Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dones por maxi anime

[Reviews - 48]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos los lectores, gracias por tantos rewievs animando XD, este cap se los dedico a todos, esta semana respondo todo coment que no allá respondido  a la fecha.

Decidí subirlo antes por un resfrió que tengo y me obliga a estar en cama, tendría que subirlo mañana, pero no me aguante XD.

Espero que les guste porque lo escribí con mucho entusiasmo.

Caía una fuerte lluvia aquella tarde en el santuario, al punto que no se podía ver más allá de lo que las escaleras alcanzaban a ver, quizás unos cuatro o cinco escalones bajo los pies,  y el cielo pareciera llorar, aunque cada tantos segundos un rayo iluminaba todo el paisaje con un tono que podría decirse aterrador.

El pequeño, oculto tras un pilar miro el cielo, tenía miedo, pero quería ver a sus amigos o bajar hasta la casa donde su padre de cabellos rubios se encontraba custodiando. Pero la fuerte lluvia y un no rotundo, serio y decidido le hizo quedarse en aquella casa, tristemente. Con otro relámpago que ilumino el cielo se asustó y corrió dentro del templo, pero no a buscar resguardo, su padre de rubios cabellos se lo había dicho, un caballerito no tenía que tener miedo a nada, mucho menos a la luz que Zeus mandaba aquellas noches de lluvia para que él no se asustara de la oscuridad. Entro a la habitación de sus padres, esperando encontrar aunque sea al que custodiara la casa y acurrucarse en sus brazos para que lo abraces y le quitara el temor, pero no lo encontró. Iba a seguir buscándolo cuando vio abierto aquel cajón que sus padres le prohibían abrir, nunca supo porque, pero lo encontró abierto y la curiosidad pudo más, por lo que fue a ver que había en aquel cajón que cerraban con llave que sus padres no querían que viera.

Dentro del cajón con cerradura había solo un aparato, un deletreador, él tenía uno parecido con forma de pingüino en su cuarto, pero este estaba viejo y desgastado, las teclas tenían puntos y la pantalla estaba rota.  No entendía porque ese juguete estaba allí guardado y más aún porque sus padres le impedían verlo,  pero en el sentía un cosmos cálido y apacible que lo invitaba a abrazar al pequeño aparato. Lo tomo firmemente entre sus manos y corrió en busca de su progenitor, el cual se encontraba en la sala leyendo un libro, sentado en un sillón individual y con una cobija de copos de nieve que le cubría la totalidad de sus pies.

-Papi, ¿Tienes frio?- pregunto sentándose en su regazo.

-Ya no- exclamo sonriendo mientras lo cubría con el cobertor- ¿Tienes frio?

-No-respondió mirándolo y luego dejo notar el pequeño aparato- Papi ¿Por qué esconden este juguete?

-Oh, no queríamos que vieras ese juguete, no me trae lindos recuerdos- exclamo mirando con nostalgia aquel aparato que tanto tiempo lo acompaño- veras hijo, hace mucho tiempo, mucho antes que tu nacieras, yo no podía ver ni hablar.

-¿Por qué?- pregunto abrazándolo- ¿estabas enfermo?

-No, al luchar por la justicia, el amor y por Athena, fui participe de una cruel batalla, en la que perdí todos mis sentidos salvo mis oídos, y cuando Athena, por su gracia divina me hizo regresar, no podía ver ni hablar y el deletreador, que fue un regalo de Hyoga, me ayudo a poder hablar con otros.

-¿Y porque lo escondes?- pregunto curioso.

-Cuando puede volver a hablar, el deletreador ya no lo necesite y al tener mi vista, mucho menos, así que lo guarde en un cajón bajo llave, para dejar en el olvido todo ese tiempo en el que estuve muy triste por no poder hablar ni poder ver- explico abrazándolo.

-Papi, perdóname por sacarlo de su lugar, es que vi el cajón que me prohíben abrir, estaba abierto y quería saber que juguete guardaban allí.

-No te preocupes, Henry, en parte es culpa de papi Milo, tú también tienes ese bichito de curiosidad que viene de él y hasta que ese bichito no encuentra lo que quiere saber, no te deja en paz- explico sonriendo- ¿Quieres que te lea algo?

-Si- sonrió emocionado- cuento, cuento.

