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La mentira de una Mujer por Hali

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Notas del capitulo:

Con fines de la conti, si voy a editar un poco el capítulo 3

Cap. IX - Reencuentro

Acababa de despertar y todo daba vueltas a su alrededor, nada se quedaba quieto y al intentar levantarse apenas pudo mantenerse en pie, le parecía como si su cabeza iría a estallar en cualquier momento, como si le fuese a partir la cabeza en dos, sentía como si su cerebro estuviese latiendo dentro de su cabeza, apretaba con sus dos manos la cabeza para poder concentrarse en otra cosa que no fuera en ese dolor tan fuerte y punzante, y las nauseas no mejoraban su estado. No sabía siquiera como había llegado a su habitación, no recordaba nada desde que se había recostado en el sillón para desahogarse en el alcohol, aunque los efectos secundarios no eran de su agrado, así que lo pensaría mejor la próxima vez.

De repente las nauseas se hicieron tan notorias, que apenas alcanzó a llegar al baño, se inclinó sobre el escusado y lo poco y nada que tenía en el estómago se devolvió a través de su boca, trayéndole un mal sabor. En una mirada fugaz, miró lo que había vomitado, provocándole nauseas de nuevo por el asco que le daba. Y al poco rato volvió a vomitar.

Cuando se hubo sentido mejor, se sentó un rato sobre el suelo, esperando a que las cosas dejaran de dar vueltas. Una vez que se detuvieron, se levantó con dificultad, apoyándose en el lavabo, tomando su cepillo de dientes, para quitarse ese mal sabor de boca. Pero cuando terminó de cepillárselos, el sabor seguía impreso en su paladar, así que volvió a tomar el cepillo de dientes, le puso pasta dental y se lavó los dientes hasta que la boa le empezó a doler y el brazo se le cansó.

Salió del baño tapando lo que podía de la luz del día, porque cada rayo de luz que llegaba a sus ojos le llegaba directo al cerebro, haciendo que su dolor aumentara. Con los ojos entrecerrados y tanteando a su alrededor bajó al primer piso y llegó a la cocina, sorprendiéndose de que no se hubiese caído por la escalera o chocado con algo o alguien. En la cocina se encontró a Anna, quien lo miró de forma desaprobatoria en una milésima de segundo, y le volvió la espalda, buscando algo en el refrigerador.

-¿Tienes algo para el dolor de cabeza?- le preguntó padeciendo aún más por el simple hecho de escuchar su propia voz, pues todos sus sentidos estaban mucho más sensibles que normalmente. Luego apoyó sus brazos en la mesa y luego la frente sobre ambos, formando una especie de cámara oscura, tratando de que todo haz de luz fuera desviado. Sintió luego de un momento a Anna moverse y tomar algo, y después dio unos pasos más y sintió como agua corría por la llave, ésta se cerró y escuchó algo chocar contra la mesa cerca de él. Levantó la cabeza y vio un vaso lleno de agua, mirando expectante a la rubia por alguna pastilla para remediar el dolor.

-El agua es lo mejor para todo.- fue la respuesta de ésta, al ver la mirada de Horo-Horo, quien la miró extrañado con una sonrisa insegura, esperando muy dentro de sí que fuese una broma de mal gusto de Anna, pero al darse cuenta de que ésta hablaba en serio desapareció la sonrisa en un instante. –Además no hay nada más que pueda darte.- agregó y salió de la cocina, dejando a un Horo-Horo confundido y agonizante.

Como no el quedaba otra, se bebió el agua casi en un trago, pues esperaba que Anna tuviese razón. Esperó un rato sentado ahí, como estatua, pero al dolor no se iba.

De repente sintió unos brazos abrazarle por detrás, y en lo único que fue capaz de pensar era en Ren. Esperaba que fuese él, que lo acompañase en su pesar, que le hiciese olvidar todo dolor, el de la resaca y el de la herida en su corazón.

-¿Cómo está mi futuro esposo?- escuchó luego de un rato al lado de su oído, llamándole la atención las dos últimas palabras que había pronunciado la persona detrás de él. No sabía que había hecho, pero se temía lo peor, y con ese miedo se olvidó por completo el dolor del cual antes padecía.

-¿Q-Qué?- tartamudeó después de haber superado un poco la sorpresa, volteándose para ver a la persona que le había hablado, sus ojos denotaban miedo y sorpresa, no sabía como reaccionar, su respiración se había acelerado, y su terror no diminuyó al ver a Tamao a su lado.

