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Tattoos in blood por Morgana of Avallon

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Tattoos in blood

Fourth Day: Touch of Angel’s Dust

03: 08 AM
27 de Diciembre
5 grados al exterior

El aliento escapa con esfuerzo de sus labios secos y segados por el aire helado de las calles. El rostro sudado y el cuerpo todavía dolorido por los cortes. Lleva horas corriendo por toda la ciudad sin conseguir hallar lo que busca con tanto anhelo. Cierra los puños con vehemencia y descarga un golpe furioso contra uno de los fanales que ya han dejado de iluminar el parque en el que se halla. De veras esperaba encontrarle allí, sentado junto a su botella, pero no está. Se ha vuelto a quedar solo. La rabia inunda su cuerpo y su pensamiento. ¿Cómo he podido ser tan idiota? Se convence de su autosuficiencia, de que no le necesita para nada, de que es mejor no aclarar sus dudas porque son simples paranoias, imaginaciones sin ninguna razón de ser, emociones que ni siente ni desea. Se vuelve dispuesto a irse a su casa, a descansar como ya hace demasiado tiempo que no puede, a no pensar en nada salvo en sí mismo. Pero al darse la vuelta se encuentra con alguien realmente inesperado…
- (sorprendido) ¡Sakuragi! ¿Qué haces aquí?
- (se fija en él) ¿Mitsui?
- (le mira de cerca) ¿Estás borracho?
- (se sonroja) ¡Hehehe! No… no mucho… hemos salido por ahí con Yohei i los demás… pero ya me iba para casa…
- …
- (extrañado) ¿Y tú que haces aquí a estas horas? Hoy no has ido a clase…
- (“miente”) Me encontraba mal.
- Ya….
- Resaca. Tú también la tendrás mañana…
- Y tú si sales cada noche.
- (molesto) ¿Y a ti que más te da?
- Nada… supongo que a todos nos gusta salir… hasta a Rukawa…
- (¡!!!!!!!) ¿Le has visto?
- ¿Por qué te pones así?
- (“disimula”) Por nada. ¿Le has visto o no?
- ¿Qué pasa? ¿Os habéis peleado o qué?
- (desorientado: ¿qué sabe de esto?) ¿Cómo?
- ¿No le habrás rajado tú? Traía un corte horroroso…
- (le agarra por el cuello de la camisa, muy amenazador) ¿Dónde le has visto?
- (se acojona un poco) E…. en los baños públicos….
- ¿Cuándo?
- Esta tarde, después de comer…
- (le suelta) Mierda.
- (poniéndose bien la ropa, algo irritado) ¡Joder! ¡Vaya mierda de día que lleváis! Estáis todos más raritos….
- (seco) ¿Por qué lo dices?
- Por nada…
- (su mirada le hiela la sangre a Sakuragi)…
- …Rukawa también estaba muy raro… no sé por qué…
- (aprieta los dientes) ¿Qué te ha dicho?
- (muy nervioso) ¡No lo sé! Sólo sé que se ha ido de los baños en cuanto me he acercado…
Mitsui arranca a correr dejándole con la palabra en la boca. Sakuragi ignora el significado de todo lo ocurrido en ambas situaciones con sus compañeros pero le trae sin cuidado… está lo suficientemente tocado como para irse a casa a dormirla con total tranquilidad.
Mitsui, en cambio, no para de sentir como su corazón se oprime más y más a cada paso que da. Intenta recordar, pensar en lo ocurrido, en como puede encontrarle. La realidad le abofetea con cada una de sus verdades: que no es autosuficiente, que necesita encontrarle, hablarle, verle para darse cuenta de que no siente nada por él, de que solamente han sido imaginaciones esquizofrénicas producidas por el alcohol y el cansancio, por la soledad y el perfume amargo de la sangre, de que puede seguir viviendo su vida con la absoluta tranquilidad de sentirse otra vez normal… y profundamente abandonado por todo el mundo. Se siente confundido, aturdido, siente la incoherencia de sus propios pensamientos, el peso asfixiante de sus sentimientos hacia su compañero, la manera como le necesita a su lado para sentirse vivo, pues después de la muerte de su hermano y de la caída en aquél partido, esos tres días a su lado han sido los únicos en los que no se ha sentido morir, en los que no se ha movido sólo por inercia, en los que algo en su interior le ha golpeado con la fuerza de la vida.
