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Rires et douleurs por Alexandra Black

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Titulo: Rires et douleurs


Autora: Alexandra


Disclaimer: Todos los personajes (menos los de mi invención) son de J.K. Rowling, así que ya saben que yo no gano nada escribiendo, solo lo disfruto.


Advertencia: Mpreg= Embarazo Masculino. (NO creo que en los próximos capítulos haya algo que cause traumas psicológicos, así que no se preocupen, está todo dentro de lo ‘normal’).


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Primeramente, quiere pedirles mil disculpas por la espera y por no actualizar cuando lo prometí. Lo prometido es deuda, así espero que puedan aceptar mi paga ahora.
He tenido muchos problemas familiares y personales desde el mes pasado, así que las cosas no me facilitaban absolutamente nada para poder bajar este capitulo.
Creo que lo tomarán como excusas, pero les ruego que acepten mis disculpas y si ustedes son humanos, sabrán que a veces, todos, tenemos nuestros malos tiempos, que por un momento nos envuelven y no nos dejan salir de la depresión.
Bien, creo que lo único que me queda por decir de nuevo es discúlpenme, y con todo mi esfuerzo he hecho este capitulo que está un poco corto y no me ha gustado mucho como ha quedado, pero mi musa no se ha aparecido últimamente, así que espero que lo disfruten.

Los quiere…Alex.


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Para Mariana: Espero que estés donde estés, recuerdes que te quiero con todo mi corazón, amiga.

Nunca te olvidaré.

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Capitulo 3


Estaba caminando lenta y despreocupadamente por el Callejón Diagon, con sus amigos detrás, que se encontraban discutiendo sobre un pequeño incidente que habían tenido en la tienda de mascotas con Crokhshannk (se imaginaran el incidente).

Eran cerca de las doce del mediodía cuando llegaron al Callejón todos los Weasley, sumando a Harry y Hermione. Ya habían pasado cerca de dos horas desde que habían llegado y ya tenían casi todos los libros, pero sin contar que no habían comido nada desde el desayuno.

Giraron en la esquina de una tienda, para encontrarse con un bonito edificio de dos pisos que representaba al único restaurante dentro del Callejón Diagon (sin contar al Caldero Chorreante que es una taberna). Harry entró rápidamente, intentando alejarse de la “pequeña discusión” que sostenían sus amigos, que a la visión de otras personas, seguramente se vería como una masacre de miradas y palabras.

Se dirigió hacia el mozo que daba las reservaciones y demás, y lo saludó gentilmente.

-Buenas tardes, Señor Potter- lo recibió el mozo con una jovial sonrisa.

-Buenas tardes, Señor Bristol, ¿muchos clientes hoy? – preguntó, interesado.

-Un poco más de lo normal, pero no llega al desborde de la semana anterior. ¡Que día! Hasta creí que quedaría sin pies de tanto ir de un lado a otro hasta la medianoche – dijo el mozo, con gesto de no querer recordar sus pies sumergidos en esencia de puffkeins para desinflamarlos.

-Y eso que ustedes solo trabajan hasta las nueve – recordó Harry, sonriendo.

-Exactamente, pero nuestro jefe está tan prendado con eso de ‘hacer feliz al cliente’ que se olvida de que nosotros también necesitamos ser ‘felices’ para trabajar– refunfuño el pobre mozo.

-No se preocupe. Al menos dejan buena propina – argumentó Harry.

El mozo asintió, con una sonrisa.

Hacía más de un año que Ron, Hermione y él, frecuentaban el restaurante. A pesar de ser muy bueno en la comida y tener varios ambientes para todos los gustos, se habían encariñado mucho con el mozo, el Señor Bristol, que había sido amable desde la primera vez que los atendió.

-Veo que el Señor Weasley y la Señorita Granger están con sus ‘retorcidos amoríos’ – sonrió el mozo, observando como Hermione por poco no le arrancaba de un solo saque una proporcional cantidad de cabello a Ron, mientras que el pelirrojo corría en círculos.
-Es su manera depravada de demostrarse que se quieren, ya los conoce – dijo Harry, ya que él sabía que lo único que ganaban esos dos con armar una guerra campal, era que después se estaban ‘reconciliando’ con cosas fuera de la amistad, y que después lo obviaban tan cínicamente como si nunca hubiera sucedido. Verdaderamente esos dos estaban completa y perdidamente enamorados uno del otro. El problema. Demasiado orgullo.

