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Irrealidad por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

¡¡¡Hola queridos lectores, amantes del buen yaoi y del DouWata!!!

Aquí me tienen nuevamente actualizando esta pequeña historia. Espero que no los aburra, espero que los siga entreteniendo. El capítulo de ahora es un poco distinto a los demás. Pero no se preocupen, hay cosas que las tengo que aclarar: así de simple.

Saben, estoy bastante contenta. El FF ya alcanzó más de 1000 veces leídas. Muchas, grandes y sinceras gracias a todos los que leen. En el último capítulo me dejaron 9 rr. Para mí es una buena cantidad, conisderando que hay un capítulo que sólo tiene 2 rr. Así que se les agradece infinitesimalmente sus palabras.

Espero sea de su agrado. Sin nada más que decir...

 

 

Disclaimer: Los personajes son propiedad de las CLAMP. Menos uno.

¿Y a mí qué? Con mi imaginación yo hago lo que quiera.

¡Dsifruten!

Capítulo 9

 

 

El frío de la noche despertó a Miku. No se había dormido del todo, sólo había entrado en una fuerte modorra. Aún siendo fantasma sentía pereza. Mucha pereza…

Se divirtió muchísimo escuchando a los dos chicos en su mini-pelea amorosa.

No obstante, seguía meditando acerca del funeral que con toda seguridad sería llevado a cabo el día siguiente.

¿Es que acaso no bastaba el que su cuerpo mortal descansara tranquilo? Se sentía triste e incómoda por estar perturbando la relativa calma de la pareja, ya que si tuviera que elegir un adjetivo para definir su relación sería: “explosiva”. Meneó la cabeza apartando esos pensamientos, Kimihiro-kun y Shizuka-kun le habían dejado claro que la ayudaban con gusto. Pero era inevitable todo el cúmulo de preguntas que se agolpaban en su hipotálamo. ¿Por qué ella? ¿Por qué tuvo que sucederle específicamente a ella? ¿Quién fue el otro conductor? ¿Quién era la persona a la que tuvo que visitar ese día? ¿Cómo estarían sus padres? ¿Cómo estaría Akio-kun? ¿Cuánto tiempo tendría que pasar para poder seguir el curso natural de la muerte?

Y lo más escalofriante… ¿Qué habría en el más allá? Su personalidad curiosa sentía intriga por avanzar, por llegar al otro lado pero su parte humana tenía mucho miedo. ¿Se encontraría con el Cielo o el Infierno bíblico? Porque tenía que haber algo del otro lado, eso era seguro. De lo contrario sería la estafa más grande del Universo realizada por un travieso Creador.

Una presencia interrumpió el hilo de sus pensamientos. Un espíritu oscuro, deforme y de un tamaño considerable estaba doblando la esquina derecha de la calle.

Miku inmediatamente retrocedió hasta entrar en la casa.

El espíritu se acercaba cada vez más.

Llegó justo frente al balcón en el que ella había estado posada.

La monstruosidad se relamió lo que parecía ser la boca mientras su único ojo vagaba entre Miku y Watanuki.

Cuando quiso traspasar los barrotes, un muro invisible lo hizo detenerse.

La mirada del espíritu se posó entonces en Doumeki, que abrazaba con fuerza al menor, y se retiró lentamente de allí.

Miku suspiró tranquila al verlo marcharse. Sin embargo, recordó cuando de pequeña siempre creía que si no se envolvía con las mantas hasta la cabeza los monstruos se la comerían, aunque sabía que no había nada debajo de su cama. En ese momento volvió a sentir el mismo infantil temor.

Había comprobado que el poder espiritual de Shizuka-kun era realmente fuerte y mientras se quedara en la casa no tendría nada que temer. A pesar de eso, siguió sintiéndose inquieta. Quería cerrar la puerta corrediza que daba a la pequeña baranda. La pregunta era ¿Cómo? No podía sujetarlo. Simplemente lo atravesaría como sucedió con aquella foto de sus padres.

<<¡Ciérrate! ¡Ciérrate!>> suplicó con mental vehemencia la chica clavando su mirada en la dichosa puerta. Continuó repitiendo con fuerza la misma orden; más por desesperación que por otra cosa. Y sin que jamás lo hubiera imaginado, la puerta comenzó a desplazarse suavemente.

