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Casi real por chibiichigo

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Notas del capitulo:

Pues, qué decir... Espero que les guste.

 

 

 

—Vaya con ese tipo… Se ve que es un cabrón.

El pelirrojo estaba tan sumergido en sus propias cavilaciones que se limitó a asentir con indiferencia, esperando que en cualquier momento la, aparentemente, irreductible necesidad de intercambiar opiniones insulsas del rubio tuviera un blanco distinto a él. O, en su defecto, que sus caminos se bifurcasen al final del pasillo.

Sin embargo, parecía que Naruto no tenía los mismos planes que él. Pronto se le había olvidado que le había catalogado de raro una hora antes y parecía decidido a seguir caminando a su lado. Lo siguió a través de los pasillos atestados de gente hasta su casillero y una vez ahí siguió con su listado de inconformidades, que no eran pocas.

—Uzumaki, ¿no tienes nada que hacer? — lo invitó sutilmente a irse a la mierda o, en su defecto, lejos de su campo visual. Esperaba que con eso hubiese quedado claro que su presencia no era requerida en absoluto fuera del salón de clases –y eso porque era ineludible–.

 

Un movimiento de cabeza y una sonrisa que dejaba ver todos sus dientes fue lo único que recibió antes de que  volviese a comenzar su soliloquio. Era, quizás, demasiado amigable como para haber comprendido las nada disimuladas intenciones de su retórica. Eso lo dejaba con dos alternativas: largarse o permitir que sus tímpanos siguieran sufriendo por el sobreuso. No era muy difícil saber qué le convenía más.

Se dio la vuelta, y comenzó a caminar en dirección a la salida. Sus escasos ánimos para convivir con la gente se habían autoinmolado con las quejas del Uzumaki.

Al tiempo que abandonaba el edificio miró distraídamente al cielo, que comenzaba a encapotarse como un claro augurio de tormenta. Se dirigió a uno de los cuatro accesos del colegio. Lo más probable era que Haku  lo estuviese esperando junto a la reja para caminar juntos a casa o sugerirle visitar algún sitio.

—Gaara— saludó gentil el castaño, apenas sobresaliendo  de la multitud de estudiantes que salían de la institución, dispuestos a disfrutar de su tarde de ocio. El aludido le devolvió un leve gesto con la cabeza y caminó hasta él con el mismo aire taciturno de siempre.

—Vamos a comer algo— invitó el taheño, aunque más parecía exigencia. Su compañero sonrió complaciente y, tras una discreta reverencia, lo siguió.

Estuvieron en silencio casi hasta dar la vuelta a la esquina, cuando el bullicio de los demás adolescentes se había esparcido y no le resultaba tan molesto a los oídos – demasiado magullados como para soportar más griterío–. Parecía que finalmente podría disfrutar del silencio y embeberse en sus propias cavilaciones sin ser interrumpido por…

— ¡Gaara! — escuchó un grito demasiado agudo como para ser agradable detrás de él. No volteó porque sabía perfectamente de quién se trataba, sin embargo, le dedicó una mirada de reojo a su amigo, cuyos músculos se hallaban curiosamente tensos.

¿Qué demonios hacía Naruto Uzumaki siguiéndolos? ¿Por qué gritaba su nombre de manera tan bochornosa y evidente en la vía pública? Bufó un tanto desconcertado al tiempo que suspendía su andar y, sólo por una vulgar regla de cordialidad que le había sido inculcada en la más tierna infancia, esperó que los alcanzara.

—Sólo me despisté un momento y ya no estabas—más que reproche, parecía un comentario de lo más ingenuo.  

El taheño enarcó una ceja, o lo hubiera hecho de tenerla, y buscó rápidamente el error en el sencillo plan que había llevado a cabo. ¿Qué podía haber hecho que diera al trigueño la impresión de que quería pasar tiempo con él, si lo único que le había dicho era un gentil “vete a la mierda”, encubierto por frases que no hiriesen su precaria autoestima?  Decididamente, pensó, el chico de las marcas era el vivo estandarte de hasta qué límites insospechados podía llegar la estupidez humana.

La mirada nerviosa de Haku, que se clavaba en su cara con algo de reproche lo hizo volver un poco en sí. Realmente, él no deseaba estar al lado de alguien ruidoso y volátil, pero aquel casi invisible hilo de camaradería que lo unía al de cabellos cafés lo impulsó a emitir alguna palabra que no tuviese que ver con limitadas facultades mentales.