Harry respiró resignado. Sabía que meterse en los ‘problemas’ de esos dos era meterse en la boca del lobo, pero si quería al menos almorzar decentemente tenía que intervenir en la ‘masacre’.

-Ron, Hermione ¿Dónde quieren sentarse? – peguntó Harry, intentando parar a Hermione del brazo, mientras que Ron seguía corriendo.

-Donde sea…con tal que sea oscuro para estrangular a cierto pelirrojo, está perfecto – la castaña se soltó del brazo de su amigo y se abalanzó contra Ron, nuevamente.

-¿Qué me aconseja, Señor Bristol? – preguntó Harry, abatido.

-¿Oscuro, donde se pueda estrangular a un resbaladizo pelirrojo? Creo que tengo algo perfecto para su búsqueda – sonrió el mozo.

Se encaminaron por un largo pasillo que tenía a cada lado alrededor de veinte puertas. Cada una tenía un nombre, donde indicaba como era el ambiente interior y que clase de comida se servía.
Pasaron varias puertas, hasta llegar a una particularmente azul verdoso brillante. En el pequeño cartelito elegante que colgaba de la puerta se podía leer:

’El Bosque de las Hadas’
Desde comidas exóticas y afrodisíacas, hasta la mejor comida rápida del mundo mágico.
Con un toque de elegancia indescriptible.


-Creo que les gustará el lugar, tiene todo tipo de comidas a escoger y es muy oscuro, aunque tiene el toque de su nombre – sonrió el mozo, abriendo la puerta.

El entrar, Harry se quedó boquiabierto, seguido de los ‘tórtolos’ que hasta habían dejado de pelear para admirar el lugar.
Era verdaderamente hermoso. Era un gran salón con cientos de mesas acomodadas desordena pero maravillosamente. Cada mesa tenía un fino mantel de terciopelo verde azulado y tenían como centro decorativo una pequeña urna de cristal, donde brillaba con polvo de hada, el número de la mesa en la estaba cada uno.

El piso parecía forrado de pasto verde, realmente suave, mientras que en las paredes se podía divisar algunas figuras de bosques encantados y hadas de verdad volando libremente, que de vez en cuando liberaban sus polvos encima de las mesas, haciendo estornudar a sus ocupantes.
El cielo era de un azul marino intenso, mientras que las estrellas, simulaban ser perlas blancas titilando en lo profundo del mar. La tenue luz blanca le daba un efecto misterioso y perfecto, haciendo sentirse cómodo a cualquiera por su falta de iluminación.

El trío se dirigió, todavía anonadado, hacia una mesa de cuatro personas que se encontraba cerca de un particular grupo de hadas revoltosas. Se sentaron en silencio, admirando en su plenitud el espectacular lugar. Era realmente irreal. Demasiado hermoso.

Harry empezó a observar el lugar mas detenidamente y a las personas que estaban sentadas charlando tranquilamente o riendo de un buen chiste de sus amigos.
Cada uno de esos individuos tenía una historia. Una historia personal. Intima. Guardada en lo mas profundo de su ser, sin atreverse a revelarla; pensando que la gente todavía no estaba preparada para sus secretos humanos. O debería decir ¿inhumanos?

Cada uno de esos ojos tenía un sentimiento. Uno grande y poderoso. Capaz de derrotar al mas temible de los demonios y capaz de hacer llorar a una rosa con sus lágrimas de plata.
Cada suspiro, cada movimiento, cada gesto, era señal de algún pensamiento o deseo. Porque todos tenemos un deseo oculto. Demasiado oculto dentro de nuestras propias perversiones inconcientes o morbosidades concientes. Cada palabra, era la sentencia previa a un hecho; era el sonido de la libertad saliendo a gritos por la garganta o al contrario, podía ser la herida guardada celosamente en el seno del alma. Dolor. Puro sufrimiento. Solo atrocidad. Clara maldad.

Sus ojos cayeron en cuenta de que todos los días, millones de personas reservaban sus congojas o alegrías para alguien, pero las que no tenían a nadie, se desahogaban dañinamente consigo mismo.
Viendo como los gestos falsos o sinceros se mezclaban, le hicieron reflexionar sobre la confianza y la traición. Sobre la esperanza y el desvarío. Sobre la fe y la desolación. Sobre la vida y la muerte. Grandes verdades. Verdaderas mentiras. Así era la existencia. Cruel. Perjudicial. Dramática. Dolorosa. Terminante.