Miku no podía creer lo que veía. La puerta… ¡La puerta se estaba cerrando! ¡Estaba cumpliendo con absoluto sigilo la orden emitida desde la cabeza de la fantasma!

Aquel increíble pedazo de madera se cerró e incluso se echó el cerrojo.

La fantasma abrió completamente la boca. Estupefacta. Aturdida. <<¿Yo la cerré?>> se preguntó. <<¡Yo la cerré!>> Se contestó después de unos segundos. ¡No podía creerlo! ¿Era verdad que los fantasmas tenían la capacidad de mover objetos? Pero entonces…

Un fuerte dolor de cabeza atacó su mente, esparciéndose por todo su cuerpo.

Y sin quererlo y sin pedirlo, recordó. Recordó muchas cosas. Se agolparon tantos recuerdos en su mente que estuvo a punto de gritar.

Cuando logró encontrar un punto de equilibrio entre la información recién recuperada y lo que había sucedido estos días, salió del cuarto buscando no sabía el qué exactamente. Al llegar a la cocina tuvo la necesidad imperiosa de hacer algo. Observó como un bolígrafo y varias hojas de papel se dirigían a ella, dispuestas a cumplir una función. El lapicero quedó suspendido en el punto justo y necesario de una de las páginas para comenzar a escribir.

Una idea inundó la mente de la muchacha. Si sus recuerdos no la traicionaban, iba aponer en práctica la habilidad recién descubierta y comenzó a trazar un plan…

 


 

Akio no había dormido en toda la noche. Era odioso estar desvelado. Andaba de un humor gruñón, que nada tenía que ver con su usual comportamiento. Pero fue inevitable; cuando observó desde su casa el coche fúnebre entrar a la casa de los que pensó que algún día serían sus suegros lo descolocó aún más que cuando recibió la noticia. Recordó haber visto pasar a dos chicos cerca de la casa de su amada, pero no les prestó atención. Sus pensamientos navegaban en el triste océano de recuerdos formados con y por Miku. No tuvo ganas de pensar en nada que no fuese ella, ya que con ella había vivido cosas extraordinarias.  No todas alegres, pero sí únicas e incomparables. No emocionantes ni extrovertidas pero totalmente especiales.

Algo en ese momento lo movió a ir a la casa frente a la suya.

Había tocado suavemente a la puerta y lo recibió el rostro más abatido y desconsolado que pudo haber contemplado alguna vez. Entendió en ese instante a lo que se referían cuando decían que nadie sufre la pérdida de un hijo como lo hace una madre. En su rostro no notó ni la más mínima huella de una lágrima, pero estaba plasmado en su faz un dolor tan intenso, tan profundo, tan hiriente y tan colosal… que llorar y gritar sencillamente no bastaba. No alcanzaba. Había leído una vez en un libro que la ley natural es que los hijos entierren a sus padres. Así eran las leyes de la vida. Lo nuevo reemplaza a lo viejo. Que un padre tuviera que enterrar a su hijo rompía todos los esquemas emocionales y naturales.

 

La señora gentilmente lo había dejado pasar y él, respetuosamente entró, sintiendo inmediatamente el ambiente cargado de desdicha. Recorrió la casa hasta dar con la habitación que contenía el ataúd, que a su vez contenía a la difunta. Se encontró con el padre de la chica, sumido en un llanto silencioso, justo al lado de su hija. El adulto reparó en la presencia del joven y le indicó que tomara asiento al lado suyo. Akio obedientemente había hecho lo que le pedían y se sumó a la velación.

Lo que experimentó al ver el cadáver era indefinible. Fue asfixiante, abrasador, lacerante, tormentoso… Fue terrorífico. Sin darse cuenta de ello, también había comenzado a llorar en silencio, haciéndole compañía al mayor de la habitación. Pasó allí exactamente en la misma posición toda la noche. Ni siquiera recordaba haber respirado. Evidentemente lo había hecho, pero lo impresionante consistía en que no se acordaba de ello. No sintió las horas. No fue consciente de nada; ni del señor a su lado, ni de la dama doliente posada en la puerta, ni de la silla en la que se encontraba sentado… Sólo había tenido ojos para su ángel dormido. Sólo supo como de repente una mano se posaba en su hombro, indicándole que ya era un nuevo día y que tenía que regresar a su casa.

