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Amado elfo por Shiochang

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Amado elfo
El corazón de Trowa

Era una noche bastante fría, así que los hombres habían encendido fogatas para calentarse y conversaban entre ellos manteniendo el oído alerta para que no los tomaran por sorpresa si sobrevenía el ataque de Oz. Muchos comían carne asada e incluso bromeaban entre ellos mientras esperaban que llegaran los encargados de la siguiente guardia.

"Dichoso tú, yo siempre grave.
Designio ineluctable es que ocurriera
No tuve yo la culpa, Dios lo sabe,
Que mi vida se atara a una quimera".

Trowa se paseaba por el bosque preocupado a la espera de la llegada de uno de sus espías mientras se preocupaba del pequeño elfo angelical, era tan dulce y se le veía tan triste mientras seguía a su hermano en pos de su amo. No podía odiar a Heero, era casi como un hermano para él, pero él tenía a aquel ser tan encantador bajo su hechizo... Negó con la cabeza, no podía enamorarse del pequeño elfo, estaba comprometido con lady Catherin y no podía traicionarla.

- No deberías preocuparte tanto por los elfos - le dijo Zech - ellos estarán a salvo tan pronto amanezca y recuperen su fuerza.

- Heero deberá casarse con uno de ellos y me preocupa cual de los dos escogerá - replicó con calma.

- Wufei señaló lo mismo - dijo pensativo - él está interesado en Dúo, pero creo que Heero no va a ser quien a la larga tome la decisión de con cual elfo se quedará.

- ¿Por qué lo dices, Zech?

- Es notoria la preferencia que tiene por el trenzado, pero tampoco le es indiferente el chico rubio, así que no va a tomar una decisión, uno de ellos va a tener que dejarlo.

- Ninguno de ello tomará semejante decisión, no después de todo lo que ha pasado entre ellos.

- Wufei espera que sea Dúo quien deje a Heero - señaló.

- Es más fácil que Quatre lo abandone que el trenzado - suspiró - pero dudo que lleguen a necesitar hacerlo.

- ¿A ti te gusta Quatre?

- Lamentablemente, sí, me gustaría poder cuidarlo, protegerlo, darle calor, abrazarlo, besarlo... Tú entiendes ¿verdad?

- Si, estás enamorado de él - sonrió con tristeza - pero creo que tienes más posibilidades que Wufei, él sólo está encaprichado con el elfo, tú lo quieres.

- Si Quatre llegase a quedar solo, yo me haré cargo de él, no me importa que antes haya sido de Heero.

- ¿Y lady Catherin?

- Ella tendrá que comprenderme y perdonarme - suspiró - al corazón nadie lo manda.

"¡Quimera del amor! En mi tristeza
por ti bendigo como ofrenda al llanto.
Tu imagen, más que un culto a tu belleza,
siempre ha sido en mi vida un sueño santo".

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Amanecía nuevamente y Dúo descansaba en la cabecera de su joven amo velando su sueño y el de su hermano. Quatre se había acostado a un costado del amo pero no se le había acercado y a él le pareció sospechosa su actitud ¿Qué pensaba su mellizo? Podía sentir su profundo dolor y su tristeza, pero ¿a qué se debía? El amo pronto se podría bien, tendría fuerzas para enfrentar lo que fuera y los volvería a amar, de eso estaba seguro. Se apartó un momento de la cabecera y apartó la cortina para que la luz del sol entrara a raudales en la alcoba.

"Alba. Las aves con trinar sonoro
llenan de arpegios dulces el ambiente;
y, extenuando su luz, lánguidamente
el cielo apaga su estrellado coro".

- Amanece,
traiga la luz de un nuevo día,
paz, calma y alegría
restaurando todo a su paso,
yo descanse en su regazo
y mi amo despierte - conjuró Dúo apoyando su mano en el pecho de Heero quien abrió los ojos y lo jaló contra su pecho para besarlo en los labios - amo.

- Que bueno que están de regreso conmigo - susurró apenas con voz ronca mientras lo abrazaba - ¿No les pasó nada?

- Nada, amo, hizo el intento, pero no pudo - se acomodó en su hombro - pero parece que sí logró deprimir a Quatre.

- Mi pobre ángel - lo atrajo con cuidado hacia su costado evitando despertarlo - es mejor que descanses también, Dúo, mi magia comienza a regresar a mí, pero el conjuro aún no termina su trabajo.

- ¿Qué fue lo que dijo en su conjuro, amo?

- Descansa, más tarde te lo diré - lo besó en la frente y se durmieron plácidamente.

"Por ti surgió mi ensoñación, aquella
fe con que el vate sus virtudes canta.
Porque tú existes la existencia es bella.
Porque tú rezas la oración es santa".

