Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sânge por nezalxuchitl

[Reviews - 20]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Serenity is gone forever; gone are the days of forgiveness and grace.


(La calma se ha ido para siempre: lejos están los días de perdón y gracia. - Norther, To hell, fragmento)

9°  Tu lugar en el mundo.

 

Serenity is gone forever; gone are the days of forgiveness and grace.

(La calma se ha ido para siempre: lejos están los días de perdón y gracia. - Norther, To hell, fragmento)

 

 

Un día entre los días el judío se presentó a la hora del baño con una nueva esclava de cabello rojo.

-¿Dónde esta Nefer? - exigió saber Lídice.

Ella no desperdiciaba saludos con un judío.

El judío sonrió desagradablemente.

-Ya no la veras más. Esta se llama Tavastia y la señora te la regala para tu uso personal.

Ibrahim adelantó la mano que sostenía la cadena del cuello de la esclava, pero Lídice la miró con repugnancia. Ibrahim dejó la cadena y la llave sobre la mesa. Al sentir que tiraban para abajo Tavastia se arrodilló. Compadecida, Lídice jaló de ella para protegerla tras sus faldas.

-¿Tienes otra cosa que comunicarme?

-No.

-Retírate entonces, tu presencia me repugna.

Sin más remedio que apretar los dientes Ibrahim hizo una reverencia y salió. De inmediato, Lídice quitó la cadena del cuello de Tavastia, quien mantenía la vista baja, atemorizada. Lídice la tomó de las manos y buscó su mirada. Era bonita, pero lucia como un cervatillo en mitad de la caza.

-Ven, conmigo estarás bien. - Lídice la llevó a su cama y la sentó ahí.

Al notar donde la ponían la esclava se acostó y se abrió de piernas.

-No, no... - apenada, Lídice la sentó, tomándola firmemente de las manos - no hace falta eso. ¿De donde eres?

La esclava, otrora tan viva, se quedaba como un pescado en la canasta.

-¿Tavastia? - Lídice le hablaba con dulzura. La chica reaccionó a su nombre - Tavastia... - Lídice la abrazó contra su pecho, arrullándola.

Reconocía en ella los signos del maltrato, aunque nunca había visto un caso tan grave como el de la pobre muchacha. Incluso en los hijos de los más borrachos del pueblo había chispa, llama, algo que brillara en sus ojos. Pero los de esa muchacha eran fríos, fríos mas bellos, como un par de turmalinas.

Insegura de que la comprendiera Lídice le habló en voz baja, suave, acariciándole el pelo y el rostro. Tavastia se tranquilizaba al sonido del latín de las oraciones, con lo que Lídice la reconoció como cristiana. Sentía profunda pena por la pelirroja, tan joven como ella, o quizás mas. Al recoger sus cabellos en un rollito vio marcas en su espalda. ¡Marcas en la espalda de una cristiana, inflingidas por un judío! Porque había sido el judío, sin duda alguna. La rabia se abría paso en su pecho mientras consolaba a la esclava.

Unida en un tierno abrazo a esta Sânge la sorprendió.

-Veo que te ha gustado tu obsequio. - dijo algo dura, golpeada por un inesperado latigazo de celos.

Lídice la encaró ceñuda.

-¿Cómo puedes comerciar con una hija de Dios?

Sânge bufó.

-No jodas niña: el mismo Papa de Roma vende y compra esclavos.

-Pensé que tú eras diferente.

Tavastia se alteró al verla; Lídice lo notó.

-¿Qué le hiciste? - preguntó, abrazándola.

-Follármela. ¿Para que otra cosa se compra una esclava joven y bella? - Sânge optó por mostrarse descarada. ¡Era la domina! La descarada era esa chiquilla que no captaba su lugar en el mundo.

Lídice se quedo estupefacta. La incredulidad y los celos la asaltaban. ¡Follársela! Pobre Tavastia... ¡Y Sânge! ¿Cómo había sido tan tonta de pensar que la vampiresa le seria fiel? Aun así se sentía herida...

-¿Qué te pasa? - Sânge mondaba una manzana con su enorme puñal, disimulando su molestia con indiferencia.

-¿Dónde está Nefer? - preguntó Lídice, rogando que la respuesta no fuera la que ella esperaba.

Sânge dejó la manzana y centro su atención en ella.

-¿Nefer? - repitió, como si no hubiera oído bien.