Volvió su mirada hacia su mesa. Observó a los dos seres que tenía enfrente. Los dos enamorados…los dos, tercos…los dos, orgullosos…los dos, amantes inexistentes…los dos, rivales del amor…los dos, atrapados por los brazos de la desesperanza mezclada con la angustia y la desesperación…los dos, con pensamientos y deseos completamente iguales…los dos, eran la misma persona.

Como le hubiera gustado a él ser la misma persona con la que amaba. Habría dado todo, hasta su propia vida para verlo, aunque fuera un solo segundo. Pero aún así la vida no le permitía esa dicha. Todavía.

Se concentró en su menú, que había aparecido enfrente de él y tenía toda clase de comidas.
Después de varios minutos se decidió por un simple Pollo con champiñones, mientras que Hermione eligió unos raros platillos franceses, y Ron pedía una hamburguesa muggle, con muchas papitas.

Tras decir su orden a la pequeña urna de cristal que estaba de centro de mesa, sus platos aparecieron rápidamente con sus respectivas comidas recién hechas.
Se dispuso a comer, al momento en que Ron hablaba sobre sus planes de la tarde.

-Me gustaría pasar un momento por ‘Sale and Buy’, quiere comprar algunas cosas – consultó el pelirrojo, mientras se comía un montón de papitas con desenfreno.

-¿Y tú para que quieres ir allí? – preguntó Hermione con recelo, ya que el lugar era conocido como un hervidero de adolescentes alborotados y sin ningún descaro. Pero tenía que aceptar que no era tan grave, solo que sus paranoias aumentaban cada vez que Ron quería ir a algún lugar concurrido y llevaba la palabra ‘mujeres’ en el sitio.

-Quiero hacer algunas compras antes de entrar al colegio. Nada de tu incumbencia – respondió Ron, con gesto de que no le importaba lo que pensara ella.

-Bien- fue lo único que la castaña logró decir, de tanta rabia.

-¿Y tú, Harry, quieres ir a algún sitio en especial? – preguntó Hermione.

-Al mismo lugar que Ron. Me han comentado que venden de todo ahí.

-Y es cierto. Tiene de todo, es grandioso para encontrar desde cosas sin sentido hasta cosas de valor, pero no muy caro – informó Ron, con una sonrisa. Esperaba con ansias poder encontrar algo para Hermione en la tienda. Algo perfecto para alguien perfecto. Una rosa para otra rosa.

Harry se quedó observando un poco más a sus amigos. Tramaban algo, lo sabía. Cada uno tenía un brillo especial en los ojos que no le pasaba desapercibido.

-El lugar es muy hermoso – comentó Ron.
-Si, tienes razón. ¿A ti que te parece, Hermione?

-Es naturalmente sorprendente, no puedo imaginar cuanta magia utilizaron. Los encantamientos son geniales, de muy alto nivel. Simplemente perfecto.

-El Señor Bristol, nos conoce mas de lo creíamos ¿verdad? – preguntó Harry.

-Me alegra que nos hayamos hecho amigos de él, es una buena persona. Es un verdadero amigo- se alegró Hermione.

Harry y Ron solo sonrieron. Cada uno con un pensamiento diferente, pero la misma sonrisa de felicidad.


* * *

Una hora mas tarde salieron del restaurante con el estómago lleno y dispuestos a realizar las compras extras que les faltaban.

Pasaron por la tienda de artefactos para Quidditch, donde Hermione tuvo que emplear su fuerza de mujer para sacar a sus dos amigos a rastras del lugar, mientras ambos murmuraban algo sobre sus sueños de viajar por todo el mundo en escoba y otras locuras más.

Caminaron por el Callejón Diagon, mirando con interés todo lo cual se atravesara a su paso. Doblaron en un negocio y se encontraron con ‘Sale and Buy’, una hermosa tienda que contenía todo tipo de cosas y para toda ocasión.

Las palabras distintivas de la tienda (el nombre) estaban hechas de fina madera con acabados envejecidos, que lo hacían ver más misterioso de lo normal.

