Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Sayonara ga ienai por Lovely Paranoid

[Reviews - 273]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno, hice un pequeño arreglín pero es algo mínimo. Sólo dejé el capítulo pasado como un prólogo y éste lo dejé como capítulo primero, sólo para una cuestión estética y algo que entenderán más adelante ;D

Muchísimas gracias a todos por los reviews! Me sentí contenta al ver lectores de mi otra historia dandole una oportunidad a esta nuevita n_n y a los nuevos que me leen, bueno, gracias por comenzar a visitarme espero no desepcionarlos.

¡A leer!

Sayonara ga ienai

 

 

Capítulo I

 

El trato de los diecisiete días

 

By

 

Lovely Paranoid

 

 

 

 

 

Era todo o nada.

Perder o ganar. Vivir o morir…

Apreté mi mano en el hombro de la persona de carne y hueso que había visto y como consecuencia éste se giró. El movimiento duró mucho más de lo que normalmente uno percibe, pero quizás sólo fui yo mismo, demasiado ansioso por disipar mis propias dudas…O esa es la explicación más lógica que pude darme en aquel entonces.

Sus ojos achocolatados me miraron extrañados y algo exhalado al mismo tiempo en el que quitaba los audífonos de sus oídos dejándome ver el colgante en su oreja izquierda oculto tras sus mechones oscuros y desgarbados. Ése era el aro que yo le había regalado, no cabía duda…

—¿Sí? —Me preguntó extrañado y al notar que no quitaba mi mano de su hombro, la quité inmediatamente.

¿Cómo…? ¿Era él? Su rostro era idéntico, no cabía duda de ello, era imposible que existieran dos personas con el mismo rostro y la misma apariencia física en el mundo—mucho menos en la misma ciudad y con el mismo aro—… ¿Cómo es posible?

—¿Aoi? —Le llamé y mi voz sonó patosa y a un centímetro del quiebre.

—Lo siento—Dijo él algo extrañado como si pensara que a quien busco es a un hermano pequeño o algo así—, te confundes de persona.

No había error. Imposible.

—Tú eres Shiroyama Yuu—Afirmé sin dudarlo.

Él alzó una ceja y se dio vuelta completamente, para quedar mirándome justo de frente. Yo tragué con paranoia, sin poder esperar qué sería lo que iría a decirme. El segundo se me hizo eterno. Pensé que el trago de aire que dio para poder hablar demoraría más que un siglo entero.

—Sí—Reconoció algo extrañado—, pero yo no te conozco…

Era él…Era él…

Pensé me derrumbaría ahí mismo, a sus pies, para luego llorar como una niñita abandonada que al fin encuentra a sus padres luego de haberse perdido…sí, así mismo me sentí, sólo que elevado a la novena potencia o quizá más…

—¿Cómo…?—Conseguí decir a duras penas—¿Cómo…? Tú…tú…

Él retrocedió un paso y entendí se sentía algo atemorizado de mi extraño comportamiento, más o existía otra forma. Verle…

Quise llorar.

—No entiendo—Dijo preocupado—, pero oye, quizá sólo es un alcance de nombre.

¡Imposible! Quise gritar…No es posible.

—Veinte de enero—Dije de forma involuntaria—, tu cumpleaños es el veinte de enero.  Naciste en Mie, pero te trasladaste a Tokio por los estudios en la universidad. Tu cigarrillo favorito es el Marlboro Menthol y amas el café así como no te desagrada ningún tipo de comida en particular ya que tampoco cocinas, sólo sabes hacer arroz hervido—Enumeré—. Tienes el mal hábito de enfadarte por cualquier cosa cuando no te sientes cómodo con ello, pero también eres muy energético y amable aunque mucha gente no lo note, y tienes la extraña necesidad de estar buscando la compañía de alguien sin importar cuan ínfima sea, es por eso que siempre quisiste tener una mascota, pero con lo descuidado que eres, difícilmente te dure. Yo compré una planta y tú te reíste de mí por ello ya que se marchitó y lloré. Cuando nos mudamos juntos el verano pasado, me arrebataste todos los ceniceros que compré. No importaba cuantos comprara, tú ibas y los quitabas de allí con la excusa de que si seguían habiendo más ceniceros nunca podrías dejar de fumar, algo que de igual forma, nunca pudiste controlar…

