Mil conjeturas se hizo en joven enamorado, pero de ella, hubo una que le pareció la mas acertada.
Ya desesperado y un poco frustrado que sus planes nunca funcionaran, estaba en el borde de la desesperación cuando mientras caminaba resignado de la casa de su amado, a la suya, se topo con un callejón, un poco angosto, en el cual se introdujo, y en el tercer escalo se sentó.
Empezó a llover, por lo que a su cabeza cayeron algunas de las primeras gotas cayeron a su cabello, volteo a al cielo, no había nada mas deprimente que un plan frustrado, y la lluvia solo lo desaminaba mas.
En su atmosfera emotiva, se levanto con la mirada fija en la casa de enfrente. Repegó su cuerpo a la pared de Naruto y estiro su brazo, logrando tocar la pared frontera. Sonrió victorioso.
Una ventana de la casa de Naruto daba hacia un angosto callejón, tan estrecho que era posible, asomado a la ventana, tocar con la mano la pared de enfrente.
Salió disparado así su actual residencia, donde empezó a idear como adquirir esa propiedad. Si la lograba tener, los problemas con Naruto y su padre, habrían terminado.
Sabia que comprar esa casa, no seria tan sencillo como parece, tendría que pagar una fortuna pero no importaría, nada le importaba si podría tener así de cerca a su rubio amado.
Si lograba entrara la casa frontera, podría hablar con su amada y, entre los dos encontrar una solución a su problema.
Pregunto quien era el dueño de aquella casa y la adquirió a precio de oro.
Al final, encontró al dueño de la propiedad que tanto anhelaba. Un viejo banquero de España, de nombre Orochimaru* tras comunicarse con él, y negociar unas horas, obtuvo la casa pagando su peso en oro. Valía la pena si el premio era la sonrisa de Naruto.
Una vez en su nueva casa, lo primero que hizo fue ir a ver, por su ventana, a la persona de sus sueños. Y ahí la encontró, era de noche, así que lo más probable era que estuviera durmiendo.
Al parecer así era, pues su amigo y fiel acompañante, Kiba, lo estaba arropando con una manta. El rubio descansaba en el escritorio, al parecer se quedo dormido mientras leía o escribía algo. Agudizando la vista, el azabache logró ver un poco.
“Naruto amor, no demorare tanto. Pronto estaremos juntos de nuevo. Lo prometo. Sasuke Uchiha.”
Después de leer, suspiró, por fin, después de varios intentos logaría estar junto a él. Pero no era el momento de hacerlo, podía ser ruidoso y despertar a su padre, eso no seria bueno. Por lo que cerrando su ventana con unas degastadas cortinas, corto la vista a hacia su novio y se fue a descansar.
La noche trascurrió lo más rápido posible, Sasuke se levanto con ánimos. Hoy seria el día de verlo sonreír. Después de bañarse y arreglarse lo mejor que pudo salió por su balcón. Mala noticia, las ventanas de la casa contraria estaban cerradas.
Aún así no se desanimo, eso solo indicaba que la vida de Naruto era normal y que s padre no había sido tan estricto como parcia. Espero y espero, habían pasado por lo menos unas dos horas, y seguía esperando por el balcón.
Hasta que se lograron ver las suaves y delicadas manos de Naruto que atravesaban los cortinales blancos y tersos, para después abrirlas. Aun sin ver la figura de enfrente de su casa, Naruto acomodaba las cortinas hasta que una voz totalmente conocida se escucho delante suyo.
-te lo prometí amor, ya estoy aquí.-escucho, para después dirigir su mirada al balcón de enfrente, y ahí estaba, Sasuke mirándolo delicadamente. Llegando al punto de que sus ojos azules se empezaron a cristalizar.
-Bakka.-dijo mientras corría al fondo de su balcón, y poder estar lo más cerca de su amado. Sus ojos no podían parar de llorar. Eran tantas las emociones que en su mente y cuerpo había que no sabia como sentirse.
Hay que imaginar cual fue la sorpresa de Naruto cuando asomada a u balcón se encontró a tan corta distancia con el hombre de sus sueños.
-Naruto, perdóname por tardar tanto.- trato de tomar con sus manos las de Naruto. El cual las estiro, y unas vez en contacto sus ojos permitían salir algunas lagrimas.
-Sasuke…me haces falta.- trato de decir, mientras se estiraba un poco mas, alcanzando con sus yemas las mejillas de Azabache y así poder sacer algunas lagrimas que corrían por su cara.
-amor, yo no eh estado mejor que tu. Pero ahora podemos estar juntos, seremos felices.- le consoló, haciendo que ambos guardaran silencio, pero en ese silencio no hacia falta las palabras, ya no hacia falta nada.
Ambos e sentían completos, no querían separase de nuevo.