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un nuevo cuento de hadas por Fallon Kristerson

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Notas del capitulo:

Lo sé, lo sé, me atrasé un monton con este capi, gomen ne TT__TT no tengo aexcusa xD en fin, espero que les garade este capi ^^

Capítulo 7: Melodía de invierno

¿¡Qué demonios tienen los dragones en la cabeza!?

Déjame conquistarte... de la manera correcta.

“¡Ahhh! ¿¡Qué diablos quería decir con eso de la manera correcta!? ¿A caso hay una incorrecta? ¡Mierda Gakuto, para rematar te quedaste dormido en su regaso!” El príncipe era en esos momentos víctima de un tuti-fruti de pensamientos, lisuras y sentimientos en su cabeza, de los cuales los últimos iban desde ira, hasta confusión y duda. “¿Qué va a hacer ahora? ¿¡Qué voy a hacer yo!?”

-Gakuto, ¡no me estás haciendo caso!-, reclamó el lirón del rey, sacándolo de sus pensamientos.

-Te diste cuenta.

El noble bufó ofendido y luego se recostó sobre la mesa en la que estaba sentado. Se volvió a quedar dormido por quinta vez en el día, cosa que ya llegaba a exsasperar al príncipe. El adolecente se quedó solo en la biblioteca, por así decirlo. Ni siquiera sabía por qué estaba ahí, solo había dejado que el rubio lo arrastrase consigo hasta aquel lugar. Había demasiados libros para su gusto, enormes ladrillos, todos escritos a mano y con innumerables ilustraciones. “Ilustraciones,” pensó repentinamente el pelicereza, cosa que le hizo recordar algo que él mismo había dicho.

Pues no, no te lo voy a preguntar. Si me llegase a interesar de verdad, buscaré la información en algún estúpido libro.

Sonrió satisfecho, verdaderamente se había sentido el vencedor en aquella ocasión. “¿Vencedor? ¿Acaso estmos compitiendo por algo?”

Distraídamente se levantó de la mesa y se dirigió hacia uno de los estantes de madera tallada. “¿¡Aquí todo tiene que tener adornos!?” Cogió un libro al azar, sin saber muy bien qué hacía. Comenzó a pasar las páginas sin si quiera prestarles mucha atención. Su mirada se perdía en las letras ornamentales que adornaban el inicio de un párrafo, aveces se quedaba prendido de una imagen. “Tengo que dejar de pensar en él, tengo que distraerme...”

En el mismo momento en el que pensó eso, pasó perezosamente la página y se encontró con una ilustración que abarcaba toda una página completa, representación de una feroz bestia. Verde como el pasto, las escamosas alas batiendolas en el aire y el fuego cerca de alcanzar al caballero que lo retaba. Automáticamente sus ojos esmeraldas se quedaron clavados como un par de dagas sobre el papel, olvidando eso de distraerse, olvidando si quiera dónde estaba parado. Observó por un largo momento la página. Inconcientemente pasó el dedo sobre el animal, cuaya representación era de lo más desastrosa. “Este de aquí no tiene la elegancia que tiene él, él no tiene ese horrible color  veneno...” De pronto, como si el libro le quemase las manos, lo dejó caer al suelo y le proporcionó una furiosa patada. Un millar de pensamientos completamente desordenados atacaron su mente. Se recostó contra el estante que tenía enfrente, ahora dándole la espalda, para desplizarse hacia el piso y quedarse sentado. Se llevó las manos a la cabeza, la cual luego recostó contra sus rodillas, mientras que sus brazos rodearon sus piernas. Casi nadie en su vida lo había visto así, reducido a un montoncito de pena.

-Te detesto, Oshitari...- “...por comenzar a tener éxito en tu propósito.”

-Entonces, caíste.

El dragón alzó sorprendido la vista, dando con el rey, quien había entrado sin previo aviso a una de las miles de salas del castillo. “Cómo no me extraña”, pensó el peliazul, quien estaba hojeando en una aburrida lectura, algún texto que trataba, como no, sobre algún tema eclesiástico. Pasó  el dedo por encima de la parte superior de la hoja, prestándole más atención a las manchitas del papel que al monarca.

-Oshitari-, le llamó el ignorado, ciertamente irritado.

-¿Caer?

-Así es, caíste por la persona más irritante del completo reino, probablemente de todo el mundo.

El dragón no respondió, solo encaró en silencio al monarca. No acostumbraba que alguie le dijese en la cara algo que le había costado trabajo admitir. Atobe se acercó a él y tomó asiento en frente suyo.

-Oye, yo sé que Gakuto te habrá dicho algo como que yo no me intereso por él, estoy seguro de eso. Pero déjame decirte que yo no soy ciego, puedo ver cuando alguien lo acosa.

-¿Acosarlo? ¿De dónde sacó eso?

-Ore-sama no es idiota.

-Le preocupa más de lo que aparentas, Su Alteza. ¿por qué tanto interés en disimularlo?

-No es eso. Ya te he dicho que como su hermano mayor soy responsable de todas las idioteces que sucedan por su causa.