Trowa miraba su habitación silenciosa, había tenido un sueño extraño lleno de la existencia de su pequeño amado, pasando por el erotismo y dejando extrañas sensaciones en su cuerpo. Quatre, ese sueño había sido demasiado vívido y se sonrojaba al pensar que era algo que quería realmente pasase entre ellos, que quería que le perteneciera por entero, aunque no fuera el primero, sí quería ser el último que tocara su piel y amara su cuerpo.

"Se difunden las luces opalinas que quiebra
la lámpara en el mármol que empavesa la estancia.
¡Qué mareo tan dulce! Mi cerebro se afiebra
y está el aire impregnado de enervante fragancia".

Cerró los ojos, aún podía sentir aquellas manos recorriendo su pecho afiebrado buscando el punto exacto en que gritaría de placer, sus labios bajando por su cuello trazando leves senderos húmedos de besos hasta llegar primero a una tetilla para succionarla hasta dejarla totalmente roja y erecta para luego viajar hacia la otra y repetir la misma operación, luego continuaría hacia abajo mientras sus dedos se adueñaban de su sexo humedecido dando nuevos besos y suaves mordidas a su estómago tenso, hundiría levemente la lengua en la cavidad de su ombligo hasta finalmente tomar entre sus dulces labios aquella parte tan sensible de su cuerpo.

"Desbordado en las venas, a manera de vaso,
Hierve la sangre cálida, rebosante de savia.
Incrustaciones áureas, cortinajes de raso.
Y arde en los pebeteros el perfume de Arabia".

Luego de terminar allí, sería su turno de tomar el cuerpo del delicioso ángel rubio, lo recorrería entero, tal como él lo había hecho, pero llegaría más lejos. Separaría sus piernas, con sumo cuidado introduciría primero un dedo para dilatarlo mientras sus labios acariciaban su sexo, lo mantendría excitado al máximo mientras introducía un segundo y un tercero para así dilatarlo lo suficiente para la penetración, que no sería dolorosa, sino muy placentera.

"Melodizan el ritmo de tu cuerpo de nieve
las líneas más sutiles, en un conjunto bello
de curvas; y tu sangre febril enciende un leve
carmín en los contornos de cisne de tu cuello".

Y en el vaivén del placer, se proclamarían su amor, un amor tan fuerte que ni la muerte podría romperlo, ni nadie podría separarlo.

Pero era un sueño erótico que tenía con aquel elfo angelical, ni siquiera debía atreverse a soñar esas cosas con él, pero en sueños no tenía control sobre lo que sentía y su alma se escapaba hacia confines que jamás le pertenecerían.

"En el sendero de mi vida triste
deja tu afecto que mi ilusión ha escrito.
Sólo por ti mi idealidad persiste.
¡Bendito tú, mi bien! ¡Siempre bendito!"

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Zech mandaba la ronda de guardias por la mañana en espera que apareciera el Duque Wufei a reemplazarlo con hombres descansados. Estaba aburrido, pero no había nada que hacer más que esperar el ataque, aunque los espías decían que Traize esperaba noticias de Reelena antes de actuar, se suponía que ella le indicaría si la magia de Heero ya no existía.

- ¡Joven Miliardo! - gritaba mientras corría hacia él un centinela - ¡la primera línea de defensa ha sido atacada por Oz!

- ¡Hagan sonar las campanas, que todos los hombres se pongan en pie de guerra! - ordenó - ¡Vayan a buscar al príncipe Trowa y al Duque Wufei de inmediato!

- ¡A sus órdenes, Su Alteza! - corrió otro de los guardias y el castillo se llenó de bullicio y repicar de campanas

A los pocos minutos se apareció a las puertas del castillo la primera defensa organizada y al mando del Duque Wufei, sus hombres iban montados a caballo y esperaban que se les uniera la infantería que se alistaba junto a ellos.

- ¿Qué ha pasado? - apareció Trowa que apanas había dormido algunas horas y con sus sueños febriles casi ni había descansado y se veía pálido y ojeroso.

- Oz ha comenzado el ataque - le informó Wufei sobre su caballo - te ves pálido, amigo ¿estás bien?

- No descanse pese a que dormí bastante - admitió.

- ¿Le hago un conjuro de sanación? - le dijo Quatre a sus espaldas y Trowa se volvió sobresaltado.

- ¿Cómo sigue Heero? - le pregunto tratando de evitar que viera su sonrojo, él había sido la causa que no pudiera descansar, pero jamás se lo diría.