Henry era el pequeño de tres años que siempre estaba en la onceava casa, no porque quisiera, sino por orden de sus padres. Sus cabellos eran largos y de color rojizo, como los del santo de Acuario y sus ojos, según todos lo que lo veían, eran los ojos de Milo. El pequeño gustaba siempre de que le leyeran un cuento o descubrir cosas nuevas, por su gran curiosidad supo muchas cosas, como por ejemplo lo que sus padres ocultaban en el ático de la casa, aunque no entendía porque los adornos de navidad debían ir allí. Su cuarto tenía las constelaciones de Acuario y Escorpio pintadas y el ya conocía cada estrella, podía reconocerlas con tan solo mirar el cielo en las noches,  y se sabía de memoria las leyendas de cómo habían nacido las constelaciones.

Henry también era un niño muy inteligente que comprendía muchas cosas que para su edad muchos no entendían, a muchos niños cuando sus padres se iban a trabajar sus padres le decían que iban al doctor o algo por el estilo, de esta manera el pequeño no querría acompañarlo, pero a él siempre se le hablo con la verdad.  Él sabía que el trabajo de sus padres era custodiar dos de las doce casas del santuario, como muchos de sus tíos,  pero no comprendía porque su padre Milo debía bajar todas las mañanas al templo del escorpión celeste y volver, siempre hacia el mismo camino, a veces cien veces al día, pero lo hacía sin rezongar ni criticar, la última vez que hacia el camino de subida era siempre a la noche para poder dormir al lado de su familia y eso a él no le gustaba, porque días de lluvia como ese Henry  temía que su padre subiendo las escaleras se lastimara.

-Que tibio está aquí- interrumpió la lectura el de escorpio abrazando al francés y al pequeño.

-Papito, volviste- dijo sonriente el de tres años y se levantó para abrazarlo.

Milo aún tenía su armadura puesta, la capa que ondeaba a pesar de no haber viento y la tiara sobre su cabeza, la cual Henry se la quitó cuando lo levanto en sus brazos para ponérsela.

-Vine tan rápido como pude, con esta lluvia temí no llegar a acostarte Henry- se excusó sonriendo y luego beso dulcemente los labios de su amado francés.

-Tu armadura es muy brillante papi- exclamo el menor- brilla como el sol.

-Bueno, en el cielo, el sol ilumina cada constelación- explico el galo- y la luz del sol que llega a las constelaciones baña a nuestras armaduras, por eso brillan como el sol.

-Papi ¿Por qué tienes que cuidar la casa de escorpio?- pregunto otra vez el menor, ya era como la vez número cien que hacia la misma pregunta.

-Bueno, pequeño rey, príncipe de mis ojos, el deber de papá Milo impedir que alguien muy malo llegue ante Athena para lastimarla, por ello, yo debo impedir el paso a toda la gente mala, nadie malo debe pasar sin mi permiso.

-Pero dejas pasar el tío Death Mask.

-Porque el tío es bueno, es algo diferente, pero es una buena persona que jamás te lastimaría a ti o a Athena,  y como te he dicho, mi deber es cuidar el octavo templo, soy la octava barrera, así como papi Camus la onceava.

-Pero nadie sale de la primera, no entiendo porque no te quedas conmigo para jugar.

-No puedo hijo, tengo un deber que cumplir- exclamo abrazándolo-ahora mi príncipe, vamos a dormir, que llegue  a recostarte y no me voy a ir a dormir hasta que cierres esos hermosos orbes y vallas al país de los sueños.

-Pero no tengo sueño- rezongo y luego bostezo- no tengo sueño papito.

Milo sonrió y llevo al pequeño a su habitación, la cual estaba tal cual había sido preparada por el santo de los hielos y el mismo escorpio. Camus le siguió y saco del armario una pequeña mantita de color blanca con copos de nieve estampados de distintos colores.  Milo recostó al pequeño en la cama, le dio su pequeño osito con forma de oso polar para que abrazara, mientras Camus lo acobijo con la frazada. Acariciando el rostro del pequeño y peinando sus cabellos, se quedaron hasta que el pequeño cerró sus ojos finalmente, cansado por todo un día de juegos y que seguramente el día siguiente sería peor.

La pareja camino a su cuarto, Milo se encerró en el baño y Camus preparo la cama para dormir, al poco tiempo salió el santo de escorpio con su pijama de color rojo carmín y abrazo al santo de acuario por la espalda. El pelirrojo sonrió, se dio vuelta y lo abrazo, no solo correspondía el abrazo, tenía que aprovecharlo al máximo, eran esos momentos que no se repetían muy a menudo.