—Veo…

Quizás, si en algún retorcido universo, alguien pudiera comprender que su torpeza y falta de lenguaje se debía a que no le tenía interés a algo fuera de sí, habría evocado en la frase que emitió una revelación de humanidad y esfuerzo indescriptible. Desafortunadamente, todavía no había llegado aquél que comprendiera la falta de realidad en el mismo modo que él lo hacía.

Aquella respuesta pareció complacer al rubio, que con toda seguridad pensaba que había obtenido un amigo y, a la par, consiguió que un sonrojo delicado se instalara en las mejillas del de nívea piel a su lado. Decidió que no podía hacer nada más al respecto y culpó al retorcido imaginario en que vivían de la tétrica acción que había sido obligado a efectuar.

—Bien, ¿qué vamos a hacer?

Despedirme de mi ideal de tranquilidad— fue lo único que atinó a pensar, al tiempo que soltaba un apagado bufido.

—Pensábamos ir a comer— comentó el de mechas largas con un poco de recato, cosa que, como era de esperarse, pasó total y absolutamente desapercibida por el de ojos zafiro.

Se habría preguntado, de no tenerlo terminantemente claro en aquel momento, si Naruto era capaz de ver algo ajeno a él o a su infantil percepción de la vida.

—¡Genial! Muero de hambre— comentó con una sonrisa tan grande que casi dejaba ver sus muelas— Conozco un sitio de ramen que les va a encantar.

Evidentemente no, concluyó tajante, ni ahora ni nunca ese rubio sería capaz de ver más allá de sí.

No pudieron siquiera continuar con la plática antes de que el enérgico rubio los jalara en la dirección adecuada, tomándolos por el brazo y exhibiendo su total falta de dignidad pública. Gaara se sintió abrumado por la euforia de su extraño compañero de clases, pero no le interesaba realmente a dónde lo llevara. Tenía hambre.

 

Optó por guardar silencio todo el trecho hasta el sitio sugerido. La voz del rubio reverberaba en su cabeza como si fuesen miles de abejas furiosas y aquello no era algo que tolerara con buena gana. Al contrario, lo ponía de un humor particularmente huraño. 

—Miren, aquí es— el rubio abrió las puertas de vidrio de un expendio y saludó a la mesera, quien los llevó del otro lado del restaurante. 

Gaara examinó el sitio con mirada de experto mientras se dirigía a la mesa asignada. Parecía un establecimiento típico de los años 60. Incluso tenía una rocola al final del pasillo que funcionaba con monedas.

—No parece un lugar de ramen— apuntó Haku mientras se corría en el gabinete que les habían dado. Naruto se sentó a su lado, generando un discreto estremecimiento en él que no pasó desapercibido por Gaara.

—Lo que ocurre es que no sólo venden ramen. Tienen helados deliciosos y una carta muy variada. Todo es delicioso—si alguno de sus conocidos pudiese pasar por un niño de seis años, ése era el Uzumaki.

Gaara se acomodó frente a ellos, intentando adivinar qué debía hacer en aquel momento. Dudaba sinceramente que el trigueño estuviese interesado en su amigo, por lo menos en el terreno romántico, pero era más que evidente que los nervios estaban haciendo del segundo un manojo de inseguridades y de risillas demasiado cordiales como para ser catalogadas de naturales.  Decididamente, él no tenía cabida en aquel extraño rictus que se había establecido, pero tampoco podía irse de ahí por incómodo que le resultase. Era una de esas situaciones en las que la cortesía se volvía su peor enemigo.

Sacó de nuevo su libro y se sumergió de nuevo en la lectura, totalmente ajeno a la plática de los otros dos. No le cabía duda que Camus era mucho más interesante que la cháchara sobre deportes y programas de televisión insulsos que exhibían a gente estúpida haciendo cosas estúpidas.

“Todo ocurrió en seguida con tanta precipitación, certidumbre y naturalidad, que no recuerdo nada más. Sólo una cosa: a la entrada del pueblo la enfermera delegada me habló. Tenía una voz singular, que no correspondía a su rostro; una voz melodiosa y trémula. Me dijo—“

—¿Qué va a ordenar?— la camarera parecía un tanto desesperada por la falta de atención, al tiempo que Haku le movía el hombro.

—Un bol de ramen— se limitó a decir, apenas hilando de nuevo que no se encontraba dentro de la historia ni que estaba mirando al mundo a través de los ojos de Mersault. Le tomó unos segundos ser plenamente consciente de que seguía siendo parte de esa irrealidad del inconsciente colectivo y que debía permanecer ahí.