-¿Qué como estás?- le volvió a preguntar divertida, pues a pesar de parecer tan tonta, no lo era, se había dado cuenta de lo que los ojos de éste decían, y el que estuviera pálido le ayudaba también a responder a su propia pregunta. Y le sonrió de la forma más tierna que pudo, tratando así de calmar al peli-azul.

-No…. no eso, lo…. lo otro… - apenas pudo decir Horo por el miedo a respuesta que iría a recibir a su pregunta, pues sabía que nada bueno podía venir de esas palabras, en especial en boca de esa mujer. Y en un instante se le volvieron todos los recuerdos más significativos de la noche anterior a la cabeza, supo lo que había dicho y hecho, y se arrepentía por eso. Ante la pregunta Tamao rió un poco, creyendo que era un juego de Horo-Horo, pues ese momento había sido el más importante de su vida hasta ahora, y de seguro el del peli-azul también, así que no podía ni siquiera pensar en que se lo preguntaba en serio, pues eso sería como quitarle importancia a ese hecho que cambiaría la vida de ambos.

-¡Que divertido eres!- le dijo y se separó de él, aún teniendo una sonrisa en sus labios por la felicidad que le producía el ser pronto la señora Usui, ¡oh sí!, eso sonaba magnífico, parecía casi música en sus oídos. El peli-azul determinado en desmentir a Tamao, se levantó de la silla y caminó hacia ella, la cual se había ido al living. Restregándose las manos se acercó a ella, tenía miedo de cómo iría a reaccionar al decirle que eso no debió haber pasado, que todo era simplemente una estrategia para que ella lo dejara en paz, bueno, quizás iría a dejar lo último de lado, tampoco quería herir sus sentimientos.

Al quedar al frente de ella, inhaló profundamente y tenía toda la intención de hablar, cuando vio ese brillo inusual en sus ojos, cuando vio la felicidad que irradiaba su cuerpo; y no pudo. Quizás se alejaría de ella progresivamente y le haría desenamorarse de él con el paso del tiempo antes de la "boda", además, si Ren se enterase, quizás le provocaría celos y quizás eso podría ayudar a que volviesen a estar juntos, tan sólo quizás, pero había una gran posibilidad de que sucediese así.

Cuando quedó Tamao frente a él, ella le sonrió aún más, si se podía, y lo miró con ojos soñadores. Se acercó lentamente a él, tratando de aproximar sus rostros, para así poder juntar sus labios en un beso, pero Horo-Horo desvió el rostro, no quería que lo besara, no quería sentirla tan cerca, no quería sentir su sabor, no quería tantas cosas; y quería tantas otras más, todo lo que en ese momento le era inalcanzable.. por el momento.

-Besarse antes de la boda trae mal suerte.- fue la excusa que primero se le ocurrió, al ver la mirada interrogante de Tamao clavada en sus ojos, pero ante tal argumento ella se extrañó más, lo miró sin saber que responder a eso, pues era algo que nunca había escuchado antes.

-No sabía eso.- fue lo único que pudo decir ante tal afirmación, bajando los ojos casi avergonzada por siquiera intentar hacer algo que pudiese arruinar su futuro matrimonio, sentía que sus ojos se le llenaban de lágrimas y trataba de pasar por inadvertido sus pequeños sollozos que amenazaban con salir de su garganta, costándole respirara en forma regular.

-Em.. era broma.- le dijo casi asustado, pues no se había esperado una reacción tan dramática, simplemente no podía creer que fuese tan ingenua, o estúpida. –Es que vomité antes y no quiero que sientas…. ese sabor.- le dijo ya una excusa más aceptable que la anterior, pues, además, había tenido tiempo de pensar, antes tenía que detenerla a como de lugar, en cambio la segunda excusa ya había podido meditarla más a fondo.

-Pero a mi no me importa.- le contestó, acercándose de nuevo con una sonrisa, borrándose todo rastro de la angustia que la había agitado minutos atrás, volviendo ese brillo, el cual empezaba a disgustarle a Horo-Horo con el paso de los segundos, pues esa era la única razón por la cual él seguía con ella, la única razón por la cual él no le decía la verdad.

-Pero a mi sí.- le contestó con una sonrisa notoriamente forzada, tomándola por los hombros y alejándola de él lo más posible, ya no sabiendo como iría a soportar a mujer tan insistente. Luego de eso se separó de ella, soltándola y yendo a la cocina, pero antes de salir del living, sonó el teléfono y Tamao contestó.