-Por Athena, nada me hace más bien que sentirte entre mis brazos.

-Milo, comienzo a preocuparte por ti, estas bajo mucha  presión, ¿no quieres que yo también baje a escorpio a verte en vez de venir tu a aquí diez veces al día?

-No puedes bajar con Demian en brazos, el templo de escorpio es peligroso para un bebé de su edad jate con tanta libertad como lo hace aquí, es mejor que se quede donde este seguro -Milo miro la pequeña cuna que descansaba a un lado de la cama, era la cuna de su hijo más chico, el pequeño Demian de diez meses de vida.

Demian había nacido de improvisto, nadie pensaría que Camus y Milo tendrían otro hijo, pero los dioses dijeron otra cosa. Nació con  cabellos de un rubio brillante y sus ojos eran los ojos de Camus, aquel color único que lo destacaba. El pequeño estaba en la etapa donde dormía gran parte del día, según sus padres era un ángel, porque casi no se lo escuchaba durante el día, según algunos casi no lloraba, pero sus padres sabían que su llanto era capaz de escucharse hasta la entrada del templo de Acuario.

-Insisto, yo también podría bajar para que no hagas tantos esfuerzos- le interrumpió besándolo.

-Buenas noches copero.

Tal como Milo imagino antes de que su primogénito naciera, en medio de la noche, mientras sus padres dormían, el pequeño de cabellos rojizos se escabullo para dormir con ellos y no fue el único, el pequeño Demian también se despertó llamando a sus padres, Camus se levantó para ponerlo en medio de los tres  y la cama de dos integrantes término teniendo cuatro.

Aun con las estrellas en el horizonte y no pasaban de los cinco de la mañana, Milo se levantó para comenzar su rutina diaria, aún seguía preparando el desayuno para todos los integrantes de la casa, Camus ayudaba a preparar al pequeño que iba a la guardería y se encargaba también de atender Demian. Se dio un rápido baño al levantarse y fue a la cocina a preparar los desayunos, dos mamaderas y tres tazas de café. Tan pronto como la mesa estuvo puesta,  los residentes de la onceava casa entraron a desayunar y entre bostezos el santo de escorpio les daba los buenos días a todos.

-Hola pequeño escorpión- tomo Milo a Demian en brazos, el cual estaba en refugiado en Camus con los ojos abiertos de par en par, mientras el santo de Acuario se sentó  a desayunar- Hueles rico, papi Camus te puso perfume de bebé, que niño más guapo tengo aquí.

-Buenos días-interrumpió Hyoga y se sentó a desayunar- Buenos días enano.

-No soy enano, soy el más alto entre mis amigos- exclamo Henry sonriendo- mm Hyoga ¿alguna vez alguien llego hasta la onceava casa?- pregunto intrigado.

-Suelen subir soldados, otros santos dorados- respondió sin entender a donde iba la pregunta.

-¿Y gente mala?

-Los espectros llegaron hasta virgo...- recapacito.

-Pero no a escorpio.

-Esa vez el santo de Escorpio bajo a Virgo- respondió mirando a Milo jugar con el pequeño Demian.

-¿Y rebeldes?

-Él fue un rebelde que llego hasta la sala del patriarca- respondió Milo.

-Sí, Hyoga fue rebelde ¿Por qué paso por tu casa papi? ¿Por qué lo dejaste pasar?- se cruzó de brazos el pequeño

-Porque vi su valentía, su determinación por una causa justa y papi Camus quería terminar de adoctrinarlo y por respeto lo deje pasar.

-¿Por qué preguntas Henry?- pregunto intrigado el ruso.

-Porque nunca nadie malo pasa de la casa del Tío Mu, papi puede quedarse a jugar conmigo- reclamo.

-No siempre fue a si- replico Camus mirando desolado- una vez paso…

-Henry, ve a cambiarte, no puedes estar todo el día de pijama, Hyoga ayudarlo si puedes- exclamo serio el santo de escorpio.

Henry obedeció y Hyoga salió tras él, ante sus ojos esas miradas y tonos en las voces de ambos santos eran un pedido a él para que se retirara, que tenían que hablar a solas. Milo se acercó al pelirrojo y lo miro seriamente.

