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ENCUENTRO ACCIDENTADO. por Whisperyuki

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Notas del capitulo:

Hola.

Espero que no se decepciones por el cap. Me tomó bastante tiempo, en sí era porque tenía pocas oportunidades de ponerme a escribir, porque la historia bailaba en mi mente todos los días.

Este capitulo se centra en los cinco dias posteriores al Domingo de la feria, el mismo día con diferentes horarios para mayor información. Sin más aclaraciones, prosigamos con la historia.

 

El pueblo de Vratsa siempre había sido un lugar de un gran atractivo turístico. Ya fuera por sus hermosos paisajes que invitaban a la reflexión o al sosiego, sus deportes que llevaban directo a la aventura, o sus múltiples centros de entretenimiento y cultura para llevar una agradable vida de ocio y esparcimiento.

Ninguno de estos era el caso de Viktor para visitarlo.

En el tren que conecta  Sofía, la capital búlgara, con la pintoresca ciudad, una hermosa chica pelinegra se le acercó. Todo su ser exudaba deseo e interés, al parecer eclipsada por su imponente presencia y lo costosa que parecía su conjunto.

 La chica se había sentado a su lado argumentando un pretexto bastante inverosímil, buscando plática y tanteando el terreno de sus posibilidades para con él. Atacó a bocajarro con graciosas anécdotas y preguntas personales, pero Viktor contestó a sus preguntas con educados, pero cortos monosílabos, mientras de tanto en tanto lanzaba miradas desapasionadas al paisaje por su ventanilla. Al ver semejante muestra de desinterés y que era inútil intentar atraer su atención,  la chica, completamente disgustada, se había levantado, chasqueando su lengua de forma grosera y alejado contoneando sus caderas para enseñarle lo que se perdía por su descortesía.

Al verla partir  meditó. En el pasado, aquel en donde fue un prominente y prometedor jugador de rugby, no hubiera dudado ni un segundo en cortejarla con fines sexuales, satisfaciendo el deseo y el ego de la persona en cuestión, y la carencia y decadencia en la que se encontraba completamente sumergido.

Esas mismas que lo llevaron no solo a él, sino también a Matei, Dimitar y Stara a su perdición.

Eran jóvenes, sí, pero eso no justificaba las estupideces que cometieron, esas que se llevaron a la dulce Stara a la muerte y que casi se llevaron a Dimitar junto con ella.

La despampanante pelinegra  le había preguntado qué era lo que le había atraído a Vratsa.

Lo había atraído el perdón.

******************************

Viktor estrujó la hoja de papel que tenía la dirección  de la casa que había venido a buscar. Verificó  la misma, efectivamente  era la del  portón de hierro forjado en el que  estaba parado de frente.

La mano donde sujetaba la hoja empezó a empaparse por el sudor de su mano, producto de  los nervios que empezaban a invadirle.

Rápido, antes de arrepentirse y consiente que el último paso siempre es el más complicado, pulsó el botón de intercomunicador.

-Sí, Buen día- Respondió una cantarina voz de mujer.

-Buen día-respondió- Busco al señor Dimitar Pirinkova ¿Esta es su dirección?

-¿Cuál es su nombre?- la voz tornó de cantarina a cautelosa, como si temiera.

-Viktor Krum- su voz salió ronca por el nudo que se formo en su garganta.

La voz no volvió a responder por un largo, muy largo tiempo a su parecer, como si intentara disuadirlo de su intención.

Paciencia, debía tener paciencia.

¿Y si no le permitían entrar? Porque definitivamente esa era la dirección correcta, su investigador nunca se equivocaba. Y por mucho que deseara confrontarse a Matei y Dimitar, si estos no querían verlo no podría hacer nada si estos se negaban a recibirle. Allanar sus casas tampoco era opción, no podía obligarles a su presencia, además que no quería terminar encerrado en la cárcel. ¿Entonces qué haría? ¡¿Qué esperaba por Dios?! Que después de tantos años, en el que él prácticamente saliera huyendo de Bulgaria, regresar y  estos lo recibieran gustosos…

El chirrido del portón abriéndose lo sustrajo de su paranoia.

-El señor Dimitar le espera, señor.- La voz volvió a escucharse  por el intercomunicador.

Avanzó presto, no quería demorar en observar el bien cuidado jardincillo o la arquitectura del hogar, no quería inventar excusas que retrasaran el encuentro de él y su otrora amigo.