-¿Aló?- preguntó a la otra persona que estaba al otro lado de la línea telefónica, esperando la respuesta de ésta. Y luego de un momento volvió a decir:

-¡Hola, Ren! ¿Cómo estas?- gritó casi al auricular, llamando la atención de cierto peli-azul, que la miraba expectante; tan sólo de escuchar su nombre volvió a acerarse a ella, en ese momento se arrepentía de todo, quería decirle que lo sentía, que había sido un error hacerlo elegir, que quería que lo perdonase y lo aceptase en casa de nuevo.

-Sí, si está, está justo al frente mío.- le contestó una pregunta, después de haber una pausa. Los ojos de Horo se abrieron desmesuradamente y ya quería quitarle el auricular de las manos, quería decirle, no…, gritarle que lo amaba y que le dolía el que estuviesen separados, que ya no quería vivir separado de él.

-No, no quiere hablar contigo, lo siento.- contestó luego de un rato, mirando de forma maliciosa a Horo, como si estuviese disfrutando de esa escena. La respiración de Horo se volvió irregular, se aceleró, sus ojos mostraban su desconcierto, y lentamente su manos se volvía un puño; nunca antes había sentido una ira así, sólo una vez alguien le había hecho sentir algo parecido y esa había sido con Keiko. Pero la pelirroja había quedado en el pasado, ahora la odiaba, odiaba a Tamao, ¿cómo le podía hacer esto?, ¿Cómo podía ser tan cruel?, ¿qué no veía que sufría? Se le había acercado y quería quitarle el auricular, pero ella se las ingenió para seguir en al teléfono.

-Dicen que el tiempo cura las heridas.- dijo al auricular, después de no recibir una respuesta de parte de su interlocutor.

-No, no, no,… no es lástima, sólo que yo entiendo lo que sientes, porque yo estuve enamorada de…..- dijo de forma atropellada y rápida, haciendo gestos con las manos, como si estuviese en un apuro, tratando de excusarse por algo, pero fue interrumpida, pues no terminó su frase.

-Sí, tienes razón, que te va a importar a ti mi historia.- dijo casi triste, con una voz a punto de quebrase por la pena, sus ojos miraron al piso y empezó a jugar con el cable del teléfono de forma triste y melancólica. Horo-Horo ya no sabía que hacer, nada podía hacerla despegarse del teléfono, y él lo único que quería era hablar con Ren.

-¿Recuerdas que pasado mañana es el cumpleaños de Yoh?- le preguntó cambiando el tema drásticamente, esperando una respuesta afirmativa pero su rostro mostró cierta decepción al escuchar la respuesta.

-Todos tenemos nuestros problemas.- dijo con voz consoladora, pero sus ojos mostraba cierta desaprobación, pues según ella todo era como ella lo veía, no creía que su realidad era distinta a la de otros, que dependía de quien viera la realidad, se veía diferente.

-Bueno, no importa, lo que quería decirte es que ese día vamos a juntarnos las personas más cercanas a Yho y le vamos a celebrar el cumpleaños, y tú estás invitado, por supuesto también tu hija…. Keiko…- dijo entre titubeos y explosiones de felicidad, haciendo muy cambiante su voz de una llena de temores a una infantil y chillona. (La respuesta que iría aquí sería algo así: Ni que tuviese otra. Es por lo que dice después Tamao, por lo de agregar el nombre.. Lo aclaro, porque cuando lo volví a leer, no lo entendí enseguida, eso.)

-Sí, sí sé que sólo tienes una hija….- al escuchar esa respuesta Horo frunció el ceño, extrañado por ésta, pues no sabía a lo que se refería. –El que haya dicho su nombre después era para que supieras que aún me acuerdo de su nombre…- dijo con timidez, casi como si tuviese miedo de decir algo malo.

-Bueno, me voy, tengo cosas que hacer.- y dicho eso, colgó el teléfono, para sorpresa de Horo-Horo, que la empujó hacia un lado y marcó los números del teléfono del departamento, pues aunque sea necesitaba escuchar su voz, necesitaba saber que seguía ahí.