-Camus, no eres un cobarde, no eres una deshonra, y lo más importante,  no eres un traidor- dijo mirándolo seriamente- mírame a los ojos,  eres el santo más valiente, fuerte, inteligente y más hermoso que existe, juntos, a pesar de todas las pruebas que nos ha puesto la vida, formamos una hermosa familia, con dos hijos maravillosos, lo que Hades hizo se lo preguntare de aquí a cincuenta o sesenta años, cuando de la manos vallamos  a verlo para que juzgue nuestras vidas, pero hasta que ese día llegue, ten en mente una cosa.

-¿Qué?- pregunto levantando la mirada.

-Te amo- respondió besándolo- nada ni nadie cambiara eso.

-Lo sé, lo sé- exclamo abrazándolo- discúlpame, discúlpame por volver a dudar…

-No, es mi culpa, esta mañana no te dije lo mucho que te quiero y eso te hizo dudar de nuevo, es deber mío impedirte eso,  Demian sabe que es culpa mía, ¿verdad  hijo?- pregunto mirando al pequeño de diez meses que miraba sin entender.

Los dos santos dorados se fundieron en un abrazo, en medio de ellos el menor sonrió y abrazo al santo de Acuario, le gustaba sentir los abrazos de sus padres y él siempre estaba en medio, era una de las ventajas de ser el hijo más chico y siempre estaba en los brazos protectores de uno de sus padres.

De vez en cuando lo santos dorados iban al viejo coliseo, no para entrenar o adoctrinar a sus hijos, sino para que estos jugaran alegremente, sin tener las restricciones de los doce templos. Después de la hora de la siesta, que los pequeños se despertaban felices. El coliseo se llenaba de vida cuando los pequeños aparecían corriendo, jugando y llamando a sus padres para jugar con ellos y eso era lo que se veía. Death Mask de cáncer tenía sobre sus hombros, Aioros y Aioria tenían también a sus hijos en sus hombros, pero estos estaban peleando entre sí con espadas de madera, los gemelo s Aspros y Deuteros jugaban al distraído con sus padres y Henry jugaba con Milo alegremente. En las gradas, aquellos que tenían a sus hijos más pequeños, Camus y Afrodita tenían de la mano a sus hijos para ayudarlos a estar parados, Shaka meditaba con su pequeño de cabellos castaños, el cual dormía apaciblemente y Shura jugaba con su hijo pequeño agitando una sonaja.

-Papi, papi, ven a jugar conmigo- insistió Henry a Camus.

-Ahora no, hijo, mira, Demian va a dar sus primeros pasos- exclamo sonriendo- anda, hijo, sin miedo.

-Cyro es mayor que Demian, te aseguro que tu hijo no caminara aun, es más, se sentara para gatear- bromeo Afrodita con su hijo de cabellos negros, el cual quería gatear libremente y comenzó a dar patadas para que lo soltaran, pero lo que consiguió fue que Afrodita lo mirara seriamente- no te voy a soltar pequeña rata, por más que patalees, a la siguiente esta noche duermes solo.

-Tiene un año y no duerme solo- interrumpió el santo de capricornio con su pequeño hijo en brazos, el cual le quito la sonaja de las manos para metérsela a la boca- Enrique ya duerme solo.

-Pero Shura, Enrique tiene cuatro meses, mi Cyro ya cumplió el año, ¿no crees que es pronto para apartarlo de tu lado?

-No lo creo, es más, ama su cuna, con Aioros hemos intento que duerma con nosotros pero llora a gritos- explico el pelinegro- ama su cuna, se la construyo su padre y creo por eso adora dormir en ella.

-Demian suele despertarse de madrugada y llorar para dormir con nosotros tres- abrazo Milo al pequeño de cabellos rubios- es un niño muy consentido.

-¿Los tres?- preguntaron los presentes al mismo tiempo.

-Henry, mientras dormimos, se mete en medio de la cama para dormir con notros, Demian parece ver eso y también quiere dormir en la cama con sus papás- explico Camus.

Una pelota rodo hacia donde estaban, el pequeño Aspros corrió por ella para tomarla y fue cuando su hermano junto a sus padres fueron a hacerle cosquillas mientras le repetían distraído. Aioros y Aioria se acercaron con sus hijos, aun con la pelea de espadas continuando y sin un ganador aparente.

