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Todo el mundo tenemos una horma para nuestro zapato por arichan

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Notas del capitulo:

aunque parezca que no tiene ni pies ni cabeza, si que lo tiene. Se explica en el siguiente capitulo jujujuju, donde también os llevaréis una gran sorpresa por parte de GD espero que os guste

 

Se disponía a entrar aquel local con un cartel de luces de neón. Nunca había estado en un sitio de esos, pero estaba ahí obligado. Su hermana se casaba dentro de unos dos meses y los amigos de su novio le habían invitado a la despedida de soltero. Él no conocía a nadie, ni siquiera sabía bien porque había ido. Pero no pasaba nada, le había prometido a su hermana que vigilaría a su dentro de poco marido.

 

Sin muchas ganas siguió al reducido grupo de amigos hasta dentro del local. Y cual fue su sorpresa, y no era para menos. Sabía que era un club de mala muerte, con chicas con poca ropa que calentaban a los que iban. Pero no era tan verdad eso. Si que era un club de mala muerte pero no había chicas con poca ropa que calentaban a los chicos, eran chicos con poca ropa que calentaban a otros chicos. He ahí su sorpresa, ¿por qué habían ido a un sitio de esos? No que eran todos heterosexuales, o eso tenía entendido él. Al parecer juzgó mal, tanto a su cuñado, como a los idiotas de sus amigos.

 

Se separó un poco del grupo, intentaría hacer una francesa*. Así nadie le pediría explicaciones. Mirando hacia todos los lados para ver por donde podía escabullirse, se percató de que todos los chicos que se encontraban en la sala atendiendo al público eran muy lindos. Y no solo lindos, juraría que la mitad de aquellos chicos ni siquiera tenían la edad suficiente como para entrar al club. Pero eso a él le daba lo mismo tan solo quería salir de aquel lugar. Para su suerte ya se había escapado del grupo con el cual había ingresado al local, ahora sólo le quedaba poder encontrar la salida de aquel sitio para poder irse a casa. ¿Cómo? Ya lo vería cuando saliera de ahí.

 

La música cambió de un momento a otro, las luces se apagaron haciéndole imposible ver por donde iba, antes no es que viera mucho pero era mucho más de lo que veía ahora. Unos focos se enchufaron ante él alumbrando uno de los escenarios. Al parecer aquella noche abría un espectáculo especial. Puesto que cuando comenzó a sonar música un tanto sugerente. De pronto un chico rubio bajo por la barra situada en medio del escenario. No llegó al suelo cuando por un movimiento de sus caderas se deslizó por la superficie de la barra, quedando ahora de espaldas al público. Se inclinó hacia atrás arqueando su cuerpo de una manera sorprendente, sus manos ya no le sujetaban  a la barra. Se sujetaba únicamente por sus piernas. Se dejó caer hasta tocar con su espalda el suelo en la misma postura. Comenzó a tocarse lentamente el pecho descubierto, pasando sus manos firmes por toda la extensión de piel que tenía a su alcance. Pero tardó poco en llegar a la altura del borde de sus pantalones. Sin reparo ninguno metió su mano dentro de ellos y la movió dándose placer.

 

En ese punto todo el local se agolpaba alrededor del escenario para ver mejor el espectáculo. Ver aquel ser tan perfecto sobre el escenario era una bendición para todos los que pudieran verle. Cada movimiento que hacía sobre el escenario era perfecto, caliente, excitante a más no poder. Y él ya no podía seguir viéndole ahí parado. Él tan solo quería ir hasta donde se encontraba el chico rubio y pasar sus manos por donde las había pasado él. Besar y probar aquella piel blanca, probar aquellos labios. Sentirlo debajo de él.

 

Tan metido estaba en sus pensamientos que no se percató de que el espectáculo había terminado. Sintió a varios de aquellos hombre moverse alrededor suyo, y se percató de que podía ver otra vez, si aquello era ver algo. Las luces parpadeantes le molestaban bastante. Era como verlo todo a través de fotos, odiaba esa sensación. Con una sensación de abandono siguió su camino hasta la salida. No le costo mucho encontrarla esta vez. Pero algo le trabo el paso, y para su desgracia era uno de los amigos de su estúpido cuñado. El cual sin miramientos lo arrastró hasta llevarlo a la mesa en la que se habían instalado.

 

- Dime, el gran TOP, está a gusto. - odiaba que le dijeran así, ellos no entendían que aquel sobre nombre era demasiado importante para él. Odiaba que lo usaran para meterse con él.

 

- Dejale, vamos a tomar que eso es a lo que hemos venido. A eso y a ver cositas lindas. - el imbécil que había hablado se quedó mirando, con mucho descaro, a uno de los chicos que pasaba por al lado de la mesa, el cual al verse aludido por aquel hombre se acercó hasta él, sentándose en su regazo.