No me di cuenta cuando me detuve que la parada en donde el pareciera querer bajarse había llegado. Las puertas se abrieron rápidamente pero no fue capaz de moverse de su lugar, no sé si porque conseguí achuntarle a alguna de sus cualidades o porque simplemente creyó que si se movía de su sitio lo seguiría lo cual sería más peligroso para él.

Inspiré agitadamente debido a que hablé demasiado rápido y él continuó en silencio, con los ojos dilatados y un rostro de espanto.

—Yo sí…—Dije con determinación—Yo sí te conozco.

El parpadeo, como si estuviera recompuesto de mis palabras, como si ya las hubiese podido asimilar.

—¿Eres alguna clase de acosador maniaco? —Preguntó justo cuando las puertas del metro se cerraron a sus espaldas—Yo dije no conocerte…Nunca te había visto, hasta hoy…

Sentí mi cuerpo despedazarse, literalmente para mí, las piernas comenzaron a agrietarse como si toda la fuerza que tenían se hubiese arrancado con el terminar de sus palabras. Para mí, su respuesta fue el detonante de una bomba nefasta.

Cerré los ojos. Respiré tranquila y pausadamente e intenté recomponerme.

—Disculpa pero por tu culpa perdí mi parada…me bajaré en la próxima ¿Sí? —Dijo intentando alejarse—Hagamos como que esto no pasó.

Fruncí el ceño. Reacio a aceptar su idea.

—No—Sentencié—… ¡No sabes cuánto tiempo creí que estabas muerto…! ¿No te imaginas cuánto sufrí? En aquel accidente de auto…en donde tú falleciste dejando atrás a la persona que dijiste amar…

—Esto es ridículo—Manifestó con sorpresa—. Sí no me dejas en paz, créeme, llamaré a la policía, y si eso no es suficiente para ti, puedo a golpes quitarte todos tus…

—¡Golpéame entonces! —Grité ignorando las miradas de la gente que a nuestro lado escuchaba la discusión—¿Qué tengo que perder?

Sonreí. ¿Qué más podía perder si a él ya lo había perdido? Observé su semblante. Me quise reír, definitivamente estaba asustado, como si de verdad en su vida me hubiera visto, como si en realidad jamás hubiésemos compartido todo lo que compartimos juntos…los momentos más felices de mi vida, los fragmentos de recuerdos que ahora son sólo eso; recuerdos los cuales jamás podré volver a revivir.

¿Qué tengo que perder? Me repetí a mí mismo al verle otra vez, con más complejidad, ¿Qué hay ya para perder? Desde el momento en el que él desapareció de mi vida, cuando me sentí completamente solo y no tuve a donde correr…

—Estás demente…

—Por tu culpa—Verbalicé como resumen de mis pensamientos.

—Te he dicho que no te conozco…

—¡Sí! ¡Sí me conoces! ¿Acaso no recuerdas cuando nos conocimos hace más de dos años? Tú te me acercaste,  lo recuerdo, me pediste un cigarrillo y cuando te lo di dijiste: “Acabas de regalarme diez minutos menos de vida con esto”.

Quizás mis palabras significaron algo para él porque su rostro se sorprendió y él palideció como si hubiese visto un fantasma. No supe si alegrarme o preocuparme por él…Quizá realmente no podía recordarme.

—¡¿Qué eres que me atormentas?! —Explotó hecho una fiera, tal y como recordaba. Oh sí, verle enojado era casi tan terrible para mí como verle triste.

—Qué era deberías de haber dijo—Le dije, mucho más calmado.

Él esperó a que yo respondiera.