- Dúo está tratando de convencerlo que no salga de la cama, que debe dejar que el conjuro de sanación haga su trabajo y luego podrá asumir el mando de todo, pero me temo que es un poco testarudo - sonrió con tristeza - pero mi hermano es igual de porfiado, vamos a ver quien gana.

- No me extraña de mi primo - dijo Trowa divertido - pero ¿y tú no deberías estar con él acaso? - lo miró extrañado, Quatre estaba muy apegado a Heero y de allí que se sintiera sin esperanzas de poder conquistarlo.

- Dúo me dijo que uno de los lugartenientes del amo podía morir en batalla porque estaba demasiado cansado para luchar, así que vine a sanarlo un poco, al menos de alguna ayuda que le sirva al amo - le respondió.

- Está bien, aplícame tu famoso conjuro.

- Aclara,
traiga la luz del día
paz, calma y alegría,
sanando todo a su paso,
descansando en su regazo,
curando las penas del alma.

Trowa sintió como un dulce calorcito viajaba por su espalda desde aquel lugar donde Quatre lo tocaba dejando a su paso una sensación de paz y tranquilidad que no sentía desde hace mucho, cualquier dolor que pudiese haber sentido hasta aquel momento y todo cansancio comenzaban a evaporarse mientras una suave luz dorada lo cubría.

- Que bien me siento - le sonrió y Quatre se sonrojó complacido - es hora de tomar posiciones - se volvió hacia otro de los Jinetes - ¿Zech, tú vas en la avanzada?

- ¡Cómo siempre!

- La princesa Noin está muy preocupada, pero confía en que regresará sano y salvo - le dijo Quatre.

- Dile que regresaré a ella.

- Duque Wufei, hay una dama muy preocupada por su bienestar, trate de regresar con bien.

- Más me gustaría que tu hermano se angustiara por mí - murmuró.

- Dúo ya le entregó completa e irreversiblemente en corazón al amo Heero, es más probable que yo busque a alguien más que él lo deje - le replicó con tristeza - Sr. Trowa, regrese con bien ¿sí? Me dolería mucho que después del conjuro que le hice para sanarlo lo hirieran.

- No te preocupes por mí, pequeño ángel, volveré - le sonrió "volveré para así ganarme tu cariño", agregó para sí.

Quatre miró a los hombres alejarse, ellos iban confiados, pero dejaban un mar de preocupaciones en el castillo, madres, mujeres e hijos rezaban por su regreso. Se dio media vuelta y subió a la habitación de su amo donde Dúo había tenido que hacer uso de su fuerza y de su magia para retenerlo allí.

- Amo, el príncipe Miliardo va en las avanzadas y el Sr. Trowa ha quedado al mando de las líneas de defensa del castillo.

- Yo debería estar allí.

- Amo, sea razonable - le dijo Dúo que casi estaba sentado sobre él para evitar que se levantara - si usted va allá, lo matarán, pese a mi conjuro está todavía muy débil y si su conjuro de amenaza todavía es efectivo, es más vulnerable.

- Amo, sólo queremos protegerlo - lo secundó Quatre - por favor.

- Está bien, me quedo, pero suéltame, Dúo, yo debo aparecer entre los que quedan de reserva para que vean que no estoy huyendo de la batalla.

- Amo, no vaya hacer alguna locura, yo me muero si a usted le llegara a pasar algo malo - afirmó Dúo ayudándolo a vestirse.

- No te angusties, Dúo - lo besó suavemente en los labios - no los dejaré.

Quatre se volteó hacia otro lado, no quería ver al amo consolando a su hermano, dolía, dolía demasiado saber que inconscientemente el amo ya había decidido a quien amaba. Su decisión debía ser tomada, pero esperaría primero los resultados de la batalla contra Oz.

- Esta no es la primera vez que Traize trata de atacarme creyendo que estoy demasiado débil para defenderme - dijo Heero apoyándose en los hombros de Dúo y de Quatre pues no podía sostenerse por sus propios medios - pero espero que sea la última vez que tengamos que luchar contra ellos.

- Ellos no perderán, amo - afirmó Dúo sonriendo con seguridad - pero va a tener que matar a Traize si quiere que esta tonta guerra se termine para siempre.

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En un terreno plano como un tablero, la caballería de Oz y la aliada se encontraron frente a frente, Zech estaba al frente de su regimiento de Coraceros y los Dragones de Noin, Wufei comandaba a los Húsares de Yui y Trowa, en la retaguardia, con sus Granaderos custodiando las líneas de infantería.

Traize ordenó el avance de sus hombres desplegados en guerrilla, se abrieron en abanico, al galope, tratando de encerrar entre dos líneas tratando de aplastarlos entre dos frentes. Pero Wufei adivinó sus evoluciones y lanzó a los Húsares sobre un costado de la línea izquierda para liberar el paso de los Dragones.

