Corrió, como hace muchos meses no lo hacía. Corrió sin importarle nadie de los que pasaba a su alrededor, o el regaño de algún profesor. Él, simplemente, se dedicó a correr para darle alcancé al sujeto de sus deseos, a ese pelirrojo extraño que lo sacaba de su comodidad. Sin embargo, no pudo encontrarlo. Se detiene en algún pasillo a tomar algo de aire, cuando lo escucha una suave voz que le indica el camino.
— ¿Tú eres Ronald Weasley, cierto? - esa voz viene del pasillo continuo al que él está, por lo que se acerca lentamente a una columna en la que se esconde – mi padre me ha hablado mucho de ti, y de todo lo que hicieron por el mundo mágico junto al gran Harry Potter.
— Así es, pequeño, ese soy yo – y ahí está la suave y profunda voz que el busca, una que sale con un tono de diversión por las palabras del chiquillo, pero con un deje de melancolía. Su corazón se encoje un poco al descubrir esto.
— ¿Me podrías firmar mi libro de encantamientos? Creo que eso me motivaría más a concentrarme en mis clases – no puede evitar reprimir una pequeña risa mientras se asoma a ver a los dos que están hablando. No creía que Weasley fuera la representación más estable de concentración. Y al parecer el pelirrojo piensa lo mismo, pues su carcajada no se hace esperar.
— Por supuesto, pero no esperes milagros.
Sale de su escondite para verlo concentrado y divertido copiándole algo en el libro que el pequeño extendía entusiasmado. Debe estar en segundo y aún se nota ese grado de inocencia y emoción de la edad. Sonríe débilmente cuando ve como el niño se despide y se aleja del lugar.
— Por lo que veo, ya eres toda una figura pública – comenta despreocupado mientras se sienta al lado del otro chico en el ventanal.
— ¿Qué quieres, Zabini? – el uso de ese tono sombrío no le agrada mucho al moreno.
— ¿Por qué saliste corriendo de esa forma hace un rato? ¿Qué demonios te ocurre últimamente? – y ahí aparece de nuevo esa rabia incomprensible que su cerebro no puede soportar; al parecer su cuerpo necesita saber que el pelirrojo está bien, y la actitud del otro solo lo saca de sus casillas.
— ¿Qué te importa? Lo que haga con mi vida es mi asunto, además no eres nadie para andar preocupándote por mí – dicho esto se pone en pie para irse – Además, ¿Cómo sabes que me ocurre algo? ¿Qué me andas vigilando, Zabini?
La prepotencia con la que dice lo último solo lo hace sonreír, para sorpresa del otro. Toda rabia, impotencia y desespero desaparecen para lanzarle en último brillo de claridad a su cerebro. Sí, aquel chico es raro y esta loco de remate, pero por eso le interesa tanto el ojiazul. Confiado se pone de pie y se acerca al chico mientras pasa su brazo por los hombros del otro, sintiendo la tensión inmediata del león, y lo invita a caminar con él.
— Vamos a nuestro castigo, Weasley. Y de paso, me acompañas yo consigo un papel para que me lo autografíes; ese chico se veía bastante confiado en que eso iba a ayudarle con sus estudios…
Siente un suave golpe en las costillas mientras ve como el otro sonríe con la cara completamente roja. Él, al contrario, deja que su risa viaje libre por el pasillo desolado. Sí, se divertiría mucho intentando conquistar al pelirrojo. Porque ya lo había decidido, Ronald Weasley le gusta, y esta comprobado que el chico siente lo mismo por él. Su trabajo ahora será hacerlo confesar esos sentimientos y que el chico caiga completamente enamorado ante él. Como que se llama Blaise Zabini.