Touma se arrebujaba en su costoso abrigo y se calzaba apropiadamente los guantes piel mientras esperaba a que el taxista terminara de acomodar sus maletas en la cajuela, cerciorándose que tuviera cuidado y no las tratara como ganado. Al quedar en conformidad se metió en el taxi que lo llevaría del aeropuerto de Narita a su casa. Lo último que quería era pasar otra hora más sentado, más aun en un lugar tan incomodo como lo es el asiento trasero de un taxi, pero había hablado con Mika avisándole sobre su llegada y diciéndole que no era necesario que lo recogiera, que él llegaría por su cuenta.
Las luces que iluminaban la carretera desfilaban rápidamente por la ventanilla del auto, las miraba distraídamente mientras cavilaba del paso que iba a dar. Lo había pensado en el avión, durante esas doce horas de vuelo entre Nueva York y Tokio, mirando la monotonía de las nubes tras la ventana de la primera clase y llegó a una conclusión: no era feliz. Tenía dinero, salud, éxito y el aparente amor de una extraordinaria y bella mujer, lo que muchos darían la vida por obtener, pero él no estaba satisfecho; detrás de aquella supuesta perfección un enorme vacío y culpa en su alma lo sofocaba.
-Lo intente- Se dijo, y vaya que lo hizo. Intento llenar ese hueco tomando en sus manos las riendas de la vida y felicidad de la familia Uesugui, aquella que por sus errores había afectado, creyendo que con esto podía obtener el perdón, pero… ¿Realmente era culpable? -No, no lo soy- Ya esa idea había rondado en su cabeza y veinticuatro horas de viaje recorriendo medio mundo sin hacer nada más que permanecer sentado permitían una profunda reflexión sobre su vida.
Se atormento, se maldijo, los “y si hubiera” llenaron su mente; pero también se vio a si mismo sin aquella capa de espeso glamour que siempre lo acompañaba. Se bajo del peldaño en donde le había colocado no solo las personas, sino también el mismo para verse como lo que era, un simple hombre con defectos, errores y virtudes.
Había cometido un error, un gran error y se había puesto una penitencia, pero toda penitencia tenía una duración, la suya ya había durado demasiado tiempo, era hora de ponerle fin. Además se dio cuenta que el afectado no lo necesitaba ya, este había encontrado (aunque nunca se lo propusiera y mucho menos aceptar) a su salvador, aunque a Touma no le pareciera la mejor opción.
El rubio se aceptó a él mismo, pero sobretodo se perdonó y por fin después de tantos años sintió una verdadera paz. No sería nada fácil lo que iba a hacer pero se lo debía a si mismo, pero sobre todo por Mika, debía hacer lo correcto.
-Señor, hemos llegado-el taxista anunció mientras veía con sospecha a un hombre apostado en la entrada de la lujosa casa, era demasiado tarde para que tal vez fuera alguna coincidencia que estuviera allí –Sí lo desea puedo llamar a la policía-
-Está bien, es un conocido ¿Cuánto le debo? –
El hombre resultaba ser nada más y nada menos que su abogado. Después de que se apeara del taxi solo cruzó algunas palabras con el hombre, quien le entregó una carpeta, para luego despedirle.
Era el momento.
Como lo supuso Mika estaba en la sala, esperándolo –No me espera a mí, espera noticias de Eiri- Esta se paró y corrió a refugiarse en sus brazos, ansiosa por escuchar noticias de su hermano menor.
Le dio lo que sus oídos deseaban oír y aguardó respetuoso mientras ella captaba toda la información, pero no podía posponerlo más.
-Mika, tengo algo que decirte-
Las imágenes de la escena en donde le entregaba a su esposa los papeles solicitándole el divorcio se habían pintado macabramente complicadas en su mente, inclusive con varios objetos de valiosísimo costo volando en su contra, pero en ningún momento pensó que Mika se encontraría con la vista gacha, para luego levantarla y mirarlo con sus ojos aguados por la pena -Me lo imaginaba, algún día pasaría – la mujer lo tomó de las manos- Fue bueno mientras duro-
-Mika- un nudo en su garganta se formó, no era inmune al dolor de la castaña, ella antes que esposa había sido una buena e inseparable amiga, pero esto no era suficiente para continuar con lo que él pensaba era una completa farsa.
-Ahora mismo empaco- Avisó la mujer.
-No, él que se va soy yo- tomó el asa de la maleta que usó para su viaje- Estaremos en contacto para arreglar los papeles.-
Se dio la vuelta, tomó las llaves del auto de la gaveta donde solía guardarlas y se fue a la cochera.
-Touma- Su aun esposa lo alcanzó mientras subía al auto y encendía el motor.
-¿Sí?-
-Gracias por todo-
El rubio asintió y se despidió de Mika agitando su mano al arrancar, sin duda había sido la mejor decisión de su vida.