Llega corriendo a la nueva zona de ocio de la ciudad. Es realmente impresionante. Todo está lleno de luces de colores, músicas alegres y parejas divirtiéndose aunque el chico sólo es capaz de ver decoraciones cutres, ruidos estridentes y pervertidos pegándose el lote con colegialas. …l no puede estar aquí. Sigue corriendo hacia la parte vieja. Siente que si no puede encontrarle es capaz de hacer cualquier locura. Recuerda la primera noche en que se encontraron, ambos ebrios, en un banco al lado de la estación. Aquella noche Rukawa quería morir, como tantas otras noches. …l lo sabía bien, conocía esa sensación, aunque sabía que ninguno de los dos tenía el valor suficiente. Pero… esta mañana él casi lo consigue… ¿por qué no habría de poder Rukawa?
Cada minuto que pasa le hace desesperar un poquito más. Parece como si el aire se le acabase, como si ya no tuviera el control de su vida ni de su mente. Corre como un loco sin rumbo alguno por entre los bares de la zona vieja, con la única esperanza de ver en algún sitio su piel blanca, su pelo negro, sus inmensos ojos azules. Pero no está allí. En cambio, Mitsui se encuentra con uno de sus viejos “amigos”.
- (agarrándole del brazo) ¡Vaaaya! ¡Pero si es Mitsui!
- (se gira, violentamente) ¿Aoshi?
- (sonríe) El mismo. ¿Qué te trae por los barrios bajos? He oído que ya no eres de los nuestros…
- (nervioso, se quiere largar) Bueno… más o menos… estoy buscando a alguien…
- (le guiña el ojo con complicidad) ¿Se te ha escapado una presa o qué? ¿Estaba buena? Hehehehe
- (irritado) ¡Bah! ¡Déjame! Estoy buscando a un tío… uno de mi equipo…
- (le mira extrañado)…
- Me tiene que devolver algo ¿vale?
- Ya veo… ¿problemas con los niñatos del instituto, eh?
- Pse… Bueno, yo me largo…
- (le agarra del brazo) ¡Espera amigo! Hace mucho que no nos vemos pero sigo debiéndote un par… aunque ya no seas de los nuestros…
- (Mitsui se siente muy nervioso, cada segundo que pasa le aleja más y más de la remota posibilidad de encontrarle… sano y salvo)…
- (divertido) ¿A qué lo adivino? Más alto que tú. Moreno, ojos azules, viste de negro…
- (Siente el corazón parársele en el pecho) Le has visto. ¿Cuándo?
- Nah… hace una hora, puede que un poco más…
- ¿Dónde? ¿Cómo?
- ¡Tranquilízate! ¿Se puede saber que es lo que te ha robado que te hace tanta falta?
- (“el aire”) Nada, cosas mías… ¿Pero sabes dónde está?
- Ni idea… se ha marchado por allí, más o menos en dirección a dónde tú vives… (se ríe) Hehehehe iba bien servido… Hehehee
- (entre dientes, algo irritado y muy nervioso) ¿A qué te refieres?
- Hehe… nada… le he vendido algo de María, pero me ha dado pena… ¡ese tío está hecho polvo! Y le he hecho un pequeño regalo…
- (le agarra de la camisa) ¿Qué le has dado?
- (sonríe cínicamente) Polvo de Ángel, buena mierda, estate tranquilo…
- ¡Me cago en la puta!
