La semana transcurrió de una manera rapidísima, tan rápida que ninguno de los cuatro se dio cuenta que había llegado el día de llevar acabo su vengativo plan.
Uno de ellos sin quererlo pasó a mirar el calendario - colgado en su oficina - donde se fijó que hoy era la noche de cobrar con intereses todo el daño que Atobe les había hecho a cada uno.
Ninguno de los cuatro se movió de su despacho en todo el día, si no hasta que llegaran las once de la noche, ya que a esa hora todos los mafiosos se retiraban a dormir y solo quedaban dos vigilantes en la entrada y salida del lugar.
Cada pareja por su lado salió sigilosamente de donde se encontraban hasta llegar a la puerta tratando de pasar sin que alguno de sus propios vigilantes los descubrieran; fue un verdadero reto salir de sus respectivas bases y poder ir al punto de encuentro.
Al encontrarse los cuatro, tomaron uno de los autos que ingresaban a la mansión de Atobe sin necesidad de algún pase o identificación; por lo tanto, pudieron ingresar en ella sin ningún problema. Al estar dentro, se infiltraron en ella hasta que llegaron al cuarto de climatización centralizada, el cual daba aire acondicionado a toda la mansión y la mantenía fresca verano y caliente en invierno.
- Bien, nosotros pondremos el gas de sueño, mientras ustedes van en busca de ese gusano- ordena Yukimura seriamente.
- De acuerdo- hablan los dos policías al mismo tiempo.
- Aquí tienen unas mascarillas para tapar sus narices y así no sean afectados por el gas- dice Fuji entregándoles las mascaras a cada uno.
- Gracias, vamos Sanada - anuncia Tezuka a la vez que abre la puerta, el mencionado no dice nada solo asiente con su cabeza.
Los dos jefes de la mafia, tomaron dos galones llenos de gas del sueño y lo echaron hacia los conductos del aire lo que provoco que la corriente fría que salía de los equipos fuera durmiendo a cada persona de la mansión hasta que no quedara ninguna despierta.
Por otro lado, los dos policías buscaban en cada habitación al desgraciado que destrozo sus vidas hasta que lo encontraron dormido en la cocina, donde uno de ellos tomo su celular para llamar al otro dúo.
- Yukimura tenemos al gusano - comenta Sanada.
- Perfecto, tráiganlo a su recamara, acuéstenlo y nos esperan ahí - dice Yukimura nuevamente como una orden.
- De acuerdo - responde el pelinegro y se corta la comunicación vía móvil.
Al cortar la llamada, lo tomaron entre los dos y se lo llevaron a su recamara; allí lo acostaron boca abajo y esperaron a que llegaran los otros dos. Cuando llegaron Fuji y Seiichi lo encadenaron a la cama mientras que Sanada tomo una corta pluma rajó la bata de Atobe dejando ver su espalda al descubierto y Tezuka buscaba un látigo por toda la habitación hasta que encontró uno y se lo pasó al ojiazul.
Después de hacer eso, se sentaron a esperar que el asesino se despertara. Cuando lo hizo, los cuatro se pararon para rodearlo y cada uno de ellos - comenzando con Fuji - lo azotaría. Sin embargo, Syuusuke estaba quieto aún, ya que estaba esperando que Yukimura diera a conocer a Atobe lo que le pasaría con él en pocos minutos mas.
- ¿Quiénes son ustedes y que quieren de mí?- asustado.
- Somos cuatro personas que hemos sufrido demasiado por tu culpa y es ahora de que aprendas una lección - dice Seiichi molesto y lleno de dolor.
- ¿Acaso piensan castigarme a punta de correazos? - pregunta Atobe con hipocresía y cinismo.
- No, con latigazos - responde el peliazul con una sonrisa sádica.
- ¿Qué? , ni si quiera lo piensen- comenta el jefe mafioso con temor.
- Pues ya es tarde, Fuji por favor has nos el honor de comenzar con el castigo - anuncia Yukimura con un tono relajado pero a la vez lleno de venganza.
- Sera un honor Yukimura - dice el castaño con sonrisa tan tétrica que llegaría asustar hasta el mismísimo diablo.
- Estos son por sepárame de mi familia, maldito- Fuji toma el látigo muy molesto y con todas sus fuerzas le da diez latigazos, después le pasa el látigo a Yukimura.
- Esto es por secuestrar a mi hermana y sepáranos de nuestros padres- Seiichi le da veinte azotes cada uno mas fuerte que el otro y luego le pasa el látigo a Tezuka.
- Esta lección es por matar a mi mejor amigo- el de lentes le pega treinta latigazos y después se lo pasa a Sanada.
- Toma esto maldito, esto es por las muertes de mi novia y mi hijo que ni siquiera llego al cuarto mes de gestación - el pelinegro, no tuvo piedad y le dio setenta azotes y boto el látigo ensangrentado al piso.
- Por favor, ya no sigan - llorando del dolor de su espalda y del miedo de morir en ese lugar.
- Está bien, pero libera a mi familia, de vuelve a la hermana menor de Yukimura y déjanos en paz - ordena el ojiazul seriamente.
- Lo haré, solo necesito mandar una orden escrita - anuncia Atobe sin pensarlo dos veces ya que el prefiere que se detengan antes de seguir soportando tanto dolor.
- Pues yo la escribiré por ti- dice Seiichi quien toma una hoja, la escribe y la manda a dejar a los lugares que corresponde.
- Listo, Tezuka, ¿Está lista la segunda parte del castigo?- pregunta el castaño mirando al chico fijamente.
- Si, de echo acaban de llegar - dice el de lentes mirando de reojo la ventana que conduce su mirar al jardín-
- Perfecto, nos vemos en una próxima vida Atobe - comenta Sanada a la vez que abre un estuche donde hay cuatro armas filosas y las deja hay para que cada uno tome una y haga lo que quiera con ella.
Después de que enviar aquella orden, cada uno tomo una daga con la cual le hicieron un corte punzante en los brazos, las piernas, el pecho y la cara. Al finalizar con aquellos cortes, Yukimura y Fuji salen de la habitación mientras Tezuka libera a Atobe y Sanada lo esposa, los tres salen de la recamara y todos ven cómo su jefe es llevado preso hasta una camioneta de la policía. La cual parte a la jefatura donde será detenido en prisión preventiva hasta que llegue su juicio.