Se levantó delicadamente de la silla, para no romper en silencio que la Muerte imponía en la habitación y miró al hombre pidiéndole un favor con la mirada. Vio como la petición era concedida, así que se limpió las lágrimas de la cara y posó sus labios en los de Miku en un toque pudoroso y limpio. Se retiró de la habitación prometiéndoles a ambos padres que volvería cuando el entierro se fuese a llevar a cabo. El señor no respondió, pero la señora le dedicó una calurosa y grata sonrisa agradeciendo su presencia.

Había abandonado la casa y cruzado la calle con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos. Iba tan perdido que chocó sorpresivamente contra algo… ¿O alguien? No estuvo seguro hasta que dejó de sobarse la nariz y miró adelante.

<<Qué alto… y qué atractivo…>> fue lo primero que cruzó la mente de Akio al vislumbrar la figura frente a sí. Se asustó y se regañó mentalmente por eso, pero reconoció a uno de los dos chicos que había visto el día anterior. Tenía el rostro admirablemente serio.

Era un poco intimidante… sólo un poco.

Vio que le extendía un pequeño sobre blanco que tenía escrito: “Para Akio-kun”. Akio no pudo hacer nada más que entreabrir la boca con estupefacción al reconocer la letra de Miku. ¿Cómo era posible? ¿Por qué ese chico tenía una carta de su novia, dirigida a Akio? ¿Quién era ése chico?

─¿Qué es esto? ─preguntó Akio evidentemente confundido y asustado, mirando el sobre. No obstante, observó que el serio muchacho enarcaba una de sus cejas con extrañeza y comprendió lo estúpido de la pregunta─. ¿Cómo conseguiste este sobre? ¿Quién te lo dio? ─el otro ni siquiera pestañeó─. ¿No me vas a responder? ─el otro no movió ni un músculo─. ¿Sabes? Es de mala educación dejar a alguien con la palabra en la boca o no contestar una pregunta una pregunta sin justificarse ─misma contestación─. ¡Está bien! ─concedió finalmente y tomó el sobre. Examinó nuevamente el destinatario y comprobó que no había leído mal. Sin embargo, lo único que logró fue confundirse aún más. Le dedicó total atención al sobre, lo volteó y vio que estaba sellado. Volvió a abrir la boca para interrogar al desconocido mensajero y cuando levantó nuevamente la mirada se percató de que se encontraba nuevamente solo─. Eso fue raro… ─le dijo a la inmensa bóveda que se abría en los cielos─. Pero estoy seguro de que ya he visto a ese tipo…

Retomó el camino hasta su casa; sus padres seguían dormidos. Era lógico, era muy temprano. Demasiado temprano de hecho. Subió a su cuarto y se sentó en el borde de la cama.

Lo que nos deja como al principio.

Quizás ese muchacho fue sólo parte de la imaginación de su subconsciente cansado…

No, esa idea quedaba descartada. Estaba seguro de haberlo visto antes, junto a otro chico. Y quedaba el sobre con la letra de Miku.

<<¡Con la letra de Miku!>> repitió mentalmente. De todo, eso era lo más importante.

Las preguntas y pensamientos asaltaban su mente:

¿De dónde había salido?

Si fue realmente Miku la escritora ¿Cuándo la escribió?

¿Antes del accidente?

Así tenía que ser. No pudo haberla escrito después del choque. Era ilógico, era imposible, era insensato…

¿O no?

Y sosteniendo la idea de que la carta fue escrita por Miku… ¿Por qué entregársela hasta ahorita?

Entonces seguía el enigma de aquel joven serio ¿De dónde se conocían? ¿Porqué fue él quien le entregó la carta? ¿Quién era? ¿Y por qué conocía a Akio también?

¿Sería que Miku le había platicado a ese “amigo” de él?

Si ya era un antiguo amigo de la chica ¿Por qué Akio nunca lo conoció?

 

Mesándose los cabellos, sin conseguir una clara respuesta a ninguna de las interrogantes, tomó una decisión.

Ya era hora de dejarse de preguntas y abrir el sobre…

 

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La Sra. Daishi se había dirigido a la cocina para prepararse un café muy fuerte cuando oyó sonar el timbre.

