Odio ser tan egoísta.
Esto es extraño, kai esta muy diferente estos días, se enoja cada vez que Eduardo me abraza, y si lo dejo se enoja mucho mas, además de que no deja de acosarme, y decir que soy muy malo o que ya no lo quiero, es tan idiota, que no se da cuenta que si estoy junto a el es por algo, que tonto es.
- Michel – abrazándome – solo un poco mas.
- No ya es suficiente, el otro día dijiste que pararías y llegaste hasta el final – enojado – suéltame o terminamos.- que acaso no se cansa todas las mañanas es igual, nunca está satisfecho.
- Por que eres tan malo, no me amas.-deja de hacer eso como no voy a amarte ¿eres idiota o qué?, ¿acaso crees que salgo contigo solo por diversión?, a veces haces preguntas verdaderamente estúpidas.
- No es eso, no podemos hacerlo en el trabajo.- trato de alejarlo un poco pero solo consigo que él se pegue más a mí.
- Estoy de acuerdo – al menos alguien está de acuerdo conmigo, espera, nos vio a mí y a Kai abrazados nos vio.
- Esteban ¿cuánto tiempo llevas ahí? – me sorprendió y como no después de todo estamos en el trabajo y el recargado en la puerta, de un modo me alegro que no haya sido alguien ajeno a nosotros o peor aun algún jefe.
- Unos minutos, acaso no se les baja la calentura, les echare agua fría.- nos miro con recelo, espera dijo agua fría es un idiota.
- Que somos perros – le respondí completamente enojado
- Esta bien, perdón Michel, solo le echare al doctor.- molestándolo, como le encanta molestarlo.
- Estas despedido- al fin hablo mi tortura andante y gracias dios me soltó.
- Yo, si es usted quien no deja de acosar a Michel, deberían despedirlo por acoso.
- El es mío así que está bien.- ahora están peleando parecen niños pequeños, espera acaba de decir que soy de él, no concéntrate Michel no es bueno que te acose durante el trabajo.
- Ya cállense, primero que nada, Eduardo, toca la puerta antes de entrar y tu, deja de atacarme en el trabajo.
- Esta bien… iré a refrescarme la cara – dijo kai triste
- Refrésquese el cerebro – le grito Eduardo
- No lo molestes, que no vez que no me dejara en paz.- hay Eduardo que no vez que el escomo un niño pequeño entre mas lo retes mas tonterías hace… pero de cierto modo eso me alegra, ahora yo soy esa tontería, eso no sonó bien, demonios estoy pensando demasiado.
- Es tu culpa por tener un novio tan molesto
- Tienes razón – llorando, por que dejo que estas tonterías me afecten demonios.
- No… Michel no llores – abrazándome – no fue mi intención tranquilo.
- Es que es mi culpa, el ha estado así desde hace días y no se por que… tal vez solo quiere tener sexo conmigo.- si quizás soy solo un capricho para el, después de todo soy su tontería, aquel nuevo juguete, demonios otra vez ya me deprimí, detesto que me vean así pero él tiene toda la jodida culpa.
- Si es eso lo matare no llores, debe ser un mal entendido, habla con el. Vale.
Eduardo era una persona muy atolondrada, infantil y sumamente molesto pero cuando se esforzaba en dar consejos de verdad que lo hacia bien, así que decidí tomar su consejo y lo único que sucedió fue que descubrí lo inseguro que estaba kai.
- Te la pasas abrazándolo, quiero que seas solo mío – abrazándome – quiero que te quedes en casa y me digas bienvenido cuando llegue, que me abrases y beses, te quiero, y tu me ignoras mucho. – que tonto es quien diría que ambos sufríamos por lo mismo sin saber que nos amamos.
- No seas tonto Eduardo es un amigo, tu eres diferente, así que no te compares, no hago todo eso por que es vergonzoso y mañana descanso así que supongo que me quedare hoy en tu casa para recibirte.- sonrojado
- Deberás – mirándome con sus ojos de cachorrito
- Si
- Usaras un delantal
- No presiones
- Solo bromeaba… te amo – besándome, yo amaba esas cosas de el.
Sobra decir que esa noche no me dejo dormir así que al día siguiente mientras el salía al trabajo sucedió, una llamada telefónica, cambio el rumbo de nuestra vida feliz.
- Ya regrese, Michel ¿donde estas? , quiero verte con el delantal.
- Bienvenido – fingiendo una sonrisa.
- Te vez tan lindo – abrazándome – que te devoraría aquí en la entrada – mas noto que yo no lo apartaba – que te pasa usualmente me dices que me detenga, que tienes, ¿estás enfermo?