*****************************************************************************

Una gruesa capa de nieve cubría el suelo verde de los prados de Asgard, mientras los pasos de quienes caminaban, animales y personas, se marcaban a su paso. Un niño de mirada sonriente perseguía a una libre, tenía un pantalón que le cubría las piernas y que estaba cubierto por las gruesas botas, llevaba una remera color crema y alrededor de su cintura, en su cinturón, llevaba dos dagas idénticas mientras corría.

-No escaparas- dijo contento cuando al fin tuvo la libre atrapada.

-Espera- le interrumpió un hombre de cabello canoso, con barba y bigote, que se bajó de su caballo- ¿Cuánto quieres por ese conejo?

-Es mío- bufo el menor tomando al pequeño animal entre sus brazos.

-Quizás, unas monedas puedan pagar por el… ¿Cuánto quieres?- pregunto sacando de su bolsillo una bolsa de color café.

-Busque su propio conejo- le saco la lengua y luego salió corriendo.

El hombre junto a su mujer recordaron en aquel niño algo que había pasado mucho tiempo atrás con sus dos hijos, aunque uno de ellos no sabía que lo era.  Aquella escena era idéntica a lo que paso aquella vez, por esa razón, en memoria de su hijo que no había regresado de la guerra decidió salvar la vida de la liebre, pero al parecer el niño era más terco que aquel hijo que abandono al nacer.

Sin detenerse el pequeño llego a una cabaña, donde un ambiente tibio lo esperaba, entro por la ventana de un cuarto y cerro las persianas para que el frio no entrara. Camino a paso lento por su casa, saliendo con la liebre blanca como la nieve en brazos y fue al gran sillón, donde estaban sus padres frente a la chimenea y durmiendo entre los brazos de su padre, su hermano gemelo.

-Lowell, hermano, mira lo que salto por mi ventana- exclamo el pequeño despertando a un hermano.

-Mira, campeón, una liebre blanca.

-¿Me la puedo quedar?- pregunto con su voz apagada.

-Claro que sí- acoto su padre desde el sillón individual bajando el libro que leía.

-Es blanco como la nieve…lo llamare copito.

-Leonel, por pura casualidad, hijo de mis ojos- interrumpió Bud- ¿no abras visto la libre desde tu habitación y saliste corriendo tras ella para atraparla? No creo que una liebre salte tan alto como para trepar por la ventana.

-Sí, corrí para atraparla- dijo apenando- un señor viejo quiso darme monedas por ella, yo le dije que no y me vine corriendo a casa.

-Lowell es muy afortunado de tenerte como hermano- lo abrazo Syd.

-Iré a cerrar con seguro las ventanas, esta noche podría haber una ventisca y tú, Leonel te quedas frente a la chimenea, tienes la nariz roja como una fresa- exclamo levantándose el dueño de casa.

-Debe tener el mismo sabor- sonrió mirando con picardía-mira Lowell, tengo nariz chistosa.

-También quiero tener nariz roja- señalo tomando al pequeño conejo entre sus brazos.

-Iré por pintura para pintar esa naricita- sonrió Syd y se levantó del sillón y fue por una cobija con la que arropo a los dos hermanos gemelos en el sillón- debe estar bien tibios, para no enfermar.

-Yo me siento bien- exclamo el gemelo mayor.

-Lo sé, pequeño lobo, pero según su padre esta noche correrá una fuerte ventisca y en las ventiscas hace mucho frio.

-¿Podemos dormir con ustedes?- pregunto Leonel sonriendo.

-Eso no se pregunta, Leoncito- exclamo limpiándole la nariz- dormiremos los cuatro juntos en la cama grande.

Bud, fuera de la pequeña cabaña, comenzó a tapiar cada ventana, para que la fuerte ventisca que correría aquella noche no entrara a su hogar. Con el pasar de los años y la salud de Lowell siempre pendiente de un hilo tomaba muchas preocupaciones, si salía de casería Lowell iba tan abrigado como podía, muchas veces no podía moverse y solo sus ojitos podían verse atrás vez de las bufandas y los gorros que tenía puesto. Las ventanas del hogar siempre se sellaban por fuera para que aunque la más fuerte ventisca azotara esta no abriera las ventanas de dentro de la choza, dejando pasar el terrible frio que congelaba hasta los huesos. Bud, con su vasta experiencia, sabia con días de anticipación cuando correría una ventisca fuerte y podría estar seguro cuando días duraría,  por lo que días antes ya tenía provisiones y leña de sobra para una semana, y muy bien abastecidos. Regreso dentro de su hogar, viendo a los dos gemelos pequeños acariciando a la pequeña libre, la cual estaba acurrucada con los ojos relajados en los brazos del pequeño lobo.

