Camina distraída por los pasillos de aquel tren. Nunca se imaginó volver a estar en él, sin la presión de alguna amenaza o problema. Ciertamente, no esperaba que los hubieran dejado libres, pues aunque no habían sido parte de aquel bando, fingían serlo.
Se detiene a observar por una de las ventanas. Jamás se había atrevido a ir por esos lados, siempre con todas esas diferencias y prejuicios. Escucha las risas de los niños que corren tras ella, el tren rozando contra los rieles, la señora del carrito anunciando su mercancía; suspira mientras recuerda su motivo de estar allí, y se gira hacia la señora.
Se detiene por un momento al no saber si acercarse o no. Pero al fin y al cabo decide hacerlo; de todas formas, los prejuicios ya terminaron ¿No? Al menos era lo que esperaba.
— Danos, por favor, 6 ranas de chocolate y éstos caramelos — le dice el chico castaño a la señora. Lo recuerda, a los tres, como olvidar a esos leones que fueron una de las partes más importantes en la batalla final.
— Disculpen, ¿me podrían recomendar algunos caramelos? No soy muy buena con los dulces — les dice por la espalda haciendo que los tres se tensen y se giren sorprendidos a mirarla.
Ella les sonríe, indicándoles que no viene en busca de pelea. Todos se miran extrañados, pero ellos tampoco buscan pelea por lo que la miran indiferente.
— ¿Parkinson? ¿Qué haces por estos lados? — le pregunta el chico dorado indiferente.
— Decidí salir a comprar algo. Mis amigos estaban bastante tediosos así que inventé una excusa para alejarme de ellos por unos minutos — los chicos notan la sinceridad de la chica aún así la siguen mirando con desconfianza— Este, ¿esos caramelos que pediste son buenos, eh…Longbottom?
— Si – afirma el chico a su nombre — y, pues a nosotros nos gustan. Claro que depende de los gustos.
— Oh, no te preocupes. Ese chico se devoraría cualquier golosina que le ponga enfrente, aunque, ¿es ácida o algo? — mira la barrita con algo de confianza.
— Si, un poco — contesta Neville interesado — ¿Por qué?
— Es solo que Draco solo come ese tipo de dulces, bueno, aparte de los chocolates — se ríe para sus adentros recordando lo obsesivo que es el chico con esos dulces — bien… deme por favor 4 ranas de chocolate, 5 varitas de regaliz, 2 pastelitos de caldero y 4 de esos caramelos, ¿Cómo se llaman?
— Pops ácidos — le contesta la señora, mientras le entrega su pedido en una bolsa.
— Ok, ¿Cuánto es?
— 1 galeones y 7 sickles.
— Muchísimas gracias — la chica entrega el dinero y se comienza a alejar — fue un placer hablar con ustedes chicos, espero que las diferencias se… bueno se atenúen — se aleja riéndose mientras los chicos la observan ya con más confianza por su cambio.
No llevaba mucho de recorrido cuando la pelinegra siente como un extraño líquido es derramado sobre su cabello. Se queda congelada mientras algunos chicos y chicas comienzan a rodearla burlándose, solo atina a bajar la mirada.
— Con que Parkinson, ¿eh?.. ¿Con qué derecho te atreves a volver a Hogwarts luego de ser parte de los mortífagos? ¿No deberías estar en Azkabán? — esa es una chica de su mismo año de Ravenclaw.
Pansy sabe que no iba a ser bien recibida ese año, al igual que sus amigos; fue muy tonta al haber salido de su vagón. Levanta un poco la mirada y descubre que la puerta a su compartimiento esta cerca; intenta dar algunos pasos pero la agarran del cabello y la hacen retroceder junto con un grito salido de su propia garganta.
— ¿A dónde crees que vas, serpiente rastrera? Contigo no hemos acabado — le informa otra chica, esta vez una que, según ella recuerda, es de su propia casa.
Las lágrimas amenazan con salir pero las contiene con todo su orgullo Slytherin. Se queda quieta y soportando toda la humillación mientras es arrojada al suelo.
— Por supuesto que han acabado, suéltenla ahora mismo — esa voz resuena en todo el pasillo, y la chica solo puede acurrucarse y sonreír agradecida mientras observa al hombre que esta frente a ella.