- Hablo tu madre – le dije seriamente sin atreverme a sostenerle la mirada.
- ¿Qué te dijo?- me interrogo al notar mis acciones.
- Que te vas a casar en pronto
- No le dijiste que eras mi amante.- subió el tono de su voz y tomando con fuerza levanto mi rostro.
- Estas loco, claro que no, como le voy a decir, le dije que era un amigo tuyo, me pidió de favor que te convenciera para que volvieras y te casaras... así que…
- Escúchame – mientras mi cabeza busco de nuevo el suelo – no me voy a casar ok, te amo y eres el único con quien yo estaré, créeme.
- Me alegra escuchar eso – al fin no podía creer que aquellas simples palabras me hicieran sentir tan bien, lo amaba y no quería que me dejara, quería que estuviera conmigo para siempre, para toda la vida, que importa que eso fuera muy egoísta.
Esa tarde hicimos el amor con mucha pasión, ya que kai quería dejar grabado bien en mi que solo me amaba a mi, y yo con mi acostumbrado silencio no pude decir nada, ni un no me dejes, quería que se quedara solo para mi, y en lugar de eso llore, con cada embestida, cada caricia, cada beso de sus labios, me sentía a morir, era un dolor en el pecho que no podía explicar, aun cuando el me aseguraba que todo estaría bien, que solo estaba para mi, no podía dejar de pensar en el casándose con una mujer, besando otros labios, abrazándola como lo hacia conmigo, simplemente no me lo podía imaginar.
- Eres un idiota, ahora me duele todo – dije sobándome mi espalda, al termino de aquel grandioso sexo– por que fuiste tan rudo.
- Por que te amo.- me susurro muy cerca del oído.
- Pervertido – dije totalmente sonrojado, no tiene idea de cómo me vuelve loco cuando hace esas cosas.
- Iré atraer algo para que desayunes
- Tonto tengo que ir a trabajar, tenemos.- recordando que ya era de mañana, mientras trataba con todas mis fuerzas de levantarme.
- Si ya voy.- me miro triste como esperando algo, pero ya es un adulto y yo también y tenemos responsabilidades no podemos quedarnos toda la mañana tonteando, aun que suene muy tentador, no Michel concéntrate, hay que ir a trabajar.
- Michel –me sorprendió una voz abrazándome al instante que llegaba al laboratorio
- Ah Eduardo te eh dicho que no te me cuelgues así
- Si te despediré si sigues haciendo eso – lo amenazo kai.
- Es su culpa, lastimo a mi lindo Michel.
- El es mío
- Yo no soy de nadie déjenme trabajar –por que demonios comenzaba otra de sus estúpidas peleas infantiles.
- A por cierto, doctor esa señorita de ahí lo busca – termino Eduardo señalando a donde se encontraba una joven muy linda.
- Pero que demonios – la cara de kai se ensombreció por unos momentos – que hace aquí- y antes de dar tiempo a algún comentario la tomo por el brazo y salió del lugar.
- ¿Quien crees que sea? – preguntaba Eduardo.
- No se ... y no me interesa
- Quizás una novia – molestándome
- Deja de molestar.
- Bueno yo solo decía, el ya esta en edad de casarse y esa chica es muy bonita, quizás sea un matrimonio arreglado como en las películas, después de todo el doctor es una persona muy rica. – en ese momento recordé la llamada de su madre, y aun que me cueste decirlo me sentía algo inquieto. Esa noche kai no me suplico ir a su departamento y cuando le pedí irnos juntos ella apareció otra vez.
- Lo siento mucho… pero kai se ira conmigo – lo decía abrazándolo, y lo mas importante lo llamo kai.
- ¿Y tú eres? – pregunte ya que el no decía nada, por que dejaba que se le colgara, lo tenia abrazado muy cariñosamente.
- Mi nombre es Erika, la prometida de kai.
Mi corazón se detuvo por un instante levante la mirada en dirección a el, buscando alguna negativa, que se desasiera de su abrazo y me besara, mas nada sucedió el bajo la mirada y cayo, que podía hacer en ese momento me sentía a morir, mis piernas flaquearon y mis ojos estuvieron a punto de derramar lagrimas, mas al agotarse mi ultima pisca de autocontrol, alguien me rescato, Eduardo se encontraba detrás de mi, tomo mi mano y me abrazo, me dio fuerzas para seguir saludar cortes mente y verlos partir, justo entonces me desvanecí en los brazos de mi amigo, mi único amigo.
Mi mayor temor se hacía realidad, y ahí fue como mi pesadilla comenzó.