-Gokudera, lo encontraron-
Fue todo lo que necesite escuchar para tomar mi maleta, echar lo primero que encontré de mi guardarropa y tomar un taxi al aeropuerto, para después subir al jet privado de la familia rumbo a Japón
Canta Corazón
Que mis ojos ya la vieron por aquí
Que he soñado con su risa, que he pasado por su casa
Que ha venido porque quiere ser feliz.
Volvió, esta con vida, está aquí, lo pensaba y me lo repetía una y otra vez mientras sonreía y conducía por las calles de la ciudad, aquellas que hace tanto tiempo no recorría, con un único y simple objetivo…
Llegar hasta la base
Necesitaba llegar ya, verlo de nuevo con mis propios ojos, temiendo que todo fue una mala broma.
Hibari por fin había aparecido en las puertas de la base Vongola establecida en Japón,
Canta Corazón
Que el amor de mis amores ya está aquí
Que he guardado cada carta, que escribí con las palabras
Que sembraste en cada beso que te di.
La nube había llegado apenas consiente a la base, sosteniéndose del marco de la puerta y con un maletín en mano, su caja animal había destruido la puerta para que su dueño pudiese entrar.
Inmediatamente los miembros que estaban de guardia corrieron a ayudarlo, lo recostaron sobre una camilla mientras él seguía sin soltar aquel maletín encadenado a su mano izquierda.
Lo llevaron hasta la sala de operaciones, donde por fin había caído inconsciente, los doctores lo atendieron, le colocaron puntadas en su costado derecho, le extrajeron varias balas de su cuerpo, alrededor de 8, era sorprendente que continuara con vida.
Cuando la tormenta llegó a la base, su esposo continuaba en la sala de urgencia, le prohibieron entrar a verlo.
-señor… el guardián Hibari llegó con esto – le hablo futta mientras le entregaba el maletín negro – nadie lo ha abierto… quisimos esperar a que usted llegara.
La tormenta tomó el maletín y se dirigió a su oficina en aquella base con cuidado, miedo y temor. Contenía solo dos sobres amarillos, uno con el sello de los Vongola, y otro con el sello personal de la nube.
Tomó primero el de los Vongola, lo abrió con la llama de su anillo, solo la flama de un guardián de la familia podía desasear aquel sello, si alguien mas no intentara, el sobre automáticamente ardería en llamas.
Eran papeles, fotografías, recibos, las pruebas necesarias para saber que tres familias aliadas de Vongola los estaban traicionando, y daban su información a los Millifiore y otros enemigos más.
Pero no solamente eran pruebas, era la misma información que habían tratado dar a los enemigos, Hibari había interceptado cada uno de los envíos y cambiaba los documentos por otros falsos, manteniendo siempre segura a la familia.
-Hibari…-susurró el menor, había puesto su vida en riesgo, estuvo al borde de la muerte, pero jamás dejo de defender a los Vongola
Entonces, vio el otro sobre, tenía el sello de la tormenta, volvió a activar su flama y rompió el sello.
Cartas, una tras otra, casi parecieran un diario, no había día en que el japonés no se hubiera dedicado a escribirle algunas palabras, unas cuantas líneas hablándole de su estado.
Y con el tiempo te pensaba aferrada a mis manos
Y con la lluvia consolaba tu ausencia en los años
Y con el tiempo yo sabía que algún día
Morirías por volver.
Lentamente la nube fue despertando de su sueño, le dolía la cabeza, todo parecía dar vueltas, miró a su alrededor, estaba conectado a un suero y a una máquina que mostraba sus signos vitales.
Estaba en casa
-¿Cómo te sientes?- escuchó decir a alguien...no, no era alguien, esa voz solo podía ser de Hayato
-cansado, feliz de estar de vuelta-
-te arriesgaste mucho-
-la familia estaba en riesgo-
Hayato se levantó, se acercó a la camilla y besó a la nube
-…me preocupaste…-
- ya estoy aquí herbívoro-
Te lo dije cantando, te lo dije de frente
Que volverías conmigo
Volverías porque no quieres perderme.
-jamás dude de que regresarías…-
-no te perdería de nuevo… no cuando apenas volviste a mi…-contestó el nipón mientras recordaba aquella noche antes de partir, mientras se sentaba, no le gustaba la idea de estas postrado en aquella cama
Te lo dije cantando, te lo dije de frente
Que sin mis besos no puedes empezar una mañana
Y sacarme de tu vida
Y de tu mente.
Hayato se posiciono sobre el cuerpo del japonés, se sentó sobre sus caderas, con cuidado de no hacer presión en sus heridas.
Nuevamente se besaron, lo hicieron hasta caer dormidos en aquella pequeña e incómoda camilla, pero, ellos estaban bien, por primera vez en mucho tiempo lograron dormir, al fin ambos volvían a descansar.
No se habían olvidado del otro, jamás, ¿Cómo hacerlo?
Canta Corazón
Que en la vida estaba escrito que ella y yo
Éramos abril y marzo Canta Corazón
Una gota en el desierto
Que íbamos a estar tan juntos como la luna y el sol
Estaba escrito, no había duda de ello
-señor el, simplemente el debería de estar muerto, no es posible que haya sobrevivido a tantos impactos de bala, y a aquella herida en su costado, además de eso, soporto todo el viaje, con aquellos daños, recorrió todo el continente para llegar aquí.-
-él es el guardián de la nube, el más fuerte de mis guardianes, - habló el castaño de ojos miel
-aun así… debería de estar muerto, no solo cumplió con su misión, que era un suicidio, también regresó-
-porque tenía un motivo… -
La tormenta lo esperaba
Fue todo lo que dijo el décimo capo Vongola a su subordinado, a aquel doctor de la llama del sol que había atendido a Hibari desde que llegó.
Sus dos guardianes volvían a estar juntos, mientras que la lluvia volvía a su soledad.
Ni el cielo ni la lluvia se interpondrían entre la nube y la tormenta, no tenía caso… ellos dos eran felices juntos.
Tal vez, Yamamoto y el estaban mejores en soledad…
Quizá, también ellos encontrarían a alguien más.