-Seguro-, contestó con una mueca el tensai, cerrando de golpe el libro que traía entre manos. El rey alzó una ceja.

-¿Sucede algo malo, Yuushi?- El peliazul soltó un bufido al oír la entonación burlona que fue hecha en su nombre, la misma que él había hecho antes. Dejó el libro sobre la mesilla y se volvió otra vez hacia Keigo.

-¿Qué necesitas esta vez,Keigo?

-Necesitar nada. Creo que mas bien tú necesitas que alguien te haga una advertencia.

-¿Y esa sería?

-Creeme, te has metido con alguien de quien no sabes nada de nada-. La mirada del dragón ahora expresaba confusión, cosa que puso de buenas al rey. –Si yo estuviera un tu lugar desistiría, Gakuto no es un juguete.        

-Lástima que no eres yo-, contestó mordaz el dragón, sonriendo de manera altanera, pero sintiendo un estremecimiento al notar la seriedad de la mirada del rey. El monarca solo soltó un ligero bufido y se volvió a parar. Le dedicó una última mirada al peliazul. –Gakuto me pertenece.

-No te atrevas a herirlo, no mientras yo sea rey.

Y con eso dejó atrás a un divertido dragón, quién sonriente observaba como se cerraba la puerta tras la espalda del Atobe heredero. “Vaya que no le preocupa su hermanito,” pensó de manera sarcástica y luego pensando en voz alta.

-Gakuto va a ser completamente mío...

Sentía un leve tic nervioso al notar las penetrantes miradas sobre su persona. Oyó algunos cuchicheos indiscretos perseguirlo hasta la puerta de la biblioteca, los cuales fueron automáticamente silenciados al entrar en la habitación. Lo primero que vio fue al noble favorito del rey sumido en un placentero (al menos eso parecía) y profundo sueño. Shishido soltó un pequeño suspiro inaudible. Se dirigió a paso lento hacia los imponentes libreros, hasta dar con lo que buscaba. Reducido a un ovilllo, el príncipe daba una imagen bastante infantil, aunque la palabra exacta que habría usado el dragón habría sido probablemente adorable.

-Hey, principito, tu hermano te está buscando.

Gakuto alzó sorprendido la mirada, para dar con la cara seria de Shishido. De todas las personas del castillo, aquella era una de las que menos se le apetecía ver. El caballero se le acercó y se sentó a su costado.

-¿Qué quiere?

-Como si me lo fuera a decir.

Por un momento, ninguno dijo nada, el pelicereza volvió a hundir su cabeza entre sus piernas. Shishido soltó una bocanada de aire, la cual se presentó en forma de vapor debido a las bajas temperaturas. Se preguntaba por qué seguía ahí con ese niño engreído, o mejor dicho, se preguntaba qué hacía dichoso niño engreído ahí tan deprimido. No lo había visto así desde que...   

-Supongo que debe de estar en su habitación,- dijo de pronto el adolecente. El caballero solo asintió, esperando a que el menor se parase y se fuese. Pero eso no sucedió.

-¿No vas a ir?- preguntó por fin el mayor.

-Luego.

-Qué engreído que eres.

-Cierra la boca, no he pedido tu opinión.

-No necesito que me la pidas...

-¡Que te calles!

Ambos bufaron molestos, para volver a cederle el lugar al silencio. El pelicereza unió sus manos, con los dedos entrelazados. Entonces el vasallo del rey notó que no muy lejos se encontraba un libro tirado abierto y con las páginas contra el suelo. Criaturas mágicas de Europa y Asia, rezaba el título. Arqueó una ceja, mas no dijo nada.

-Oye, Ryo...-, el castaño miró extrañado al príncipe. ¿Hace cuanto que el enano no lo llamaba por su nombre? -¿Recuerdas  como era yo cuando llegaron tu y Ootori?

Shishido se quedó mudo por aquella pregunta, además de que el tono quebradizo que había adquirido la voz del menor lo había tomado desprevenido. Pero luego aparecio en su mente la imagen de un niño pequeño, de apenas unos siete u ocho años, una enorme sonrisa y una aguda vocecilla chillona.

-Sí, lo recuerdo, solías ser más humilde y menos problemático.

-Recuerdo que tenías trece y Ootori doce, mi hermano tenía catorce-, el caballero ahora comenzaba a preguntarse a qué quería llegar el otro con todo eso, que si en serio nel chico se encontraba bien.

-¿Por qué la pregunta?

-No lo sé, solo era una pregunta. ¿Creías antes en los dragones?

-No, ¿tú?

-Tampoco-, el príncipe ladeó ligeramnete la cabeza. –Creo que era mejor así...

-Y lo dices por...

-Porque no solía tener que preocuparme de que hubiera la posibilidad de que me devoren en medio del sueño.

Shishido meditó por un instante las palabras del pelicereza y luego tuvo que sonreír.

-Eres un mentiroso y no precisamente de los buenos.

-¿¡Eh!?

-Solo digo-. Y levantándose agregó –será mejor que te apresures, tu hermano no parece estar de buen humor hoy...

Y con eso dejó al príncipe con la palabra en la boca, bufando molesto por la afirmación del mayor.

 

 


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