Mitsui hecha a correr en dirección a su casa. Tiene que encontrarle como sea… antes de que haga algo de lo que puede arrepentirse el resto de su vida. Siente un intenso dolor en el pecho. El frío ha entrado en su cuerpo y le araña por dentro sin cesar, haciéndole la respiración cada vez más costosa. Picor en la garganta. Los ojos se le niegan. No va a llegar a tiempo. Lo sabe, lo intuye, puede sentir el peso de la culpa caer sobre sus ya cansados hombros, porque en el fondo es consciente de que la desesperación de Rukawa es culpa suya, de sus sentimientos, de sus prejuicios y sobretodo de sus insultos. Por eso no puede parar hasta dar con él.
En un pequeño parque mal iluminado y sin apenas árboles bajo los que cobijarse del viento, un chico joven, de pelo negro y rostro pálido, se deja caer en el suelo con todo el peso de su cuerpo. Apenas sí se tenía en pie y el hecho de haber llegado hasta allí ya es toda una hazaña. Su cuerpo lleva un buen rato balanceándose vacilante por las calles de la ciudad. Exhala la última calada del porro que lleva en la mano y lo deja caer al suelo. Hace salir el humo lentamente entre sus labios de forma sensual, tras lo cual empieza a soltar una risita aguda y nerviosa que hace sacudir su cuerpo al compás del frío viento de la noche. El muchacho cierra los ojos y recuesta la cabeza contra la desnuda pared que se encuentra detrás suyo. Se queda inmóvil durante mucho rato, puede que más de la cuenta, pues sus manos y sus pies han empezado a congelarse de manera que ya casi ni se los nota. Decide cobijar sus manos en los amplios bolsillos de su jersey pero, al meterlas dentro, encuentra entre sus dedos una pequeña bolsita de plástico con un misterioso polvo blanco dentro. El viento ha cesado pero el frío es ahora más cruel. El efecto de los porros ya casi se le ha pasado, aunque todavía se siente mareado y empieza a roerle un hambre terrible. ¿Cómo sentará esto? No tiene nada de comer, ya no le queda dinero y lo único que sabe seguro es que no quiere volver a los dos únicos sitios a los que puede ir. Se saca una pequeña cartera del bolsillo trasero de sus pantalones y la abre. La tiene des de que es capaz de recordar pero ya no se acuerda de lo que contiene. La recorre con sus finos dedos hasta dar con el único objeto que parece ocuparla: un pequeño y roído trozo de papel. El muchacho le da la vuelta sólo para ver el hermoso rostro de una niña de trece años que no se le parece en nada. Las lágrimas empiezan a descender por su blanca cara enrojeciendo a su paso su nariz y sus mejillas. Se seca como puede con la manga del jersey. Guarda la foto tras darle un amargo beso. Y vacía el contenido de la bolsita de plástico encima de la cartera.
El muchacho alarga la mano hasta su bolsa de deporte, de la que saca un carné falso y un papelito de envoltorio de un chicle medio arrugado. Lo alisa con los dedos con sumo cuidado y lo enrolla, tras lo cual empieza a hacer rayitas con el polvo blanco encima de la cartera usando el carné. No lo había hecho nunca antes, pero no teme equivocarse con la dosis: lo ha visto hacer y si se pasa, sabe que nadie le va a echar de menos y que por fin conseguirá lo que no ha tenido valor de hacer nunca. Está preparado. Puede que, al fin y al cabo, no le siente tan mal caer aún más bajo. El muchacho se inclina sobre la cartera, con el papel enrollado entre su nariz y la fina tira de polvo blanco.
Mitsui se está acercando a su casa. El bloque de su padre se encuentra tan sólo a dos calles y todavía no ha encontrado a su compañero. Se siente cada vez peor y las fuerzas empiezan a fallarle. Se recuerda a sí mismo que es precisamente en los momentos más duros cuando siempre ha podido dar más de sí mismo, de modo que se da un último impulso y cruza la calle hasta el pequeño parque enfrente del bloque. Y al llegar allí, vislumbra por fin, al fondo del parque, recostado en la pared de otro edificio, a un alto chico moreno inclinado sobre su rodilla. Mitsui se le acerca justo en el momento en que el chico levanta la cabeza quitándose un papel plateado de la nariz y sorbiendo para arriba con fuerza, a la vez que agita su rostro, marcado aún por las lágrimas. ¡No! ¡No! ¡No! Es lo único que atina a decir el chico más bajito, de pie delante del otro, mientras éste esboza una sonrisa triunfal en su triste cara.
