Era ahora o nunca… la ultima oportunidad y si salía vivo de esta, las cosas mejorarían… seria mejor que ayer… había atravesado al falso Hisoka y ahora buscaba a Daion para ir por los demás.
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No podía creer lo estúpido que fue al caer en el juego de Muraki, estaba consiente de su amor por Chikara aun cuando este era un cazador que probablemente solo se aprovechó de él… pero tener a un tipo parecido a Chikara encima amarrándolo para violarlo fue el colmo.
Después de caer de la invocación y no averiguar del todo que tipo de pentagrama dibujo Muraki se encontró con un sexy moreno sentado en la fuente medio desnudo… fue un completo idiota al dejarse llevar por los impulsos. El falso tipo le llamo con la mano y él tan obediente corrió a sus brazos para caer en la estúpida trampa. Y su humor empeoraba cada segundo con cada caricia.
Empezó a hacer que su energía se proyectara, tenia alas, unas que Tsuzuki siempre le evitaba ya que consumían energía vital y no estaba precisamente vivo.
El Chikara que tenia enfrente rio escandaloso y se lanzo a morderle el hombro con fuerza, era obvio que Muraki usaba los deseos ocultos de todos, estaba más que seguro que esa era la fuente de tanta maldad, nadie consciente pensaría en algo así, se quito a Chikara de encima de una patada, si Muraki quería deseos ocultos y malos los iba a tener, empezó a pensar en cosas horrendas, en que desearía matar a su familia para desquitar el dolor y el odio que sentía, que se desharía de la humanidad entera solo para vengarse de los que se burlaron de Tsuzuki y Hisoka en los tiempos en que estuvieron vivos y la pasaron mal por culpa de los humanos idiotas.
El ilusorio moreno empezó a ahogarse con tanta energía negativa, Daion no podía ser tan fuerte como los otros dos shinigamis, no podía compararse por más que entrenara y se esforzara por ser fuerte, ni siquiera le llegaba a los talones a Watari o Tatsumi… cual lejos estaba del jefe, se cubrió la cara con las manos, era tan patético que necesitaba al castaño cuidando sus pasos día y noche y al rubio para evitar las pesadillas de su infancia.
Muraki observaba desde la cornisa de una ventana, el sello no era precisamente la influencia de la energía oscura, si no el descontrol de esos sentimientos reprimidos en todos y el ser más débil acababa de caer redondito en la trampa, era hora de saber que tanto poder daba el odio desmedido en un alma reprimida.
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—¡Daion!— una oleada de dolor y odio enfriaba el ambiente, Hisoka sentía como Daion perdía el control—¡¿Dónde están?!—Pero nada, ni Tsuzuki había aparecido y el maldito sello del aun más maldito Muraki estaba volviéndose el doble de fuerte gracias a su enojo, acabo con los falsos y ahora no aparecían, no estaban en ninguna parte
—Tranquilo Hisoka, estarán bien…—El castaño con la mano en el hombro del otro pretendía calmarlo, si seguían así ninguno saldría de ese lugar.
—¡¿Cómo que estarán bien?! ¿Ya te diste cuenta de este desastre? ¡Un sello indescifrable, un maldito Muraki, ellos perdidos! —El rubio se revolvió el cabello, estaba desesperado, Hijiri no ayudaba con esa actitud de: “Todo estará bien”, era como si ya hubieran perdido y quisieran aceptar que los otros estaban muertos.
Los pasos firmes del moreno alertaron a Hisoka, esa sensación de ira, el miedo. Los dedos de Chikara quemaron su piel y la cachetada que le propino provoco una especie de tranquilidad.
—Ellos estarán bien…—Se volvió a los ojos verdes del otro, en busca de la verdad—… créeme que lo estarán.
Ok, si necesitaba la cachetada, Hijiri se guardo la risita que hubiera salido, Hisoka no se dejaba golpear por cualquiera, ni en esta vida ni en la otra, el rubio respiro hondo y encaro la entrada posterior del internado, las cinco personas allí paradas jamás habían visto tal cantidad de seres oscuros. Se notaba la presencia de deseos corrompidos, sueños rotos, rencores zombis —enterrados y revividos solo para provocar dolor—
—Disculpen…—La primera vez que Date decidía hablar en ese escenario loco—… ¿Qué pasa aquí?
Hisoka giro encarándolo, revisando centímetro a centímetro ese rostro que se reflejaba en la juventud del menor de los shinigamis. Date Ashi el hermano mayor de Daion.
