso posible?, me había venido en las manos de un tío y lo había disfrutado mucho más de lo que me habría gustado. ¿Qué demonios pasaba con migo?
-Bueno, claramente he ganado-dijo enseñándome la mano manchada por mi semen-espero la recompensa por mi victoria- cierto, la apuesta era que si perdía tendría que dejarle vivir por un mes en mi casa. ¡Un mes! Eso era demasiado para mí, yo no podía vivir todo un mes con un marica revoloteando por mi casa. No, tenía que hacer algo para solucionarlo, y algo rápido.
-Yo… no es que tenga nada en contra de ti, pero no puedo dejarte vivir en mi casa.- en cuanto pronuncié estas palabras su rostro se oscureció.
-¿qué quieres decir con eso?, ¿vas a incumplir tu promesa?
-no…, es solo- su feroz mirada estaba posada en mí, nos mantuvimos la mirada un largo rato hasta que yo la bajé (round perdido).
-Está bien, puedes venir-pero que conste que lo hacía solo porque era un hombre de palabra.
-Fantástico-la máscara de furia de su rostro desapareció. Sin que me diese tiempo a reaccionar su cara se acercó bruscamente a la mía y sus labios se juntaron con los míos. Su lengua forzó mis labios a abrirse y se introdujo por completo en mi boca enredándose con mi lengua. Un mar de sensaciones empezó a volver a nacer en mí y mi amiguito de abajo volvió a mostrar señas de que quería juerga.
Mi puño salió disparado para estamparse en su cara y hacer que retrocediera separándose de mí.
-el que vayas a vivir en mi casa no significa que puedas hacer ese tipo de cosas ¿me entendiste?
-Sí mi general.
-me alegro-me incorporé del wáter y me cerré la cremallera del pantalón-por cierto, aún no te he preguntado tu nombre.
-me llamo Andrea. ¿Y tú?
-Mike.
Después de nuestra sencilla y breve presentación salimos del local y nos subimos en mi coche. El trayecto hasta mi casa lo hicimos en silencio, ¿Qué otra cosa podíamos hacer?, éramos unos completos extraños el uno para el otro, no sabíamos nada de nada de nosotros, nada más que nuestros nombres.
Tras un buen rato en el coche llegamos a la puerta de mi edificio, lo miré melancólicamente, no podría traer allí a ninguna mujer durante un mes, pasaría mucho tiempo hasta que volviese a subir por el pequeño ascensor enganchado en alguna delgada cintura y con un vistoso escote como paisaje. Suspire.
-Wou.., Tienes un bonito piso, ¿vives tu solo?
-¿Crees que si no viviese solo te dejaría quedarte?- le miré con mala cara aunque él no pareció darse cuenta.
-Supongo. De todas formas,- se giró para mirarme, una amplia sonrisa decoraba su rostro- si el piso es grande y está vacío es mucho mejor, podremos hacerlo en cualquier parte, en el salón, el baño, el pasillo, incluso en la cocina.
-Creo haberte dicho ya que no soy homosexual y que no pienso hacerlo contigo ni una sola vez, además, a la mínima que intentes hacer algo te echaré de mi casa, ¿entendiste?
-¡Sí señor!
-Bien, sígueme, te enseñaré donde puedes dormir.- anduvimos por el estrecho pasillo que comunicaba las habitaciones hasta que llegamos a la que podría llamarse de invitados. Abrí el sofá-cama que situado en una de las paredes de la amplia habitación.
-Aquí puedes dormir, el baño está en la habitación contigua a esta. Soy una persona que trabaja y tiene una vida propia, por lo que tienes que respetar mis horarios y normas. No te podrás quedar despierto hasta más tarde de las 12, salvo, que sea fin de semana, el desayuno te lo prepararas tu, la hora en la que lo hagas me da igual, no puedes devorar todo lo que hay en mi despensa ni en mi nevera, y por último, la regla más importante-miré fijamente a Andrea- no puedes intentar hacerme nada royo gay, a la mínima sospecha de que intentas algo estarás fuera.- dicho esto cerré la puerta de la habitación dejándole dentro, este iba a ser un mes muy largo.
El despertador sonó ruidosamente, acaricié despacio el cuerpo que tenía entre mis brazos, la piel de su espalda era realmente suave. Deslicé mis dedos a lo largo de su columna y luego por sus omoplatos, acariciando su amplia espalda…, un momento, ¿su amplia espalda?, ¿desde cuándo tenía Rebeca una espalda ancha? Miré el cuerpo que estaba tumbado en la cama con migo. Me incorporé rápidamente y empuje el cuerpo fuera de mi cama.
-Ouch- dijo Andrea en cuanto chocó con el frío suelo, ¿cómo podía haber confundido a ese sujeto con Rebeca? Rebeca era una mujer delicada con un cuerpo pequeño y delicado decorado con finas pero esbeltas curvas, ¿cómo demonios la había confundido?
-¿Qué haces aquí?
-Ni que estuviese por propia voluntad- dijo frotándose la, supongo, dolorida espalda.
-¿A qué te refieres?
Se frotó la espalda durante unos segundos más antes de contestar.
-Ayer por la noche empezaste a gritar en sueños y me despertaste, por lo que preocupado porque algo te hubiese ocurrido fui a tu habitación, llamé varias veces a la puerta, pero al ver que no me hacías ni caso, decidí entrar.- me miró para ver mi reacción a su relato, mi cara mostraba un gesto de escepticismo, la verdad es que si que recordaba haber tenido un pesadilla aquella noche, pero aunque fuese verdad, eso no justificaba que el estuviese en mi habitación- cuando entré me acerqué a tu cama-continuó- y de repente me agarraste del cuello y me tiraste al lado tuya impidiéndome moverme, después de eso te tranquilizaste pero no me soltaste. Así que ya ves, el único culpable de que esté aquí eres tú.
Para mi desgracia, enrojecí levemente, en ese momento recordaba algo de lo que había contado mientras yo estaba en un estado semiconsciente. Por alguna extraña razón me vi incapaz de contestar, así que simplemente lo arrastré fuer de mi habitación, me vestí velozmente y salí de la casa sin desayunar, sintiendo en mi espalda todo el rato clavada la mirada de Andrea.