-¿Aló?- escuchó una voz familiar al otro lado de la línea, pero no era la que esperaba, era la de Keiko, pero no quería tener problemas, no quería perder más tiempo con ella, quería enmendar el error que había cometido y no iría a perder el tiempo, ya había sido demasiado el tiempo fuera de casa, ya no le importaba la presencia de Keiko, ya no le importaba que ella se interpusiera, con tal de estar con Ren.

-¿Puedo hablar con Ren?- le preguntó impaciente Horo-Horo, pues temía que su determinación desapareciera, que ya no se atreviera a decirle lo que pasaba por su mente, aunque no tendría por qué, si habían vivido años juntos, habían compartido muchas experiencias juntos; pero aún así temía su respuesta.

-No, lo siento, pero no está.-le contestó la pelirroja al otro lado de la línea, algo con ironía en su voz y diversión, como si supiera la desesperación que invadía a Horo, como si supiera el dolor que le quitaba la respiración y lo hacía agonizar.

-¿Cómo, si acaba de llamar?- le preguntó desconcertado y dudando de lo dicho por Keiko, ¿Cómo podría confiar en ella, si lo que quería era mantenerlos separados?, ¿cómo podría creerle si nunca nada bueno había salido de sus labios?

-Pero se acaba de ir.- le dijo como si fuera lo más obvio del mundo, tratando de no sonar descortés, pero no logrando su propósito. Ya no tenía sentido sentir algún rencor contra él, si ya no estaba en su vida, aunque el ataque contra ella aún lo recordaba como si hubiese sido ayer, pero como la distancia los separaba, no tenía que temerle. –¿Tu crees que él dejó de trabajar por ti?, pues no.

-¿Y como sé que no me estas mintiendo?- le preguntó después de un rato de silencio, en el que estaba pensando en como responderle sin sentirse como un idiota, pues de cierta forma tenía razón, él no tendría que esperarlo, en especial si creía que no quería hablar con él.

-No sabría decirte, pero yo no tendría por qué mentirte.- le contestó tranquila y serenamente, sin intentar persuadirlo, ya que no le importaba si le creía o no, así que simplemente se despidió y colgó el auricular, sin esperar que Horo-Horo le dijese algo.

Aún con el teléfono en la mano, Horo se quedó mirando un punto en la pared; no sabía que hacer, todos estaban en contra de su relación con Ren, habían estado bien hasta hace poco, pero todo había cambiado, era como si hubiesen hecho un complot en su contra, y le daba rabia, y lo peor, no sabía como controlarla, no podía más, todo intento de hacer las paces, todo intento de volver a lo de antes acababa en un fracaso, y el odio, la rabia, ira, todo se juntaba…

En un movimiento inesperado pasó el brazo por encima de la mesa del teléfono, botando todo lo que había sobre ella y luego, como no le pareció suficiente, tomó la mesa en sus manos y la abalanzó contra la pared, provocando un estrepitoso ruido y una marca en la pared .

Volteó a mirar a Tamao, la que se encontraba inmóvil por el miedo que le provocaba la expresión de Horo-Horo en su rostro, nunca antes lo había visto así, nunca antes se había comportado de esa forma delante de ella, nunca se había imaginado que él pudiese llegar a reaccionar de esa forma. Ahí, inmóvil como una estatua, con los ojos extremadamente abiertos y a punto de liberar unas lágrimas que amenazaban con salir, su respiración acelerada por el temor de ser la siguiente en ser víctima de la ira de Horo, estaba parada mirándolo sorprendida, temblando un poco, casi imperceptible, sus piernas a punto de fallarle.

Y en un abrir y cerrar de ojos salió de la habitación con paso acelerado, pisando de forma pesada y al cruzar el umbral cerró con un golpe la puerta, dejando en claro que su rabia no había cesado. Una vez que él se fue, Tamao se dejó caer sobre el suelo, dejando paso libre al llanto que trataba de abrirse paso hace ya unos minutos atrás. Ahí, sola, en el suelo, dio rienda suelta a sus emociones sin encontrar consuelo excepto en su pronta boda.