 

- Uhhh. Eso no se vale, nosotros también queremos, vamos precioso, baila para nosotros...

 

- Él no bailará para ninguno de vosotros, a este me lo llevo yo - y sin decir nada más se levantó cargando al chico hasta perderse de nuestra vista.

 

- Joder, se ha largado, siempre es lo mismo. Y eso que había dicho que no nos abandonaría por ningún culo bonito - todos comenzaron a reír, él no sabía bien a que se referían. Tenía la sensación de que habían venido muchas más veces.

 

- ¿Desean algo en especial? - pronto un joven pelirrojo llegó hasta la mesa, aquel crío, porque era eso un crío,  no tendría ni siquiera los 18, y se encontraba en aquel lugar, dejándose manosear por todos, aquello lo ponía enfermo. Los trogloditas que tenía como acompañantes esa noche le pidieron que bailara para ellos. Luego dirigió su mirada hacia mi, acercándose descaradamente. - A ti te esperan en la barra. TOP.

 

Escuche las bromas de todos, aquello si que era extraño. ¿Cómo era posible que conociera aquel mote? Los idiotas lo conocían porque eran conocidos del colegio. Pero el pequeño. Eso era imposible. Pero aun así no dijo nada y se levantó en silencio. En realidad tenía curiosidad de ver quien era el que le había dicho aquel niño ese mote. Pero tenía claro una cosa, como se encontrara antes la salida que la barra se largaría de aquel lugar.

 

Pero aquel no era su noche, para su desgracia encontró antes la barra que la salida. Pero sin querer remediarlo se acercó hasta ella. Y le dijo el mesero que alguien había llamado por él, y este tan solo le dio unas llaves, y dijo que subiera las escaleras del final, que no se preocupara por los grandullones que habían en la puerta de arriba.

 

Sin muchas ganas volvió hacer el mismo proceso, se dijo que si encontraba antes la salida que la escalera se iría, aun a pesar de estar super intrigado con aquel que quería verlo. Pero estaba claro que aquel no era su día, las escaleras aparecieron delante de él como por arte de magia, aquello le pareció muy extraño. Pero sin darle mucha más importancia subió por ellas, y tal como le dijo el barman se encontró con dos moles apostados delante de una puerta que parecía diminuta en comparación con ellos. Por un momento iba a girarse y bajar las escaleras, pero algo le dijo que no lo hiciera que siguiera adelante.

 

Sin pensar mucho se acercó a la puerta bajo la mirada de aquellos dos hombre. Al fin consiguió abrir la puerta, con un poco de esfuerzo, pero al final lo consiguió. Al pasar dentro, vio una gran estancia, en realidad, parecía ser tan grande como el local de abajo. Se dirigió hasta lo que parecía el centro, el cual tenía una barra en el centro. Miró el suelo y vió que había una trampilla, y su cerebro hizo - 2+2 - el chico que le había llamado era el que había dado aquel espectáculo. Pero, ¿quién era aquel muchacho para saberse ese apodo? Fuera, quien fuera, lo conocería dentro de poco, o lo reconocería. Porque el no reconoció al chico ese en ningún momento.

 

Se paseó un poco por todo aquel lugar, más bien parecía un apartamento. Tenía cocina, un pequeño salón y una cama de matrimonio. Pero lo que más le llamó la atención era que no hubiesen paredes, que todo estuviese unido, que todo fuera una misma habitación. Tan solo había una puerta, corredera, que suponía que era el baño, y al parecer lo estaban usando. Su anfitrión lo estaba usando. Tan solo esperaba que no le diera un espectáculo como el que había dado abajo. Porque seguro que no se contenía.

 

Se sentó en un pequeño sofá que había delante de una tele bastante grande. Estuvo un tiempo esperando a que saliera de la ducha, tanto tiempo que comenzó a dormirse en aquel cómodo sofá. Tenía ya los ojos cerrados cuando una fría mano comenzó a recorrerle el pecho por debajo de la camisa. Se sobresaltó, no se esperaba que nada le tocara en aquellas condiciones. Pero cual fue su sorpresa de ver aquel ser tan angelical. Porque eso era lo que parecía con aquella expresión de niño bueno. Su sonrisa le parecía conocida, como si aquel joven lo hubiera conocido.

 

- Oh! Al parecer mi Hyunnie no se acuerda de su Yongie. Que pena. Pensaba que por lo menos él me recordaría.

 

- ¿Yong? - aquello si que lo sorprendió, se fijó más en él, se había teñido el pelo de rubio, por eso no lo había reconocido, pero era él, sus ojos, el lunar que tanto amaba. - No lo entiendo. ¿Qué haces en este lugar? ¿Qué te pasó? ¿Cómo has llegado a esto?

 

- Esas son muchas preguntas, pero yo tengo algo mejor que proponerte. - sus palabras sonaron sugerentes mientras se levantaba del suelo donde había estado sentado todo el tiempo - ¿por qué no mejor hacemos cosas más interesantes?