¿Quién podría estar tocando a esas horas de la mañana? Akio se había marchado hacía apenas unos minutos; no podía haber vuelto aún. Cruzó la casa hasta llegar al vestíbulo y abrió la puerta, pero el panorama se presentaba desierto. No había ni un triste gato rondando por ahí. Frunció el entrecejo con furia. No tenía tiempo para estar lidiando con bromas pesadas. Tenía un funeral que atender. Pero impulsada por la curiosidad, dio unos cuantos pasos hacia la calle con la intención de descubrir al gracioso de la broma, haciendo crujir un objeto en el suelo que no había notado. Se agachó y tomó entre sus manos un pequeño sobre de color blanco. No tenía estampillas y estaba sellado. Le dio la vuelta y leyó algo que la dejó helada.

El sobre tenía escrito: “Para Mamá y Papá”. Y tenía la letra de su niña, de su princesa, de Miku. La pobre mujer se llevó la mano al pecho tratando de que el aire entrara a los pulmones. Cerró la puerta con estrépito y al llegar a las escaleras gritó con voz temblorosa:

─¡Cariño! ¡¿Puedes bajar un momento?!

 

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“Toma asiento y lee bien, Akio-kun:

Seguramente te estás haciendo muchas preguntas justo ahorita ¿Cómo lo sé? ¡Te conozco Akio-kun! Siempre piensas demasiados las cosas. Lo que quiero es que comprendas las palabras que aquí escribí.

Deseo en primer lugar que no le des vueltas al asunto. Considera esta carta un milagro, si quieres.

En segundo lugar, te voy a pedir de todo corazón que no sufras por mí. Sí, entiendo que la pérdida que te puede causar mi muerte repentina no es fácil ni de comprender ni de sobrellevar. Pero lo que de verdad quiero es que no me llores eternamente. Tienes permiso de guardar el luto estrictamente necesario, nada más… ¿Entendiste? Vuélvete a enamorar. Todavía eres muy joven y por ende capaz de encontrar una mujer que te ame incluso más que yo. Así que quiero que cuando la encuentres, no la hagas sufrir sólo porque tú aún estás llorando una muerte ya muy antigua. Es una orden, Akio-chan… Sé que eres fuerte y vas a superarlo. Eso no significa que me vas a dejar en lo más oscuro y entelarañado de tu cabeza. Sólo recuerda nuestros buenos momentos juntos.

En tercer lugar, si alguna vez visitas mi tumba… ¡Ni se te ocurra poner flores artificiales! Amo los lirios así que sabrás bien qué hacer.

Como cuarto punto, te pediré que de vez en cuando visites a mis padres. Ellos se sentirán ahora muy solos y sé que te consideraron como un hijo suyo. Mi papá sólo es celoso, no es que le cayeras mal.

Y cómo última petición te rogaré que seas lo más feliz que la vida te permita. Recuerda que la felicidad no se encuentra; se lucha por ella.

Hasta nunca, tu Miku.

 

P.D: Si el mensajero te pareció un poco extraño, no te preocupes. Es una excelente persona a pesar de su actitud y la primera impresión que te pueda causar. Es muy guapo… ¿A qué sí? Ni se te ocurra negarlo porque sé que lo pensaste. Pero su corazón ya tiene dueño, así que no te pongas celoso. Él sólo es un amigo muy especial. Además, recuerda que yo siempre seré tuya”

 

Akio sólo sonrió con dulzura al terminar de leer.

 

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Los señores Daishi también habían terminado de leer su correspondiente carta. Con nuevos ánimos, retomaron sus quehaceres para llevar a cabo el entierro que haría descansar el cuerpo mortal de su Hermosura.

 


 

─¿Ya las entregaron? ─preguntó Miku con evidente nerviosismo.

─Ya ─respondieron ambos muchachos al unísono.

─¿No tuvieron mucho problema?

─No.

─Me alegro…

─Miku, sólo por curiosidad… ¿Cómo lograste escribir las cartas? ─quiso saber el ojos-azules.

─Sinceramente yo me sorprendí cuando todo sucedió. Al dormirse ustedes, yo aún seguía despierta… ─Watanuki se coloreó de un rojo prácticamente inexistente─ Sí Kimihiro-kun, lo escuché todo. Pero no te preocupes, no se lo diré a nadie. Soy una tumba, quiero decir… estoy muerta ─sonrió picarona y sacando la lengua─. En fin, apareció un espíritu muuuuuyyyyyy grande en la calle ─en ese momento Watanuki miró a Doumeki diciendo “Te lo dije”─. Como tuve miedo, entré a la casa. Cuando el espíritu quiso entrar no pudo, y se quedó mirando a Shizuka-kun hasta que se fue ─ahora fue el turno de que Doumeki mirara a Watanuki diciendo “Te lo dije”─. Pero como soy una gran miedosa quería cerrar la puerta, así que me puse a ordenarle que se cerrara mentalmente hasta que vi como se cerró. ¡Yo sólo hacía porque estaba desesperada, nunca me imaginé que de verdad me haría caso! Al llegar a la cocina se me ocurrió la idea de escribir dos cartas: una para Akio-kun y otra para mis padres. Lo intenté varias veces -ya que la letra me salía muy, muy mal al principio- pero después de pasar toda la noche y la madrugada intentándolo lo logré.