Syd se había acercado con un pequeño recipiente que tenía lo que parecía pintura roja, pintura que naturalmente este hacía con bayas que recogía del bosque y eran una pintura natural que no producía alguna alegría en la piel del pequeño Lowell. Le pinto lentamente la nariz a ambos niños, para que tuvieran el mismo color, aunque Leonel estaba más interesado en comerse la pintura que llegaba a su nariz.

-Todo cerrado, Leonel no se volverá a escapar- dijo mirando a Leonel sonreír con picardía- asegurare la puerta más tarde, por si hay que ir a buscar agua.

-Preparare la cena entonces- exclamo sonriente Syd levantándose, revolviendo los cabellos de los pequeños y luego se fue a la cocina.

Bud se fue tras él y abrazo a Syd de la cintura, sonrió de dicha ante todo lo que tenía, no necesitaba dinero, ni ser miembro de una familia de alta estirpe, tenía todo lo que necesitaba para ser feliz, dos hijos maravilloso, una cabaña que el había construido y remodelaba con sus propias manos para darles comodidad a pequeña familia y, lo que era más importante para él, contaba con su hermano a su lado, aquel del que había sido separado apenas nacer, pero eso ya era pasado, los dos disfrutaban de pasar el tiempo juntos, recuperando el tiempo perdido y criando a los gemelos Lowell y Leonel.

-¿tenemos suficiente abasto para soportar la ventisca?- pregunto Syd pensante.

-Tenemos pescado para varias semanas, congelado durara más, verduras y frutas para el mes, agua nunca nos puede faltar- respondió sonriendo- leña de sobra ¿Qué más nos puede faltar?

-¿Carne roja? ¿Leche?- pregunto pensante.

- Hilda nos envió leche en polvo para todo el mes, y en cuanto a la carne, desde que remplazamos el pescado para no comer carnes rojas, cumpliendo el capricho de Lowell, estamos mejor- respondió.

-No me gusta ese capricho- exclamo preocupado- no comer carnes rojas, puede estar haciéndole más daño que bien.

-En algo tenían que diferenciarse, que sean gemelos no significa que sus gustos tengan que ser iguales.

Lowell era el pequeño especial, ante los ojos de sus padres, era como el hijo modelo, comía todo lo que sus padres le ponían en el plato, salvo que fuera carne roja, era obediente, amable y bueno, cada vez que podía salvar a una libre de ser cazada o a un venado, lo hacía. Su capricho no era algo simple,  bajo su lema ¿Qué diferencia tiene los animales que abrazo de los que me voy a comer? Había dejado de comer carne, pero continuaba tomando leche, comiendo huevos y quesos, el único animal que se permitía comer, porque él no lo podía abrazar eran los pescados de río, lo había intentado, muchas veces, pero siempre lo mordían, lo golpeaban con la cola y lo mojaban.

Leonel, en cambio, era lo contrario, sus padres lo catalogaban como el hijo revoltoso, inquieto, desobediente y juguetón. Siempre corría de un lado a otro, siempre salía a cazar, solo que no para comer las liebres sino para regalárselas a su hermano gemelo. Llevaba siempre ropa más ligera que su hermano y dos dagas que sus padres habían hecho hacer cuando nacieron, una de ellas tenía su nombre y la otra el nombre de su hermano. Al contrario de su hermano se catalogaba como un carnívoro compulsivo, sino camia al menos algo de carne al día se molestaba y odiaba el pescado, aunque se había acostumbrado a comerlo en las últimas semanas.

-Papi, copito tiene una herida- llamo el pequeño que tenía en sus brazos al conejo.

-Leonel- dijeron los dos hermanos y fueron a revisarlo, notando en el lomo del pequeño animal una marca de mordida, posiblemente un colmillo, aunque la herida estaba cicatrizada.

- Él ya estaba así, yo no lo lastime.

-No creo que hayas sido tú, león, creo fue uno de los lobos de tío Phenril.

-Lobos malos- bufo molesto Lowell- Copito yo te cuidare mucho.

Dos golpes en la puerta interrumpieron el enternecedor momento, Bud fue a atender mientras Syd llevaba a Lowell a su cuarto para estar ambos ocultos, pero luego una sonrisa de oreja a oreja, o más bien una risa casi a carcajadas lo hizo regresar y ver quienes los visitaban. Los otros dioses guerreros,  había  ido a visitarlos y no solo, sino que bien acompañados.