- (le mira sarcástico) Sólo he podido con media… puedes probar si quieres.
- (furioso) ¡Idiota!
El chico se agacha y agarra al otro por el hombro, a la vez que le pega un fuerte puñetazo en toda la cara. Le levanta violentamente del suelo, esparciendo el polvo blanco que tenía encima de la cartera por todo el suelo.
- (irritado) ¡Imbécil! Si no querías haberlo dicho y punto.
- (las lágrimas empiezan a resbalar por su rostro sin control) ¿Por qué? ¿Por qué lo has hecho?
- (riéndose de él) Buaaa… ¿Por qué? ¿Qué quieres? ¿Qué te diga que no ha sido culpa tuya? ¡Pues sí! ¡Lo ha sido! De principio a fin…
- (le pega un bofetón en la cara) ¡Cállate!
El chico de ojos azules se pone justo delante del otro muchacho, pegando sus labios a los de él. El otro chico le empuja, intentando zafarse de las manos que le aprisionan la cara pero no puede. Rukawa hace cada vez más fuerza para que el otro chico abra la boca y le permita introducir su lengua, pero esta vez él no lo permite. Mitsui le muerde los labios hasta que éste se aparta. Un hilillo de sangre resbala por su barbilla des de su boca, mientras las pupilas de sus ojos azules se dilatan demoníacamente.
- (sonríe cínicamente) Esto es lo que me gusta de ti. Me quieras o no, me haces sentir siempre vivo.
Mitsui se queda callado, intentando recuperar su respiración y secando sus lágrimas con la manga del jersey. Estás loco, pero eres igual que yo, el único que puede entenderme. No se lo dice. En vez de eso, se vuelve y se dirige hacia su apartamento. El otro chico se queda un momento sin saber qué hacer, pero está claro que quiere que le siga. ¿Por qué estaría andando por la calle a estas horas si no es para encontrarme? Llegan en silencio al comedor del pequeño piso y su dueño enciende la calefacción. Pronto se empieza a estar bien. El chico de ojos azules empieza a sentirse acalorado y se quita en jersey y la camiseta de encima, quedándose sólo con una.
- Ya empieza.
- (sudando) ¿Empieza el qué?
- Calor, ganas de hablar, mareo… te ha empezado a subir.
- (le arden las mejillas) Me encuentro mal.
- (seco) Lo sé, lo he visto… y puede que te encuentres peor.
- (se levanta bruscamente, intentando mantenerse en pie) Mierda… ¡Las cuchillas! ¿Dónde están? (se dirige hacia el lavabo)
- (le agarra el brazo) No pueden ayudarte con esto…
El muchacho se desploma en el suelo mientras enormes lágrimas empiezan a derramarse a lo largo de sus mejillas. El otro chico no osa mirarle, no tiene valor suficiente para hacerlo porque sabe que si le mira no podrá resistirse. Rukawa alarga la mano hasta su cara y le hace volverse con brusquedad. Se quedan ambos mirándose un rato. La camiseta negra está empapada en sudor, que no para de resbalarle por todo el cuerpo. El chico se marea, es incapaz de dirigir su vista hacia el frente pero intenta como puede no parar de mirar a los ojos a su compañero, hasta que consigue articular un penoso y lastimero ruego. ¡Ayúdame! La palabra suena en los oídos de Mitsui como un grito desesperado de socorro. No puede aguantar la mirada del otro chico, ni verle sufrir de ese modo ante sus ojos. Se levanta del sofá y le levanta a él como puede, conduciéndole con esfuerzo hasta el baño apoyado contra su cuerpo. Cruzan la puerta del baño a duras penas, desplomándose sobre el cuelo de baldosas blancas justo después. Mitsui dirige sus manos hacia su compañero y le despoja de la última camiseta que cubría su torso. Recuerdos de la primera noche que pasaron juntos. Ahora es diferente. Ahora sufre de veras, y él puede sentir este sufrimiento. El chico baja las manos hasta los pantalones del muchacho más joven y empieza a desabrochárselos. Pero el chico de ojos azules se asusta y le da un fuerte empujón para apartarle de él.