—Nosotros fuimos novios.

Su rostro no se mostró sorprendido. Quizá se lo esperó. No sé, pero realmente yo sí esperaba una reacción más teatral, quizá un grito, una risa, una sorpresa, pero no. Simplemente lo aceptó como si le fuera común que un desconocido—Hombre sin decir mucho menos—llegara y le digiera a buenas y a primeras “¿Sabes qué? Somos gays y sí, tú estuviste conmigo”. A mí no me molesta en realidad, pero…

—Tengo el número de un buen manicomio.

Rodé los ojos.

—Quizá te ayuden allí.

—Deberíamos ir juntos—Sonreí.

Salté a carcajadas cuando vi su reacción de repulsión. Eso era justo lo que yo esperaba.

El metro se detuvo de repente y él al verme distraído, aprovechó para caminar a la salida. Yo le seguí evidentemente y al notar mi persecución él intentó caminar más rápido, pero no importaba. Sí él arrancaba, yo lo perseguiría hasta el fin del mundo. No lo volvería a perder. No de nuevo.

Yuu corrió y yo corrí detrás de él a carcajadas.

¿Estaba corriendo detrás de mi novio muerto? Reita seguro me mandaría de patitas al psiquiátrico si se enteraba. Realmente no tenía remedio…El perderlo para mí significó perder mi conciencia y mi vida casi por completo, ya que, si no hubiese sido por los constantes cuidados de Reita no sé qué hubiese sido de mí. Seguramente seguiría siendo el estropajo humano que fui el día que supe de su muerte, aunque ahora que lo pienso, jamás fui a su funeral, jamás supe nada más. Sólo escuché por teléfono que él, en un accidente de tráfico que lo mantuvo tres días internado en el hospital en donde le diagnosticaron un coma que acabó en su muerte. ¿Acaso…Acaso su familia me mintió?

¿Por qué?

Claro…Cómo no pensarlo antes.

Corrí más rápido para alcanzarlo y lo conseguí, sin importar como ni porque, sin importar cuan cansado me sintiera conseguí aferrarme de la tela de la espalda de su chaqueta y se detuvo junto a mí.

—¡Dime Yuu! ¿Acaso tus padres no aceptan el hecho de que seas homosexual?

Su cuerpo se tensó debajo de mi tacto y sin necesidad de sentir su piel pude percibir, así como siempre, el hecho de que algo me estuviera ocultando. Lo conozco de pies a cabeza.

—¿Me dirás también que eso es producto del acoso? ¿Me dirás que acosándote podría saber que tu padre es dueño de una inmensa compañía y que nunca te dejó tener deseos propios? Ya que, evidentemente tu hermano y tu hermana mayor fueron perfectos ¿Por qué tú no lo fuiste? Siempre huyendo de tus problemas y resignándote…No has cambiado en nada.

Solté su chaqueta.

Esta sólo era otra pelea tonta. Él sí me recordaba…era imposible que me hubiese olvidado…¿No? No a mí…no a mí quien jamás pudo olvidarlo.

—¿Cómo…?—Dijo volteándose y mostrándome su debilidad, resignado ante mis palabras—¿Cómo sabes tanto de mí?

Sonreí.

—Yo lo sé todo de ti.

Su rostro blanco temblaba y su respiración era agitada producto de la gran corrida.

—¿Quién diablos eres? —Quiso saber, aun reacio.

—La persona a quien juraste amar el resto de tu vida—Dije intentando acercarme a él, pero instintivamente retrocedió—, la persona quien siempre te esperó aun cuando la muerte te hubo arrebatado de mi lado.

Evidentemente no comprendía. Quizá nunca hubo muerte luego del coma, quizá todo fue obra de sus padres para alejarlo de mí y así quitarle esa “tonta idea” según ellos de ser diferente, de enamorarse sin que lo físico importe…Suspiré.

Aoi nunca estuvo muerto.