 

Se sintió acorralado por su boca y todo su cuerpo encima suyo, sabía exquisito, tal y como lo recordaba. Hacía muchos años que no veía aquel joven. Fueron vecinos cuando era pequeños. Fueron al mismo colegio. Siempre estaban juntos. Demasiado juntos, hasta que al final pasó lo inevitable. Con tan solo 10 años se puso de novio del ese pequeño. Y no tan pequeño, ahora tendría unos 20 años.

 

Si era sincero nunca pudo olvidar al pequeño Yongie, siempre le tenía presente, a lo mejor por eso nunca le gustó nadie.  Siempre fue la perfección, aquel chico que tenía mucha confianza en si mismo, se iba a comer el mundo. Pero lo único que se comía en esos momentos era su polla. Y que bien que lo hacía.

 

Perdió todo hilo de sus pensamientos, tan solo se dedicaba a gemir y ver la escena más erótica que nunca había presenciado. Un pequeño rubio con toda su extensión de carne metida en la boca, mientras le dirigía una mirada cargada de lujuria y pasión. Llevó sus manos hasta la cabeza del otro chico, para marcarle el ritmo al que quería que se la chupara. Era perfecto. Dios como lo hacía, era un gran maestro de las mamadas. Con unas cuantas lamidas más y un par de mordidas en su glande, hicieron que se corriera en la boca de su pequeño anfitrión.

 

- Parece que te gustó. Me alegro. Porque he estado practicando mucho para cuando nos volviéramos a ver. Hyung.

 

- HYUNG... HYUNG... DESPIERTA... AHISSS

 

Se levantó sobresaltado mirando hacia todos lados, buscando al chico de sus sueños. Al que veía todas las noches en sueños. Cada noche era diferente, cada noche soñaba con él de distinta manera, desde que se marchó del vecindario nunca dejó de pensar en él. Nunca dejó de recordarle, y mucho menos de amarle. Se sentía frustrado, miró hacia el lado del que provenían las voces, y vio a uno de sus mejores amigos, que dejaría de serlo en pocos segundos, porque lo mataría ahí mismo. Estaba soñando con el amor de su vida y en la mejor parte va y lo despierta.

 

- Te llaman abajo. Un chico muy mono a venido a verte. Me lo tienes que presentar, y por cierto me lo pido. Seguro que ni se fijará en ti.

 

No le entendía, no entendía de que estaba hablando, tan solo entendía cosas a medias, hasta que escuchó las palabras mágicas, que se hacia llamar Yong. O eso era lo que le había oído decir a su madre cuando este subía a despertarlo. Sin siquiera cambiarse, ni mirar a su amigo salió disparado por el pasillo en dirección a la sala, donde seguro que su amor platónico estaba junto a su madre. Y no se equivocaba un chico de unos dos años menor que él estaba sentado en el sofá justo delante de su madre. La cual comenzó a recriminarle el que anduviera vestido de aquella manera. Que no era forma de atender a las visitas.

 

Cuando pudo reaccionar se lanzó encima de esa preciosidad. Y es que no era para menos, estaba mucho más guapo de lo que recordaba, lo estrechó entre sus brazos. No sabía que era lo que le había traído por esos lados de Seul, pero esperaba que por lo menos ahora pudieran mantener el contacto.

 

Cuando su madre, con sus reclamos de que esa no era manera de comportarse con un invitado, consiguieron que se separara de él.

 

-Ji Yong ¿qué haces aquí? - en realidad no era lo que quería decirle pero era lo primero que salió de sus labios.

 

Volvió abrir los ojos, aquello era extraño, como podía volver abrir los ojos. Miró atento a su alrededor, estaba desubicado. No recordaba aquel sitio. Pero unos gemidos bajos a su lado le hicieron girarse y mirar al chico que se encontraba en aquella cama. Era Ji.

 

Ahora lo recordaba todo, estaban en el hospital. Acababa de salir del quirófano, y les habían dicho que tardaría poco en despertar. Los maknaes se habían ido a tomar un café, ahora que sabían que Yong se encontraba en buen estado. Al parecer su novio quería despertar, o lo estaba haciendo, era tan lindo así tranquilo sin que nada le perturbara.

 

Escuchó como la puerta se abría, y pensando que era uno de los chicos no apartó la mirada de Yong.

 

-¿Tan interesante es mi hijo que nunca has dejado de mirarle?

 

 

 

 

Notas finales:

hacerse una francesa* = largarse sin despedirse, escabullirse de un lugar sin ser visto por nadie para no tener que dar explicaciones.

 

Espero vuestros reviews XD, me alegran mucho, la verdad que ahora si que he vuelto con las energías e ideas renovadas para con este fic y el otro. Espero que os guste, nos veremos muy seguido por aqui ^_^


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