La mujer del servicio le esperaba pacientemente parada en la entrada, sin embargo, se le notaba nerviosa. Lanzaba miradas sobre su hombro y retorcía sus manos compulsivamente. Todo esto disparaba sus alarmas internas, pero continúo, no dudaría, no se volvería, no huiría.

Con esta consigna en mente, repitiéndola una y otra vez como un mantra protector, se encontró dentro de la casa, más específicamente en la sala. La sirvienta nada más lo condujo allí y se aseguró de sentarlo se había escabullido, sin una palabra, un gesto o alguna advertencia.

De miedo.

Era una hermosa propiedad, pensó para distraerse. Sencilla, sin grandes pretensiones más que hacerla un lugar cálido para vivir. Claro ejemplo era la sala y su atmosfera acogedora.

-Veo que mi sala es de tu agrado, Viktor.

Viktor se levantó cual resorte del sillón al escuchar la voz de tenor característica de Dimitar, quien entraba dificultosamente por la puerta anexa de la izquierda, empuñando su bastón. Vestía unos sencillos vaqueros, mocasines  y una camisa informal, completamente cómodo  para estar en su casa.

 Su rostro no mostraba ningún signo de irritación o repudio, pero en sus ojos se veía algo de tensión que de seguro corría por su cuerpo.

-Es muy hermosa, hiciste un gran trabajo con tu casa.-respondió con sinceridad.

Dudó. No está seguro si Dimitar aceptaría su mano si intenta saludarle. Se aclaró la incómoda situación cuando Dimitar estiró  su mano y lo saluda muy propiamente, sin esa intimidad que anteriormente tenían, pero lo comprendió.

-Gracias- Se sentó en el sofá individual, con cierta dificultad, dejando de lado su bastón. Le ofreció asiento a Viktor, quien obedientemente aceptó. La sirvienta entra con un servicio de té, disponiendo con rapidez y retirándose veloz.

  –Espero que tu viaje haya sido placentero y que tu regreso a casa fuera feliz, Viktor. Pero, y  aunque me halague tu comentario, sé que no hiciste el viaje desde Inglaterra hasta aquí para hablar de decoración.-directo al grano. Dimitar tomo su taza y vio su reflejo en el líquido caoba.

Viktor no se sorprendió, después de todo Matei debió haberle contado su encuentro-¿Cómo…?

-¿Como sé que vienes de Inglaterra?- se encogió de hombros restándole importancia- Te vi en la feria búlgara del domingo.  Es increíble cómo a pesar del tiempo aun puedo reconocer tu figura. Aunque debo de admitir que tarde un buen tiempo en hacerlo, estás tan… diferente.-Lo dijo de manera desinteresada, levantando su rostro y viéndolo a la cara.

¿Solo eso? ¿Eso quería decir que Matei no le había dicho nada de su encuentro?

-Si bien, pues, yo…-Estaba divagando por completo. Vio  a todos lados, evitando la mirada de Dimitar ¡Por Dios! Era momento de dejarse de  estupideces. Conecto sus oscuros ojos con los   ojos marrones de su amigo–Dimitar…yo también te vi ese día. Bueno, eso es completamente obvio. Lo que quiero decir, es que ese día no esperaba verte, fue un completo shock  confirmar que realmente eras tú. – Aspiró -Después de verte me entro pánico. Quise huir, nuevamente, pero alguien me lo impidió.- Hablaba en parte del encuentro que tuvo con  Matei y el italianucho, pero sobre todo de Ron.- Me di cuenta que aunque seguí con mi vida, no puedo continuarla sin enfrentar los errores que cometí en mi pasado.

-Viktor…- Dimitar le interrumpió, quería agregar algo.

Le detuvo- Permite continuar. Lo necesito.- Miro directamente a los ojos del chelista- Era joven, Dimitar. Estaba completamente hundido en la mierda. Me creía superior a todos porque así me lo hicieron creer, y yo, yo simplemente lo acepte sin cuestionarlo.  Fui un estúpido que se dejó etiquetar como una estrella “El futuro del rugby”, ja.  Creía tener mi vida bajo control. - Una risilla amarga brotó de su boca. Tan difícil se le había hecho al principio, pero ahora no quería parar.