- ¡Elevar el sable! - fue el grito de orden de Zech y sus hombres se prepararon para el terrible choque de sablazos que sobrevendría.

Al galope tendido, inclinados sobre el cuello de sus cabalgaduras, con sus largos sables afilados agachados hacia el suelo, los jinetes de Zech avanzaron como una tromba, haciendo temblar el suelo.

Los escuadrones enemigos parecieron vacilar unos segundos, pero pronto el grito de "a la carga" les llegó y las dos masas de jinetes y corceles corrieron a encontrarse frente a frente.

Trowa vigilaba expectante los movimientos de las tropas enemigas que se habían ensalzado en una cruenta lucha cuerpo a cuerpo con los soldados al mando de Zech que había teñido su espada en sangre manchando a su vez sus ropas y su caballo.

Del otro lado del campo de batalla, Wufei peleaba con la misma ferocidad pasando a galope tendido y sable en mano entre los enemigos, partiendo a unos, dejando a otros sin cabeza, pero cuidando siempre de no dañar a los animales, haciendo que estos huyeran del campo de batalla rumbo al valle sin sus fallecidos jinetes. Los sables subían, relampagueantes, a un mismo tiempo, y junto con el fragor de los caballos al estrellarse, silbaron las cuchillas, segando cabezas, abriendo cuerpos desde el hombro a la barriga.

- ¡Para combate individual... Dispersarse! - atronó Wufei haciendo mandobles y sus hombres se arremolinaron a su alrededor haciendo girar sus sables sobre las cabezas.

Oz no conseguía avanzar como había planeado Traize, en realidad no había contado con que el príncipe Miliardo Piscraft se uniera a los hombres del reino Yui, aunque si se había esperado la defensa de parte de Barton, después de todo eran primos, casi hermanos y la ayuda del Duque Wufei. Y también había hombres de otro reino ¿Del reino de la princesa Noin? Era la novia y pronto esposa de Piscraft, así que era posible. Pero no podía ordenar la retirada aquello sería humillante.

La caballería de Oz no era capaz de resistir semejante ataque. Como se quiebra una caña, sus líneas se rompieron y muchos jinetes cayeron arrollados, los que no eran sableados en el aire en el momento en que sus caballos los tumbaban, eran aplastados por los cascos de los potros de los Húsares de Yui o los Dragones de Noin que avanzaban sobre ellos.

- Calma, Traize - le sonrió Reelena - haz que tus hombres retrocedan un poco para que no les caiga la maldición que voy a echarles a estos tontos.

- ¡Orden de replegarse! - gritó al tambor de ordenes y de inmediato se escuchó el sonido por el campo de batalla.

Después de los primeros momentos, en que todo fue estruendo, gritos, entrechocar de aceros, relinchos de animales heridos, sangre que saltaba a chorros a cada sablazo, la caballería de Oz se partió en dos y comenzó a retroceder oyendo la orden de replegarse.

Del otro lado Los hombres comenzaron a perseguirlos, no querían que se escapasen con vida y luego regresasen reorganizados al ataque, pero Zech sospechó que había gato encerrado en el repliegue de las fuerzas de Oz y contuvo el avance de las tropas a su mando señalando a Wufei que contuviera a las suyas.

- Mi hermano es muy astuto - sonrió Reelena - pero así es mejor, no dañará a los hombres de Traize - se rió y lanzó su primera maldición, pero esta no surtía el efecto esperado, así que avanzó un poco más para poner una segunda maldición sobre los hombres que se protegían entre los árboles del bosque que marcaba la frontera del reino de Oz con el reino Yui, sin embargo, acababa de cometer un terrible error, se había adentrado en las tierras mágicas de Yui y se había puesto al alcance de su magia...

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Continuará...

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Bien, ahora si que se nota por donde va la historia. Va para quienes me preguntaron que iba a pasar cuando apareció Trowa.
Dedicado a Uru Yuy ¡Espero que te haya gustado, amiga!
Shio Chang.
Los versos son de Enrique Vergara Betancourt (dudo que lo conozcan pero no puedo decir que son míos, eso sería un robo) y pertenecen a Luces del alba en sombras de ocaso. Y las evoluciones de caballería pertenecen a la gloriosa caballería Chilena en la batalla de Pampa Germanía (Me basé en ella porque no se me ocurrió un enfrentamiento mejor, y son del Adiós al Séptimo de línea de Jorge Inostrosa, lo siento)
A Ver si adivinan quien habla, miren que el hablante lírico no es el mismo en todas partes.

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