No sabía si aquel momento había pasado o no. Él estaba pensando tranquilamente en las ranas de chocolate que había dejado escondidas en su baúl, con la esperanza de que Pansy no se las comiera, y Potter había llegado a distorsionar todos su flujo de pensamientos mirándolo de aquella extraña manera. ¿Qué les pasaba a los leones ese año? Y ¿Qué les pasaba a ellos?
Pansy ahora se mantenía haciendo listas de cosas de recomendar a chicas, y ya había dejado de contarle muchas cosas, a él, su mejor amigo en el mundo. Aunque según ella, era tiempo de abrirse a conocer nuevos círculos de personas. Patrañas. Él solo quería terminar su año y dedicarse a estudiar Medimagia, o Pociones. Alguna cosa que le evitara tener que lidiar con problemas.
Por otro lado estaba Blaise, el idiota cada vez se perdía más en el mundo de la imaginación. Ahora mismo está parado mirando a su pelirroja tentación pasar delante de él. Y no, el apodo no se lo ha puesto él, había salido de la misma boca del italiano en un momento de descuido, y ahora se arrepentirá toda la vida de que él hubiera estado presente en aquel momento. Como sea, ya dos de sus amigos estaban perdidos.
Y para finalizar con broche de oro, Theo le había pedido ayuda en la mañana para conseguir información sobre las tradiciones de la familia Longbottom. ¿Quién lo creían? Él no era celestina de nadie, ni siquiera podía con sus problemas Potterianos para que ahora vinieran a cargarlo con otros romances.
Siente que ahora mismo su cabeza puede estallar. Así que con cansancio se sienta en su mesa y se sirve un poco de jugo de calabaza y coge una manzana. Siempre ha amado las manzanas. Le recuerdan a su niñez, tranquila, dulce. Sí, le gustan las manzanas.
Levanta la mirada distraído y recorre el lugar. La mesa de ellos está bastante llena, varios círculos separados de chicos de diferentes edades. Muchos de ellos los han vuelto a mirar con indiferencia, y no hay nada que agradezca más. Hay unos cuantos que siguen señalándolos e intentan hacerles bromas infantiles. Pero por supuesto, él ya tiene localizados quiénes son los que sufrirán las consecuencias.
Las mesas de las águilas y los tejones nunca le han llamado mucho la atención. Aunque a veces se divierte mirando a la rubia. Como en esos momentos, que está haciendo enojar a una de sus compañeras con alguna afirmación loca. Anoche hubo tormenta eléctrica, seguro les estará hablando de los Hatifnates que salieron en los alrededores. Lo peor es que él sabe que esas criaturas existen, él mismo las ha visto; pero él no va a defender a Lunatica Lovegood en esos momentos.
Y en el fondo, la mesa de los leones, sobretodo el grupito de entretención principal. Ese moreno, según recuerda se apellida Thomas, le había pedido un favor en la última clase de pociones. En aquel momento pensó que era agradable, y ahora mismo está sentado junto a la pelirroja. La Weasley también ha cambiado mucho, tanto que ya no le apetece insultarla. Y a su lado, el objeto de sus pesadillas. ¿Qué tenía Potter en querer adentrarse en los sueños de los otros cuando ni siquiera era bienvenido?
- Draco, debemos ir a nuestra clase de Adivinación – la voz de su amiga lo hacen mirarla con desconcierto. Asiente como única respuesta.
Se levanta de la mesa y al mirar al frente se encuentra un par de ojos verde esmeralda puestos sobre él. Levanta las cejas y una leve sonrisa se dibuja en su cara, desconcertando al otro. Le guiña un ojo y se da vuelta mientras sigue disfrutando de su manzana. Ahora sabía más dulce. Y de seguro tenía relación con el sonrojo que el Gryffindor había adquirido luego de aquel sencillo acto.