El edificio era antiguo, eso se podía notar a simple vista. Como del siglo XVI, y algunos retoques actuales que lo hacían ver dentro del contexto presente.
Tenía alrededor de cinco pisos de alturas, que desde afuera reflejaban lo que había en cada uno. Desde cosas para el hogar, hasta reliquias antiguas de diferentes brujos renombrados en los siglos anteriores.

Entraron por la puerta de madera, mientras que enfrente de ellos se posaba un cartel que tenía escrito que contenía cada piso.
Ron eligió el segundo, donde había todo tipo de regalos para cualquier ocasión. Hermione eligió el tercero, donde había un sinfín de libros de todos los tiempos y lugares para vender, en precios muy convenientes. Y Harry eligió el quinto, que tenía por nombre El Cuarto de los Descubrimientos. Cada uno fue hacia su camino escogido y quedaron de encontrarse en una hora en la puerta del establecimiento.

Harry caminó un poco hasta encontrar un extraño elevador que lo llevaría el quinto piso. Entró y esperó a que otras personas más se le unieran. Alrededor de cinco minutos, el suave timbre del ascensor sonó, dando a conocer que ya habían llegado a su destino.
Con desesperación, salió del abrumador espacio que lo envolvía y se dirigió a la parte más alejada del piso.

Caminó por los estantes admirando cada cosa extraña y maravillosa que lo hacían lanzar largos suspiros de admiración y asombro.
Llegó a un particular pasillo alfombrado desde el suelo hasta el techo de azul noche y los estantes eran de una madera mágica que poseía una textura fresca.
Mientras andaba admirando cada objeto, se encontró con uno que le llamó indudablemente la atención y se acercó un poco, para leer la pequeña inscripción que tenía debajo:

Lo posible es una máscara,
Lo imposible un hecho,
¿Quién dijo que lo real tenía que serlo?
¿Quién dijo que los sueños son solo eso?



Harry se separó del objeto, extrañado por lo que decía y confundido al tratar de entender su significado.
Volvió su mirada hacia arriba y se encontró con algo que le robó el aliento. En una urna de cristal negro estaba la pieza más hermosa que alguna vez había visto. Era una pequeña pluma plateada, tan mínima como su meñique. Tenía un brillo inigualable y su textura parecía la de una seda en medio de pétalos de rosa. Alargó su mano para tocar ligeramente el cristal y esté se elevó rápidamente, dejando a la intemperie la divina pluma.

Posó la yema de sus dedos en la figura, que destelló un poco y se acomodó en la palma de su mano. El aludido se quedó sin respiro y un escalofrío le llenó la espalda. Guardó la pluma en su bolsillo y salió del pasillo, para después dirigirse al elevador y salir del sitio, sin ni siquiera acordarse de que tenía que reunirse con sus amigos.

Pero Harry no vio que al salir del piso, el bello cristal negro que cubría la pluma…se desintegraba en el aire, mientras que una suave sonrisa se perdía en el trajín de las personas que iban y venían en todas direcciones.



* * *


Andaba sin rumbo alguno, solo queriendo encontrar un lugar en el cual desahogar toda la tristeza que inexplicablemente se había acumulado en su corazón.
Llegó a una pequeña tienda donde vendían flores mágicas y entró al lugar. La diminuta campanita de entrada sonó cuando pasó el umbral de la puerta y una bruja de edad avanzada se acercó a él, le sonrió con dulzura y le ofreció un rosa blanca. Se alejó por las puertas traseras, dejando a Harry solo en medio de las fragancias florales y la rosa blanca sostenida en una mano.

Harry recorrió todos los anaqueles donde había flores de todo tipo y colores, mientras que jugaba con la rosa con su mano izquierda. Se paró frente a un montón de lilas y las escarbó con la nariz impregnándose con el olor. Levantó un poco la cabeza para observar las flores de al lado y se encontró con rosas blancas. Sacó una y la acomodó en su mano junto con la que la bruja le había obsequiado.

Acercó las dos hacia su nariz y al olerlas, solo un pensamiento le invadió la mente. Draco. Se separó de la embriagante fragancia y observó detenidamente el lugar. Sacó la pluma antes acogida en la tienda y la admiró por un instante.

El sonido de la campanita lo hizo mirar hacia la puerta, quedando petrificado ante la persona que acababa de entrar a la florería. El individuo le devolvió la mirada de igual manera, con un asombro notable.

