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un nuevo cuento de hadas por Fallon Kristerson

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Notas del capitulo:

Personalmente... no me gusta este capítulo. Podría hacer mucho mejor, pero no lo haré. Primero porque tengo flojera y segundo porque soy floja. Esa es mi excusa, asi que no molesten. Eso sí, advertencias! (se que debí ponerlo al principio pero me olvide XD) Lemon (cosa que ya habrán notado -.-u) y Mpreg! asi que, si as venido leyendo y no te gusta el mpreg, pues lo siento, pero es algo que ya tenía planeado desde el principio :P

Bueno, hay muchos saltos de escena en este capi, casi parece un resumen u.u Y Bien qué mas...? nada pues, espero que les gus... no, eso no, espero que no me tiren tomates ni nada peor TT_TT Nos llemos!

Capítulo 10: Ruptura

¿Toca el cielo y luego qué?

Lo había dicho en broma, sin duda. Ahora, ¿cómo se lo decía al principe? Este realmente se lo había tomado en serio y parecía estar andando sobre las nubes del séptimo cielo.

Entonces cásate conmigo...

Vaya lío. ¿¡Era idiota o qué! No, Yuushi realmente tenía que admitir que había caído bajo al enamorarse de un humano, pero luego decir que lo amaba... Dios, eso sí era grave. ¿En qué había estado pensando? Enamorarse ya, lo iba a pasar, el chico era encantador. ¿Pero amarlo? ¿Y luego proponerle matrimonio, que, si bien había sido en broma, fue tomado en serio? No, eso ya iba demasiado lejos. Y Yuushi no sabía cómo remediarlo.

"Argh, jodido niño, ¿por qué me tuviste que enamorar? Y lo peor es que ahora yo te enamoré a ti y no parece que me quieras dejar ir..."

¿Dejarlo ir...? Estaba hablando como si el dueño fuese Gakuto, no él. No, Yuushi era el dueño, el amo, él era el marionetista ahí, no había duda. ¿Entonces por qué... por qué tanto lío? ¿Había perdido el control? ¿Había dejado que lo venciesen sentimientos que jamás creyó que lograrían algo en él? Maldición, no, los dragones no eran como los demonios. Ellos sí podían sentir, ellos sí tenían debilidades. Solo que ahora su debilidad fuese un humano... No, eso era inconcedible. Yuushi no podía aceptar eso, y si lo aceptaba, aceptaba también que debia hacer algo al respecto.

Como por ejemplo irse.


-¿Yuushi?

Gakuto lo había buscado en todas partes. La habitación, el comedor, las bibliotecas, los jardines, los establos (que ya habían sido reconstruídos)... Pero nada, no hallaba al dragón. Ahora que tanto sentía esa necesidad de tenerlo cerca, no estaba. Lo ladijo en voz baja, sintiendo como lentamente se desesperaba. Observó a los caballos del establo que comían aburridamente. ¿Dónde estaba el dragón? ¿No se habrá ido, o sí? No, no podía ser, Yuushi le dijo que lo amaba, no le haría ahora eso. Yuushi...

Se quedó quieto por un momento meditando.

Yuushi era un dragón.

Gaku, los dragones no tenemos los mismos principios que ustedes los humanos.

Se quiso patear a sí mismo. Era un idiota, un idiota que se había enamorado estúpidamente de un dragón. Recogió sus piernas y las abrazó. Pasaron unos segundos en silencio, solo con el barullo de lso animales acompañándole, cuando de pronto se puso de pie de un salto.

-Ah, no, si ese sujeto cree que se va a ir así no más, pues esá muy equivocado.


Ahora que lo pensaba, hacía mucho que no se había vuelto a transformar. No era que hubiese olvidado como volar o escupir fuego, ni ninguna de esas tonterías, pero simplemente ya se había acostumbrado a que los humanos fuesen de su mismo tamaño. No, no porque pudiese parecerseles significaba que el fuese igual que ellos. Yuushi siempre sería un dragón y eso nunca cambiaría. Justamente por eso se había ido. Se posó con la mente en blanco sobre un cerro de las praderas, en las afueras del reino de Hyotei, cerca de la frontera con Rikkaidai. La vida era un verdadero asco. Tal vez debería volver... Solo para asegurarse que el chico no cometiese alguna estupidez. No, no podía, Gakuto tenía razón.

