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Sânge por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

Buenas noches a todas. Lamento mucho el retraso. Procurare volver a actualizar todos los viernes, jurado con el dedito metalero, pues esta histo ya esta terminada en mi mente, solo me falta trascribirla al papel. Y me complace anunciar que encontre el final mas triste posible, y que estos son los personajes mas insanos, safados de los tornillos, que he creado.

Enjoy it!

7º  De hade druckit lystnad...

  (Ellas estaban ebrias de lujuria... )

Ty salt och tjockt var barmablod,
Hon drack av liv och lust!

Salada y espesa era la sangre en su pecho,

Ella bebió de la vida y la lujuria!

 

Lídice no quería admitirlo, pero extrañaba a Sânge. Se preguntaba porque la vampiresa ya no la visitaba y más que estar preocupada por ser devorada lo estaba por saber si ya no le gustaba.

Sentía envidia de la esclava egipcia, que todos los días veía y tocaba a Sânge. Sentía antipatía por el judío que, o mater Benedicta no le había enseñado a leer en los corazones de las personas o la detestaba tanto como ella lo detestaba a él.

Apuraba a su vientre para que le presentara el periodo, deseaba que Sânge volviera a beber de su fuente. Temblaba ante el recuerdo del contacto pecaminoso y un súbito calor la invadía. No estaba a gusto de ningún modo, la rabia la asaltaba tan pronto como la melancolía... y al reconocer en sus síntomas el mal de amores se sentía sumamente desdichada y culpable.

Amor por otra mujer. Amor por una vampiresa que solo estaba interesada en ella como comida, ¿pues de que otro modo se explicaba que en cuanto dejó de menstruar Sânge dejara de ir a ella? Así debía de tener muchas otras muchachas, pensaba rencorosa, asomada a al ventana. En aquella otra torre, y en esa otra que parece una torre - casi sacaba la cabeza por los barrotes intentando verla - debe haber doncellas mas hermosas que yo a las que Sânge visita y favorece con sus amores.

Y el sentirse celosa la hacia sentirse aun mas culpable. Se reprochaba el albergar en su corazón frivolidades cuando su corazón debería de estar lleno de arrepentimiento por sus abominables pecados. Pero no podía evitar desear repetir ese pecado. El pecado del amor. Yacer en los brazos de Sânge y experimentar ese bienestar.

¿Y si la llamaba a gritos? No, no iba a rebajarse así.

¡Sânge!

 

***

 

Sânge se presentó con dos soldados que cargaban un enorme y lujoso espejo cuyo grueso marco de oro estaba adornado con la más fina orfebrería. En cuanto lo depositaron en el suelo, con tintineo de sus cotas de malla, Lídice se lanzó contra él, uniendo mano con mano y mejilla con mejilla con la gentil doncella que del otro lado habitaba.

Aquel espejo reflejaba su cuerpo entero y era más nítido que el de plata. Parecía hecho de cristal y reflejaba con fidelidad todos los colores. Luego de besarse en el espejo se volvió agradecida a Sânge.

La vampiresa la miraba con los brazos cruzados y una sonrisa de satisfacción en el rostro. Levantó sus brazos y dio una palmada para indicar a los soldados que salieran. Las amplias mangas, negras y vaporosas, simularon un aleteo de mariposa.

-¿Y bien? - se acercó a ella - Ahora podrás admirar la belleza que sedujo a una reina inmortal.

Lídice, con las mejillas rojas como manzanas bajó la mirada. No acaba de creerse aquello de haber seducido a Sânge.

Sânge le levantó la barbilla con sus dedos fríos, las uñas lacadas de negro. Los labios de Lídice temblaron. Sânge se inclinó apasionada mas Lídice le ofreció la mejilla.

-¿No estas contenta con el regalo? Creía que te gustaba tanto como a mi deleitar la mirada en tu hermosura.

-No me gusta mirarme porque sea hermosa.

Lídice no creía ser particularmente hermosa.

-¿No? - Sânge elevaba una ceja, divertida.

-No.

-¿Por qué entonces?

Lídice quedó callada. Sonaba tonto al decirlo en voz alta. Cuando Sânge ya desesperaba de que su bella fuera demasiado campesina respondió:

-Porque al mirarme sé que existo. - dijo rápida, atropelladamente - Los demás, al mirarme, saben que existo. Yo, al mirarlos, sé que existen. Pero si yo no me miro, ¿realmente sé que existo?