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Ya había llegado el día tan esperado por Horo-Horo, era el cumpleaños de Yoh, había estado esperando con ansias ese día, pues entre los invitados estaba Ren, después de tanto tiempo, lo podría ver de nuevo, perderse en esos ojos dorados, poder contemplarle cada una de sus facciones, aunque sabía que tendría que ser con discreción, ya no era como antes cuando estaba juntos, además había un obstáculo aún mayor, Tamao. sabía que haría un escándalo si lo veía mirarlo todo el tiempo, en especial porque la boda se acercaba, pues aún no había encontrado el momento de decirle que él no quería contraer matrimonio con ella, ya que cada vez que la veía en sus ojos se reflejaba la ilusión que le hacía el matrimonio, y a pesar de que era a costa suya, esa alegría que llegaba a irradiar era lo único que le hacía su vida aunque sea un poco más soportable en esos días llenos de amargura y dolor. Pero eso iría a pasar, porque esta vez él le iba a decir todo lo que había estado preparando durante los días de espera, se había preparado un discurso completo para decirle a Ren, para que lo aceptara nuevamente, ya no le importaba lo que pudiese pasar con Keiko, trataría de ignorarla, y si eso no funcionaba, trataría de llevarse mejor con ella. ¡Sí!, eso haría.

Todo estaba listo, sólo faltaba que llegaran los invitados, sólo eso y tendría que poner en marcha su plan. Y con esos pensamientos en mente, esperaba impaciente en el living cuando oyó el sonido del timbre, anunciando que alguien acababa de llegar a la junta preparada para celebrar el cumpleaños de Yoh. Enseguida saltó de su asiento, corriendo hacia la puerta con desesperación, pero la decepción fue grande cuando vio a Anna en la puerta con bolsas de supermercado en manos. Al cruzar el umbral, Anna le lanzó las bolsas a Horo y le dijo que las llevara a la cocina, no como favor, sino como orden.

Resignado el peli-azul tomó las bolsas y las acarreó a la cocina, para que Anna no lo retara por no obedecer, así que lo hizo lo más rápido que pudo, para seguir atendiendo la puerta. Y una y otra vez sonó el timbre, pero cada vez lo volvía a inundar el sentimiento de decepción, pues nunca era Ren.

Ya había pasado media hora, y el oji-dorado aún no había cruzado el umbral de la puerta, todo el tiempo que se hallaba ahí, sus ojos se mantenían fijos en la puerta, y a pesar de que le hablaban, no escuchaba nada, lo único que le interesaba escuchar era el sonido ruidoso del timbre anunciando a más gente, pero al parecer había decidido no venir, al fin y al cabo era totalmente comprensible, así que se obligó a olvidarse de la puerta y a disfrutar de las conversaciones que se generaban entre las personas que estaban en esa casa.

Había pasado como una hora desde que había perdido la esperanza de que Ren llegara, y justo en ese momento se había acercado Tamao a él y se le había pegado como lapa a él, pero ya no le importaba, pues a pesar de que quería divertirse, no podía, porque un sentimiento de abandono lo había invadido, como de tristeza. Se sentía desdichado y no sabía como evitar sentirlo, y aún peor, como ocultarlo. Pensando que cada esperanza de ver a Ren en esa noche no tenía sentido, sintió como Tamao acercaba sus labios a su oído y le pidió encontrarse en la cocina a solas, pues quería su opinión sobre algo.

Como por inercia se levantó de su lugar y siguió a Tamao a la cocina. a penas se había percatado de que ella se había detenido, pero por suerte sí lo hizo, porque o sino hubiese chocado con ella, y no quería que tomara eso como una señal de que quería estar más cerca de ella, todo menos eso.

Todo estaba oscuro en ese lugar, sólo se podía ver algunas cosas reflejar los rayos de la luna que pasaban por la ventana. En ese momento sintió como los brazos de Tamao lo rodeaban a la altura de la cintura, y luego sintió como ella apoyó su cabeza en el pecho de Horo, pudiendo escuchar sus latidos pausados, proporcionándole calma y seguridad, además podía percatarse del ritmo regular de la respiración del peli-azul.

Luego de un tiempo que a Horo-Horo le pareció una eternidad, ella levantó la cabeza de su pecho, y el peli-azul pudo ver un brillo intenso en sus ojos, una que no había visto en ella, uno que le produjo escalofríos, pues parecía como si le quisiese preguntar algo de suma importancia, algo que cambiaría el rumbo de sus vidas completamente, era como si le iría a preguntar si se quisiese casar ahora mismo con ella, y le daba miedo, pues no quería llegar a responder esa pregunta, no quería llegar a ocasionar una escena, no quería arruinar el cumpleaños de Yoh.

-Me gustaría saber…..- empezó a decir Tamao con timidez y en un susurro, bajando la cabeza avergonzada.- ¿Qué te parecería si le decimos al resto sobre nuestro compromiso?- terminó de decir llena de excitación la peli-rosa y contenta de al fin haberse atrevido a preguntarle a Horo sobre lo que ya le había estado molestando todo este tiempo.