- (asustado y aturdido) ¿Pero qué haces?
- (se quita el jersey y la camiseta, quedando con el torso desnudo) Sólo conozco una forma de hacerte pasar esto… (le agarra los pantalones y termina de desabrocharlos) y es sudando. (le quita la prenda, dejándole sólo en boxers) Pero con la calefacción no es suficiente.
El chico mayor se desabrocha de un tirón los pantalones y le quita los boxers a su compañero. El muchacho empieza a temblar en el suelo del baño como un animalillo asustado. Mitsui se le acerca y le acaricia la mejilla.
- (suave) No te asustes, yo sólo quiero ayudarte.
- (triste y algo avergonzado) No es eso… es que creo que lo querría aunque no estuviera así.
- (asiente) Está bien…
- (aparta su mano con violencia) ¡No lo entiendes! Te estoy diciendo que me gustas…
Mitsui se acerca al muchacho y le acaricia la cicatriz del corte del pecho con el pulgar, mientras le levanta la cabeza con la suya y le besa en la boca, introduciendo su lengua un breve momento, tras el cual se separa de él. El otro chico ha dejado de temblar, pero no se encuentra nada bien. Todavía está sudando y la vista se le nubla de manera que casi no puede ver nada. El chico mayor le hace ponerse a cuatro patas sobre el suelo. Se quita los pantalones y los boxers y se sitúa detrás de él. No necesita estimularse, pues con el primer contacto con la piel de su compañero su cuerpo ha decidido responder por sí mismo con una rapidez asombrante. Encara su pene contra la entrada de su amigo e intenta abrirse camino, pero el otro chico empieza a gemir de dolor mientras le pide que no le haga daño. Para un momento y vuelve a intentarlo, con el mismo resultado. Mitsui alarga la mano hacia la pica del baño y abre el grifo del agua. Coge el jabón y se enjuaga las manos para lubricar con la espuma su pene y la entrada de Rukawa. Vuelve a intentarlo una última vez en la que por fin consigue entrar dentro de él. Mitsui empieza a mover rítmicamente las caderas adelante y atrás, entrando y saliendo con cada embestida del cuerpo de Rukawa, que no para de sudar, suspirar y gemir de puro placer. Mitsui tiene que parar varias veces para no venirse antes de la cuenta. Cuando comprueba que el otro chico se encuentra un poco mejor, desliza su mano por su espalda hasta su vientre y su miembro ya erecto y empieza a masturbarle, mientras aumenta el ritmo de sus embestidas. Mitsui no tarda en venirse dentro de su, ahora ya es seguro, su amante. Rukawa se viene poco después, bañando con su líquido suave y caliente las manos de su amigo. Ambos chicos se desploman exhaustos sobre el suelo del baño, quedándose abrazados durante un buen rato. Mitsui empieza a notar que le vence el sueño, así que se levanta y hace levantarse al otro muchacho. Se dirigen a la cama y se tumban. Se quedan mirando un momento y se dan un pequeño beso en los labios, tras lo cual se quedan ambos dormidos como marmotas.
6:30 AM
7:16 AM
8:39 AM
9:46 AM
10:55 AM
11:16 AM
12:46 AM
13:36 AM
Los rayos de luz entran por una ventana del apartamento de un estudiante de tercer curso del instituto Shohoku que hoy tampoco ha ido a clase. En su cama, él y su compañero de equipo de primer curso yacen totalmente desnudos y abrazados, resistiéndose a despertar de su dulce aunque siniestro sueño. Porque en realidad, nadie sabe lo que puede pasar cuando al abrir los ojos, uno choca estrepitosamente con la dura realidad.

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