─Que persistente… ─comentó Watanuki

─¿Y ahora qué, Miku? ─preguntó Doumeki.

─Ahora esperamos a que se lleve a cabo el funeral. Apresúrense ya que tenemos que seguir los coches hasta el cementerio.

─¿Por qué hay que seguirlos? ─inquirió el mayor.

─Porque estoy segura de que la persona que iba a visitar el día del accidente irá.

─¿Ya recordaste quién es?

─Sí. La persona que iba a visitar ése día es un amigo mío. Éramos amigos desde muy pequeños, prácticamente crecimos juntos. Fuimos a los mismos colegios y al mismo instituto. Es un poco… problemático, por así decirlo. Tiene un carácter un poco difícil de manejar, así que yo era su única amiga. Cuando le di la noticia de que Akio-kun se me había declarado y que yo le había respondido que sí… se puso muy violento. Tuve suerte de que Akio-kun viniera a recogerme al salir del instituto porque de lo contrario creo que me habría hecho daño. Mi amigo y él se pusieron a pelear hasta que yo le supliqué a Akio-kun que lo soltara. Mi amigo… me gritó muchas cosas. Me dijo que era una traicionera por haber roto su confianza y me dijo que siempre había estado enamorado de mí ─contaba Miku entristecida─. Yo, en medio de mi enojo, sólo atiné a responder que nunca me lo había dicho y que ni siquiera pensara que iba a romper con mi novio sólo porque él no tuvo el valor de decirme las cosas antes.

─¿Y cómo reaccionó? ─preguntó Doumeki intrigado.

─¿No te lo imaginas? ─respondió Miku con voz amarga─. ¡Se largó de allí corriendo! Y no me volvió a dirigir la palabra durante seis meses hasta que me sentí cansada de su actitud. Pensé que aún era tiempo de arreglar las cosas. Pensé… ─balbuceó la chica aún más triste que antes─. Pensé… que podría recuperar a mi amigo. Era muy importante para mí después de todo. Así que iba a ir a su casa ese viernes para intentar arreglar las cosas. Le iba a sugerir incluso que si ya no quería mi amistad por lo menos que no olvidara que podía contar siempre conmigo…

─Pero entonces sucedió el accidente… ─susurró Watanuki asombrado.

─Exacto. Y sé que ahora irá a mi entierro.

─¿Cómo lo sabes? ─fue el turno de preguntar de Doumeki.

─No podría explicarlo. Es un presentimiento, una corazonada. Pero sé que irá. Así que tenemos que ir detrás de los autos que saldrán de mi casa para averiguar en qué cementerio irán a enterrarme.

─No es necesario ─aclaró Doumeki─. Sólo hay dos cementerios en los alrededores de esta ciudad. Uno está demasiado lejano y es exclusivo. Se tienen que pagar enormes cantidades de dinero para enterrar a alguien en él. El otro queda más cerca y es el que está más disponible para la clase media y baja.

─¿Cómo sabes eso?

─Por los feligreses que llegan al templo.

─Entonces al más… barato será. Mis padres no son precisamente ricos ─dijo la chica.

─Así que iremos a ese cementerio a esperar a que entierren tu cuerpo… ─comenzó el moreno.

─Y veremos a tu ex-amigo para ajustar cuentas con él ─terminó el morocho.

─¡Vámonos ya entonces! ¡Ya que nosotros vamos a pie! ─exclamó Miku, comenzando a moverse y liderando la marcha. La pareja se dispuso a seguirla.

 
Notas finales:

Espero de todo corazón que les haya gustado, o por lo menos que no les haya aburrido.

En el capítulo anterior tuve 9 rr. ¿Llegamos a este con 10? ( ^^ )

Aunque si me quieren dejar más, yo no me quejo...


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