- Los arrastre al foso conmigo, nunca medí las consecuencias de mis actos. Empecé con    Stara.-La mención de la chica le provoco angustia y remordimiento- Luego fueron tú y Matei. Los introduje “a mi mundo”   y todo acabó. Eche a perder sus futuros y una vida se apagó. Sé que esto no solucionara nada, que llega demasiado tarde la disculpa y que los muertos no resucitan, pero lo tengo que decir: Dimitar, lamento haberte dañado a ti, a Matei y a Stara, te pido perdón por ello desde lo más profundo de mi ser.

Lo había hecho, al fin lo había hecho.

Las últimas notas de ese episodio de su vida  se estaban escribiendo.

Agachó la vista, sumisamente, esperando el veredicto.

Dimitar había escuchado pacientemente la catarsis de Viktor El chelista dejó su taza, que había permanecido intacta y habló - No tengo que perdonarte…

Desconsolado, Krum levanto su vista del piso de madera -Lo comprendo, sé que no es fácil lo que te pido…

-Viktor, espera. –Se recargó por completo en el sillón, había permanecido muy rígido hasta entonces-Tú me pediste que te escuchara sin interrupciones, ahora escúchame tu a mi—Aspiró-No te perdono porque no hay nada que perdonar. Es verdad que tú nos adentraste al caos, pero fueron nuestras propias debilidades las que nos retuvieron allí, Viktor. Tú no nos obligaste a nada, nosotros pudimos haber dicho no, pero aceptamos todo si rechistar.

Al principio, sí te culpe, lo acepto. Pero con el tiempo me di cuenta que estaba siendo, o mejor dicho estábamos siendo  injustos contigo. Y por ello yo también te pido disculpas para estar en paz con mi conciencia.

-Dimitar, no trates de…

-Para, Viktor. Te lo pondré más claro. Cuando nos invitabas a las fiestas ¿Nos arrastrabas para que te acompañáramos? No. Cuando nos ofrecían los tragos o las drogas ¿Nos amenazabas con, no sé, un arma para que las aceptáramos? Tampoco. Tú no nos dabas el tubo para aspirar, o las pastillas mezcladas con alcohol, nosotros lo hacíamos por voluntad propia.

-Pero…

-Fue el resultado de nuestras propias decisiones, punto. Pero sí necesitas escucharlo lo haré. Viktor, te perdono, así como yo te pido perdón.

Viktor no se pudo contener, se  levantó del asiento, costeando los pocos pasos que lo separaban de su sitio y Dimitar, abrazándolo con alivio-Gracias.

Dimitar correspondió el abrazo, él también aliviado.

En ese momento, la puerta de la entrada se oyó azotar. Unos furiosos pasos en el corredor fueron el preámbulo de un vendaval negro que se abalanzó sobre Viktor, alzándolo como sí nada, separándolo del abrazo amigo  y mandándolo como si su peso no fuera gran cosa al otro extremo de la sala, rompiendo de paso una mesilla con su respectivo florero.

-¡Maldito! ¿Qué haces aquí? ¡Te dije que no te acercaras a Dimitar!

Atolondrado por el golpe, Viktor pestañeo desorientado. Apenas si logró incorporarse sobre sus codos cuando una gran masa se le subió encima, inmovilizándolo, un golpe cruzó su rostro provocándole mayor aturdimiento y sacándole el aire.

Era Matei, seguro. Era su voz, grave y llena de profundo rencor y desprecio resonando en palabras indistinguibles; además que era la única persona en el mundo capaz de derribarlo en otros tiempos, y eso no había cambiado en lo absoluto por lo visto.

Matei le tenía sujeto por su camisa, azotando su cabeza contra el suelo repetidamente, sin dejarlo salir de su aturdimiento. Cuando este levanto su puño para conectar otro golpe, apenas si Viktor pudo reaccionar, atrapando el puño agresor antes de que lo tocara.

Ambos pugnaban por el control de la situación. Viktor, aunque desorientado y reducido, le daba una buena batalla a Matei, quien hacía todo lo posible por liberar sus manos y poder matar a Krum.

Dimitar miraba horrorizado la escena. No podía controlar a dos tipos que tan grandes como esos ellos, así que hizo lo primero que se  le ocurrió. Tomó la tetera llena con líquido caliente que estaba en la mesa y la vació sobre la cabeza de Matei, mojando por igual a Viktor.

