Los Últimos Momentos.
Allí me quedé con la mano en mi labio, dejando escurrir la sangre de mi boca hasta el suelo. Dolían más sin duda las palabras que el golpe, aquello era lo de menos ya que estaba acostumbrado desde pequeño a las palizas de mi progenitor.
Me senté en la sombra de un árbol viendo tan solo el pasar del tiempo, mientras que daba vueltas y una y otra vez a todo lo sucedido.
Es verdad yo al principio lo único que quería de Uruha era ese cuerpo, me ponía caliente el pensar que fuese mío, mucho más que me lo pidiese él…pero poco a poco, sin razón aparente ese idiota demasiado creído y orgulloso había creado otro sentimiento en mí. Me dolió tener que golpearle en el despacho, ver como cada vez daba más pasos en dirección a este infierno, intentaba protegerle…pero parecía no haber modo humano de evitarlo. Incluso le había dejado inconsciente antes de que aceptase quedarse aquí, como presentí que haría a pesar del castigo que Yoshiki me impuso. ¡Incluso cuando supe que mentía!...O arriesgándome con Gackt… ¿Pero de que valía todo eso? De nada, solo lograba odiarme un poco más a mí mismo por estar volviéndome más y más débil. Antes hubiese dejado que le violasen, los cinco, incluso yo mismo hubiese participado…pero ahora ya no…Soy un completo imbécil y él simplemente me odia…
- Kyo- saludó Aoi, quien se había encaminado hacia mí al verme.- ¡Wah! ¿Qué te ha pasado?
- Que soy idiota…eso es lo que pasa.
- Uruha.- Afirmé con la cabeza.- ¿Cuándo te olvidarás de él? Solo te trae problemas y además…te odia.
- Lo sé, lo sé…Pero no pensé que me tuviese asco hasta hoy.
- ¿Por qué dices eso?
- Él mismo me lo ha dicho…
***
Dejé allí a Kyo, le odiaba. ¿Por qué tenía que creerse con derecho a protegerme? Él era de lo peor, se acostaba con la gente por tratos por intereses, yo no era como él ni me quería ver involucrado con una persona así. Simplemente me parecía algo despreciable.
Caminé cabreado, hace horas que había sonado el timbre que anunciaba el final de las clases, pero no sabía si yo podría irme de allí… Cruzaba el pasillo de la tercera planta, buscando la habitación de Ruki, cuando vi a Mao pasar. El rubio me miró con una burlesca sonrisa y yo le dediqué una mueca de disgusto.
- No se te ve buena cara, Shima-chan- rió, acercándose a mí.
- Y a ti no se te verá como sigas hablando- advertí.
- Ja, ja- fue una risa macabra.- ¡Venga ya! ¿Qué me va a hacer una putita tan barata como tú?- Me acerqué velozmente para agarrarle por el cuello de la camiseta.
- Repite eso ahora- avisé, apretándolo más. Me encantaría golpear a Mao hasta acabar con él, hasta hacerle pagar por todas las cosas que me había hecho. Al fin y al cabo, el responsable de que estuviesen apunto de internarme en Yasherville era él.
- Por supuesto- sonrió.- ¿Ya has follado con Gackt? ¿O con Ruki? ¿O ha quien le prestarás tu culo la siguiente vez? ¿O quieres que repitamos lo que sucedió en el aula?- Todas aquellas frases las dijo manteniendo una sonrisa de asco, sin moverse tan siquiera y manteniéndome la mirada.
- Eres repulsivo…- dije con ira, levantando el puño para golpearle.
- Yoshiki, te busca- respondió rápidamente antes de que pudiese pegarle. Tiritando de la ira, bajé el puño y le solté de un empujón. Él se colocó la camisa con tranquilidad.- ¿En que vida me podrías pegar tú a mí?
- Cierra esa boca, créeme que un día me lo pagarás todo- advertí, mirándole con odio.
- Cuando te encierren aquí, pocas ganas te quedarán de seguir viviendo- sonrió macabramente y comenzó a andar por el pasillo.- Sígueme.
Aquello hice hasta estar nuevamente frente la odiosa puerta del despacho de Yoshiki, como odiaba ese lugar, lo hacía con todas mis fuerzas pero cada vez era más consciente de que me quedaba sin esperanzas de salir de allí. Mejor dicho, que nunca volvería a tener mi preciosa libertad, ni mi vida rutinaria en el instituto…Todo aquello acabaría y algo nuevo empezaría en el momento que cruzase esa puerta…No sabía que era, pero no parecía algo alentador…
Mao llamó a la puerta y yo crucé el umbral.
- Suerte mi querido, Uru- murmuró con burla antes de marcharse.
- ¿Me buscaba, Yoshiki-sama?- pregunté intentando aparentar calma.
- Siéntate, por favor, no hay que ser maleducado- indicó con voz alegre el director, mientras que yo tomaba asiento enfrente suya.- Estoy muy descontento con Tooru, no se debe interrumpir una conversación importante. ¿No crees?
- Sí- murmuré, mirando mis manos entrecruzadas y depositadas sobre mis muslos.
- ¿Qué pensaste? Serás un chico responsable y te internarás aquí para que nosotros te inculquemos valores respetables y puedas volver a la sociedad como una persona de valía o seguirás causándome problemas a mí y a tu familia…- preguntó. Yo sabía que detrás de ese tono afable se ocultaba una amenaza a mi madre y a mi padre, incluso a mí mismo. Pero es verdad, tenía que ser responsable…
- Estoy de acuerdo. Inculcarme valores, por favor- dije haciendo una reverencia con la cabeza y quedándome en esa posición durante unos segundos hasta que él habló.
- Sabia decisión, Takashima- respondió con una amplia sonrisa.- De aquí a tres días se arreglarán todos los papeles del juzgado y oficialmente serás de Yasherville. Ahora puedes marcharte a tu casa y comunicarles la gran noticia.
- Sí, gracias- dije, tragándome todo el odio, la ira y la frustración que atacaba a mi persona en estos momentos.
Me levanté y salí de allí. El camino de vuelta fue como si lo realizase un autómata, yo no era consciente de que andaba, atravesando el bosque ni que cogía el autobús que me llevaba hasta mi casa. Esa casa a la que dentro de tres días no volvería a ver, ese era mi plazo de tiempo…el plazo de mi libertad. Podía contar los días, las horas, los minutos y los segundos antes de que toda la vida que había conocido hasta entonces se destruyese y solo quedaran recuerdos de lo que un día fui…o de lo que podría haber llegado a ser. Por primera vez me arrepentía del crimen que había cometido, había matado a una persona…o al menos había intentado hacerlo y aquello se pagaba con lo que estaba apunto de pasarme. Pero creo que ya había recibido un amplio castigo, desde que había llegado a Yasherville no había dejado de sufrir…yo ya había recibido mi merecido… ¿Pero qué me esperaba ahora que no podría salir de allí? ¿Descubriría el secreto que todos temen y callan? Aquello que el hermano de Tatsuro no pudo soportar…¿lo aguantaría yo?
Entré en mi casa y como nunca me alegré de que allí estuviese mi familia, toda unida alrededor de la mesa, esperándome con una sonrisa y una exquisita comida casera. Cargado de emoción, tiré la mochila y me lancé a abrazarlos con fuerza, casi llorando. Les echaría tanto de menos, ahora que los perdía, los valoraba. Mi madre me dejó llorar en su hombro, extrañada, pero respetando mi silencio mientras que me acariciaba el cabello con delicadeza. Esa noche no les diría la fatídica noticia, no quería verles mal, solo quería disfrutar…