Tan pronto se fue la mesera se levantó para ir al lavabo. Se sentía soporoso y alienado de su propia secuencia de pensamientos, como si parte de su ser estuviese dormido. Lo mejor sería quitarse el letargo en que se había sumergido.

El agua helada mojó su rostro, espabilándolo lo suficiente como para poder permanecer despierto. Miró su pálido y maltrecho reflejo en el espejo de pared mientras se secaba la cara. Sus ojeras estaban particularmente oscuras, denotando la falta de sueño y el terrible insomnio del que era presa. También estaba extremadamente pálido y pajoso, cosas que le conferían un aspecto casi fantasmagórico.

Quizás así era como el ser que lo había imaginado había decidido retratarlo. O la manera en la que la extraña sociedad en que se veía forzado a cohabitar lo señalaba. Como un sociópata, apático, envejecido por su propio deseo y sus extrañas cavilaciones.  Ambas opciones eran posibles y realmente no le importaban. Ni siquiera él era real…

Hizo tiempo antes de regresar al gabinete donde estaban Haku y Naruto. Algo le decía que el castaño se lo agradecería profundamente y, como ventaja adicional, se ahorraría un poco el punzante dolor que aquejaba a sus oídos por la verborrea del trigueño. En sus pensamientos, aquella idea era un ganar-ganar inequívoco e infalible.

Caminó a paso lento, concentrado en recordar las tareas pendientes que debía hacer al llegar a casa. Salvo la tarea de Literatura no tenía nada qué hacer…

Aquello lo llevó a pensar en el abrupto cambio que había sufrido su rutinaria vida ese día. Quizás no de manera perceptible, pero sí había logrado acaparar su atención de una forma totalmente anormal. Y es que la actitud que había mostrado el moreno para referirse a todos los alumnos impertinentes que consideraban de interés los aspectos de la vida privada, seguida de su temple le habían parecido algo totalmente fuera de lo común. Su profesor nuevo era demasiado tosco al hablar, demasiado arrogante para dar la clase y, tal vez sólo como opinión del de mechas carmesíes, demasiado brillante como para sentirse superior. Sí, algo en el llamado Sasuke Uchiha le había picado con la extraña curiosidad que creía perdida desde la infancia. Lo intrigaba de una manera extraña, aunque no tuviera en planes comentárselo siquiera a la almohada.

Dirigió su mirada a la parte contraria de su sillón, donde había una persona sentada leyendo el menú. Con el cabello negro, no pudo evitar hacer la morbosa comparación con el hombre que había acaparado sus pensamientos durante algunos minutos. Definitivamente se trataría de un extraño juego de su mente que no tenía conexión con su relación espacio-tiempo. Sólo alucinaciones. Nada relevante.

Volvió la cabeza a sus compañeros y se sentó frente a ellos, decidido a liberar un poco su psique de la carga que tenía. No le convenía pensar de más en el profesor, finalmente, era sólo una persona excéntrica y ajena a lo común en la institución. Lo más probable es que fuera tan patético y superficial como los demás estudiantes. Tan embotado en sí que no veía lo que había más allá de su nariz, en un mundo que podía ser sólo la concepción de un sueño efímero.

 

No escuchó el inicio de la conversación, pero gracias a que a sus oídos llegaron algunos nombres familiares, asumió que se estarían enfocando en el colegio. No se equivocó. Naruto le comentaba a su interlocutor lo terriblemente mal que le había ido en la prueba de física. Un bufido quedo escapó de los labios del taheño, que no veía la hora en que el de ojos azules se quedara afónico.

— Vaya, pero estoy seguro de que te irá bien el siguiente periodo y no tendrás que quedarte en la escuela de verano— sonrió Haku, alentador. Parecía que todavía intentaba dilucidar qué debía hacer, debido a que su capacidad de interacción también era muy reducida. Dedicó un pequeño gesto complaciente, invitando a Gaara a formar parte de la conversación y cambiando el tema—Por cierto, me han dicho que hay un profesor nuevo en el instituto. Mañana tendré clases con él, ¿ustedes ya lo conocieron?

Gaara contestó con un asentimiento de cabeza, sin siquiera abrir la boca. Mostraba la misma mirada ausente, perdida en algún lugar del tiempo, y se limitaba a mover la cabeza con parsimonia.

—¿Y qué tal es? Me han dicho que es brillante.

—Es un sujeto…interesante— se aventuró el taheño con disimulo antes de seguir dando cuenta de su comida.