-Mmm…- No sabía que responderle, por supuesto que no significaba casarse enseguida y que no le diera tiempo de arrepentirse, pero decirle a los demás sería algo así como hacer más realidad su situación, que de por sí ya era complicada, además no quería que llegara a los oídos de Ren, ya no quería que él se enterara para provocarle celos, ya que quizás podría interpretarlo como el fin absoluto de su relación, y eso no lo podía aceptar por ningún motivo. –Déjame pensarlo…- fue la respuesta que le dio finalmente, pues no se le ocurría una mejor. Y para darle el toque final, para que no se volviera hostigosa, la besó.

Por supuesto que en los día que habían pasado desde que se enteró que había aceptado el compromiso con Tamao la había tenido que besar, pero como la había convencido de que lo quería mantener en secreto, pudo evitar que eso ocurriera con frecuencia, ya que no era algo que le gustaba hacer, se sentía traicionando a Ren y eso era lo último que quería hacer, y por suerte la había convencido que la iría a desposar después del matrimonio y que no pasarían a nada más intimo antes. Sí, eso era algo bueno de que ella creyera en él tan fervientemente, pues le decía la primera cosa que se le venía a la cabeza y ella le creía.

Lo que no sabía era que alguien que había querido entrar a la cocina lo había visto todo, que su secreto ya había dejado de serlo, y ese alguien simplemente se había ido cuando ya había presenciado la mayor parte de la conversación y lo último que había visto era el beso entre ambos.

Ya algo más aliviado, Horo-Horo había salido de la cocina, convencido que había callado a Tamao para toda la noche, y al cerrar la puerta al ir saliendo vio a Keiko mirándolo fijamente, pero seguramente era producto de la paranoia que lo invadía, temiendo tener pegado en la frente una frase que revelase su secreto, pues, a pesar de haber logrado callar a la peli-rosa, aún tenía miedo de haber cometido un error, un miserable error que le costara todo lo que había tratado de controlar.

Se sentó en un lugar desocupado, cerca de Ren, para poder ver su reacción a su presencia de una forma más clara, además, seguramente Keiko no armaría un escándalo en frente de tanta gente, pues sí, había mucha gente, apenas se podía caminar por el living, pero al parecer el oji-dorado no se daba cuenta de su presencia, pues no había notado ninguna reacción que demostrase que hubiese tomado consciencia de que siquiera existía, a menos de que ya no sintiera nada con su presencia, que ya no lo pusiera nervioso como antes, que ya no lo amara como solía hacerlo; no, no podía ser, porque… ,porque era muy pronto para que hubiese superado su separación, demasiado pronto, no, no podía ser…

Así que se sentó aún más cerca de él, por tampoco notaba un cambio, estaba feliz conversando con Anna de alguna cosa sin importancia para él, esa arpía que trataba de apoderarse de todo sin interesarle el que estuviera casada con Yoh, ¿cómo podía?, y eso que en su cumpleaños, eso era lo más bajo que podía caer, las cosas no se iban a quedar así, él le iría a decir todo a Yoh, no iba a aceptar que lo engañara de esa forma, y así de paso libraba a Ren de las garras de esa mujer que no tenía consciencia ni moral.

Pero justo en ese momento su mirada cruzó con la de Ren, y toda determinación se desvaneció y sintió como su corazón se aceleraba, al igual que su respiración, sintió como su sangre subía a su rostro, para hacer notorio un sonrojo que se empezaba a producir, además sentía como la ropa al contacto con su piel empezaba a quemar y cada una de las fibras de su cuerpo exigían aunque sea un roce con la piel de su amado, un miserable contacto, sólo para tener un recuerdo más reciente de la textura de su piel, del aroma de su cuerpo, para tener la oportunidad de recordar lo que es el amor.

Pero, al igual como sus miradas cruzaron, Ren la desvió con la misma rapidez, pero no con nervio ni tratando de evitarlo, lo hizo de una forma natural, como si no le importara en lo absoluto, como si ni siquiera estuviera consciente de que él estaba ahí, como si fuera aire, y le dolió, como si un cuchillo le fuera clavado en el pecho y le hiciera trizas el corazón, y toda esperanza se fue de sus ojos y sólo quedó la desilusión y el sentimiento de haber sido traicionado, ya no tenía razón para vivir, simplemente se quedó ahí, sentado, mirando al vacío, sin percatarse de que Ren lo estaba viendo de reojo, con una mirada de nostalgia y tristeza.