Las largas pestañas de Sânge aletearon varias veces. Jamás espero una respuesta tan complicada. Unas ideas a ese nivel. De filósofo.

-¿Quién te enseñó a pensar?

El desconcierto de los ojos negros le indicó que nadie.

-¿Y que piensas de los nombres?

Lídice arrugó la frente.

-Son como mirarse. Tú sabes tu nombre porque te lo dices. Las personas a las que se los dices, o se los dicen, lo saben. Pero las que no tienen que preguntártelo para saberlo.

Había fallas escolásticas, y quizá poca claridad en el concepto, pero lo que decía Lídice no era un disparate. En un gesto delicado, muy femenino, dobló su codo y llevo su mano cerca de su rostro, tocando con el índice la punta de su nariz y con el pulgar la barbilla.

-O sea que yo soy Sânge porque los demás lo saben. - pausa - Me parece que es brindarles demasiada importancia. Más bien creo que soy Sânge porque deseo serlo. Así como tu, pequeña, consideras mas importante mirarte al espejo que ser admirada por quien te adora.

Se llego a ella y la abrazó frente al espejo.

-Puedo verte aquí y allá. Pero solo puedes verme aquí.

Lídice observaba con los ojos muy abiertos el extraño reflejo. Su posición modificada por nada, sus ropas deformadas por un contacto que no existía.

-Creo que es más importante el contacto que la observación.

Sânge deslizó sus manos por el talle de Lídice.

-¿No te duele no poder mirarte al espejo? - preguntó con aprensión.

-Recuerdo muy bien como era. - dijo, con su rostro ya hundido en su cuello - Pero debo admitir que los vampiros somos mas aficionados a los retratos que los humanos. Ahora calla y no uses tu boca más que para besar.

Trató de llegarse a sus labios pero Lídice volvió a ofrecerle la mejilla.

-Pero es pecado.

-¿Lo es en realidad? ¿Ves algo en ese espejo? ¿Cómo puedes saber siquiera que esta sucediendo?

Aquel silogismo convenció a Lídice, quien ansiaba ser convencida.

-¡Sânge! - su voz tembló de deseo al ser apretados sus pechos por esas manos frías.

Y esta vez dejó que sus labios fueran capturados. La lengua de Sânge, tibia apenas, se introdujo entre ellos. Lídice, que no sabia besar, dejó que Sânge explorara su boca, acariciara su lengua. Sus pechos seguían siendo masajeados. La vampiresa separó los labios con un brillo rojizo en su mirada.

-Colabora ángel mío. - tomó sus manos y las puso sobre su generoso escote - Es mas placentero cuando se hace entre dos.

-¿Dejaré de ser doncella?

-No por el momento preciosa. Te necesito virgen, hasta que sane... tu sangre es mi cura.

Sânge lamió desde el hombro hasta la oreja, sintiendo el pulso de la vida bajo esa piel de seda.

Tranquilizada por este nueva razón Lídice apretó tímida los pechos de Sânge. La vampiresa la recompensó succionándole la oreja de un modo delicioso. Soltó sus manos, que permanecieron sobre sus orondas curvas y las hizo descender lentamente por su espalda, hasta el final de su cabello, justo ahí donde la espalda se curva hacia dentro. Ahí se detuvo para estrecharla mientras volvía a tomar sus labios.

Separó sus manos del cuerpo de Lídice para volver a posarlas directo sobre sus nalgas. La doncella movió su lengua contra la suya y dejó de apretar sus pechos para abrazarla por la espalda, apretando sus pechos con los propios, asomándose más carne, por el contacto, de los escotes de una y otra. Blanco y negro.

-Lídice...

Sânge le subió lentamente la falda, hasta las caderas. Iba desnuda debajo, pues lo había dispuesto así. Le sacó la prenda por la cabeza y ella, ruborizada, se cubrió los senos con las manos, dejando descubierto su mayor tesoro.

Sânge tomó su mano y la puso sobre el cordel que ceñía su corpiño. Lídice deshizo el moño y los pechos bajaron por su propio peso. Sintiendo dificultad para tragar los descubrió. Los tocó. Estaban tibios. Apretaba sus labios. No se atrevía a besarlos.

Sânge apretó su rostro entre sus pechos y la dejó ahí mientras se deshacía el moño que sujetaba su falda por detrás. Las capas de seda negra cayeron al suelo con tenue frufrú. Lídice dio un paso atrás para observar los esplendidos muslos de Sânge, esas piernas torneadas  y largas, esas caderas amplias... ese ombligo graciosillo... ese sexo depilado. Sânge se veía tan desnuda.  Ya solo estaba en mangas. Se las quitó, la vaporosa tela tardó eternidades en caer al suelo.