-¿Dónde está?

"En la mesa de disecciones del judío, o enterrada, o donde diablos vayan a dar las sobras de la comida", pensó Sânge. Sacudió la cabeza.

-¿Quién te crees que eres para pedirme explicaciones? - le dijo, enfundando violenta su puñal - ¿He? - se acercó a ella.

Le irritó sobremanera que Tavastia ocultara el rostro en su pecho y Lídice irguiera el cuello. Arrancó a la esclava del regazo de su amante y la arrojó al suelo. Cerró los puños en el cuello del vestido de Lídice.

-¿Te hago un maldito regalo y en vez de agradecérmelo me juzgas? ¿Quién diablos crees que eres niña?

Lídice sostenía la mirada fúrica de Sânge, lo que la enfureció más. ¿Dónde estaba la docilidad, la mansedumbre femenina que tanto le gustaba? La abofeteó.

-Soy tu dueña, estúpida. La dueña de toda Moldavia. El día que me hartes sabrás donde esta Nefer.

Arrepentida de ver pintada su mano en la mejilla de Lídice la soltó. En cuanto dio el portazo oyó a Lídice llorar. Se quedo ahí, apretando los puños, recargada en la puerta.

-¿Hija? - Mircea se acercó con la vela en alto.

-¡Cuanta razón tenias, pater - gritó para que Lídice la oyera - en aconsejarme que no tomara amante de planta!

Y azotando su capa en el aire, desapareció por el oscuro pasillo. Mircea negó con la cabeza, resignado. Entró. Las dos mujeres se abrazaban y lloraban.

-¿Te pilló poniéndole los cuernos? - preguntó a Lídice.

Ofendida, esta negó. Mircea suspiró: lidiar con las mujeres era un coñazo, por eso él jamás tenia amante de planta. Con su pañuelo secó las lágrimas de la monjita.

-Debes complacerla, no darle problemas. Tu suerte depende de lo feliz que la hagas. - aconsejó - Hazlo por tu bien, porque si la haces sufrir o enojar yo me encargare de acabar contigo y no será agradable. - le dijo con perturbadora sonrisa.

Le agarró un pecho. La joven gritó y le dio un manazo. Mircea se rió: estaba bien, no era una casquivana, pero no entendía su lugar en el mundo. ¿Cómo si no se le ocurría golpear al padre de la domina?

Se paró.

-Recuerda: se un remanso de paz, un oasis de placer. - la miró desde el dintel de la puerta - O comenzare por violarte.

Llorando desconsolada Lídice se llegó a Tavastia.

 

***

 

-¡Mi hija!

Mater Benedicta se despertó en mitad de la noche, con la terrible certeza de que Lídice estaba sufriendo. Apretó su rosario.

-Hijita mía... - repitió.

Agregó aceite a la palmatoria que ardía frente al icono de la Virgen de los Dolores. Se hincó y rezó: ¡a saber los dolores que estaría pasando su hijita! Con gusto volvería a pasar por todos los dolores del tratamiento y la recuperación si con ello pudiera ahorrarle uno solo a Lídice.

Esos vampiri depravados, ¿Quién sabe que tormentos serian capaces de idear para martirizar a una pobre doncella? La habrían violado, de seguro, era el destino de toda mujer cautiva. ¡Su pobrecita Lídice, tan dulce! La certeza de que estaba viva no sabía si era buena o era mala.

Por las otras monjas, novicias o jóvenes capturadas de su congregación, ya había rezado el réquiem aeternam. Por Lídice no. Las hermanas creían que era cerrilismo de una vieja que se negaba a aceptar la realidad, pero ella sabía que no era así.

Su Lídice estaba viva, cautiva de los vampiri. ¡Solo quien tiene hijos sabe cuanto duele perderlos!

Rezó y rezó, pidiendo a la Virgen que le diera una respuesta. Pero el milagro no aconteció, a menos que la voz de la Virgen, la voz de Dios, fueran como decían los griegos cismáticos: un susurro en el corazón, una intuición íntima.

¿Era eso?

Benedicta tuvo que conformarse. Al congregarse las hermanas para maitines les comunicó su decisión de rescatar a Lídice del cautiverio.

Continuara...

 

Notas finales:

Gracias a todos mis lectores.

Link a la cancion: http://www.youtube.com/watch?v=IedZG4j8sfY

Proximo capitulo: Mirror of madness!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).