Digo, supongamos que me gustases o incluse te amase, somos de especies diferentes. No puede ser.

Gakuto. Agh, tenía que dejar de pensar en él. Maldita sea, ¿en qué demonios estaba pensando al ponerse tan insistente con el niño? No, no podía quitárselo de la cabeza por más que intentase. Y es que no tenía nada más en qué pensar que en el pelicereza, quien ya había monopolizado por completo sus pensamientos. Tenía que hacer algo urgente, antes de enloquecer. Algo mas que solo huír.


Corrió nervioso hacia el comedor, buscando aún a cierto príncipe de cabellos cereza, quien parecía haber sido tragado por la tierra. Taki se mordió nervioso el labio inferior. Maldición, lo dejaban una vez, ¡una mísera vez!, y el principito engreído se desaparecía. El bufón sentía sus manos temblar. ¡Y todos volverían esa misma tarde, si no es que ya en la mañana! Sería mejor que fuese corriendo a la capilla a confesarse, dado que no sobrevivirí a la furia del rey. Nop, no lo lograría, se podía considerar como muerto y bien muerto. Pasó la mirada por el extenso comedor, viendo a algunos pocos sirvientes correr de un lado al otro, buscando aún al príncipe, cuando de pronto se abrieron las puertas y de golpe. Aterrado, el bufón se giró, más pálido que una hoja de papel, viendo como entraban el rey y su estrafalaria corte. Ese era su fin.


Sentía el viento correr por sus alas, mientras que con la mirada buscaba en donde aterrizar. Batió nuevamente sus alas negra, una, dos veces y luego descendió en picada, para refrenar a pocos metros del suelo y volver a adoptar forma humana. Miró a su izquierda y luego a su derecha, sin tardar de percatarse de que en el patio principal reinaba una gran confusión. Descubrió entonces que el rey había vuelto al castillo, aunque se le notaba bastante molesto. Nadi parecía percatarse realmente de su presencia.

-¡Yuushi!

Excepto cierto noble lirón. Jiroh se alejó corriendo de Atobe, quien entonces por fin lo vio, y se acercó rápidamente al dragón, quien lo miró entre confundido y curioso.

-¿Qué.. qué sucedió? –preguntó apensa estuvo cerca el noble, quien lo miró angustiado.

-¡Tú! ¡Dime qué le hiciste a Gakuto! –Yuushi parpadeó sorprendido. ¿Qué había sucedido con el príncipe? ¿Había llegado demasiado tarde?

-¿De qué estás hablando? –masculló entre dientes el peliazul, diendo un paso hacia el dormilón, cuando en ese momento apareció Keigo a su lado, poniendo una mano sobre el hombro del rubio.

-Gakuto no está –explicó, manteniendo de alguna manera u otra el rostro inexpresivo. Demonios, ese sujeto era su hermano y aún así no se mostraba tan alterado. Momento... ¿había dicho que Gakuto...?

-¿¡Qué! –preguntó incrédulo Yuushi, sintiendo como ya la culpa quería salir a lucirse con él. Jiroh lo miró sorprendido y muy extrañado. ¿Qué? ¿El dragón de pacotilla no sabía nada de nada? ¿Entonces qué había sucedido? Atobe no cambió su expresión.

-No estaba aquí cuando llegamos, Taki no lo podía hallar en ninguna parte –explicó el monarca tranquilo.

Yuushi negó incrédulo. No, ese idiota no pudo haberse fugado, eso ya era demasiado. Alzó la mirada al cielo y de inmediato la volvió hacia el rey.

-No, no puede... –murmuró apenas audible. Atobe solo asintió. Yuushi bajó el rostro, meditando por unos segundos. A sus espaldas oyó como un grupo de soldados montados en caballos llegó y, entre los gritos que se lanzaban entre ellos y los que se habían quedado buscando al príncipe, llegó y oír que la búsqueda había fracasado. Se mordió la lengua y sintió como el fuego le subía por la garganta. Apretó fuertemen los puños, importándole poco si estaban ahí el rey y su amante mirándolo. Entonces, sin pensárselo dos veces, volvió a alzarse en vuelo, batiendo fuertemente las alas y desapareciendo entre las nubes. Jiroh parpadeó, aún bastante sorprendido y preocupado.