De pronto, con sólo decirlo en mi fuero interno, las lágrimas comenzaron a brotar instintivamente de mis ojos. Sólo que esta vez no eran de tristeza, sino de felicidad.

Aoi no estaba muerto…No… ¡Nunca lo estuvo!

—Oye… ¿Por qué lloras? —Preguntó asustado.

—No estás muerto…—Dije riéndome—No estás muerto.

Él me miró extrañado.

—¡No estás muerto!

Supongo que para él no podía ser más raro.

—Está bien…esto es demasiado raro, sólo quiero saber cómo sabes tantas cosas de mí.

Me intenté controlar pero me fue imposible.

—Tú mismo me las contaste—Dije.

No me creyó.

—Sólo…Dime como me deshago de ti…—Pidió.

Imposible, quise decir, pero seguro para él no sería una respuesta.

—Hagamos un trato—Sugerí.

—¿trato? ¿¡Por qué yo haría un trato con alguien tan raro como tú!?

—Diecisiete—Dije.

—¿Eh?

—Si en Diecisiete días consigo que me recuerdes habré ganado.

—Pero si no ¿Me dejarás en paz?

Asentí con la cabeza.

Él sopesó la idea en su cabeza.

—Si digo que no, ¿me seguirás insistiendo de igual manera?

Volví a asentir con la cabeza y él suspiró.

—Entonces… ¡Tengo diecisiete días para que te vuelvas a enamorar de mí!

¿Cómo un día común y corriente puede volverse el más maravilloso día de toda mi existencia?

—¿Por qué diecisiete días? —Dijo mientras caminábamos de vuelta para cambiar de ruta y devolvernos a nuestras respectivas estaciones.

—Ah…Bueno, soy poco creativo, así que es algo simbólico.

—¿Simbólico?

—Sí, porque llevábamos diecisiete meses estando juntos para cuando tú…desapareciste de mi lado.

—Según tú—Dijo él, abromado y sonrojado.

—Llevaba bien la cuenta…

—¡Me refiero a que eso no sucedió jamás!

—Según tú—Discutí con una sonrisa.

Él rodó los ojos.

Llegamos al andén del metro y allí vimos en el cartel digital que faltaban dos minutos para el próximo tren.

Nos subimos y mantuvimos un silencio abismal entre nosotros pero no sentí que eso fuese incomodo en lo absoluto. No debía de llenarlo con preguntas ni nada similar porque podía abrumarlo y hacerlo enfadar. Lo mejor sería ir lento, con calma, de igual forma, él nunca dejó de amarme, simplemente lo olvidó. Suspiré, eso realmente suena triste…

—Ten—Dijo entregándome un papel—. Aquí está mi número de teléfono. No te doy mi dirección de departamento porque no quiero verte metido allí—Dijo hostigado.

En aquel entonces, realmente tuve la necesidad de lanzarme a él y besarlo, abrazarlo y amarlo. Como antes…como siempre.

—Te llamaré.

—Lo sé.

—Mañana es el primer día—Sonreí.

Él se bajó del metro sin siquiera despedirse ni nada similar, pero aquello no me afecto. Él siempre había sido así de reacio cuando la situación lo incomodaba. Realmente, estaba acostumbrado a recibir sus tratos bipolares. No los había olvidado.

Las puertas se cerraron y corrí hasta la ventanilla para ver su silueta alejarse. Allí, parado y mirando en dirección al metro tren lo vi desaparecer con un rostro de tristeza e indignación.

 

 

 

Notas finales:

¿Qué les pareció? Bueno, esta historia para mi es algo nuevo, porque estoy intentando quitar el estereotipo de Uruha dulce-tierno-puro-y-perfecto que tengo en mi mente XD no es como que el fuera a ser el semme -aun no sé XD- pero en realidad quiero hacer algo más activo a comparación de lo que yo misma me imagino por lo que es todo un desafío para mi n_n cualquier queja respecto a cualquier cosa no hay problema XD trataré de arreglarlo así que por favor diganmelo xD


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).