Matei reaccionó de inmediato. Aullando por el escozor del té en su cuerpo se separo de Viktor, maldiciendo a todo pulmón. Viktor, gritó de sorpresa, y a pesar que el cuerpo de Matei  había recibido mayor castigo, él no se libró que su pecho se quemara.

Dimitar, sumamente indignado, los tomó a ambos de las muñecas, y como pudo los arrastro al cuarto de la mujer del servicio, bajo la aterrada mirada de la sirvienta quien miraba todo con ojos bien abiertos.

-¡Qué haces allí parada! ¡Abre la puerta y la ducha con agua fría!- Fueron las órdenes que dio Dimitar, que fueron obedecidas sin rechistar.

Los metió a ambos al mismo tiempo bajó el chorro  de agua fría, provocando el tiritar  y quejas de Viktor y Matei.

-¡Rápido! ¡Pásame toallas limpias y ve por el botiquín!- Le gritó a la mujer, quien prácticamente voló a hacer lo que le mandaban, sobre todo porque el señor de la casa estaba gritando, lo que nunca hacía.

La llave de paso fue cerrada, sendas toallas fueron a parar en las cabezas de los heridos, quienes ya calmados se mostraban avergonzados por su proceder. Se sentaron en la cama, a extremos opuestos y escurriendo aun agua sus ropas.

-Matei, que seas mi amigo y representante, no te da derecho a irrumpir en mi casa y golpear a mi invitado.- Reclamó Dimitar. La sirvienta entró con el botiquín, entregándoselo con temor.-Y mucho menos sobornar a mis trabajadores- Esto lo dijo lanzándole una dura mirada  a su trabajadora, que se encogió en sí misma, sabiendo que sería duramente reprendida, sino despedida, así que con prudencia se retiró.

-Dejaste entrar a tu casa a una rata, Dim.- Matei respondió con los dientes apretados por el ardor de su espalda, lanzándole feroces miradas a Viktor, -Y tú, creía que quedo claro que no te acercaras a Dimitar.

-¿Y cuando hablaron de eso Matei?-Preguntó Dimitar sentado, mientras trataba a Viktor, su invitado y agraviado, primero. Intuía la respuesta. Algo desde hace semanas que no cuadraba. La cancelación repentina de eventos concertados desde hace meses, la insistencia  de Matei por viajar a Inglaterra, y que esto provocara el encuentro fortuito con Viktor.

La pregunta quedó al aire, Dimitar pasaba su vista de uno a otro, esperando. Cuando ambos desviaron la mirada, negándose a responder la inocente pregunta, dejó la curación a un lado, levantándose. Cruzó sus brazos, entrecerró sus ojos-Muy bien, esto será largo.

Los haría hablar, sí o sí.

********************************

La concurrida calle de la ciudad trajinaba sin descanso, llena de vida a media tarde. Mientras  Ron,  de pie  y mochila al hombre, esperaba.

¿El qué? Excelente pregunta. Ni él mismo lo sabía. Miro a un lado y luego a otro, cansado, extraviado…vacío.

Tan lejano parecían los catorce días pasados, en donde se enteró, por medio de un eufórico y sobreexcitado Harry, que eran parte de los semifinalistas para la beca

La anodina felicidad se había instalado en su juvenil corazón. Sentía que podía comerse el mundo y,  sí se lo proponía, podría tocar el Sol con sus dedos a pesar de su lejanía. Nada ni nadie  podría arrebatarle su dicha.

Pero llegó el día en donde todo comenzó a estropearse, El Domingo Negro como había comenzado a llamarle. En su mente, solo diapositivas de los días transcurridos a partir de ese día rotaban en un cine mental repetitivo e incoherente.

Solo  ayer estaba firmemente fijo en su mente: la recepción que organizó la facultad para nombrar al grupo ganador y la sensación de tristeza que lo embargó.  No fue por el desencanto que sufrieron al saberse segundo lugar, fue porque mientras los concurrentes lloraban, festejaban, disfrutaban, bebía y charlaban, él buscaba. Ingenuamente pensó que todo lo que buscaba era animarse, nada más lejos de la realidad. Se esclareció cuando, “por casualidades de la vida” se topó con el señor Zabini.

 Blaise se había hecho presente en la recepción, no era un evento privado, así que no le dio importancia encontrarlo allí. Él, solitario y triste cuando se separó de sus amigos (quienes buscaron su propio consuelo a su manera) había aceptado su compañía por el resto de la velada. El italiano se comporto cortés y pasó su tiempo dándole palabras de consolación a las que no presto atención.