Draco estaba igualmente petrificado en su sitio, el umbral de la puerta. No podía creer que Harry estaba en el mismo sitio que él, respirando el mismo aire, pisando el mismo suelo. No sabía que hacer. Sus piernas fallaron por el estupor y dejaron de funcionar, en realidad, todo su sistema operativo dejó de trabajar, dejando solo en funcionamiento su vista y los acelerados latidos de su corazón.

Todo fue muy rápido en un momento estaban ahí parados de frente, sin decir nada, y luego, en un abrir y cerrar de ojos, los dos parecían casi transparentes en medio de una gran oscuridad.

No había nada. Todo era oscuro. Solo se podía ver sus siluetas blancas en medio de la penumbra y sus rostros atónitos.
Se fueron acercando, sin pensarlo, solo queriendo confirmar que estaban los dos ahí. Juntos. Solos. Para siempre.
Cuando llegaron a un punto en el que solo un milímetro los separaba, la pluma plateada de Harry salió de su boca, mientras una idéntica pero verde esmeralda salía de la boca de Draco.

Las plumas quedaron suspendidas en el aire, a la altura de la frente de su dueño. Brillaron por un segundo y como si cantaran, empezó a sonar una suave melodía, casi imperceptible:

No se escondan en su pasado,
No lloren por su presente,
Tampoco teman por su futuro.
Porque si están juntos,
Nada podrá dañarlos.

Intenten descifrar el significado
De sus vidas,
Y no piensen como almas penantes.
Cuando se den cuenta de que se
Ayudan el uno al otro,
Podrán descubrir el enigma de la felicidad.

Más solo recuerden una cosa,
No se separen,
No desvaríen,
No vacilen,
Porque si se aman, sabrán
Que sus dolencias están siendo curadas
Por sus corazones compartidos.



Después de terminada la melodía, las plumas volvieron a entrar a la cavidad de sus bocas; haciendo desaparecer toda la oscuridad y a ellos mismos.

Cuando Harry volvió a ver la luz, se encontraba en el vestíbulo de la tienda ‘Sale and Buy’, mientras que escuchaba que sus amigos le hablaban sobre algo que no entendía muy bien, y lo jalaban hasta las afueras del lugar.

Salieron al concurrido camino del Callejón Diagon, al momento en que la mente de Harry volvía a la realidad, rebobinando todo el suceso con Draco.
Solo atinó a lanzar un jadeo al aire, mientras que se dirigía inconscientemente al Caldero Chorreante, donde se encontraba la chimenea por la cual volverían a La Madriguera.

Caminaba por inercia, sin ni siquiera intentar hacerlo. Solo podía pensar en los hermosos ojos grises que había visto minutos antes. Tan cerca de los suyos, tan bellos…tan puros.
Ron y Hermione le hablaron sobre si tenía todo consigo para irse a La Madriguera. Asintió. Fue jalado hasta la chimenea donde se encontraba toda la familia Weasley. Cada uno fue agarrando los polvos flu y pronunciando la palabra de su destino.

Cuando fue el turno de Harry, el ya conocido tirón en el estómago se hizo presente, dando a entender que tenía que prestar atención, y dejar de vagar por sus pensamientos.



* * *


Draco apareció en la librería del Callejón, donde tendría que encontrarse con sus padres después de su visita a la florería.


La florería. Su mente divagó velozmente por sus memorias, recordando todo su espiritual encuentro con Harry.
Sus ojos se abrieron desmesuradamente, pero su asombro no duró mucho, ya que sus padres llegaron y los condujeron hasta el transporte que los dejaría en la Mansión.

Subió sin querer hacerlo al carruaje y sintió como era abrazado por su madre, mientras que cerraba los ojos y pretendía dormir.
No podía sacar de su cabeza los hipnotizantes ojos de Harry. Era tan hermoso. Tan endemoniadamente hermoso. Toda una deidad. Algo incomparable. Algo sublime y sagrado.
Era tan suyo.

Sonrió invisiblemente ante el pensamiento. Algún día, Harry estaría con él. Lo amaría, tanto como él lo amaba. Lo adoraría como su TODO. Como a la única persona que tenía su corazón.
Ese era su mayor sueño. Su mejor anhelo.

Sintió el carruaje detenerse, indicándole que tenía que olvidar de momento sus recuerdos y empezara a descifrar lo que significaba el enigma de las plumas.

Otro enigma. Benditas plumas.

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