-Hola Folken- saludo Bud al pequeño hijo de Mime, de cabellos rubios y que no llegaba a los tres años. 

Mime había acogido al pequeño infante, como su padre hizo con el cuándo pequeño, los padres del pequeño habían muerto atrapados en una ventisca, justo en un momento en el que el regresaba a su morada y no dudo en acogerlo. Mime le daba gran cariño, profesando gran amor y dándole todos los cuidados que podía, solía llevarlo al bosque para que lo escuchara tocar la lira, pero el pequeño no gustaba de hacer esas cosas, al igual que el padre de Mime, el pequeño quería pelear, ser más fuerte, defenderse por sí solo. Su nombre se debía a una alusión que le hizo Mime a su difunto padre, como lo encontró siendo un bebé, él le puso el nombre y al parecer fue el correcto.

-Hola- saludaron los gemelos más pequeños.

-Cómo va a azotar una fuerte ventisca, creí que sería oportuno visitarles, estaremos aislados mínimo dos días.

-No hay problema Mime, a los niños les encanta jugar.

-Hola Sigmund- saludo Syd al que Sigfried llevaba en brazos.

Sigmund, era el hijo que Sigfried e Hilda habían tenido, según lo que se decía el pequeño sería un gran gobernante en un mañana. Sus cabellos eran largos y del mismo color que su madre, mientras sus ojos eran dos orbes casi naranjas, herencia de su padre. Sigmund, a muy diferencia de su padre, era un pequeño tranquilo, que gustaba de pasar el tiempo en la gran biblioteca con una de sus nodrizas, las cuales le leían miles de cuentos al día y de noche solo se dormía si sus padres les cantaban los canticos nórdicos que habían pasado de generación en generación, las leyendas de Asgard.

-Los que no pudieron venir se disculpan, Thor está en su pueblo, ayudando en las cabañas, para proteger el ganado, Hagen y Fleur en el castillo con Hilda- explico Sigfried bajando a su hijo- Valla a jugar  con sus amigos.

-Pasen, pasen,  aun no cae la noche, no puedo ofrecerles más que leche, es lo único que tenemos- ofreció Syd, abriéndoles paso.

********************************************************************************

En las lejanas montañas de una tranquila parte de china, solo el sonido de las cascadas se sentía. La pequeña casa estaba sumida en gran silencio, mientras no se escuchaba el sonido de los arboles moviéndose por el suave viento. En un lugar no muy lejano, un campo, estaba el agricultor ocupándose de la cosecha, ayudado siempre de la joven de cabellos negros. Un niño corría alegre, de un lado a otro, sin parar, seguido por aquel que era como un hermano mayor , aunque claramente no tenían nada en común más que un gran cariño hacia su padre, un cariño muy llamativo.

-No me vas atrapar, no me vas atrapar- corrió contento.

-Soy un lobo furtivo, si te voy a agarrar- aclaro- Auuuuu.

-PHENRYL- grito el pelinegro dejando a un lado su arado-Phenryl.

-Si Dragón- corrió a pararse delante de él.

-Te escuche ¿Cómo es eso que eres un lobo furtivo?

-Solo Shoryu y yo jugamos, él es venado y yo soy el lobo tras el- aclaro mirando molesto.

-Y ahora soy un oso, GRUAAA- Shoryu se colgó sobre el lobo del norte.

-Si ustedes son un lobo y un oso, yo soy un dragón y me los voy a comer a los dos- corrió tras ellos.

Phenryl, junto a dos de sus lobos, llevaba viviendo en la casa del dragón Shiryu varios años, en un principio quería ayudarlo con el pequeño Shoryu, luego este comenzó a civilizarlo y con el tiempo no pudieron separarse de nuevo. Phenryl se ocupaba de cuidar del pequeño y jugar con él, mientras Shiryu se ocupaba del campo junto a Shunrey.  El asgardiano era el mejor amigo del pequeño de cabellos negros e incluso más de una vez paseo sobre los lomos de los lobos de Phenryl por ser pequeño, los dos lobos gustaban de llevarlo de paseo por el bosque, y el gustaba de pasear con ellos.

