*No sigas, detente* Se decía Momoshiro mentalmente, mientras buscaba detener la trayectoria de sus temblorosas e inexpertas manos camino al cuello de Sengoku; sin embargo, no había duda en esos momentos que su cuerpo reaccionaba por más que así no lo quisiera, al beso propiciado por el suertudo del Yamabuki.
No era la primera vez que Momoshiro besaba a alguien, pero si era la primera vez que besaba a alguien de su mismo género, por eso el miedo, la curiosidad e inclusive el mismo deseo se hacían latentes en un solo y primerizo beso.
Sus labios, poco a poco trabajan con más fuerza y más pasión. Aquellos inexpertos labios comenzaban a acompasarse al ritmo marcado por Sengoku, quién pudo adivinar, aquella típica batalla moral, entre el seguir o detenerse que estaba librando su “Omoshiro”. Por eso, su próximo acto, decidiría su futuro con Momo.
El rebelde de Seigaku, sintió como una lengua se metía intrusa dentro de su cavidad, no pudiendo evitar abrir los ojos, algo asombrado y estremecerse al sentir la fuerza que ejercía el otro en él.
En acto de protección y de brindar seguridad, Sengoku, llevo posesivo y tiernamente, una de sus manos, para posarla en la cintura de Momoshiro, quién a su vez cerraba de nuevo sus ojos y esta vez se dejaba llevar sin miramientos ni reproches, en aquel beso.
Sin duda, estaba descubriendo en esos momentos la atracción que un chico estaba generando en él, y aunque no era algo que le divertía, si era algo que le gustaba. Hoy podía decir que le gustaba besar a su sempai, a su mayor, si, no había duda, le gustaba besar a Sengoku del Yamabuki, el joven Lucky.
-Ahahahaha… Con qué la suerte le falló hoy al suertudo- se escuchó una voz bastante burlona detrás de ellos
-Sabía que tus gustos eran raros, pero tan desesperado estas?- Se escuchó de nueva cuenta, esta vez con un deje de ligera rabia en la voz.
Momoshiro, sintió palidecer. Su imprudencia y su fuerte carácter se fueron de improviso, ante la burla propiciada por aquel sujeto. Corto aquel beso de forma imprudente y hasta grotesca, retiro sus manos con fuerza, sin embargo sus fuerzas fallaron y no pudo alejarse por completo de su mayor.
Esa voz se le hacía familiar, sin embargo, no pudo reconocerla, no hasta que su sempai, se decidió hablar.
-El pequeño demonio del Rikkai- dijo esta vez Sengoku con desprecio. Mientras no dejaba de mirar a Momoshiro, quién desvío la vista, cerrando fuertemente sus ojos.
*Esto no está pasando, es una broma* se decía una y otra vez Momo.
-El mismo, acaso conoces a alguien más- Dijo Akaya acercándose a los tenistas que reposaban en la banca, para luego colocar una de sus manos en el hombro de Momoshiro; quién sin dudarlo, la retiro de sí con desprecio, levantándose de la banca para enfrentar con fiereza a quién sería después su rival en el amor.
-Quién te crees que eres idiota- Le grito Momoshiro, tomando del cuello de la camisa a Kirihara.
-El genio del Rikkai- Le contesto con burla. No había duda le estaba tentando y fastidiando y una vez más Momoshiro estaba cayendo.
-Basta- se escuchó decir fuerte, mientras eran arrojados lejos los dos peleoneros.
Una mueca de dolor se dibujo en el rostro de Momoshiro, quién sin perder tiempo se levantó como pudo, para poner sus pies en marcha y salir corriendo en dirección contraria a los demás, no sin tropezar antes por el camino, dejando atrás la burla del demonio y a Sengoku.
-Kusso- Se dijo el integrante del Seigaku, mientras apretaba sus puños, tenía rabia, estaba confundido, se sentía estúpido y sin entender nada de la nueva situación.
*Que se supone que hice* se preguntaba una y otra vez, mientras unas cuantas lágrimas lograban aflorar de sus violáceos ojos, las cuales se perdían en el camino.
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-Que pretendías Kirihara- Le dijo Sengoku, mientras le miraba fijamente y se acercaba a él.
-Puedes llamar a eso- señalando el camino por el que Momo se había ido –Tener suerte- con una sonrisa de suficiencia en su rostro
Sengoku por su parte, le miro fastidiado y con un gesto de desagrado se disponía hablar, pero fue acallado por Kirihara, quién se le acerco, tan tentador e irresistible. Su mirada reflejaba dulzura y picardía, sus pasos bien podían ser tomados como la insinuación más grande que Sengoku hubiese presenciado en sus años de vida.
-Sempai, yo te puedo mostrar lo que es tener suerte- Y sin más, se elevo un poco para quedar a la altura de su superior, pasando una de sus manos detrás del cuello y así traerlo hasta él.
-Quieres saber lo que es tener suerte?- susurró lentamente sobre sus labios, rozándolos, incitándole, provocándole. No había duda que Akaya era un demonio, el mejor de todos y ahora la suerte estaba de su lado.
Sin más, Sengoku aprisiona con deseo y lujuria esos rojos y carnosos labios, le besaba con atención y sin piedad alguna. Después de todo, la suerte parecía no estar con él...
continuará...