El más bajo lo miró con estupor. Conocía a Sabaku de años atrás y, de todos los adjetivos que había otorgado a la gente (entre los cuales destacaban estúpido, mezquino e inferior) jamás había escuchado referirse a alguna persona como interesante. Asumió entonces que el mencionado profesor había causado una fuerte impresión en él.

—¡Qué va!— el trigueño tragó rápido el ramen que se había llevado a la boca para empezar a despotricar contra el nuevo motivo de sus disgustos y quejas —Si ese sujeto se ve a la legua que es un completo cabrón. Además da todo el porte de pedante, altanero y soberbio… Seguro que tiene estreñimiento, a juzgar por la cara de pescado hervido que tiene.

Haku soltó una risilla divertida y pícara. Si algo habría de concederle al zafiro era que tenía una manera muy curiosa de expresarse, acotó mentalmente Gaara.

—A mí me pareció interesante. No sé cómo esté su tracto digestivo, pero su manera de poner en lugar a la bola de cretinos mereció mi aprecio— comentó, intentando distraer un poco la atención hacia la falta de dignidad de las adolescentes. No se sentía dispuesto a compartir su personal opinión sobre el profesor Uchiha en aquel momento, ni en ningún otro. Y, quizás debido a su extraña y ambigua manera de ver las cosas, tampoco deseaba tomarlo a él como su tema de ataque insustancial.

Se hizo un momento de silencio, en el cual escucharon a la persona de la parte contraria del gabinete de Gaara salir de su mesa y la forma descarada y casi salvaje en que el rubio sorbía el caldo de su plato. Parecía que se sumergirían en un extraño limbo de ideas reservadas por un par de minutos, sin que nada irrumpiera su preciado silencio, pero falló. Colosalmente.

Giró un poco la cabeza, tras percatarse de que las comisuras de los ojos de Uzumaki estaban más abiertas de lo común y Haku desviaba la mirada hacia la mesa, encontrando un interés súbito en las servilletas.

¿Qué diablos ocurría?

No tenía mucha prisa por comprender aquellas precarias reacciones de los dos chicos; dudaba que hubiese un dinosaurio cruzando la puerta o que algún zombie atacara de imprevisto. Lo primero que observó fue un cuerpo parado junto a su mesa, quieto y erguido. Lucía una camisa negra y, por lo que se podía ver, unos pectorales marcados. Siguió ascendiendo hasta toparse con la cara, justo hasta que unos ojos negros se interpusieron en su reconocimiento. Estaban cargados de soberbia, de reto… de hielo.

Sí, ahí estaba Sasuke Uchiha, mirando a los tres con tal seriedad que parecía que los escaneaba. Lacerándolos con la vista, transmitiendo un reproche y un mensaje de inferioridad que no podía ser pasado por alto. Mostrándose magnánimo ante su sola mención, elevándose por encima de aquellos a quienes consideraba adolescentes estúpidos.

Se quedó un par de segundos sosteniéndole la mirada, percibiendo cómo le era devuelta en un acto prepotente que buscaba realzar su autoridad. Y la boca de su estómago empezó a contraerse poco a poco, en un acto al que no estaba habituado y que le parecía tanto o más interesante que la persona que estaba parada frente a él, haciéndole notar que estaban todos sujetos a las inclemencias de un destino que no podían controlar.

Una lluvia de sentimientos mezclados fue lo que experimentó en pocos segundos, antes de que el maestro abandonara el restaurante sin decir nada. Y no supo qué sentir, ni qué pensar, ni mucho menos cómo reaccionar. Lo único que le quedaba completamente claro es que ese profesor no era como los demás. Y que le llamaba la atención. 

 

 

Notas finales:

Ojalá les haya agradado el capítulo. Si ven alguna falta de ortografía, alguna idiotez demasiado redundante o un fallo cualquiera, por favor díganmelo. Es que no lo releí antes de subirlo.

Otra cosa, quizás sientan que este capítulo es raro, de relleno y sin sentido. Y puede que tengan razón. Lo que ocurre es que tengo planeada toda la historia, menos el momento inicial xD así que se aguantan. Broma, pero ojalá no me quieran golpear por el garrafal desplante de simpleza y mediocridad. 

Advertencia: el Instituto de las Naciones Unidas para la Promoción de Reviews informa que cada vez que no dejas un review después de leer una historia, subes de peso y te quedas calvo. Así que, mejor prevenir

Invitación: Únanse a Friction-Awards :D 


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