“Rizos de fuego”, “Tormenta de sol”, “Pastel de chocolate”, “Ed Sheeran”; su mente se detuvo en ese nombre al intentar recordar en dónde lo había escuchado. Ahora mismo está con las manos alrededor de una escoba, así que aprovecha para recostarse en uno de los pupitres que se apilan desordenados tras de él. Si lo piensa bien, sabe que ese nombre es de alguien que le recuerdo mucho a su “pelirroja tentación”, pero ¿quién? Y ya que su hermoso apodo había aparecido de nuevo, odiaba el día en que Draco lo había escuchado llamarlo así; ese era el motivo por el que había decidido buscarle otro, pero era una tarea muy difícil, incluso teniéndolo en frente. ¿”Calabacita”? NO!
- Oye, idiota. ¿Qué no piensas mover tu pesado trasero y ayudarme a terminar este castigo de una vez por todas?
Esa voz llega dulcemente a sus oídos, aquellas tiernas palabras con las que siempre lo abordaba en los momentos inesperados, ¿cómo no amarlo? Lo mira detalladamente desde su posición; el otro chico esta arrodillado limpiando los suelos, la parte delantera de su cabello esta recogida tras una bandana para evitar que se ensucie o se le atraviese en los ojos y no lo deje trabajar, las mangas de la camisa las lleva subidas hasta los codos, y tres botones superiores están desabrochados; intenta llevar su mirada un poco más allá, a ver si alcanza a percibir algún rastro de su piel desnuda en el agujero que deja la camisa entreabierta pero unos ojos azules se atraviesan en su tarea. Se muerde el labio y levanta una de sus cejas elegantemente, su contrario devuelve el gesto con una mirada de reproche y un dulce sonrojo que se vuelve apetecible para su ya acelerado corazón.
En serio es una tentación completa para él, y sabe que para un 50% de la población de Hogwarts también lo es, pero intenta no pensar mucho en eso, él no es un chico celoso ni ninguna de esas cosas. Se rinde ante la intensidad de la otra mirada y deja la escoba a un lado para agacharse a limpiar el suelo con él. Grave error ya que un embriagante aroma a colonia se apodera totalmente de sus sentidos. Cierra los ojos mientras aspira despacio y con lentos movimientos se acerca al desprevenido chico.
- ¿Sabes algo, Weasley? – el otro chico se gira sobresaltado al sentirlo tan cerca, pero hace un cabeceo seco para dar a entender que tiene su atención – lo malo que uses colonia para un castigo es que el olor sobresale sobre cualquier otra cosa – el chico aprieta su mandíbula visiblemente enojado y avergonzado – no, no me malinterpretes; no digo que sea malo, sino que la persona con la que estés podría llegar a desear hacer cosas un poquito menos…. académicas.
No puede evitar coquetear abiertamente con él, el cachorro es un pequeño ser tan previsible que hacerlo sonrojar es tarea fácil; y es un premio que ama recibir de su parte ante todos sus comentarios.
- Cállate, Zabini, y terminemos esto de una vez – me deja con los implementos de aseo en el suelo, y él se va a organizar los pupitres de los estudiantes.
- Ah vamos, solo quiero divertirme un poco. Además, debo aprovechar mi último castigo contigo – suelta sonriente mientras siguen limpiando el lugar. Luego de eso, solo se escucha el ruido de los objetos moviéndose.
Era verdad, ya llevaban algunos días en diferentes aulas limpiando desastres. Además, habían tenido que pasar algunas noches en el salón de la profesora Umbridge ayudándole a corregir tareas de los cursos menores. La profesora ya estaba mucho mejor, y no guardaba ningún rencor contra los dos; de hecho, había notado que se divertía con los intentos de el moreno para llamar la atención del pelirrojo, y de las idioteces que este último hacía.