Y Sânge era tan hermosa. Sus pechos se irguieron cuando levantó los brazos para soltarse la trenza. Su cabello, en suaves ondas, caía hasta su cadera. Era bellísima.

-Ven. - Sânge la tomó de la mano y se dejo caer de espaldas sobre el lecho. Jaló a Lídice sobre ella. Su cuerpo estaba caliente; estrechó su cadera con sus piernas.

Estiró el cuello hacia atrás, apenas mirándola por entre sus largas pestañas. Sus labios entreabiertos brillaban de saliva. Lídice los besó. ¡Era exquisita! Acarició sus pechos, eran más grandes que manzanas, no los podía abarcar con sus manos. Un fugaz vistazo al espejo le mostro una imagen real, increíble. Tal vez si fuera más importante el contacto que la observación.

Como la pequeña virgen parecía dispuesta a seguir besándola toda la velada Sânge se dio la vuelta. Puso a Lídice debajo y metió un muslo entre los de ella. Busco la manera de ajustar el contacto y empezó a restregarse. La tenía entre sus brazos y sus pechos caían sobre los de ella, casi ocultándolos. La fricción pronto dio resultados.

-Sânge...

-Apriétate, muévete... así.

La vampiresa junto sus pechos con los de la doncella mientras seguía con su vaivén de caderas, menos violento que el de un hombre pero más rítmico. Los dedos de sus pies, de uñas lacadas en negro, se contraían y se estiraban debido al placer. Se dio cuenta de que Lídice procuraba no hacer ruido.

-Puedes gemir, si quieres.

-No quiero.

Aquello era demasiado vergonzoso. Sânge la besó. Atrapó su labio inferior y lo chupó y acarició con la lengua hasta que Lídice creyó que iba a enloquecer. Lagrimas de no sabia que humedecían sus ojos. Y las pupilas de Sânge eran por completo rojas.

Unos cuantos gemidos, ahogados, escapaban a la doncella. La vampiresa jadeaba sobre ella o apretaba los dientes, haciendo muecas con sus labios carnosos. Lídice se abrazó a ella en el momento de correrse. Sânge siguió frotándose contra ella, a pesar de que sentía que iba a prenderse en fuego. Estaba decidida a hacerle experimentar un clímax tras otro, como olas embravecidas en una tempestad.

Quería hacerla gozar al máximo de ser mujer.

Lídice terminó gimiendo sin tapujos debajo de ella, de manera gutural, como un animal herido que no dejaba de menear sus caderas. ¿Cómo era que no le dolían ya de tanto moverlas? Se sentía tan bien que no podía parar. Se dio cuenta de que de esa manera estaba sosiega: podría pasarse todo el día haciendo eso.

Estaba tan cansada pero no podía quedarse dormida. Se sentía mareada por el placer. Sânge se desplomó sobre ella, jadeando en su oído. Su cuerpo estaba casi caliente, cubierto de sudor; Lídice deslizó sus manos por su delicioso cuerpo, pero al tocar el flanco izquierdo sintió algo feo y Sânge gruñó. Retiró la mano espantada, y la vio embarrada de sangre.

La vampiresa, súbitamente repuesta le azotó la mano contra el lecho.

-No vayas a probarla. - la amenazó con voz fría - Jamás.

Sus ojos rojos eran duros. Lídice negó con la cabeza: se sintió regañada sin motivo. ¿Probarla? Quizá quería besar su herida, pero era un gesto de ternura. Sânge le limpió la mano con la sabana, y el costado, y rasgándola se aplicó una venda. Estaba harta de los pegajosos emplastos de telaraña del judío.

Se marcho llevándose la sabana manchada.

Justo antes de quedarse dormida Lídice se dio cuenta de que no había recibido ni una palabra de amor.

 

Continuara...

 

Notas finales:

Os dejo el enlace a una de las canciones que mas me han inspirado a la hora de escribir esta historia, y de donde tome los versos al inicio del capitulo, Ett norrkensdad, de Finntroll

link: http://www.youtube.com/watch?v=Nbjq8YQySZQ

No se preocupen si no entienden un carajo de lo que canta el bellisimo vocalista, porque es sueco ;), al igual que el titulo del capitulo.

Ya por ultimo les dejo mi twitter, por si gustan seguirme. Soy _Nezal_

Muchas gracias por leer!

Kiitos!


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