Transcurrió el tiempo, ambos con algunos tragos de más circulando por sus venas, festejando  y ahogando sus penas. A una indeterminada hora,  Blaise le tomó de la mano, arrastrándolo a un rincón solitario. Una caricia, un abrazo, palabras dulces fueron murmuradas en su oreja conformaron una declaración por parte del italiano. Sus labios fueron tomados sin permiso en un beso seductor, la promesa muda de una pasión abrazadora esperándolo.

 Sus ojos se cerraron por un instante dejando su mente ir, pero…algo estaba mal. El aroma que llenaba sus pulmones era diferente, los brazos que le rodeaban  eran extraños, desiguales, su cuerpo no encajaba en ellos, su piel no se sentía arder.  Entonces abrió sus ojos azules, buscado la respuesta a tan disímil sensación.

Una mirada color aceituna era la que tenía enfrente, respondiendo.

De manera brusca apartó de si a su acompañante, negándose a ver aquellas orbes  verdes desconocidas. Ladeó su rostro a su derecha avergonzado, sin saber como  de suavizar la situación. Y, aunque la respuesta al ofrecimiento estaba explicita, su boca murmuró: -Yo no puedo…

Ahora, allí plantado en la esquina de la banqueta, mientras  el semáforo muta de verde a rojo y viceversa y sus pulmones luchan jalar aire, su mente tenía nítidamente presente las palabras de su rechazo.

-Yo no puedo, yo amo a otra persona.

Impulsado por una energía que brotó de su corazón y recorría cada fibra de su ser echó a correr con toda su energía. Entró a la estación del tren y por poco no alcanzó. Se aferró al pasamano mientras recuperaba el aliento.

 ¿Por qué nunca se aprendió el celular de Viktor? ¿O el de su oficina? Después que su móvil fue hecho añicos, no se preocupo por recuperar los números de la memoria, o algo parecido, que estúpido era.  Ahora tenía que buscarlo en su trabajo, pero no importaba.

Llegó al edificio donde se encontraba el despacho de Viktor. Resuelto, entro. No le importaron para nada las miradas indiscretas de los trabajadores, hablaría con Viktor y rogaba para ser escuchado.

-Hola-Saludó a la asistente, era la misma chica a la que había cubierto-Busco al señor Krum ¿Me podría anunciar?

- Lo lamento, el Sr. Krum no se encuentra, salió del país   Millicent respondió.-¿Entonces me podrías pasar el número del móvil, o el telefónico?

La asistente negó- No tiene teléfono particular y el celular lo ha dejado aquí, no te servirá de nada.

-¡¿Qué?!-El ánimo de Ron decayó. Recordó a Bojan, de seguro él tenía información, cualquier cosa- Zec, ¿Estará él? Es urgente.

-No, el tampoco está, y no tengo manera de localizarlo, lo he intentado todo el día.-  Millicent lucía acongojada, el chico le caía bien, había sido amable y de gran ayuda cuando se conocieron. Sí tan solo pudiera hacer algo por él…

-Bueno…gracias-Ahora sí, su ánimo cayó a subsuelo. Estaba por marcharse cuando la chica lo detuvo.

-¡Espera! Dios, debo de estar loca para hacer esto, pero te debo un favor- Rápidamente tecleó en su computadora, imprimiendo una hoja para luego dársela a Ron. –Más no te puedo ayudar. Es donde se hospeda el jefe.

Ron pestañeó mientras veía la información impresa.   Eran  direcciones y números en Bulgaria. -Gr-gracias.

-Ni lo menciones.

********************************

De regreso a la calle, Ron se quedó  pensando que haría con esa información.

Ahora lo comprendía, comprendía aquella frase que estaba en la galleta de la fortuna de su primera cita.

“El sol está más allá del horizonte pero ilumina por igual la tierra”

Viktor era un misterio, sí. Parecía tan lejano y confuso, pero amaba a Ron, y le prodigaba ese amor a pesar de su pasado.

 Y él lo amaba por igual.

Se rascó la nuca preocupado, no necesito pensarlo demasiado para decidir qué acciones tomar. Ahora, aplicaría la frase “El amor te hace cometer locuras”.

Solo esperaba no arrepentirse de su decisión.

Notas finales:

Gracias por leer.

Comentarios, quejas y sugerencias,click en review.

Ciao


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