En ese momento Horo-Horo sintió como a su lado en sillón se hundía un poco y como su brazo era jalado, pero no le prestó atención, luego le pareció escuchar una voz, pero la sentía tan lejana, que no se esforzó en escucharla, hasta que sintió pena por la persona que fuera que estaba intentando hablarle y decidió oír lo que le decía, así que volteó la cabeza hacia esa persona y vio a Tamao, y en ese momento se arrepintió de haber despertado de su ensueño, en donde todo estaba bien, todo seguía como antes, pero ya era muy tarde, ya estaba conscientemente ahí y no sabía como volver a su ensueño.

A pesar de que estaba mirando a Tamao, no la escuchaba, le asentía de vez en cuando, trataba de no prestarle atención a lo que ocurría al lado suyo, pero lo único a lo que trataba de prestarle atención fue a la conversación que estaba llevándose a cabo justo a un metro de él, no quería seguir sufriendo, estaba harto de que todo lo imaginado, toda fantasía se hiciese añicos en su mente y corazón. Pero algo en su ser le exigía saber lo que en ese momento preocupaba a Ren…

De repente sintió como Tamao se levantó de su lado, de forma energética, casi de un salto, pero como ya se había acostumbrado a los cambios de actitud de esa mujer, no le hizo caso, simplemente se alegró de que ella lo dejase en paz, porque sentía el agotamiento en todo su cuerpo, en su mente, en su ser completo, así que no sintió otra cosa más que alivio al saberse librado de ella por, aunque sea un momento, de ella.

En ese momento se dio cuento de que Anna había dejado sólo a Ren, así que se acerca a él, con disimulo, tratando de pasar desapercibido, para no ahuyentarlo, para poder gozar de su presencia de un poco más cerca por más tiempo, porque lo necesitaba tanto como la luz del sol, tanto como el aire. Su corazón empezó a latir tan fuerte, de forma tan dolorosa, pero un dolor que le servía para saberse vivo, para saberse enamorado… La respiración se le dificultaba, trataba de calmarse, calmar su cuerpo que reaccionaba de esa forma a su cercanía, algo que demostraba sus sentimientos hacia él con tanta evidencia, que la vergüenza lo corroía, porque no creía posible que su cuerpo reaccionase así ante la persona con la que pasó muchos años juntos, con la cual tuvo noches llenas de pasión, llenas de felicidad.

-Y… ¿cómo has estado?- le preguntó calladamente, esperando que no rechazase su intento de acercarse a él. Lo miró inquisidoramente, queriendo así demostrar su interés aún vivo en él por Ren, lo que no sabía, era que Tamao se había parado justo frente a los demás, aclarando su garganta y pidiendo la atención de todos. Cuando notó que todo quedaba en un sepulcro silencio alrededor suyo, miró fijamente a su prometida, quien se encontraba parada con cierto rubor en la mejillas y el nerviosismo se le notaba a leguas.

-Bueno….- espetó jugando con los pulgares de sus manos para controlar el nerviosismo que la invadía. -Primero quiero que todos brindemos por el cumpleañero.- prosiguió levantando una copa llena de alguno de los licores que eran servidos en la fiesta. -Pero también quería anunciarles algo que no tiene del todo que ver con Yoh, pero que es importante para todos ustedes, porque son mis amigos…- hizo una pausa antes de proseguir, la cual a Horo-Horo se le hizo una eternidad, porque ya sabía lo que vendría, sabía que era el fin de su felicidad con Ren, sabía que era el fin de cada una posibilidad que tendría de volver con el oji-dorado. -Me gustaría anunciarles que Horo-Horo y yo nos uniremos pronto en el sagrado matrimonio.- espetó con orgullo y felicidad, mientras que a Horo se le iba toda la cordura de la mente, y la angustia llenaba su corazón.

En seguida se giró a mirar a Ren para ver alguna mínima reacción de su parte, mientras que todos se habían volteado a verlo. En eso Tamao lo toma de las manos para que lo acompañe para recibir las felicitaciones de todos; lo que no había querido ver, lo que ignoró muy bien, fue la demora de todos los presentes en demostrar su alegría por el compromiso de ambos…

Notas finales:

Nos acercamos a las actualizaciones.


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