—Es solo una pesadilla…—Improviso Hijiri, nervioso ante la mirada inquisidora de Honnou.
—Ese cuento no me trago así de fácil…—El mayor se peino con los dedos en cabello—… esto no es un sueño….
Hisoka dejo de mirarlo y giro hacia el internado donde la masa que constituía el alma negra del edificio pareció crecer más.
—Para nada esto es una pesadilla… —Suspiro—… esto es el infierno…
Date respingo en su lugar abrazando a su hijo, necesitaba saber que pasaba en ese lugar y si podrían salir con vida, realmente quería pedirle perdón a su hermano y ver crecer a Honnou con cada año que pasara.
—Hay que avanzar… Hisoka-san…—Chikara se asomo por atrás, lejano a todo como si fuera la primera vez que se topaba con el rubio.
—Hm…—Hisoka rio por lo bajo ante esa muestra de educación impropia en el moreno—… así haces que crea que si te aprovechaste de él… ¿Te arrepientes de lo que paso?
Chikara se froto el brazo, pensara lo que pensara o sintiera lo que sintiera Hisoka lo sabría mucho antes de que él terminara de entenderlo
—Eso imagine…—Hisoka dio unos cuantos pasos al interior—… eso mismo me imagine…
El moreno se quedo estático contemplando el suelo bajo sus pies, y noto, no sin cierto desagrado que algo se arrastraba debajo del césped, algo que no se percibía con facilidad y que en contra a todo reptaba hacia el único shinigami del grupo, quiso dar un paso, algo le sujetaba el tobillo, subía por su pierna y se enredaba en el resto de su cuerpo, cubriéndole la boca con una raíz repleta de tierra.
Pero para Hisoka era suficiente el que Chikara sintiera miedo y pánico como el niño que era, le vasta buscar la sombra del terror que seguían los ojos del moreno y dar un salto a la rama del árbol más cercano.
—¿Hisoka? —Hijiri había contemplado como ambos compartían mirada y no daba a entender que era lo que pasaba, la raíz que aprisionaba a Chikara solo podía ser vista por Hisoka.
—Busquen un lugar seguro…—El rubio cambio su lugar por una saliente del edificio—… la tierra del jardín ya no lo es.
Hijiri tomo a los otros dos aun cuando con la mirada Hisoka le advirtió que no tocara a Chikara, los llevo a una especie de kiosco que el rubio rodeo de sellos y algunos conjuros de última hora y se dirigió hacia el moreno estático en medio del jardín.
—Es Daion, ¿Verdad? —Pregunto rodeándolo, revisando centímetro a centímetro la raíz llena de tierra que cubrían los labios del menor—… Muraki se esta aprovechando de su poder.
Chikara, incapaz de moverse parpadeo dos veces con las lágrimas en esos ojos noche que Daion había amado tanto y que ahora, presa del hechizo del peliplata odiaba a muerte.
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Tsuzuki se quito de encima lo que podía definir como un calamar de sombra que reptaba por las paredes, aquel recinto era una especie de monstruo semi sepultado cuyos intestinos tenían pequeños y muchos habitantes parasitarios. Los estudiantes solo constituían el alimento a esa suerte de monstruo creado por Muraki.
Sentía cada pared con vida, como los pasillos cambiaban de lugar y regresaba al mismo punto donde se encontraba antes, estaba perdido entre el edificio con mucha energía oscura esperando la oportunidad para atacarlo.
Suspiro deteniéndose, de cara a una puerta que aunque pasara y pasara no desaparecía y supuso, con la experiencia de haber estado antes en uno de los juegos siniestros del doctor se trataba de una vil trampa.
Pero si para salir debía caminar hacia la destrucción total y salvar así a los que consideraba como su familia y amor, lo haría, se paro enfrente y tomo el pomo con la mano derecha y la giro.
Tsuzuki ignoraba que ahora Daion controlaba absolutamente todo y que este a su vez era un simple títere de Muraki. Un prisionero de su odio alimentado por el peliplata mayor.
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El rubio forcejaba con la raíz que mantenía a Chikara preso, pero entre más la tocaba, esta más se apretaba.
—No puedo soltarla…—Le murmuro al moreno al cual se le escapaban los ojos de las cuencas por ver lo que se perfilaba detrás de Hisoka.
—Solo yo puedo soltarla…—Explico Daion con los ojos lloroso y la espalda desgarrada por el nacimiento de las alas, desarreglado y emanando un aura oscura que le consumía la mirada.