-¿En dónde crees que estuvo? –preguntó, mas no recibió respuesta por parte de Atobe, por lo que prosiguó-. ¿Crees que lo encuentre?

-Esperemos que sí –contestó Keigo.


Yuushi seguí ascendiendo, ganando altura para alejarse sin que nadie se fijase mucho en él. No, ahora no debía hacer una iditez más, ahora debía hacer algo que no entrase en la clasificación de tonterías irremediables. Volvió a descender otra vez un poco, para ya no tener a las molestas nubes tapándole el panorama. ¿En dónde se había metido ahora ese niño? No tenía ni idea de en dónde comenzar a buscar, pensándolo bien, no tenía idea de a dónde podría haber ido Gakuto. A buscarolo, probablemente. Pero, ¿en dónde lo buscaría el pelicereza? Dios, a fin de cuentas no sabía nada acerca del menor. Sebuscaba entre los montes y cerros que se alineaban debajo de él, voló por encima de praderas y sin tener éxito. Descendió por un momento a descansar, perdiendo lentamente energías. Pensó que tal vez debería volver al castillo. Analizándolo de manera fría y calculadora, Gakuto no estaba acostumbrado a no estar rodeado de lujos y protecciones, por lo que no debió durar mucho afuera. Aunque por otro lado... Gakuto era bastante terco,y si se había obstinado con encontrarlo, pues entonces podía ser que siguiese perdido en alguna parte de ese miserable mundo que permite que un dragón se enamore de un humano. Uno muy terco. Volvió a su forma humana y se dejó caer sobre el pasto, con piernas y brazos estirado y la mirada al cielo estrellado. Ya había anochecido y ahora menos podría encontrar al menor de los Atobe. No supo cuánto tiempo pasó así, con la mente en blanco, pero supo que no había sido demasiado. Se levantó nuevamente, ya un poco recobrado, y se transformó de nuevo en la bestia que era. Se alzó en el cielo y emprendió de nuevo el camino hacia el castillo.

Vio a lo lejos las pequeñas luces de la gran edificación principal de Hyotei, el famoso castillo que albergaba tantos nobles y sirvientes bajo un solo techo. Bajó un poco, mas trató de que no se le viese llegar, cosa que se le facilitó gracias a la oscuridad. Rondó cerca de la construcción de piedra, recordando cuál de todas esas ventanas era la de la habitación del príncipe. Cuando la halló, se mantuvo flotando delante de la ventana por un breve momento. El dormitorio estaba a oscuras, sin ninguna luz que alumbrase, silencioso y lleno de una sensación de vacío. Se quedó así, observando la oscuridad, hasta que se transformó, aún en el aire, de nuevo en el humano de cabellos azules, cayendo dentro de la habitación, sobre la dichosa alfombra roja, cuyo color no se distinguía en la oscuridad. Sintió la superficie aterciopelada bajo sus pies descalsos y dio un paso hacia la cama. Se moría de sueño, aunque en su cabeza seguía rondando el fantasma de Gakuto, acusándole de algo que estaba cada vez más lejos de comprender. Ni si quiera habían pasado veinticuatro horas y aún así pasaron tantas cosas. Primero se fue, para a pocas horas arrepentirse y volver, para descubrir que el príncipe también se había fugado. Dio otro paso hacia la cama, solo quería echarse en ella, por más que se fuese a sentir raro el ya no tener a su lado el pequeño cuerpo del quinceañero. Tocó la superficie de tela del colchón con las yemas de los dedos, sin ver nada, y tanteó hasta quedar echado. Se sentía rendido, había volado prácticamente todo el santo día. Se giró levemente sobre la gran cama, cuando de pronto sintió un suave calor, apenas perceptible, a su lado, y le fue como si pudiese sentir una débil sonrisa a su lado.

-Volviste –susurró el príncipe, antes de acurrucarse a su lado.


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