La primera vez que había visto a Teiwas su corazón se aceleró de la emoción. Ni siquiera podía recordar que alguien más le gustara en toda su vida. Sus padres tampoco le informaron de los planes que el líder y ellos tenían para ambos, aunque tampoco representaron un problema cuando se enteró de eso; lejos de molestarle fue la mejor noticia que pudo haber escuchado. A menudo se escondía detrás de los árboles a contraviento para espiar a aquel chico testarudo y fuerte para su edad, aun con dos hermanos mayores como el autoritario Gebo y Kano, diferente al resto, le daba un poco de miedo con su seriedad y convicciones.
Siempre supo que era más afortunado que los demás ¿Cuántas personas podían sentirse tan felices con un matrimonio arreglado? Solo la familia del líder podía hacer aquellos arreglos, elegir quién sería parte de su familia. Sabía que Hagalaz y Gebo no eran demasiado felices con el arreglo, pero se llevaban bien, aunque los rumores corrían acerca de la tristeza en los ojos de Gebo tras la ceremonia. Él no sería así, haría feliz a Teiwas costara lo que costara.
Por supuesto jamás contó con que Teiwas no se sintiera ni remotamente igual que él. La realidad siempre da golpes duros. Cuando el viejo Gebo habló con sus padres al respecto, diciéndoles que el compromiso no sería roto bajo ninguna circunstancia, apenas fue un alivio para él. Toda la manada sabía en ese punto que el hijo menor, hasta ese momento, había rechazado abiertamente su compromiso. Decir que se había sentido como una daga al pecho era poco. No se atrevió a salir en días de su cueva, y probablemente no lo hubiera hecho en más tiempo si no se hubiera enterado de que el jefe estaba enzarzado en una pelea con su hijo fuera de su cabaña.
Una pelea con el jefe no era poca cosa, mucho menos para un lobo joven. El viejo Gebo tenía un pelaje ya gris por las canas con algunas salpicaduras negras y zonas en donde el pelaje no crecía más por las cicatrices. Todos hablaban de vez en cuando de su pelea con un oso, de un zarpazo le habían roto la quijada y aun así peleó con sus garras hasta abrirle el vientre al animal. En otra ocasión tuvo un enfrentamiento con la manada vecina por el territorio ganando el control completo del lago. Incluso conocía su pelea con los leopardos híbridos que pasaban por sus montañas y cazaban en su territorio sin permiso. Cada una de sus cicatrices tenía una historia similar.
Cuando llegó al lugar la manada entera estaba presenciando la pelea rodeando al padre y al hijo. Se abrió paso hasta el centro para interponerse, pero Kano le detuvo con una pata firme. Isa estaba a un lado siendo detenida por el mayor mientras pedía a gritos que no lastimara a su hijo. El líder no se tentaba el corazón cuando tomaba decisiones, y era mucho más severo con sus hijos que con cualquiera en la manada, eso todos lo sabían. Ver la pelea había sido angustiante, y sólo el amor de padre le detuvo de seguir atacando cuando su hijo cayó al suelo inconsciente por el esfuerzo y las heridas. Teiwas aún tenía algunas cicatrices de aquella pelea.
Solamente después de que le llevaran a la enfermería se había enterado de la razón del enfrentamiento. Teiwas había cruzado al territorio vecino, los guardias lo atraparon casi inmediatamente y el líder de la otra manada mantuvo una conversación rayando en el conflicto con el viejo Gebo. Las acciones del chico ya no eran las de un cachorro, y llevar a ambas manadas al borde de la guerra era bastante grave. No había dado razones para su acción. Por supuesto, se ganó a pulso el desagrado de más miembros de la manada y su padre pocas veces le volvió a hablar. No era para menos.
Aun con todo lo que había sucedido Teiwas no cambió de opinión en una sola cosa. Ni siquiera se planteó lo del arreglo al que se negaba. Estaba decidido, e incluso mucho más que antes, a no obedecer las decisiones del líder, y eso no cambiaría ni siquiera con la muerte de Gebo. Su hermano mayor solo esperaba a que Isa le entregara el control completo de la manada tras la muerte de su padre, pero aun no sucedía.
-¿Qué piensas?-preguntó Teiwas cuando despertó en la mañana y se encontró a Thurizas mirando ido a la pared.
-Creo que deberías volver a hablar con Gebo-le calló antes de que negara en voz alta como hacía con la cabeza. -Tu madre te aceptará de vuelta, no tengo dudas. Tu hermano puede revocar eso cuando sea líder si siguen peleados, Teiwas. Es nuestra manada.
-No…-el sonido del teléfono le interrumpió. Solamente dos personas sabían aquel número, y si marcaban era una emergencia. Colgó después de un rato y varios asentimientos serios y miró a Thurizas. -Kano viene para acá con Bastas.
-Entonces regresó…-dijo arropando a Berkana entre ellos. -Quiero plantearle mi idea. Él siempre ha sido el conciliador entre ustedes dos.