Pero ese sería su último día, y no podía evitar que parte de su nueva rutina se rompería. Iba a extrañar mucho a su león si no encontraba la forma de seguir manteniendo un encuentro casi constante con él. Había ideado ya varios planes, pero ninguno lo convencía; incluso Draco le había hecho descartar más de la mitad por ser demasiado “hada de la pradera”. Suelta una risa al recordar uno de sus comentarios: “te juro que te dejo de hablar donde un día llegues con un halo de corazones persiguiéndote y cantando canciones de amor con tu prodigiosa voz de sirena”.
- ¿De qué te ríes? – el otro estaba ahora frente a él, sentado en una de las mesas que acababa de organizar. Su mirada era de una curiosidad tan inocente que no pudo evitar sonreírle de vuelta.
- De lo adorable que se vería tu rostro estando con unos tragos encima. ¿Quieres que lo averigüemos en la próxima salida a Hogsmeade? – le guiña el ojo al chico que está petrificado frente a él ante esa repentina invitación.
- Creo que estar tan cerca del suelo afectó tu cerebro.
- Jajaja, creo que sí. Aunque la invitación va en serio.
Ya se le habían agotado todas las ideas, y esa había salido de la nada, así que era mejor aprovecharla. No tenía toda la fe del mundo, pero Merlín a veces hacía cosas muy locas.
- No juegues con esas cosas, Zabini.
- No me gusta jugar con esto, Ronald. Y ya te he dicho que me digas Blaise, llevamos como una vida castigados, al menos pasemos esa formalidad de los apellidos.
- Y yo te he dicho que no te tomes tantas confianzas. Además, sería muy extraño ver a un Gryffindor y un Slytherin juntos en una mesa de un pub, sin hacer algo más que beber.
La mirada del león se perdió en el vacío intentando imaginarse la escena, y el optó por soltar una leve risa. Sí, tal vez era una escena de locos.
- Probablemente. Aunque si hablamos de cosas extrañas, la escena que formaron tú y Potter el otro día en el comedor se lleva el premio.
- ¿Vuelves con eso? Ya te dije que es de lo más normal.
- Vamos, dime. ¿De qué estaban hablando? ¿Por qué te fuiste corriendo? ¿Te sentiste cohibido ante mi obnubilante presencia? – el otro gira los ojos. Amaba hacer comentarios de ese tipo para calmar los nervios del otro; a esas alturas ya había aprendido a conocerlo un poco.
- No íbamos hablando de nada. Solo de… algo que le pasaba a Harry aquella mañana, y deja de querer saber mi vida.
- Está bien, pero sólo si aceptas mi invitación a Hogsmeade. No tiene que ser a beber, podemos ir por ahí, simplemente...
- No lo sé. Yo…
- Bueno chicos, veo que ya terminaron su tarea por hoy – se levanta rápido del suelo y Ron se baja de la mesa. La profesora termina de entrar al salón y revisa nuestro trabajo – lo hicieron bien. Tomen sus varitas, y recuerden ser más cuidadosos en mis clases. Además, espero que este tiempo compartido haya hecho que sus emociones se relajen, señor Weasley. – el mencionado adquiere, de nuevo, un color rojo intenso en sus mejillas, mientras él solo se limita a reír por lo bajo – ya con esto termina su castigo, así que los veré en mi clase el próximo viernes.
Salen tras ella y la pierden más adelante al doblar en un pasillo. Caminan un poco más en silencio, hasta que no soporta más la tensión y alarga su mano para alcanzar la de Ron; pero antes de que esto ocurra, el otro chico se voltea a mirarlo.
- Supongo que puedo aceptar la invitación. He pasado un rato agradable contigo en los castigos, y es bueno abrir horizontes. Así que nos vemos, Blaise.
Le sonríe y se va caminando a paso rápido hacia un lugar desconocido. Su mente se queda divagando en diferentes mundos en los que esa cara sonriente aparece como el sol que ilumina sus días. Sí, sabe que se ha vuelto un cursi de primera, pero eso era bueno si sentía que de nuevo tenía un motivo para sonreír, y en el proceso molestar a su rubio amigo.