A pesar de todas las cosas que en su vida habían pasado,  de sus innumerables sacrificios, batallas e incluso las veces que perdió la vista para variar, el santo de Dragón se mantenía disfrutando de una gran paz junto a su ahora familia. Shunrei se ocupaba del hogar y de ayudarlo a él, era la mujer perfecta según todos quienes la conocieran, siempre al tanto de lo que los tres hombres de la casa necesitaban. Phenryl era el compañero ideal para ocuparse de Shoryu en sus ausencias, siempre con muchas energías y deseoso de jugar con el menor. Mientras el menor de cabellos negros amaba como vivía, siempre tenía alguien con quien jugar, un padre que cuando podía se unía a sus hijos y una madre muy amorosa, ¿Qué más podría pedir? Quizás un hermanito, pero eso el tiempo se lo daría con los años.

Shunrei acepto con una gran sonrisa tener un ayudante en casa, que se ocupaba del bebé  y muy de vez en cuando pescada. Para la única mujer en aquel hogar, Phenryl era otro hijo más, infantil, inmaduro quizás un poco torpe`, terco y testarudo, pero dueño de un corazón de oro,  era un niño más en aquella casa aunque nunca estuvo de acuerdo que Shiryu durmiera con él.

El dios guerrero junto al santo de bronce compartía cuarto, por gusto de ambos y para tranquilidad del primero. El cambio repentino en su vida había sido muy brusco para Phenryl, pero vivir junto a su gran amigo, el único que tenía según dijo, era lo mejor que le pudo pasar, pero tuvo un precio que pagar. Tras años de vivir con los lobos, cazar, vivir al día y dormir en el piso de frías cuevas, se tuvo que acostumbrar a dormir en una cama de paja,  usar otro tipo de ropa, no poder ver las estrellas de noche y ver a sus lobos fuera de casa, según Shunrei porque ambos debían cuidar de la casa. También comenzó a tener pesadillas, de un pasado frívolo que siempre lo atormentaría, el recuerdo de su soledad y la muerte de sus padres, por esa razón Shiryu dormía con él, para hacerle compañía, para asegurarle que todo estaría muy bien y que siempre lo protegería.

Como otro de los ordinarios días, los tres hombres de la casa estaban jugando. Phenryl corría por el bosque, con el pequeño Shoryu en su espalda, con cautela se movía, para escapar del terrible dragón que los perseguía.

-Ya se fue el dragón- exclamo sonriendo el peli negro.

-No, hay que seguir caminando, el dragón sabe todo, siempre nos encuentra.

-Entonces corre…- dijo con emoción- corre, corre.

-Fi, fai, fou, fu, siento el olor de un lobo y un oso por mi bosque- exclamo Shiryu con una voz ronca.

-Corre lobo, corre, el dragón nos encontró.

Phenryl comenzó una larga carrera, alejándose a no más poder, sin preocuparse por donde caminar, seguido no muy lejos por Shiryu, quien corría tras él.

-Corre, corre, nos alcanzara.

-Corro tan rápido como puedo oso…

-Corre, corre, corre.

Phenril llego a un claro, donde se tiró al suelo para descansar, aquel claro era el punto neutro para descansar, pero Shiryu no respeto aquella regla y cuando el lobo del norte se parto a descansar los ataco con cosquillas.

-Papi tramposo, jajajaja.

¿Continuara?

Notas finales:

Gracias por leer, en el proximo cap, que será de acá a 5 días, el fic finalmente terminara, no saben lo feliz que estoy, es el primer fic en mucho tiempo que terminara, pero para que no se sientan mal, vienen más fics en camino, por el momento con este fic se acaban los mpreg para mí, creo que me abuse mucho ese recurso con este fic, pero tuvo su motivo.

Adelantos prox cap (ultimo): Los jueces y otros dioses, intrigados le preguntan a Hades porque hizo lo que quiso, en Asgard, Hilda le pregunta a Odín sobre su decisión de porque Lowell y Leonel deben vivir, aunque ella quiere saber por curiosidad por que adora a esos gemelos. El anciano que intento salvar a la liebre llega a la casa de Bud Y Syd ¿quién será?

Si hay algún fic que les gustaría que haga  lo mismo que este, cada X dias actualizar hasta terminar, pídanlo, veré cual de mis muchos fics podre centrarme hasta finalizar, es eso o empiezo una nuevo, quiero llegar  a los 50 fic escritos XD.

Nos vemos en el siguiente cap


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).